Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.
La expresión oral, el habla en definitiva, es la facultad que nos permite traducir a sonidos articulados nuestro pensamiento. Idealmente, la telepatía podría permitirnos transmitir al prójimo ideas y conceptos sin la necesidad de asociarlos a vocablos. Mas en tanto en cuanto ese método solo esté al alcance de unos privilegiados mentalistas, el resto de los mortales deberemos conformarnos con las herramientas que el léxico y la gramática nos proporcione para comunicar a nuestros congéneres lo que nos ronda por el magín.
Pero ese cauce no se limita únicamente a asociar sustantivos a las cosas y verbos a las acciones más una escasa docena de triquiñuelas para engranar ambos elementos. Algunas formas gramaticales de inocente apariencia no revelan únicamente los conceptos, sino también los esquemas mentales que los enmarcan.
La impersonalidad de la oración es uno de esos elementos más cercanos a la filosofía subliminal que al entendimiento lógico y que, en consecuencia, peor asumen los hablantes de cualquiera lengua sobre la tierra.
Una oración impersonal es, sencillamente, la que carece de sujeto. Semejante perogrullada gramatical, tatuada en nuestras mentes desde la más remota terneza escolar, se revela algo más inquietante cuando nos paramos a pensar en lo que ello implica: nada ni nadie desencadena la acción que expresa el verbo, es un suceso espontáneo, un milagro sin responsables ni actores, algo que sucede porque sí.
Llueve. Esta frase nuclear es el prototipo de oración impersonal. ¿Quién llueve? ¿El agua llueve? ¿las nubes llueven? ¿el cielo llueve? El inconsciente colectivo de la humanidad concluye que la lluvia es un fenómeno autógeno; prácticamente ningún idioma ha osado asignar sujeto identificable a los acontecimientos meteorológicos: llueve, nieva, truena, escampa, …; así como al ciclo circadiano: amanece, anochece (y, por supuesto, todas las formas auxiliadas y compuestas: ha llovido, podría nevar, va a escampar, está anocheciendo).
Siempre en tercera persona del singular, característica imprescindible de lo impersonal, como refiriendo a un ente ignoto, un inasible sujeto que quedase más allá del alcance de nuestros sentidos.
Si bien en estos contextos, dependientes de las fuerzas naturales, el hablante parece tenerlo claro, éste vacila —y con frecuencia yerra— cuando los verbos se acercan al entorno terrenal. Aquí nuestro subconsciente parece buscar desesperadamente un sujeto al que agarrarse, y con frecuencia paga ese pato el complemento directo, una parte de la oración que, irónicamente, no es el actor del verbo sino su víctima pasiva.
El verbo haber, en su esencia no auxiliar, es un verbo impersonal. Por ello, como dije, su declinación no alcanza sino a la tercera persona del singular: hay un vaso en la mesa, hubo un momento de confusión, habrá una persona esperándote, ha habido un atentado. Mas, cuando es plural el objeto directo (que en las frases dadas no es sino el resto del sintagma verbal ) aparece la tentación de sujetizarlo y coordinar el verbo en su correspondiente número: hubieron risas, habrán plazas disponibles, han habido días peores…, cuando la impersonalidad del verbo exige su singularidad: hubo risas, habrá plazas, ha habido días.
Además, en castellano, la mayoría de los verbos puede asumir impersonalidad por el simple truco lingüístico de aplicarle un “se” delante: En este pueblo se trabaja duro, pero también se come bien, se duerme la siesta, se sale de noche, y en general, se vive feliz y tranquilo.
Y, de nuevo, el fantasma del sujeto amputado vuelve a querer materializarse en el cuerpo inocente del complemento directo. En estos días pasados, en que caducaban los plazos resultantes de la jornada electoral, la prensa, tanto en papel como en pantalla electrónica, ha abundado en afirmar que en los despachos y otros antros se hablaron de pactos astutamente negociados, en base a los cuales —o bien por cualificadas mayorías— se nombraron a los vocales de mesas institucionales y, finalmente, se eligieron a ediles municipales y cargos autonómicos de mayor o menor cuantía.
Pues bien. Ciertamente el “se” impersonal podría confundirse con el “se” de pasiva refleja, en cuyo caso el sospechoso complemento es realmente un sujeto oculto bajo apariencia paciente. Pero, fuera de toda duda, nunca, nunca, nunca un sujeto, franco u oculto, cuelga del verbo engarzado en una visible preposición. Y, una vez más insisto, si no hay sujeto, no hay plural que valga: se habló de pactos, se nombró a los miembros de las cámaras y se eligió a los munícipes.
Entiendo que transmita cierta angustia que acciones tan influyentes en nuestras vidas parezcan no tener sujeto responsable detrás, sólo una oscura mano anónima en tercera persona del singular, pero tal vez en eso imita la política a la gramática. Ya lo dijeron los italianos, torciendo con elegante ironía la esencia del más impersonal de los verbos: Llueve, puerco gobierno.
2007-06-28 10:23
Me encanta tu interpretación del miedo a la impersonal, Miguel. Un artículo estupendo.
Un beso
2007-06-28 11:01
Realmente bueno.
Es curioso que la lengua no haya diferenciado morfológicamente los distintos tipo de impersonales; dicho de otro modo: en «hubo risas» es evidente que sí existe el sujeto, aunque no aparezca en la expresión: alguien se rió, varias personas con nombre y apellido; no sucede eso en «llueve» que, efectivamente, carece de sujeto de la acción pues no identificamos qué o quién puede ser el desencadentante directo y inequívoco de la acción.
Saludos
2007-06-28 12:09
Me ha encantado. Particulares gracias por esto: “Y, una vez más insisto, si no hay sujeto, no hay plural que valga: se habló de pactos, se nombró a los miembros de las cámaras y se eligió a los munícipes.”
Gracias, gracias, gracias.
2007-06-28 20:55
He leído con sumo gozo Impersonales de Roman Paladino. Es maravilloso que funcionen por la red materiales de tanta calidad cultural y literaria como este blog. Felicidades. Me apunto a todo lo que venga. Saludos cordiales