Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.
Dulce Chacón se llamaba a sí misma: “poeta, poeta. Poetisa me parece un adjetivo, y si los hombres quieren diferenciarse, que se llamen a sí mismos poetos”.
Abundante sarcasmo vertía la autora de “La voz dormida” en esa frase; mas –como en toda buena ironía- no le faltaba cierta razón, pues el vocablo “poeta” en nuestro idioma es de género común, es decir, que tanto vale para designar al vate de sexo masculino como a la mujer trovadora. Pero ello sea sin minorar el privilegio de poder utilizar, si así le place a la rimadora, el muy cualificado, histórico y eufónico sustantivo de “poetisa”.
Y es que, en esta caza de brujos y brujas en que hemos convertido últimamente la flexión del género gramatical, las féminas parecen haber contado con un beneficio de duda (o disculpa) que llevase aparejada licencia tanto para adoptar la fórmula en aparente masculino –que no siempre lo es estrictamente hablando- como para feminizarla cuando le venga en gana a la dama, aunque para ello se cometan dislates como citar a la señora Consejero o a la Ilma. Sra. Alcalde-Presidente.
Por ello, la mujer puede elegir entre ser llamada poeta o poetisa, médico o médica, sastre o sastra, jefe o jefa, concejal o concejala, e incluso, llegado el caso, sacerdote o sacerdotisa y hasta papa o papisa.
Y ni siquiera el relamido y ultracorrecto lenguaje del derecho, se estremece al nombrar juezas y fiscalas, pese a que el diccionario admite a “juez” y “fiscal” como de género común –no implícitamente masculino y ni siquiera terminados en vocal sospechosa–.
Evidentemente, bajo todo este zarzal se esconde, no una cuestión de renovación lingüística, sino una mundana (y espero que pasajera) aprensión adaptativa, con una aparente inseguridad para decidir qué modelo implica mayor mérito: la predilección por la fórmula masculina podría entenderse como un legítimo deseo de no diferenciación, pero también para evitar que alguno piense que por ser “arquitecta” o “bombera” se tenga menor destreza profesional que sus colegas masculinos; y por otro lado, la feminización a ultranza –cayendo incluso en incorrección– parece indicar en ocasiones una reafirmación de lo femenino, como si la profesión masculinizara perversamente a la persona que la ejerce.
Mas hete aquí que, cumpliendo con el rancio aforismo que afirma que donde las dan, las toman, también los varones comienzan a entrar en profesiones tradicionalmente desempeñadas por el sexo femenino… y a sufrir los complejos del sustantivo asociado.
Sin duda, entre los que primero desnaturalizaron el lenguaje por tal causa, se encuentran los diseñadores de moda que, para disipar sospechas sobre sus preferencias sexuales, eligieron ser modistos y no modistas, pese a que nada dice sobre esta materia íntima (ni siquiera sobre el sexo biológico) el que alguien sea taxista, electricista, periodista, futbolista o economista.
Pero, pasando ya por encima de cualquier duda morbosa, los auxiliares de vuelo y edecanes de congresos han visto cómo las academias del español explícitamente reconocen en su Diccionario Panhispánico de Dudas la validez del término azafato aplicable a sus dignas profesiones, tal vez –pensarán ellos– ahora un poco más dignas.
Y, en la misma dirección, la Fundación para el Español Urgente, ha publicado recientemente una recomendación aclarando que matrón es el correcto masculino para el varón que cumple la labor sanitaria de asistencia al parto.
De seguir adelante esta tendencia a convertir la nomenclatura profesional en una cuestión de genital importancia, terminaré por darle la razón a Dulce Chacón y reconocer a mis amigos como poetos, psiquiatros y dentistos, mientras que a ellas las tendré por dibujantas, conserjas o gerentas.
Y aún así, me temo que quedará gente con dificultad para adecuar su género laboral, como la amable señorita que hace pocos días, en un vuelo comercial, se nos presentaba al pasaje como la sobrecargo de la aeronave. :)
Otras referencias:
Poeta o Poetisa
Arquitecta y matrono
Formación del femenino en profesiones
Las profesiones en femenino y masculino (ed. Instituto de la mujer)
2007-05-28 15:06
Como siempre, caballero, un placer leer-lo-le. Y por cierto, quizás debésemos utilizar el ejemplo de “caballero” y otros términos similares y aplicárselo a este asunto del género: los términos y sus usos van dejando de tener importancia en consonancia ocn la sociedad que les da uso. “Caballero” o “dama” ya sólo se utiliza en ámbitos muy restringidos, o como término histórico, sin que la lucha de clases obligase a jubilarlos.
Saludos.
2007-05-28 17:56
¿Atisbo un leve loismo en tu encomio?
No me gustaría perder ese “damas y caballeros” a riesgo de quedar arcaico. Bien es verdad que son títulos que, personalmente, otorgo por la elegancia y no por la alcurnia.
Por más conflictivo tengo el uso de “señora/señorita”, que, además de no tener adecuado reflejo masculino, pone una nota muy peliaguda para tratar a una desconocida, sobre todo cuando ésta es la primera vez en su vida que recibe el trato de “señora”.
2007-05-28 18:02
Podría defenderme haciendo piruetas y alegando en mi favor el hecho de que me refería a leer “tu artículo”, pero no: pequé de loismo.
Y ese uso de “señora/señorita” está muriendo; y lo hace sin que nadie le obligue a ello, simplemente porque la mentalidad está cambiando y, con ella, el lenguaje.
Saludos
2007-05-28 18:52
Pues, yo, “economisto” que soy, procedo a radicalizarme un momentín. ¿Por qué debo aceptar que a la Academia se la llame Academia y no Academio, a la Lengua se la llame lengua y no lenguo, y a España eso, que parece femenino y en consecuencia a su lengua, española y no español? Bah, no, que de bobadas estamos más que servidos y servidas. Para otro día.
2007-05-28 23:07
Yo lo que reivindico es el masculino de señorita para cuando los alumnos se dirijan a alguno de mis compañeros. Porque, para mi sorpresa, todos los años hay algún alumno que me sigue llamando así. Reconozco que le tomo cierto cariño y no quiero que los de género masculino se tengan que privar de este pequeño placer.
2007-06-01 14:42
Por si quieres echarle un vistazo, Miguel, yo escribí un artículo en el blog Addenda et Corrigenda en el que hablaba también de algunas cosas que se complican por introducir el lenguaje políticamente correcto con respecto al género, que afectan desde a los comunes es -a hasa a las siglas. Porque a ver lo de la AMPA, con lo bien que nos entendíamos con el APA, y ya veremos dónde terminará todo, que como digo en mi artículo, «Ya hemos apostado en qué va a parar todo esto. Yo, barruntando, digo que gana AMPTUYTAYA (Asociación de Madres y Padres y Tutores y Tutoras de Alumnas y Alumnos); ella, más puesta en cuestiones de leyes, me advierte: «Olvida lo de tutores; progenitores, Ana, ahora se lleva lo de progenitores» y su apuesta es AMPAPROPROAYA (Asociación de Madres y Padres y Progenitores y Progenitoras de Alumnas y Alumnos). Lindos nombres, ¿no? Al menos en vez de sonar a mafia, se prestan a canciones étnicas.»
Un saludo
2007-11-14 04:02
Comentando los comentarios de Marcos, me parece que “caballero” puede, legitimamente, tener el genero “caballera” para las bellas amazonas montadas a horcajas que cada dia son mas.
Lo de “senora” y “senorita” posiblemente este en desuso en Espana; pero en el pais que tiene mas hispanohablantes se sigue usando.
No es conveniente olvidar que la norma ya no debe buscarse en Espana, que representa una minoria de hablantes, que no llega al diez por ciento.
2007-11-14 13:53
Francisco, relájate con España, a este paso cuando la visites el próximo año, va a durarte la tensión todavía. Muacks
2007-11-15 04:59
Hola preciosa Macarena, nos veremos en las fiestas del tres de mayo en tu linda tierra sevillana. Besos.