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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Los tocones

En lo personal, perdónenme, pero es mejor que lo sepan, no me gusta que me toquen personas que no conozco.

Los tocones son quienes irrumpen en el espacio vital de otros. Llámese a esto palmotear, enfatizar la charla cuando estamos conversando, golpear o acariciar a otro sin que se les haya permitido el acercamiento.

Habitamos un país verdaderamente cachondo y chacotero. La gente mexicana es demasiado tocona y eso es una violación al espacio vital. Suena muy grave decir estas palabras tan sonoras, pero en realidad, existe banda que posee problemas con el simple hecho de un acercamiento tan inofensivo (en apariencia…) como lo puede ser una palmadita.

Hay varios tipos de tocones y toconas, y absolutamente todos poseen horribles cualidades, algunas no mal intencionadas, pero sí transgresoras.

Los tocones lujuriosos por ejemplo, son aquellos que de plano se soban en una como si al rato nos fueran a llevar a terreno. O quizás es ésa su intención, y por andar baboseando, ni nos enteramos. Empiezan con un abracito o con una caricia en el pelo, y a los dos minutos, cuando ya vieron que una ni metió las manos, ya se bajan a la pierna o accidentalmente rozan una nalga o un pecho. Aclaremos: si no se pone un alto a tiempo, el tocón lujurioso pronto querrá hacerte tocamientos que él o ella asumen son naturales y que tú has aceptado. Es mejor detener esa mano arácnida a tiempo.

Los tocones pugilistas a su vez, son aquellos que no tocan a la otra persona, sino que poseen la asquerosa maña de golpear a los demás.

Levante la mano quién no posee entre su colección a un amigo pegón que siempre está dando leves puñetazos en los brazos o en las piernas, quizás involutariamente, pero cuya única conexión con las demás personas a nivel de contacto físico, es un golpe. Las pobres amigas de estos especímenes de seguro son gente que vive moreteada. Éstas son las personas a quienes yo les vivo preguntando: ¿no crees que tienes la manito muy pesada? Y ni así captan el mensaje. Ash.

Los tocones compulsivos por ejemplo, son aquellos que continuamente están demandando atención o respuesta a sus dicencias. Cada vez que enuncian algo te tocan para cerciorarse si estás escuchando, aunque nos estemos fumando sus rollos. Para hablar con ellos sería prudente poner una pared de cristal, y aún así, creo que estarían tocando el vidrio para obtener la aprobación, afirmación o atención de alguien.

Los tocones abrazo de oso, por ejemplo, son aquellos que para cualquier cosa, abrazan, toquetean y enrollan a una persona, nada más porque son cariñosones. Me los imagino como una enorme boa que hace conexión con nosotros mientras nos mantienen enredados en su abrazo apretado. A veces asfixian, rodean, entrelazan de una forma que atrapan en sus brazos. No entienden la distancia corporal como una forma de convivencia pacífica entre las personas.

Tocar a otra persona siempre implicará una forma de intimidad, que no podemos entablar con la gente en general. Es preciso que aprendamos a medir el espacio vital de otros, respetarlo y controlar nuestras manos hasta que conozcamos la disposición del otro hacia algún tipo de contacto físico. Existen personas a las que nos debemos aproximar con cierta prudencia, porque a leguas se nota que no les gusta que nos propasemos. Marranearse en el contacto humano en muchos sentidos puede arruinar nuestras relaciones interpersonales, porque podemos perder a alguien que realmente nos importa por andar dando cancos y arrimones que no nos han sido solicitados.

En ciertos países el contacto entre personas que no se conocen implica una falta de respeto y una desconsideración. Debemos aprender a leer a los individuos y a sus reacciones respecto a la forma en que pretendemos acariciarles, porque tocar a alguien es una forma de caricia, acercamiento e intimidad que no cualquiera está dispuesto a tolerar.

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Elia Martínez-Rodarte | 06 de octubre de 2011

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