Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.
Una de estas noches estuve en una conferencia que por el tema del expositor, estaba a reventar, ergo, olía a humanidad por completo. A efluvios de gente bañada, sucia, sudada, perfumosa, enferma, medicada o a gente nada más. El goce poético de la conferencia fue aderezado por la multitud de olores, aromas, efluvios y ciertos alivios del cuerpo que algunos atascados se aventaron, porque ya saben cómo es la gente: nada más se expande y se acomoda, empiezan a aflojar el cuerpo. Muchos lo hacen en el cine y es de pésimo gusto. Además desde que dejé de fumar, mi olfato ha revivido más alegre cual ninguno de mis otros sentidos.
En la conferencia estuve de pie, rodeada de mujeres. ¡Ah cómo olían! No es un olor malo, ni desagradable: es el aroma de la piel, igualito a ese efluvio de la gente al acabar de despertarse después de haber dormido muchas horas. Las mujeres olían a chava que ha trajinado todo el día. Todavía no afino tan bien mi sentido, así que no me pregunten cuál andaba ovulando, cuál en la regla o cuál en la meno, si es que tales proezas se llegaran a conseguir usando la nariz.
La chavas muy jóvenes huelen siempre a chicle, a cosméticos Clinique y a perfumes dulzones. Las señoras más grandes siempre se ponen demasiado perfume y las evado, porque por lo general se aplican aromas que no casan bien con sus hormonas. Otras, las más olorosas, casi brillando en plena efervescencia hormonal, de fertilidad y de ganosidad goloseable: con un olor a piel algo rusticano.
Por ahí andaban unas criaturas. Los nenes de la generación fresh milk por algunas extrañas razones que desconozco huelen a tenis. Aunque pasen de cierta edad en la que ya no deben oler a zapato húmedo siempre portan esa peste como si se acabaran de bajar de la patineta. Cerca del pasillo, hombres y más hombres, como un buffet en restaurante dominguero.
A los hombres más entrados en años, en carnes y en mañas por lo general les capto un aroma a sudor mixteado con loción, y a veces a lo que comieron a mediodía. Eso los hace bastante eclécticos e interesantes. Como sea no dejan de oler a hombre, a testosterona en bruto que acompañan con una estela de efluvios a tabaco, algunos a alcohol y a oficina encerrada. Los que huelen a chile seco macerado en Old Spice me parece que tienen aroma a persona con muchas luces en la cabeza.
Me gusta oler a la gente: darle el “toque” a las personas. La nariz distingue más de 10 mil olores y nuestra memoria olfativa es la más acertada. El aroma que uno capta de muy pequeño nos acompañará por siempre y cuando volvamos a percibirlo nos traerá a la mente una memoria nítida y precisa de nuestros recuerdos más remotos. Como muchos eventos de mi vida, seguramente esta conferencia pasará a la historia del archivo muerto, y quizás me encuentre a esas personas y sus aromas en otro sitio en donde nuestros efluvios puedan coincidir y ser memoriosos.
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