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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Por lo que te dicen te conocerás…

A casi todo mortal en este planeta, le viene la compulsión de querer saber qué piensa la gente de él o ella. Quienes presumen de que eso no les importa, son los que más miedo tienen. Han pretendido anular de una forma tan escandalosa este temor, revirtiéndolo, que sólo creen que la rebeldía puede salvarlos.

Pero eso no importa. Cada quien es como es. Pero también se es en la mente de las personas y eso es muy fácil saberlo. Sólo hay que ponerles atención, oir y escuchar detenidamente. Por una vez quitemos la canción de La chica de Ipanema de nuestras mentes y atendamos.

Un querido amigo me dijo que dos veces, durante las fiestas navideñas, sus hermanos y sus padres le dijeron de forma directa e indirecta, que se iba a ir al infierno.

Afirmándolo como hecho, entre broma y chacoteo, uno de sus hermanos le dijo que allá en el infierno no iban a dar de beber no sé que brebaje que le gusta a mi amigo. “Y me lo repitió tres veces”, declaró mi compadre en estado de estupor.
Cuando me hizo esas revelaciones, ciertamente me hicieron gracia, porque son maliciosas. Pero el techo falso de estos pensamientos familiares me parece grave. Para rematar con polka su padre le ha dicho: “deberías de ver a tus primos, los Enríquez que están en el seminario. Ellos te pueden ayudar a que no te vayas al infierno…”

Ante una moción más de que mi desafortunado amigo se fuese al infierno, pensé en lo mucho que desconozco sobre él, y que quizá siga sin saber.

Pero no importaba que él ahora fuera bueno y redimido en todo, como cada persona que ha optado por vivir en paz. El bato se va ir al infierno según toda su familia y será siempre oveja negra. Siendo realistas, alguien lo tiene que ser en cada familia decente del planeta, así que lo asume y le paga las fianzas. Así es.

Cuando yo estaba embarazada, escuché durante 39 semanas la misma frase. “Ay, estás embarazada, ahora sí vas a pagar las que debes”.

¡Las que debía! que no creo que haya terminado de pagarlas, y mucho menos con tantas que se me han acumulado a lo largo de nueve años. A veces me sentía que estaba por parir al Anticristo, en otras que estaba por nacer de mí el Alien, y ya al final, tanta grasa corporal en mi cuerpo me obnubiló de forma tal que difícilmente comprendía cualquier cosa.

Me quedó claro.

Al final de cuentas cada quién sabe quien es y creo que esa “revelación” de los pareceres de otros sobre nuestras personas, no nos sorprenden tanto. Quizás lo sorprendente es que los demás se tomen la molestia de revelarlo, por hartazgo, por malicia o nada más por ejercer esa “igualadez” que otorga ese trato familiar.

La realidad es que a cada momento estamos emitiendo juicios sobre nuestros semejantes, que viéndolo con escándalo, lleva una tendencia a que no sólo se queden en las malevas mentes de las personas. Se convierten en revelaciones, juicios no pedidos, chismes bien armados y demás borregos sueltos.

Por eso el escuchar se vuelve urgente. Gracias a ello, y convocando un lugar común, nos convertimos en mejores personas porque llegamos a un autoconocimiento. ¿Qué sería del calvo que decidió raparse en vez de peinarse de lado las tres hebras que le quedaban? ¡Qué mal hubiese quedado la escort si se hubiese dejado el nombre de call girl! Que a tiempo callamos antes de que llegara el maestro. Qué bueno estar ya preparado para ese sino ineludible en el infierno.
Los demás siempre nos estarán definiendo.

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Elia Martínez-Rodarte | 21 de enero de 2011

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