Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.
Monterrey, Nuevo León. Norte violento de México. Jueves post-asueto de Halloween y Día de Muertos: a mediodía decidí a pagar los servicios de comunicación de mi casa (cable, teléfono, internet…) en una sucursal distinta a donde voy por lo regular, porque estaba lejos de mis rumbos.
En la nutrida fila de siempre en esos negocios, atrás de mí se encontraban dos tipos. De esos vaqueros de panza rebasando el cinto piteado con tres nexteles (móviles) al cinto prendidos. Aunque me la estaba pasando muy divertida oyéndolos hablar del congal al que habían ido y debatían sobre “¿quién se llevó la de bukánan? (refiriéndose al whisky Bucchannans, así lo tradujo mi aparato que percibe la estupidez en el aire) se congeló el momento. Una sorpresiva visita arribó a la banqueta al frente de las oficinas en donde nos encontrábamos.
A mala hora, en un contingente de tres guaruras, unos seis pajes o acompañantes, una camioneta y una cola (el carro que va siempre atrás de convoys…ash, este lenguaje neonarco ya permea) llega el dueño de todos los olotes de este país y allende las fronteras: un magnate de empresa mexicana famosísimo: se estacionaron frente a las oficinas en donde estábamos y bajaron todos. Miraban hacia los pisos superiores del centro comercial, cuyos locales están vacíos
Yo vi de reojo la movilización a la llegada del empresario, uno de los más importantes en el país y de origen regiomontano para variar. Ya no me acordaba de su peculiar “cabello”: un volátil peluquín muy obvio.
La verdad me dio miedo: en esta ciudad de balaceras, levantones, asaltos y ataques con granada a la menor provocación, el miedo vive dentro de nosotros: tumor maligno, mas asimilado, asumido con resignación de pobre sociedad civil.
Pensé de inmediato “donde vengan a levantar a este individuo, con cabecitas blancas que le acompañan, y tres guaruras claramente indetificables, a todos nos van a dar piso. Estamos bien cerca.”
Los vaqueros de la fila lo identificaron de inmediato. “Míra quién anda ahíii, papaaaa”…Dijo uno de ellos. Como no vi sus rostros, sólo me clavé en su voz aguardentosa, como la de esos borrachos de varios días que por la cruda, siempre traen la cara de que algo va a pasar.
El otro miró hacia afuera, en donde el empresario se regodeaba con la naca arquitectura de la plaza comercial. “Iíiiira ahíanda el cabrón (inserte un apodo horrible del magnate olotero)…”
Acto seguido se regodearon en un escenario que cada uno enriquecía masturbatoriamente en la mente del otro al unísono.
Como niños retándose a ver quién avienta más lejos el chorro de un meado, armaron todo un desmadre imaginario afuera, diciendo que si lo quisieran levantar al señorcito millonario ya se lo anduvieran llevando, que como le pasó al papá de no sé quién que lo cargaron entre dos y salió ´chomadre la camioneta… Que nomás ahí, saliendito de las oficinas cualquiera viene y se lo apañan, se bajan a los tres guarros, y se cargan al viejillo…—¿Qué para qué lo quedrían compadre?-, pregunta el aguardentoso. Pues para extorsión, una levantada pa´l rescate, o…
Todos pensábamos lo mismo. Una presencia de un empresario en un sitio público y concurrido; comandos de camionetas circulando en convoy: no sabemos si vigilando la ciudad o en pos de violencia del crimen (cada vez más) organizado: cada uno de esos escenarios nos determina a temer.
Ahora que esto escribo más balas y contando en las noticias: esta zona de guerra y de paranoia a nadie le ha cambiado los hábitos, con suerte habremos de sobrevivir.
Posdata: les invito a encontrarnos en @Ivaginaria en Twitter o en Facebook.
2010-11-09 00:27
Vaya sorpresa saber que “Por que me quité del vicio” es de alguien de Monterrey, ¿o sólo pasas por estos lados?
La violencia ha matado la vida nocturna aquí, es triste recordar con nostalgia que hace unos 2 años se podía aún caminar muy seguro y tranquilo por los bares del Barrio Antigüo; ahora nada de eso.