Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.
Nunca tuve intenciones de abandonar mi muñeca Ensueño de ojos azules por jugar con las Barbies, de no ser porque mis amigas ya no estaban en condiciones de andar cargando bebés y preferían a sus Barbies con sus afeminados novios Ken para jugar a la hora del recreo.
Me vi obligada a dejar para las tardes en casa a la muñeca Ensueño, que un día desapareció porque mi mamá se la regaló a la hija de la muchacha que nos ayudaba.
Cuando me asomé a la ventana vi que la niña se llevaba a la nené muy abrazada y yo que tenía un sentido nulo del desprendimiento, quise ir a quitársela. Mi mamá me detuvo diciéndome que me iba a comprar una Mujer Maravilla, la cual jamás me hizo feliz. Creo que ese fue el final de mi niñez.
Yo no tuve un muñeco Ken. Me parecía que mi Barbie no debía andar de pareja con un tipo que no poseyera vellos. Y menos, con uno cuyo pelo en la testa era de plástico color mostaza.
Peor aún era el hecho de que Ken no tenía pene. Por supuesto no era de esas niñas degeneradas que ponía a sus Barbies a besuquearse con cuanto mono de acción se les atravesara, pero ciertamente sabía que un tipo (aunque fuera en meneque) no estaba completo si no tenía un buen paquete en la entrepierna.
Desde entonces mi hombre ideal estaba destinado a ser como un macho alfa muñeco de acción supongo. Y me emperré luego con la idea de que mi Barbiruchis fuera, hiciera y probara de todo, pero ella solita, porque Ken era muy timorato para ella.
Mi Barbie tuvo hijos, viajaba en un camper, montaba a caballo y se iba a la disco con la Barbie Tahitiana y con otra que me regalaron vestida de novia, pero que al poco tiempo le quité el traje.
Me preocupaba eso sí, que Barbie fuera una mujer tan bustona, porque siempre me pareció excesivo. Pensaba que se le veían mal los vestidos. Pero más me afligía que mi muñeca no tuviera nalgas. Era una especie de tabla de surf con senos y pelo rubio despeinado.
Yo vivía en el reino de los nalgatorios abundosos y sabía perfectamente que yo iba para el mismo rumbo así que mi muñeca-alter ego debía proyectarme. Le ponía rellenos a sus faldas en el trasero. Faltaba más.
Ahora que ya dejé las muñecas y que me dedicó a escribir cosas que mis papás no leen, pienso en cuál fue el milagroso portento que impidió que no me quedara idiota por jugar tan afanosamente a las Barbies.
Fui una niña inocente proyectando a la mujer que quería ser en el futuro, manipulando a una muñeca-palo con pechos duros y plastificados y con piernas que casi le doblan en longitud el tamaño del torso.
No recuerdo que mi Barbie, y menos las de mis amigas, tuvieran una idea sensata y mucho menos, que quisieran hacer algo de sus vidas más allá de irnos a nada a la piscina (el lavadero).
Un día estaban en la alberca, al día siguiente criando dos o tres bebés, y al otro eran azafatas cuyo máximo destino era Acapulco. Aunque jugar a las Barbies era una actividad que rellenaba con algodón de azúcar nuestras tiernas cabecitas, las muñecas hicieron y deshicieron a su antojo sin necesidad de especímenes masculinos, ante la pobre oferta de parejas.
Serían unas Barbies muy pirujas o de reputación desvencijada, pero nunca nadie las acusó de andar con un perdedor como Ken. Ahora, ¡ah, tiempos modernos!, Ken fue sustituido por fin como novio de Barbie tras 50 años de romance fresa.
La carne fresca se llama Blaine y salió algunos años: es surfista, australiano, bronceado y le gusta la comida mexicana. Es decir lo mismo que Ken.
2009-06-24 23:08
Las munecas Barbi son el sueno de toda americana; es decir, quieren ser como ella; sin percatarse que sus piernas no son estirables y nunca seran tan largas como las de Barbi; su talle no es ni sera juncal como el de Barbi; su cara normalmente no es de muneca bonita como la de la munequita; asi que lo unico que pueden hacer, y lo hacen, es agrandarse los pechos con materiales plasticos de calidad quirurgica. Asi vemos flacas escurridas con un par de globos perfectamente redondos gritando ‘somos sinteticos’ y gordas con redondeces perfectas en los pechos que evidencian las otras imperfecciones redondas que traen.
En terminos altamente filosoficos se reconocia como una caracteristica de la mujer inteligente que tuviera los pechos planos; a mayor planura, mas inteligencia. Por eso a mi me gustaban mas las pendejonas.
Ahora no.