A diferencia de Paris Hilton, Pamela Anderson y algotras famosas a quienes podríamos realizarles exámenes ginecológicos sólo viendo sus videos porno, el mundo se quedará sin mirar a Marilyn Monroe haciéndole sexo oral a un hombre.

En este caso hablamos de una cinta filmada en el siglo pasado en donde la buena rubia se afanaba en una chupada que seguramente le trajo enormes beneficios.

Una mujer como Marilyn Monroe no creo que se haya puesto enfrente del fuste de cualquier papanatas y me imagino que hasta fue necesario que ella se aventara un tiro así: había que hincarse a chupar para obtener películas, protección, no sé qué más.

Estoy convencida de que Marilyn no era una rubia con la cabeza rellena de spray, pero sí creo que aprovechó su estatus de rubia medio atarantada para navegar con bandera de mustia para así lograr más y mejor.

Un coleccionista, un caballero sin duda, compró por 1.5 millones de dólares, una película en donde la rubia aparece vestida y ejecutando un fellatio.

Según el testimonio de Keya Morgan, coleccionista top de todo lo que tiene que ver con la Monroe, ella estaba sonriente y alegre, no parecía que le imponían nada y que estaba sueltita.

Este video lo utilizó el FBI durante mucho tiempo para tratar de comprobar que ella estaba haciéndole un fellatio al presidente John F. Kennedy. Algo que nunca se pudo comprobar por supuesto.

Lo que me incomoda de esta situación es que, muy seguramente, y asimismo lo expresa Morgan, la Monroe ni siquiera se dio cuenta que había una cámara, por su actitud y quizás por la soltura con la que engulló el presunto príapo presidencial.

A diferencia de otros videos, en los cuales las protagonistas se convierten en actrices porno con demasiado recursos fingidos y sobre actuados, Marilyn hizo lo suyo y ya. No sabía que estaba siendo filmado el guaguis que más gente desea presenciar desde el estreno de Garganta Profunda. Si no han visto Garganta Profunda, háganme favor de rentarla o pedirla prestada o a ver cómo le hacen. Se darán cuenta de que existe un más allá para todo y que el tamaño sí importa, al menos en ese caso.

Todo lo que guarda relación con Marilyn siempre posee un halo de misterio, o de escándalo y controversia, e invariablemente para mí un sentimiento de compasión.

La mujer era hermosa y lucía sexosamente ingenua, o tonta, o con ganas de ser poseída o aleccionada, o quizás todas las anteriores y siempre le daba resultado. Obtenía lo que deseaba aunque fuera adelantando las nalgas como abono. Eso no importa. Lo que es lastimero y luce cubierto de una tristecita suave, es que no creo que la Monroe haya sido feliz.

Se le pudo hincar a un presidente frente a su bragueta y no precisamente para rezarle el rosario, fue la mujer más deseada del mundo, se casó con quien le pegó en gana, amó y fue muy amada. Es un lugar común ya la historia de que Joe Di Maggio le llevaba rosas todo el tiempo a su tumba. Sin embargo no creo que haya sido feliz porque estaba ansiosa de un amorcito que le redituara las inseguridades y carencias que ya traía desde que era una nenita.

Nadie en su sano juicio y en uso de todas sus facultades, se avienta cocteles de pastillas como lo hacía la Monroe, quien sobrevivía a base de fármacos que mantenían sus depresiones y sus tristezas flotando en algodón de azúcar.

Que alguien oculte la cinta en donde aparece Marilyn chupándosela a alguien quizás sea lo mejor y a la vez un gesto realizado para preservar la dignidad de una personaja, que fungió de diosa y de víctima de la industria fílmica, que la hizo su emperatriz pero también su puta.