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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Gimnasio mixto

Dios también hizo al hombre y a la mujer para que pudieran existir los gimnasios para varones y los gimnasios para damas. En la mixtura, algún mercadólogo mamila nos endosó a los batos en nuestro espacio de ejercicio. Yo he estado en sitios de sólo mujeres toda la vida y ahora al que acudo, ubicado en el rumbo a mi casa, es mixto.

Y entonces los hombres volvieron a entrar a mi espacio de ejercicio vedado desde 1995 para ellos. Lo malo es que ingresaron en un mal momento: me encontraron justo en plena halasana, haciendo el arado en mi clase de yoga. Superé pronto ese trauma de que alguien viera en vista aérea la anchura de mi culo power yoga, pero ¿cómo puede suceder eso?

Ahora tengo que tomar previsiones de que nadie entre a la sala de yoga mientras estoy con las piernas echadas hacia atrás sobre mi cabeza. Cabe mencionar que en ciertas posiciones de la yoga sólo se ve el trasero y las piernas en su justa dimensión, así que el día en que quiera publicidad negativa sobre mi nalgatorio, le pediré a mis compañeros del gimnasio su opinión. Sólo espero no haber llevado las mallas rotas, que claro, ahora debo de tirar para que los caballeros no tengan a mal vislumbrar mis trusas deportivas o algotra cosa peor.

Hasta hace pocos años yo era una nena aeróbica cuyo máximo contacto con hombres en el centro de ejercitamiento era con los instructores del gym, musculosos y férreos, o con las alegres de Terán, que eran por lo general los chicos de ambiente que estaban ahí en los aparatos listas para merendarse a los batos trabados.

La única verdad absoluta sobre los gimnasios mixtos es que son sitios para ligar, lujuriarse, golosearse con las carnes ajenas, verle el chocho a las mujeres desde algún hoyo conveniente ubicado en las regaderas, para cachondearse con la instructora de pilates o con el que da spinning.

Mis compas de ambiente todos van a gimnasios, están todos flaquitos y buenotes, y por lo general se lujurean con sus instructores a quienes siempre encuentran en el antro gay los fines de semana.

Pero créanme que es preferible tomar el gimnasio como lo que verdaderamente debe ser: un templo de acondicionamiento físico al que una acude para poder presumir algo bonito y firme cuando las ropas vayan cayendo al piso.

Argumentaré, para que no quede lugar a dudas: el bato o vieja que conoces en el gimnasio será un bulto erotizador al cual verás todos los días, pero de quien terminarás hartándote porque hay mucha más carne en ese buffet.

A menos que tengas mucho tiempo libre, al gimnasio uno va con el lujo y la elegancia que puedan aportar las ropas deportivas. Si hay que hacer esfuerzo para acudir a un lugar en el cual harás mucho esfuerzo, no creo que valga la pena un gimnasio mixto.

La gente habla. Aunque te ejercites como un atleta de la hoy occisa Unión Soviética, en el gimnasio los estigmas son imborrables: siempre serás el apestoso de la eterna camiseta neja, la morra de las mallas agujeradas en el tafanario, el bato que tiene pie de atleta, o a la que siempre le baja cuando hay cambio de rutina.

Por eso preferiría en estos momentos un gimnasio no mixto en el cual no tuviera que ver en persona y a todo color, los ahora ya famosos testículos de mis compañeros de clase, el día en que no alcanzaron a lavar sus mallas y llevaron el short con que juegan futbol. Demasiada información.

Elia Martínez-Rodarte | 06 de enero de 2009

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