Libro de notas

Edición LdN
Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Minueto sobre el orgasmo

El orgasmo es un habitante eterno del abstracto.

En las representaciones sexuales o eróticas siempre se privilegia la acción del fornicio en todas sus variantes y durante todo este proceso frenético siempre se olvida que lo que todos ansiamos es un orgasmo. Una palabra tabuada, estadio secreto y diverso en los dentros de cada quien.

El orgasmo es único para cada persona y es el copo de nieve del sexo. Hay diferentes formas, sensaciones, parejas, fantasías, objetos, locaciones para vivirlo y respirarlo.

Es un acto de fe o es un suspiro, es el resumen de nuestra buena humanidad volcándonos en el placer por el placer mismo.

Orgasmo pertenece a uno de esos respetables grupos de vocablos que son como kamikazes dentro de las conversaciones. Alguien menciona la palabra orgasmo en cualquier corrillo y más nos vale que sea orgasmo acompañado de otras palabras que lo denominen como orgasmo de sabor u otros sinsentidos ñoñamente eufemísticos.

Nos hemos reunido hoy para hablar de sexo y literatura, pero quizás la palabra que hace alianza perfecta en los dos vocablos anteriores es orgasmo.

Éste es fundacional, violento y a la vez apacentador como la música lo es. Es un momento creacional.

Incluso la plenitud creativa en ese justo momento en que estamos en comunión absoluta con nosotros es como el orgasmo. Como un acto de Dios. Como en esos instantes en que sentimos odio profundo. Vibrantemente doloroso. Explosivo, como se espera del lugarcomún para calificarlo.

Orgasmo no es una palabra del cotidiano que se nombre de continuo. Ni si quiera en la literatura salta a cada momento por el riesgo inmenso de poner orgasmo y se escuche burdo o pornogràfico.

Quien escribe se cuida mucho de poner su propia definición de sensaciones de orgasmo, de su particular muerte chiquita que ha quedado grabada en su referente hecho de, espero, algunos orgasmo o algo que se le pareciese. Eso sí, sólo los pornógrafos lo nombran de frente.

Cada quien habla del orgasmo de cómo le fue en el fornicio y si se abstiene de asumir el cliché del ohh, ahh, del fingimiento, podrá ser honesto y aceptar que su grito orgásmico sonó como un mugido o que justo en el momento cuando el orgasmo se expandía sobre sí mismo, también brotó la flatulencia, como el hip hip hurra de quién no fue invitado a la fiesta, pero lo vio todo por la ventana trasera.

Más allá de su ricura orgasmo podría ser la palabra que cuente con más significantes así como almas en este mundo.

Cuando uno lo materializa al nombrarlo o pensarlo las posibilidades se vuelven infinitas. Entonces verá en su mente diversas cosas: muchos se recordarán nombrando compulsivamente a Dios cuando se vienen.

Otros comprenderán porque se dice: me vengo en el momento.

Juan Gelman lo dice preciosamente en su poema Bellezas: “…y esos cuerpos ¿no han venido para irse acaso dejando un tránsito que nadie recorrerá sino ellos que ardieron o arden como un perro mirando el domingo bajo el avión lento de Venus y demás planetas en pura consumación?”

Ciertamente uno se viene y se va.

El filósofo Jack MacLaughlin argumentó en sus Cahiers du sesse que existe un lugar al que las mujeres se transladan cuando experimentan el orgasmo y éste es un estado etéreo en el cual el hombre debe aprovechar para pedirle tres deseos. Ella accederá a todo durante el trance.

Así sucedió con Dánae, quien tuvo el mejor orgasmo de su existencia gracias a la lluvia de oro que le cayò encima. Era Zeus preñándola de Perseo y consiguiendo más allá de los tres deseos planteados por McLaughlin.

En su etimología el término orgasmo es espantoso. De la raíz indoeuropea uerg (trabajo) que quiere decir hinchar. Usado más como terminajo de labor se asocia con organización, órgano —como instrumento de trabajo y como parte de varón—, y por supuesto, orgía, palabra más afín y divertida al campo semántico de orgasmo.

Una etimología tan desafortunada que alude a puras situaciones terrenales. No es como la etimología tan florida de masturbarse, manu strupare, violarse a sí mismo, molesting himself como lo dice la rígida expresión en inglés. Farse la siga, en italiano, qué bello. Orgasmo suena, y para algunos quizás así es, como lo define el abuelito de Ángeles Mastretta:

Sergio, ¿qué es un orgasmo?

Pregunta la abuela de Mastretta a su marido.

Un orgasmo, mi querida María Luisa, dijo el abuelo, es un órgano alemán que tocaban los protestantes.

Elia Martínez-Rodarte | 06 de octubre de 2008

Comentarios

  1. ResPublicae
    2008-10-06 23:38

    Intentaré explicarme. Cuando vas corriendo a toda pastilla en dirección a la taza y llegas justo a tiempo…eso es un orgasmo. ¿Que no?.

  2. Francisco
    2008-10-07 21:25

    El orgasmo y Bill Gates se parecen; son ricos, ricos.


Librería LdN


LdN en Twiter

Publicidad

Publicidad

Libro de Notas no se responsabiliza de las opiniones vertidas por sus colaboradores.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Desarrollado con TextPattern | Suscripción XML: RSS - Atom | ISSN: 1699-8766
Diseño: Óscar Villán || Programación: Juanjo Navarro
Otros proyectos de LdN: Pequeño LdN || Artes poéticas || Retórica || Librería
Aviso legal