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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

People are strange IV: Ya no llegó a dormir

El camellón es de forma triangular y une a dos de las avenidas más importantes en este rumbo de la ciudad. Es como una bifurcación choncha de una aorta. Ese espacio está sembrado de césped que siempre luce bien cuidado y verde. En uno de los costados hay una placa que no sé qué dice, pero junto a la cual está Abraham Lincoln, quien nombra a la avenida.

Se encontraba ahí, en ese acicalado jardín, desde hace más de quince días. Siempre durmiendo tapado con una cobija roja a cuadros, que hasta eso, no se veía tan sucia al menos a la distancia.

Siempre lo rodeaban montones de basura de comestibles, entre vasos de algunos restaurantes, bolsas de papel y de plástico, y otras mugres más.

Era un indigente en un miniparaíso urbano en el cual podía sobrevivir pese al sol asesino que nade perdona en el norte de México. Se refrescaba bebiendo hasta quedar dormido.

Cada mañana lo miraba cuando era vigía del tráfico tempranero: recostado sobre el césped, echado sobre su espalda, vigilaba el paso de los coches lejanamente, como si se alegrara de no tener la monserga de manejar a un trabajo enfadoso, de todos los días un horario de todos los días y así por siempre, de no conducir horas para llegar a un destino…

Era el indigente más holgazán que haya visto. Jamás lo vi hacer mayor esfuerzo que la primera ocasión en que le llevé comida. Sólo se levantó, metió la mano a mi coche y agarró una bolsa ziploc con pizza casi caliente…Ni siquiera cambió su semblante. Estaba acostumbrado a que la gente lo alimentara: a que lo metieran en la nómina de sus vidas, como bien decía un expareja mío, quien siempre celebró mi filia por los indigentes.

Cada mañana comida mía, de otros automovilistas que estúpidamente se orillaban en el costado de una avenida bastante rápida para alimentar a este indigente huevón que no hacía más que rascarse las pelotas, mientras nosotros todos nos jugábamos la integridad de la carrocería de nuestro auto con tal de que él siguiera bueno y sano para que siguiese revisando el pulso de nuestro tráfico…

Pero todo siguió igual. Todavía anteayer estaba aquí tranquilo reposando como siempre. Ayer no lo ví. Sus cosas estaban alrededor ordenadas, la cobija doblada y hasta la basura estaba contenida en una bolsa de plástico.

Hoy en la mañana, el personal de limpia del municipio estaba echando a la basura todas sus cosas. Muchos coches pasaban lento sobre el carril en donde se desarrollaba la escena. Mañana nadie pensará en el indigente cuando vean el camellón vacío. Así cambia la ciudad.

Elia Martínez-Rodarte | 06 de junio de 2008

Comentarios

  1. Francisco
    2008-06-09 22:12

    Conmovedor, Elia. Conmovedor por cotidiano, por cierto; por ser real.

    Saludos.

  2. Elia
    2008-06-10 00:47

    Ah Paco, y ahora estamos a punto de ingresar a la nómina al indigente bebedor de caguamas que vive en otro camellón de la misma larga y grande avenida. Será un éxito. Otro personajazo. A él no le vamos a mantener el vicio, pero sí alimentaremos el consuelo de sus crudas.

    Un abrazo

    E.


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