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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Esta ciudad es una asesina

La realidad de la violencia en el mundo nos rebasa todos los días y se reproduce sin freno. Cuanto más sangriento y cruel es el hecho, subyace bajo éste la promesa de mayor encono, saña e ira.
Hace unas semanas en esta ciudad de Monterrey, México en donde vivo, asesinaron en un fuego cruzado entre bandas de robacoches, a un niño de cuatro años. Luego los sicarios ejecutaron al verdugo de la criatura. Le dejaron un letrero pegado al pecho que aseguraba que “en este negocio por ninguna circunstancia se asesinan a mujeres y a niños”.

“Esta ciudad es una asesina”, dice el escritor Joaquín Hurtado, de quien quiero hablar hoy, ya que en su estupendo libro Los privilegios del monstruo, miramos de frente a una realidad común que se devora a sí misma para convertirse en otro escenario nuevo y fresco, más violento, con una perversidad mayor y con vicios ancestrales que parecen cobrar más fuerza y víctimas. Incluso el volumen termina con una frase en la contraportada que reza: Eran otros tiempos.

Joaquín nos regala en un post scriptum un minirelato, en donde el personaje narra la memoria de una noche de marcha en la que levanta policías y fornica con ellos mientras esnifa coca y bebe. Contrasta ese recuerdo de ligue con los levantones, asesinatos y abandono de cadáveres en la carretera de estos días iracundos. Ya no es como antes.

Esta frase nostálgica de los tiempos idos, en un principio me daba la impresión de ser la consigna de un anciano resignado a habitar su propia melancolía. Pero el mensaje es mucho más poderoso: La maldad humana es el vicio cuyo virus muta a mayor velocidad. Somos una especie depredadora de sí misma. Si no, ¿a santo de qué cada vez más encono y saña en ejecuciones y asesinatos?
Cuando empecé a leer el libro de Joaquín me iba y me venía de los párrafos. Pensé que iba a encontrar de entrada una de sus crónicas sexosas que provocan erecciones involuntarias a los señores cuando las leen en voz alta. Pero en vez de enterarme sobre la experiencia de un tipo en un cuarto oscuro (lo cual más adelante leo con toda la ricurez de sus detalles), presencio con horror la crónica que narra el epílogo de un secuestro.

“El cumpleaños del gato” comienza el libro de una manera afrentosa, cruel y deslumbrante: cómo un secuestrador puede ser cualquiera entre nosotros, pero con un espíritu amoral, violento sin culpa y lo peor, sin castigo. Muy a lo Mailer y Capote: personajes sin culpas, evadiendo la incomodidad de la conciencia, tranquilos porque esgrimen un pragmatismo operativo que no respeta la vida humana.

Así como se está poniendo nuestro país, México: pleno de personas dispuestas a matar a otras por unos pocos centavos inclusive, cada vez más jóvenes, violentos, enojados, marginales y encendidos por la promesa de una vida mejor que les ofrece el crimen organizado.
Toda esta ira y delincuencia nos está explotando en la cara. Casi literalmente.

La violencia en el libro de Joaquín, la encontramos en muchos momentos, hasta de forma pasiva.
Como la del cazador de chicas que va por su presa con paciencia y disciplina. El verborréico galancete de oficina que le consigue putitas a su jefe a cambio de favores. El que las pone copitas y flojerando para que el mandamás sólo llegue a desbraguetarse y ejecute.

En el texto “El Licgarcía”, un personaje cínico y taimado consigue roras a su jefe, quien entre muchas otras cochinadas, toma video de sus colchonazos.
(Eso es lo malo del sexo eventual: un día fornicas enloquecidamente con alguien y a la semana estás en internet follando en las pantallas de todas las computadoras de tus amigos).
Pero en donde el sexo cobra importancia cuasididáctica y en donde una dice: este texto es crónica, cuento y receta, es en “Don Abraham”.
Es la historia de un señor que, viendo que no tenía bien servida a su señora, decide conseguirse unos bateadores emergentes para que le asistan en la fornicación de su mujer.
“Una emboscada. Entre los tres. Así tienen que ser estas cosas: factor sorpresa. Porque si le preguntas a la dama…uuy, se te jode el teatrito. Estuvo de película. Sin tregua. Hijos de la guayaba, qué lecheriudos, no se les bajaba…y mi vieja nomás retorciéndose. Pide y pide más. Nos amaneció en el asunto. A la mañana siguiente ella estuvo de los más cariñosa. Yo, como rey”.
Y es aquí en donde yo digo: Joaquín, gracias por pensar en nosotras querido, sé que siempre lo has hecho de muchísimas maneras.
Pero no crean que me embeleso en la letras y le pongo casa a la ficción de este libro. Quiero reconocer las crónicas puntuales de la violencia regiomontana de la cual Joaquín ha sido testigo de primera y segunda mano.

El ha sabido mirar e interpretar consistentemente el lado oscuro y podrido de la sociedad con una paciencia de matrona siciliana. Además la ha retratado en su literatura sin la concesión de la tersura o la condescendencia. Nos arrolla. Joaquín ha estado observando la descomposición social y la marginalidad como las entidades vivas que son. Como sociedad nos estamos pudriendo lenta y preciosamente. No hay duda.

En “Los privilegios del monstruo” encontraremos un libro facturado con un enorme oficio: lo lees rapidito, te shockeas, te detienes, le sigues, respiras, vuelves a leer y así.

A nadie nos gusta ver la verdad en nuestros propios ojos.
En el libro de Joaquín todos los personajes se van desdoblando hacia su cara sombría poco a poco como en una procesión de fantasmas. Tal y como sucede día con día con toda la violencia que nos corroe y que de muchas formas le permitimos permanecer entre nosotros.

Los privilegios del monstruo, Ediciones Intempestivas 2008. Editor: Héctor Alvarado.

Elia Martínez-Rodarte | 21 de mayo de 2008

Comentarios

  1. laloba
    2008-05-24 22:45

    Lo que fuera escandaloso hace cinco años, ahora es costumbrista, la realidad ya rebasó a nuestras pesadillas:Hay más sangre en un solo noticiero matutino que en toda la literatura épica. ¿Qué te parecen los seis decapitados de ayer en Durango o la quema de las 15 mujeres acusadas de brujería antier, en Kenia? Como nuestro Joaquín bien dice, hay que irse al monte.

  2. Elia
    2008-05-27 23:18

    En Durango decapitados y en Monterrey sólo tenemos una cabeza, la del sicario que le dieron piso. Estamos atrasados.
    Vi lo de las “brujas” kenianas.
    Ambos escenarios son inverosímiles.


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