Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.
Que me perdonen los que trabajan en McDonald´s, pero se merecen trabajar en McDonald´s. La comida, aunque limpia al menos en la apariencia, es insulsa y insípida.
Aún soy consumidora de esta franquicia porque tengo una hija que todavía pide las baratijas que vienen en las Cajitas Felices, que en esta ocasión fueron de personajes del Chavo del Ocho. Quisiera ser de esas madres que dicen: “no no no mi hijita sólo come frutas y verduras y jamás bebe refresco”...
Pero he dejado que ella tome sus opciones y los fines de semana está permitido chatarra. Así como películas ñoñas como Encantada, de Disney, que trata de una princesa extraviada en Manhattan en busca de su príncipe. (La pobre actriz todo el tiempo se ve y actúa como una criatura dopada y on acid. Si lo hizo así, la entiendo perfectamente. Yo haría lo mismo).
Pero no he podido trascender a la etapa política y nutritivamente correcta de la maternidad.
Eso me recuerda algo que me sucedió alguna vez en una librería de mi ciudad, la Gandhi. Estaba yo con mi evil critter en la sección de libros para los engendros del mal, cuando llegó una mujera con su hijito. Igualitos. Ella de pelo ensortijado, lentecitos, cuerpo medio andrógino, vestida toda de colores neutros y muy mesurada, seria. El niño en colores tierra, unos rizos muy hermosos y una carita de niño listo, pero en su cabecita flotaba un aire de nene reprimido que no sé porqué ya saco tan fácil en algunas personas. Mi hija y yo por lo general nos vestimos floridas en fin de semana y andamos como anuncio viviente de películas Fuji. A veces ella sale con ciertos sombreros, bolsas o una tiara algo un tanto al estilo de La cage aux follies.
Ahí estábamos ambas familias leyendo libros. El niño como de dos años, Zoe de cuatro más menos, estaba “leyendo” libros muy formales que su santa madre le acercaba. Todos eran temas científicos: dinosaurios, monstruos mitológicos, aprendiendo a contar etcétera…Mi hija estaba en lo que siempre está: princesas, hadas, vestidos de papel para muñequitas, algunas brujas por mi inducción personal, libros sobre origami, uno de plantas, etcétera…
De alguna forma empezamos a hablar la mamá del nene y yo. No me gusta mucho hacer amiguis en la calle con desconocidas, pero como yo estaba “préstaselo Zoe”, “deja que el niño vea el libro”, ella se enterneció de que una nena más grande que su enano fuera consecuente con su necedad.
Hablamos de temas que me parecían de otro planeta: que qué tipo de madre había sido yo cuando nació Zoe, que cuánto la amamanté, que si la guardería. Ella escuchó con auténtico horror como entré a trabajar 30 días después de mi cesárea, de cómo ingresó la nena a la guardería a los dos meses de nacida y de otras atrocidades que he cometido como mamá de una ser humana. Y las que faltan ash…
Cuando terminé de transfigurarme en Joan Crawford con honores ante su mirada atónita vino la pregunta que terminó de hundirme en el fango de las madres chacalas: “¿y la dejas ver televisión?”
No entendí la pregunta. Neta. Yo no recuerdo un momento en mi vida en el cual una tele no estuviera cerca aunque fuese como un sonido ambiental…¡La TV es mi madre! Ergo la abuelita de Zoe.
La señora retorció la boquita en un evidente gesto de: pobre niña. La madre políticamente correcta me estaba hartando. Me imaginaba al pobre nene con carita de nabo comiendo todos los días zanahorias mini, brócolis y puré de berros, celebrando que era una noche especial porque verían documentales de National Geographic previamente censurados (temas sobre Africa, ni pensarlo: salen señoras con los senos al aire). En es momento vi la existencia del pequeño a través de mis ojos: en el kínder: apaleado por sabihondo: en la primaria: apaleado por sabihondo y nerd. En la secundaria: invisible. En la prepa: invisible: En la carrera: compra su rifle de alto poder: mata a mamá, a papá y a la dependienta de Gandhi.
Y yo allegándole a mi criatura cajitas felices grasosas con juguetes que iré tirando poco a poco…Al menos yo le advertí que estaba comiendo porquería.
No recuerdo muy bien los detalles, porque eso pasó hace casi tres años, pero cuando le dije: a mi hija la dejo hacer casi todo lo que ella quiera, siempre y cuando acordemos sobre el asunto. La santa madre del niño prodigio se pasmó. “¿Cóooomo? A mi hijo no lo dejo ver la televisión”.
Me rendí. Acepté que estaba enviando a una hija a la perdición por exceso de Padrinos Mágicos en el cerebro y ahora como agravante, posee un Nintendo DS que sus abuelos le regalaron.
Cuando empezaba a desmenuzar mis culpas en silencio bajo la mirada acusatoria de esa abnegada madre sucedió el milagro: mi hija, más grande y fuerte que el enano sabihondo, arrastraba al pequeño que la abrazaba a la cintura y que no se le quería despegar. El niño no sólo quería las cosas que mi hija tocaba, sino que quería abrazar a mi hija con todo y las cosas. Me encantó ver a ese niño ñoño desorientado ante el contacto humano de otro niño, actuando como un perrito faldero con mi criatura, acostumbrada a lidiar, pelearse y convivir con otros niños. “Mamá el niño no me deja moverme…” Quise decirle “acostúmbrate hijita”, pero recordé que ese día había dejado a la perra amarrada en la casa para que no ladrara de más…
Entonces la madre perfecta dijo: “bueno, a Alan le hace falta conocer a más niños”, dijo ante el evidente arrastramiento de su hijo, quien era una auténtica lapa en búsqueda de calor humano.
Si claro…Le contesté.
Así son los niños…
2008-04-21 19:56
Que horror de madre perfecta. Luego por eso los hijos se hacen del Yunque.
Saludos.
2008-04-22 01:46
Querido Paco, y ésa es de las moderadas. Creo que algunas mamás en su afán de crear al hijo o hija perfecto, los acaban convirtiendo en reprimidos sexuales, en los gatilleros que se desmecatan en las universidades y arrasan con lo que alcance su rifle de alto poder, o en unos castrados. Es una cosa tremenda.
Pero bueno, cada quién cría como mejor le dan sus entendederas.
Un abrazo y gracias por pasar.
2008-04-22 16:24
Buen día.
Al comenzar a leer tu relato, me vi reflejada en varias escenas de mi propia experiencia, cuando fui mamá por primera vez tuve varios episodios como éste, siempre habia una “super mamá” rondándome, pero cierto es que cada quien cría como mejor le parece y puedo decir que a mi me ha resultado de maravilla dejar que ellos hagan lo que les parece siempre que existe un acuerdo al respecto. Hoy día tengo un adulto emancipado, un preadulto en las puertas de la universidad y una escolar de 7 años. Todos listos, respetuosos y nunca faltos de afecto y amor.
Un abrazo.
2008-04-22 18:23
Tienes mucha razón María Elena, cada quien toma decisiones sobre sus hijos como mejor le dictan sus entendederas y su corazón. Las decisiones que tomamos sobre y para nuestros hijos son errores o aciertos que sabemos tarde o temprano nos cobrarán la factura o se convertirán en nuestro orgullo y alegría. Hay que talonearle muchísimo…Gracias por pasar.