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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Ser grinch es navideño también...

A medida que las navidades pasan -y arrasan – por mi vida me doy cuenta de que quienes la combaten y la odian se han convertido en unos patéticos personajes en busca de atención, cariño y ponche navideño. Son como los némesis de los súper héroes: nada más existen para joder al prójimo, si se oponen a algo lo hacen a base de quejas inútiles, no cuentan con un plan de ataque racional (incendiar algunos trajes de Santa Claus, revelar en cadena nacional que no existen los santos reyes ni santa, echar orines en algún ponche o fornicar en un baño durante la posada de la oficina…) y no son más que quejumbrosos de temporada.

Yo fui así durante mucho tiempo: evadía los abrazos navideños porque invariablemente la gente aprovechaba para pastelearte un poco, lo cual es inmoral dado el espíritu navideño de paz y no agresión; me burlaba con mayor encono (ahora lo hago con menor) de toda la basura de la temporada que sólo poblaba de más mierda y de gente las calles; me pitorreaba del idiótico mito de Santa Claus, sus renos alcohólicos y su trouppe de enanos ridículos; me daba risa que los cristianos se aferraran con fervor a una fecha de nacimiento de su profeta, efeméride usurpada a fiestas paganas más respetables y de mayor y más antigua tradición; me horrorizaba la sola idea de ir a una posada mexicana y soplarme a hordas de alcoholizados que al día siguiente en la oficina te evadían ante la vergüenza de recordar que ellos encabezaron una noche antes la conga navideña; me enojaba con mi familia, que año con año desde hace seis me ha obligado con gentiles formas, a plegarme al rito de forma heterodoxa por mi hija; me molestaba enormemente cumplir con dos o tres pequeños obligaciones de temporada para que mi hija fuera un poco feliz, ilusionada y como el resto de los niños que aún esperan regalos carísimos en diciembre. Me enfadaba en lo más profundo unirme a un festejo de tan mal sino.

Ahora el concepto de la navidad ha cambiado mucho en mi corazón: no la odio, no la desprecio, no me parece cursi y ridícula.

En un paraje apacible de mi mente no existen las calles de diciembre llenas de gente gastando de forma inútil su dinero en baratijas de temporada ni bloqueando los puentes internacionales hacia Estados Unidos en busca de falsas rebajas.

En mi logística cotidiana me organizo para cumplir socialmente, pero tampoco asisto a todas las fiestas de navidad o posadas y a las que voy sólo acudo por la comida o el trago, en especial a las que valen la pena.

Con mesura y mucha labor de investigación compré los regalos para mi hija y mis sobrinas, los envolví con preciosura y desde hace casi un mes le hice el trabajo al huevón de Santa Claus, quien sólo tiene ahora la tarea de mostrar su nombre y efigie, hasta que tenga el valor civil de decirle “no” a mi hija cuando me pregunte si Santa existe*. Agradecí con una nota personal todos los regalos que me han dado, deseando felices augurios de inicio de año. Como grand finale, participaré llevando algo a la cena de navidad de la familia, un vianda de mi propia autoría, me emborracharé gravemente antes de las 23:00 horas e iré a dormir temprano; a la navidad no se le puede combatir.

No porque se imponga su feroz y falso espíritu de bienaventuranza, ni tampoco por el festejo religioso, ni mucho menos por lo que la iglesia manda: no se puede combatir porque es una fiesta más allá de nuestros propios impulsos y deseos, que inflama e idiotiza a la gente irremediablemente. ¿Cómo hacerle la guerra a un paraíso artificial?

No podemos contra eso. Celebremos y saquemos ventaja de la comida y trago gratis, burlémonos de los regalos inútiles que nos otorgan y naveguemos en las mansas aguas del gorrón, al fin que todo mundo está ansioso de dar. Grinches, scrooges y renos desertores, declárense vencidos. La navidad ha llegado.

*Zoe me preguntó si existía Santa Claus. Puse mi habitual rostro de madre buscando excusa creíble, mas falsa, y procedí con esta pieza de diálogo aristotélico que espero aprecien:

Zoe: mamá, ¿_santoclos_ existe?

Yo: ¿tú qué piensas?

Zoe: pues que siiii…

Yo: lo que importa es lo que tu creas hijita: si tu crees que existe en tu mente y en tu corazón, entonces si existe…

Zoe: si verdad…

Yo: ajá...

Elia Martínez-Rodarte | 21 de diciembre de 2007

Comentarios

  1. Senior Manager
    2007-12-21 13:02

    La Navidad como espíritu misterioso seguirá existiendo y perpetuándose mientras podamos seguir encontrando magia en ella…Creo que lo importante es tratar de darle el sentido primordial que debería tener, que no es más que el de dar sin esperar recibir…ya sé que para todos no funciona la alegría navideña y muchos permanecen tristes cada Navidad, pero eso tampoco les da el derecho de arruinar la felicidad natural que surge en estas fechas tan esperadas por muchos, sobretodo los niños.
    Feliz Navidad

  2. Damocles
    2007-12-21 13:49

    Es cierto q estos días de Navidad pueden resultar tristes y hasta deprimentes para algunas personas, especialmente para las que se encuentran solas. Bajo la lluvia, y el frío, captar esas luces, regalos, sonrisas postizas, consumismo atroz… todo el mundo tratando de ser amable, felicitándose, celebrando, puede resultar una imagen hipócrita y edulcorada de la realidad, y de hecho en gran parte lo es. Pero también es cierto que quienes se lo toman a mal tienen un grave problema, que es que no saben vivir en soledad y se rebelan criticando a los demás. Porque para un espíritu maduro, exento de envidias, de comparación con los demás, esas imágenes no le afectan en absoluto y vive la corriente social sin meter baza, fijándose tanto en las falsedades y exageraciones como en la gente que verdaderamente es feliz porque vive el espíritu navideño -sobre todo los niños a quienes les brillan los ojos más que por los regalos porque viven el misterio de unos días mágicos. ¿Para qué rebelarse contra lo que es? ¿Para qué criticar y tratar de desmontar rituales que a los demás les pueden servir?... Tanto problema interno de cada cual es criticar por criticar como vivir exagerada e hipócritamente la Navidad. En cualquier caso, siempre hay buenos granos en medio de la paja, y quienes son felices tienen derecho a conservar sus rituales. FELIZ NAVIDAD.

  3. elpeor
    2007-12-21 16:32

    me cago en la navidad , su hipocresía y en los consumidores compulsivos en lo que os habéis convertido
    mentiras,mentiras y mas mentiras en navidad.
    Hala a currar, gastar y callar borreg@s, y a engordar las cuentas de los bancos.

  4. Elia
    2007-12-21 21:54

    Concuerdo con Damocles y con Senior Manager…Es necesario dejar que los demás cumplan con sus rituales y esparzan la felicidad o lo que deseen esparcir en estas fechas. Aunque mi postura está harto más pandeada para el lado del buen amigo el peor.
    Saludos a todos y todas, gracias por pasar y dejarme su comentario.

    Elia

  5. MARIA
    2008-01-16 00:02

    Justo asi le he contestado a mi hija cuando me pregunta lo mismo, la inocencia les da la respuesta que necesitan, y solo cuando estan listos deducen la realidad, de cualquier manera pediran nuestra confirmacion, pork cuando son niños nuestra palabra es ley, por eso no debemos mentirles a menos k sea absolutamente necesario. Me gusta leer lo k escribes, aki y en ivaginaria, gracias por compartir…


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