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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Pasión por Diane

Tengo un gen que me predispone a la idolatría hacia cierto tipo de mujeres. Quizás por la generosa y doméstica sobriedad de las señoras de mi casa, desarrollé un gusto por la locura y descolocamiento de las otras, de las febriles, insumisas, dementes: de las bellas llenas de drogas y alcohol, forjadas en la bipolaridad y amasadas en el fuego de la mala vida. No es por el morbo que generan sus existencias despeñadas, sino más bien me gusta contemplar la garra con la que se apegan a la existencia: de la que sin embargo poco a poco van soltando los dedos de la orilla a la que se han aferrado hasta que por fin, se dejan caer, aullando, quizás felices de por fin ingresar a la oscuridad a la que han rondado toda su vida. Me impacta su fuerza. Es como mirar de frente al sol con unos lentes a sabiendas de que tanta luz hace daño.

Con Diane Arbus, me sucede lo mismo que con Ella Fitzgerald, Edith Bouvier Beale, Anne Marie Carl-Nielsen, Deepa Mehta, nuestra Juana Inés de la Cruz o incluso Eleanore Roosvelt: estoy segura que son inasibles por su enorme ser.

Cuando me topé por primera vez con la obra fotográfica de Diane, pensé en la forma atormentada de vivir que la llevó a concebir todo un universo paralelo en el cual, sus sujetos de fotografiar no son protagonistas o rostros: son ellos, sus circunstancias y el toque que Arbus encuentra en el laberinto de cada persona a la que retrataba.
Diane ejecutó su pasión fotográfica de una manera en la que desde el principio de su ejercicio como creadora encontró su voz propia, algo increíble de conseguir con tan poca experiencia. Desde un inicio la obra de Arbus devela y encuera a las personas, sin dejar un solo detalle fuera. Si las personas retratadas buscaran dentro del espejo el viso de su locura, de su inconsistencia, de su inseguridad o debilidades, no lo encontrarían mejor representado que en la obra de esta fotógrafa que sacó a pasear a la posteridad el monstruo, la parte muerta, la conciencia, la inconciencia, el enigma que habita dentro de cada uno de sus sujetos.

Al visitar y revisitar su obra, no deja de impresionarme el hermoso retrato que le hizo en Nueva York a Jorge Luis Borges, en el que Arbus le encuentra al amado Georgie, un lado guapo, luminosos los ojos, la ceguera como si estuviera ausente y con una apostura tal, como si en verdad María Kodama lo estuviera haciendo feliz. Quizás la mejor foto que he visto de Borges. Una contradiccón absoluta también para el tipo de imágenes que conformaban el universo de Diane.
Ella es la madre del freakismo. Plantea con su fotografía una forma compasiva y de gran contenido humano cuando se trata de reflejar el alma humana y sus visicitudes. Los conflictos de hombres y mujeres dementes, deformes, con capacidades y cualidades especiales fueron para Diane la inspiración y una postura de defensa hacia los seres especiales que ella tomaba.

“Freaks ha sido lo que más he fotografiado. Fue una de las primeras cosas que fotografié y ha sido terriblemente motivador para mí. Simplemente, solía adorarlos. Aún adoro a algunos de ellos. Con esto no quiero decir que sean mis mejores amigos, ellos me han hecho sentir una mezcla de vergüenza, temor y asombro. Existe una especie de leyenda acerca de los/as freaks. Como esa persona que en un cuento de hadas te detiene y te exige que resuelvas un acertijo. La mayoría de la gente se pasa su vida temiendo pasar por una experiencia traumática. Los Freaks nacieron con sus traumas. Ellos ya han pasado su prueba. Son aristócratas”, reveló alguna vez Diane en una entrevista.

A diferencia de otros fotógrafos y fotógrafas, que fluyen y dejan fluir su talento a través de lo que captan con sus cámaras, Diane Arbus va imprimiendo en cada una de sus imágenes la verdad sobre las personas que crea en fotografías, la neta que nadie quiere que salga a la luz, la pus del alma o la dicha del corazón, la paz y tranquilidad de la demencia, o la sensación de extranjia y desubique de enanos, travestis, gigantes, prostitutas, nudistas, entre otros seres que la intolerancia desea que fuesen invisibles.

Esa extraña dignidad que Diane Arbus otorga a cada retratado, no es más que la energía que ella quiso entregar en cada foto que creó. Ella misma estaba ahí en cada imagen: hizo de cada una de sus obras los momentos que definieron la única forma en que era ella toda entera y verdadera: a través del lenguaje fotográfico que la obedeció con absoluta congruencia bajo la batuta de la genialidad que ni ella misma se dio cuenta que desarrolló.

Elia Martínez-Rodarte | 21 de noviembre de 2006

Comentarios

  1. Rodrigo
    2006-11-23 00:29

    He visto la obra de Diane en España y ha sido de lo mejor. Me ha gustado la descripción de su obra que has hecho.
    Saludos

  2. Pancho
    2006-11-27 17:45

    Por casualidad y con mucho gusto. Magnífico texto, stás escribiendo más padre que nunca. Saludos desde TX.

  3. Elia
    2006-11-28 20:34

    Santo Cristo, ¿de dónde apareces? Me da mucho gusto que me leas, que me escribas y que te haya gustado el texto queridisisisisisimo.
    Beso

    E.

  4. Nina
    2006-11-29 19:19

    Te mandé a tu correo una liga sobre la obra de Diane que esta muy completa y viene lo de la película de Nicole Kidman, que creo que se estrena ya el año que entra.
    Un abrazo.


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