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Pa cuatro que piensan por Miguel Santa Olalla

Tendemos al derrotismo y a pensar que caminamos inevitablemente hacia la decadencia. Frente a esto, en todos los campos del saber y del hacer hay personas cuya tarea está cimentando el legado que dejará nuestra época a la siguiente. ¿Qué tal si conocemos a algunos de los pensadores de nuestro tiempo más importantes? No son cuatro, pero pensar, sí que piensan. Y lo que tienen que contarnos merece la pena. Miguel Santa Olalla es profesor de secundaria y editor de boulesis.

Edgard Morin: la reivindicación de la complejidad

Edgar Morin, de formación sociólogo. Como todos los grandes que destacan en su campo, ha terminado desbordando la propia sociología, y proyectando su larga y prestigiosa sombra sobre campos muy diversos que incluyen también la filosofía. Es sin duda uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, que bien merece además que nos detengamos a leer sus libros, pues muchos de ellos son también accesibles para un público no especializado. Encontramos en sus obras dos motivos de fondo que se repiten una y otra vez: la complejidad y la lucha contra el reduccionismo.


Estudiar la sociedad parece el punto de partida idóneo para la idea de la complejidad. Pongamos un ejemplo: entre los grandes paradigmas de la sociología, están el holismo y el individualismo. Entre pensar que la sociedad determina al individuo o que el individuo construye y crea la sociedad, Morin opta por eludir el dilema: los dos están errados, los dos aciertan. La sociedad es un todo complejo, que nos obliga a adoptar múltiples perspectivas. Habrá fenómenos que se expliquen mejor desde el holismo, mientras que otros requieran de la óptica individualista. La obligación de elegir es una trampa de una razón irracional.


La consecuencia de esto es inmediata: cualquier enfoque unilateral debe ser superado. No es posible que una sola disciplina pretenda ofrecer una explicación completa de todo. El pensamiento de Morin reacciona de esta forma frente a un positivismo de nuevo cuño que se encuentra en algunos filósofos analíticos y pretende superar el prejuicio común que iguala verdad y ciencia. La verdad es un problema demasiado grande como para ser despachado por un solo saber: antes bien será necesario buscar la cooperación y convergencias de diferentes conocimientos. De otra forma, estaremos condenados a ver la realidad desde un solo punto de vista.


Pensar desde la complejidad es, entonces, rechazar cualquier tipo de reduccionismo y también abogar claramente por la interdisciplinariedad. Algo de lo que se habla mucho, pero que quizás no se lleve a la práctica tanto como fuera deseable. Quizás por un prejuicio dominante: se tiende a pensar que juntar muchas disciplinas puede ser un obstáculo para el progreso de cada una por separado. Los triunfos de la especialización son innegables, pero conducen a lo que Morin ha denominado “inteligencia ciega”. Saber mucho de un poco, pero ser incapaz de ofrece una justificación global: ¿acaso es esto conocimiento? Morin nos recuerda que, frente a este tipo de investigación, merece la pena un crecimiento más lento del conocimiento si a cambio logramos ir avanzando en varias disciplinas a la vez. No es fácil trabajar con expertos en otras disciplinas, pero a juicio de Morin es la única vía válida de progreso del conocimiento. Cualquier otra alternativa podrá llamarse conocimiento o saber, pero será en el fondo una falsa apariencia del mismo.


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Miguel Santa Olalla | 17 de octubre de 2013

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