Tendemos al derrotismo y a pensar que caminamos inevitablemente hacia la decadencia. Frente a esto, en todos los campos del saber y del hacer hay personas cuya tarea está cimentando el legado que dejará nuestra época a la siguiente. ¿Qué tal si conocemos a algunos de los pensadores de nuestro tiempo más importantes? No son cuatro, pero pensar, sí que piensan. Y lo que tienen que contarnos merece la pena. Miguel Santa Olalla es profesor de secundaria y editor de boulesis.
Hay filósofos que merecen la pena simplemente porque logran acuñar una expresión que en muy poco tiempo se convierten en moneda de uso común en el mundo del pensamiento. Gianni Vattimo lo ha logrado dos veces: es el padre de la posmodernidad y del pensamiento débil, términos que de tanto citarse por acá y por allá se han convertido, a riesgo de desgastarse, en lugares de referencia ineludibles del pensamiento actual. A mayores se trata de conceptos a los que el propio Vattimo ha hecho, con su pensamiento y con su vida, un innegable homenaje. Veamos por qué.
Sólo en tiempos del pensamiento débil puede uno definirse como anarquista y ser eurodiputado. Sólo la posmodernidad hace posible que un filósofo declare abiertamente su condición de homosexual, cristiano y comunista. Habrá quienes piensen que estas mezclas son imposibles. Vattimo nos demuestra precisamente lo contrario. Aunque ha dedicado buena parte de su vida a la universidad, en los últimos años ha tratado de llevar sus ideas comunistas al parlamento europeo, y en Italia, su país de origen, ha abanderado diversas movilizaciones en favor de los derechos de los homosexuales. Todo ello sin renunciar a su personalidad controvertida, por conciliar rasgos y pensamientos que algunos consideran contradictorios.
En Vattimo encontramos entonces una crítica a todo el proyecto moderno: la razón no da más de sí y la muerte de Dios que anunciara en su día Nietzsche ha acabado con todos los grandes relatos. La historia, como tal, no existe, sino que solo se dan las historias, por mucho que tratemos de sistematizar en introducir orden donde no es posible hacer tal cosa. Por eso hemos entrado en una nueva época, un nuevo tiempo para el pensamiento y el ser humano: la posmodernidad. No podemos fiarnos de nosotros mismos, y tampoco de nuestra razón. El pensamiento, si se quiere formular, ha de aceptar un rasgo indeleble: la debilidad. Hablar de la verdad a medias, incompelta, rota: esta es la única verdad. La formulaciones “fuertes” de la filosofía, de las ideas, son irracionales, nos llevan a la catástrofe.
Más de uno se estará preguntando entonces: ¿Cómo es posible defender esta visión crítica respecto a conceptos como el de razón o verdad y abogar por el comunismo como alternativa a la crisis o estar convencido de la igualdad de derechos que merecen los homosexuales? ¿Acaso no son estos logros de la razón? Más bien lo contrario, diría Vattimo: la defensa del comunismo es el negativo de la afirmación exacerbada del capitalismo, que nos prometió crecimiento permanente y una vida idílica. La lucha en favor de los derechos para los homosexuales es el negativo de la homofobia, derivada en ocasiones de una ceguera de la razón. Concebirnos a nosotros como débiles, nos lleva a tolerar a los distintos. El fracaso del sistema económico y político más racional que hemos sido capaces de construir es la muestra de la necesidad de buscar alternativas. Pensamiento débil, pero pensamiento al fin y al cabo. Modernidad terminada, pero vida humana en todo caso. Sin referencias ni grandes relatos, pero sí tratando de estar a la altura de los problemas de cada tiempo.