Tendemos al derrotismo y a pensar que caminamos inevitablemente hacia la decadencia. Frente a esto, en todos los campos del saber y del hacer hay personas cuya tarea está cimentando el legado que dejará nuestra época a la siguiente. ¿Qué tal si conocemos a algunos de los pensadores de nuestro tiempo más importantes? No son cuatro, pero pensar, sí que piensan. Y lo que tienen que contarnos merece la pena. Miguel Santa Olalla es profesor de secundaria y editor de boulesis.
Hay autores que tienen la fortuna (o el infortunio) de cuajar un concepto que después termina apareciendo una y otra vez en todas sus obras. Esto es lo que le ha ocurrido a Zigmunt Bauman: desde que creó el término “modernidad líquida” el adjetivo se ha ido colando una y otra vez en todas sus obras, convertido casi en una especie de seña de identidad que viene a recuperar la vieja frase de Heráclito: todo fluye.
El pensamiento, la vida y la historia. La de la humanidad y la del propio Bauman: judío y marxista, le tocó abandonar su Polonia natal por la persecución nazi. Y como las ideologías son también líquidas, a su vuelta a Polonia tomó conciencia de que su condición de judío no encajaba nada bien con el comunismo, viéndose obligado a enseñar en diferentes países hasta que se terminó asentando en Leeds. Sólo, claro está, como lugar de residencia, ya que su pensamiento siguió y sigue evolucionando hasta hoy, lejos de ideas asentadas y preconcebidas.
¿Qué es entonces la modernidad líquida? Bauman prolonga la reflexión de marxistas como Adorno o Horkheimer y encuentra una conexión muy clara entre el proyecto racionalista de la modernidad y hechos tan terribles como el nazismo y los campos de concentración. Aquí es donde cobra toda su importancia la metáfora de la expresión: creíamos que estábamos construyendo un proyecto sólido de humanidad, pero todo el edificio no era más que una mera fachada, que se deshace como un azucarillo cuando nos muestra su verdadero rostro: debajo de la razón se pueden esconder deseos e intenciones nada racionales. La modernidad no es entonces un proyecto estático y continuado, al que podamos atribuir un conjunto de características estables, sino que muta y está sujeto a los vaivenes de la historia. No hay unos valores o unas ideas sobre las que podamos levantarnos, o que nos sostengan. Las identidades históricas, sociales y culturales son fluidas, maleables.
Podemos engañarnos a nosotros mismos. Crear conceptos historiográficos, filosóficos o sociológicos tratando de dar consistencia a lo que en realidad no lo tiene. Pero no será más que una escapatoria un intento de volver la vista y querer convencernos de la existencia de algo que en realidad no existe. A partir del análsis de Bauman, todo se fluidifica: el amor, la comunicación, el arte, la sociedad o la política. El sociólogo y filósofo polaco rechaza la etiqueta de posmoderno, pero no se aleja demasiado de algunos de sus postulados, con una salvedad: no se trata de una crítica a la modernidad, sino de algo mucho más profundo que todo eso. Se trata más bien de la imposibilidad del ser humano de crear objetos, proyectos o ideas sólidos, con vocación de permanencia. La modernidad líquida no se contrapone, así, a una antigüedad o una edad media en las que las cosas funcionaran mejor. Todo fluye.
Una consecuencia de todo esto es que a partir del pensamiento de Bauman es muy difícil “alistarle” para causa alguna. Crítico atroz de la sociedad de consumo en que vivimos, tampoco se identifica con movimientos ciudadanos como el del 15M al que ha acusado, sin complejo alguno, de carecer de pensamiento. De esta forma, el autor se convierte en un auténtico inclasificable. Su sociología y su filosofía son tan líquidas como el objeto de su crítica. ¿Qué queda entonces después de este torrente de pensamiento? Lucidez crítica. Algo que merece la pena por sí mismo pues aunque en el terreno de las propuestas estemos obligados a lidiar con la vaguedad y la imprecisión, cobramos una conciencia bien clara de lo que sí debe cambiar. Como les ocurre a los buscadores de oro: puede que a base de mover el agua, algo se vaya decantando. Así depura el pensamiento crítico como el de Bauman las turbias aguas de la historia y de nuestro tiempo.
Para saber más