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Pa cuatro que piensan por Miguel Santa Olalla

Tendemos al derrotismo y a pensar que caminamos inevitablemente hacia la decadencia. Frente a esto, en todos los campos del saber y del hacer hay personas cuya tarea está cimentando el legado que dejará nuestra época a la siguiente. ¿Qué tal si conocemos a algunos de los pensadores de nuestro tiempo más importantes? No son cuatro, pero pensar, sí que piensan. Y lo que tienen que contarnos merece la pena. Miguel Santa Olalla es profesor de secundaria y editor de boulesis.

Slavoj Zizek: la provocación como actitud filosófica

Zizek es un auténtico perro. Y no pretende este sustantivo descalificar al filósofo esloveno: nos encontramos ante una de las mejores encarnaciones de lo que sería un filósofo cínico a la altura del siglo XXI. Seguro que el bueno de Diógenes estaría orgulloso de él, y por ello no puede haber mayor elogio para el descendiente del filósofo perro que el calificativo canino.





Si hacemos un análisis académico, tendríamos que decir que las ideas de Zizek beben directamente del marxismo y del psicoanálisis en su versión de Lacan. Pero este tipo de presentaciones serían incompatibles con el trasfondo de su pensamiento, que está citando permanentemente referentes de las grandes películas o incluso series televisivas. O lo que viene a ser lo mismo: elaborar filosofía haciendo un corte de mangas desafiante a la rancia academia que vive de los estudios historiográficos y de las citas mutuas. Este es uno de los motivos que explican el gran éxito de Zizek: su filosofía está muy cerca de la gente común, no se orienta a eruditos. Sin renunciar a referencias filosóficas permanentes, pero que pueden incluso obviarse para comprender el mensaje principal de su pensamiento.


Los ladridos de Zizek se dirigen contra todo y contra todos. Aquí radica la peculiaridad de un pensamiento que no deja indiferente. Un crítico atroz del capitalismo que denuncia que el stalinismo fue la salida natural de la revolución comunista. Con todo, sus raíces marxistas se dejan ver en la repugnancia que expresa hacia el sistema dominante, que trata de imponer una lógica que es de todo punto irracional. Con la peculiaridad de que al final nos parece lo más normal del mundo. A diferencia de discursos oficiales de la izquierda, la crítica de Zizek apunta a todos los individuos: no se puede culpar solo al sistema, o a las grandes isntituciones que lo forman. Debajo de la filantropía y las preocupaciones pseudomorales que manifiestan muchos ciudadanos se esconde una hipocresía terrible que es cómplice del sistema. Como ha repetido en alguna ocasión: en realidad deseamos lo contrario de lo que decimos.


Como los cínicos en tiempos de Diógenes, Zizek encuentra en la hipocresía personal un mecanismo psicológico y político. Las palabras son meras convenciones que manipulamos a nuestro antojo. Igual que Diógenes rompía monedas, Zizek rompe discursos, especialmente los más “oficialistas”. Decir lo que no se puede decir: este es el camino de la verdad. Por eso es un filósofo incómodo, molesto. Tanto dentro como fuera de la filosofía. Y esto es también lo que le ha convertido en un auténtico icono de la contracultura. Sea como fuera, al margen de los gustos de cada cual, nos encontramos ante una de las mentes pensantes de nuestro tiempo que sin duda hay que conocer, a ser posible a través de la lectura de alguna de sus obras.


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Miguel Santa Olalla | 17 de enero de 2013

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