En Opinión & Divulgación se publican artículos de colaboradores esporádicos y de temática variada.
Emilio Ortiz Guinand
Editor de Extemp”F”oraneo
“Sea que las marchas le dejaron inspirado o enervado, son imposibles de ignorar.”
Editorial, The New York Times, 12/04/2006
“Los blancos americanos y los negros americanos también, van a tener que acostumbrarse a compartir su país —compartir plenamente— con los americanos brown. Las cosas van a ser diferentes. Hay que acostumbrarse.”
Eugene Robinson, Washington Post, 11/04/2006
Los Estados Unidos han sido conmocionados, en poco menos de un mes, por las gigantescas manifestaciones de inmigrantes, que han abarcado más de 50 ciudades, grandes y pequeñas y han arrinconado a los otrora mentores de una ley anti-inmigrante que busca penalizar gravemente a los que se encuentren en el país sin documentación y a quienes les den trabajo, cobijo o ayuda, incluso humanitaria.
En este preciso momento se discute el asunto. Los editoriales de los periódicos más destacados y los comentaristas abordan el hecho, reconociendo de entrada, que algo ha cambiado y profundamente. El movimiento nacional de los inmigrantes ha provocado el cambio. Es un hecho histórico pues sienta un precedente respecto al papel activo y masivo de los inmigrantes en el país, un antes y después. Sea cual sea el eventual desenlace, el tema de los inmigrantes no volverá a ser el mismo y los inmigrantes tampoco.
Qué ha cambiado
Cuando la Cámara de Representantes votó favorablemente la ley H.R. 4437 en diciembre de 2005, lo hizo sin mayor discusión. Algunas enmiendas propuestas incluso por el autor del proyecto, para suavizar un poco la tipificación del delito que establecería la ley a los inmigrantes indocumentados, fueron dejadas de lado en una carrera por una decisión rápida y ejecutiva. Entonces no sólo los republicanos favorecían la reforma. La votación se efectuó contando con 36 votos de los demócratas, votos que hoy les pesan como un enorme saco de plomo.
La ley H.R. 4437 cambia sustancialmente la cualidad del estado legal de un inmigrante indocumentado, calificándole de delincuente. Como consecuencia de ello, los empleadores que le den trabajo y las instituciones que les ayuden (iglesias, organizaciones comunitarias, médicas) pueden ser sancionadas severamente. Las penalizaciones incluyen la cárcel y deportación para los inmigrantes y multas o cárcel para los locales que brinden ayuda.
En el ambiente —caldeado por el estímulo a bandas para-policiales de ciudadanos norteamericanos (blancos) para custodiar la frontera, llamados los “minute-men”, y las acusaciones a los inmigrantes de amenaza a la seguridad del país, fermento de delincuentes comunes, vagos o ladrones— se daba por sentado que la ley pasaría, refrendada por el Senado, con pocos cambios o al menos, ninguno que afectara su esencia. En el marco descrito el gobierno ofrecía, en febrero, alrededor de 300 millones de dólares a la cuestionada empresa Halliburton, con el fin de edificar centros de detención masivos para indocumentados. Se trataba, al parecer, de una campaña de amplia envergadura para “limpiar” al país de inmigrantes o al menos iniciar una cacería masiva, agradable a los ojos de los sectores más reaccionarios y racistas de la nación, de cara a las elecciones parlamentarias a finales de año.
Hoy, a casi 5 meses de su aprobación por la Cámara de Representantes, la H.R. 4437 parece destinada a pasar a la historia como uno de los peores fracasos del ala derechista de republicanos y demócratas y un infame intento por frenar, administrativamente, el curso de la historia.
Ahora, los demócratas que apoyaron la votación en diciembre están intentando realinearse. El representante Ted Strickland, por ejemplo, demócrata por Ohio que busca la gobernación, fue increpado por manifestantes que le gritaban “La inmigración no es un crimen” cuando inauguraba su oficina de campaña en Cleveland. Ahora, como señala el Washington Post, él deplora su voto. Incluso entre los republicanos se ha acentuado una división pública y notoria respecto al asunto. Algunos de los mentores de la infausta H.R. 4437 buscan explicaciones, acusan a los demócratas o consideran que hubo escasa discusión. Por no mencionar que en el Senado, estuvo a punto de tener éxito un acuerdo bipartito que proponía una reforma que facilitara el advenimiento de la ciudadanía para millones de inmigrantes.
¿Cómo ha sido posible tal variación, en un país que basó una guerra en unas armas de destrucción masiva que no existían?
La respuesta está en las calles.
El Día Nacional de Justicia al Inmigrante, 10 de abril
El 10 de marzo una multitud, calculada en más de 100 mil personas, manifestó en las calles de Chicago, Illinois, contra la política anti-inmigratoria. La marcha estaba constituida por inmigrantes, legales e ilegales, en su mayoría de origen latino. Sin embargo, estaban presentes polacos, asiáticos, irlandeses, entre otras nacionalidades. Los carteles manifestaban abiertamente el repudio a la H.R 4437. La policía estaba impactada. El gobernador del estado de Illinois, Rod Blagojevich, el alcalde de Chicago y prominentes representantes demócratas dieron la cara en apoyo a los manifestantes y se comprometieron a no apoyar la ley. Apenas 15 días después en la ciudad de Los Angeles, marchaban medio millón de personas, en una caravana eufórica y festiva, con banderas de sus países de origen, y carteles que decían “No somos criminales”, “No hay seres humanos ilegales”, “No a la H.R 4437”. Así, en tan sólo dos semanas, los colosales movimientos en las calles de dos grandes urbes, se transformaban en el motor de un movimiento nacional por los derechos civiles de los inmigrantes y contra el plan racista y xenófobo impulsado por una minoría con apoyo institucional.
Lo que vino un mes después de los acontecimientos en Chicago, el 10 de abril, fue la evidencia de que se trataba de un fenómeno nacional, de dimensiones históricas, que cambiaba las reglas del juego impuestas por el sector archi-conservador. Las víctimas dejaban de ser un sujeto pasivo para transformarse en un elemento clave, protagónico, en el tema de la inmigración y por tanto, capaz de alterar el previsible curso de las discusiones. El carácter multitudinario de las manifestaciones determinó un cambio cualitativo en la situación. Marchas que rompieron récord históricos de diversas ciudades. Por otra parte y como nueva marca significativa, la acción nacional del 10 de abril se caracterizó por la gran homogeneidad en las consignas, la vestimenta (blanca, simbolizando la paz), el orden, los símbolos patrios de Norteamérica (los asistentes levantaban mayoritariamente un mar de banderas de Estados Unidos). Washington (200 mil), Nueva York (100 mil), Dallas (500 mil), Phoenix (100 mil), son algunas de las cifras. En este país, en los días que corren, tales números son un cataclismo.
Qué es y qué no es
Algunos comentaristas se han preguntado si las manifestaciones de los inmigrantes son el inicio de un nuevo movimiento por los derechos civiles, similar al que los afroamericanos llevaron adelante en la década de 1960. En mi opinión, se ha iniciado dicho movimiento, en este caso por los derechos civiles de los inmigrantes. Sus similitudes con el movimiento de los años 60 son sin embargo pocas. Se trata de una reacción contra la discriminación a un sector de la sociedad que ejecuta la mayor parte del trabajo vil que el resto de los habitantes no quieren ni están dispuestos a llevar a cabo. Sus diferencias, con el movimiento liderado por Martin Luther King, son muchas, aún así, antes de continuar debo señalar que la comparación sólo es útil para estudiar el fenómeno, para intentar prever su alcance y comprenderle. Si la comparación pretende definir su carácter, a partir del “encaje”, o no, al esquema del movimiento de los años 1960, entonces o es manipulación o un simple ejercicio inútil de pretensión intelectual.
Hay quien señala que el primer factor que atenta contra un movimiento similar al de los derechos civiles de 1960 es la “profunda” división que existiría entre los latinos legales o ya ciudadanos y los ilegales e indocumentados. Tal argumento debería ser dejado de lado absolutamente por falso y carente de estudios serios que lo sustenten. Obviamente, hay un sector de inmigrantes o descendientes de estos que han logrado acceder a niveles de gerencia empresarial o dueños de pequeñas, medianas o grandes empresas. Entre ellos puede encontrarse un reducido número de personas que reniegan de los inmigrantes actuales. Tal fenómeno es perfectamente comprensible y no es una novedad en la historia. Tampoco lo es que algunos viejos inmigrantes ya establecidos legalmente o con ciudadanía, reflejen y sean voceros de los más recalcitrantes representantes de la xenofobia. El asunto es que esto es absolutamente insignificante en relación a los inmigrantes como un todo. No sólo no existe una profunda división sino que encontramos el caso opuesto: inmigrantes ya establecidos que se unen a las manifestaciones pues les mueve que tienen un padre, un abuelo o abuela, algún familiar, lejos sin poder visitarles pues ha sido deportado, o escondido en casa, o super explotado por carecer de papeles. Una de las reivindicaciones más sentidas ha sido la lucha por la unidad familiar.
Las manifestaciones han logrado, además, atraer a otras nacionalidades de inmigrantes, que han estado sometidas a tremendas condiciones de explotación y abuso, como asiáticos y polacos, por poner un par de ejemplos, algunos de los cuales son traídos al país como mano de obra semi-esclava y se sumergen en un sub-mundo del cual quedan prisioneros. Las marchas de Nueva York, Chicago y Washington mostraron ese “crisol” de orígenes. También, la comunidad afroamericana, que hasta ahora mantenía una posición “neutral”, está cada vez más inclinada hacia los inmigrantes, estimulada por sus líderes más capaces y desconfiada de una franja de blancos reaccionarios que les deben recordar con mucho a los viejos racistas contra los que tuvieron que luchar.
El movimiento cuenta con una unidad básica: su condición de inmigrante. Una segunda: su origen humilde, motor fundamental de su éxodo. Todavía cuenta, mayoritariamente, con una tercera base unificadora: el idioma español y sus raíces latinas.
Los escollos que tiene por delante un movimiento de estas características son inmensos. Por ahora carecen de una sólida organización nacional. Esto es una ventaja y una desventaja: por una parte los líderes locales, fogueados en el día a día con sus pares, le dan una autenticidad y respaldo que ya quisieran tener muchos dirigentes políticos. Pero también puede llevar a no pocas equivocaciones y esfuerzos unilaterales que debiliten una coordinación nacional. Hay numerosos factores políticos e institucionales interesados en el nuevo movimiento. En los demócratas, en la iglesia católica, en los sectores de la izquierda norteamericana. Si el proceso continúa su dinámica ascendente, se intentará algún tipo de coordinación nacional a nivel institucional. Tarde o temprano, de ocurrir así, aparecerán los roces y las diferencias. Sin duda es poco probable un avance lineal. Pero tampoco cabe duda que el cambio se ha producido y se reflejará en la discusión de la ley en los días venideros.
El futuro
Estados Unidos es un país de inmigrantes. Esto se ha repetido hasta el cansancio. Pero también es cierto que es un país donde los inmigrantes han tenido que batallar por su incorporación a la sociedad y por ser “uno más” en la nación de naciones. Me atrevería a señalar que los Estados Unidos están constantemente dejando de ser para ser algo nuevo. Como es habitual, la conservación se resiste al cambio, pero el cambio es inevitable. El país que crearon los padres fundadores, con Washington, Franklin, Jefferson, dejó de ser tras la Guerra Civil. Entonces, las oleadas migratorias procedentes de Europa, a finales del siglo XIX e inicios del XX, generaron un nuevo y pujante mundo. Luego, la nación blanca, privilegiada, vio esfumarse su confort, después de la Guerra Mundial, bajo el influjo de la lucha de los afroamericanos, liderados por Martin Luther King. Hoy, el español es la segunda lengua y se han creado las bases para que con el aporte cultural y social de esas multitudes, se produzca una nueva síntesis, un nuevo Estados Unidos, mucho más complejo y rico.
El movimiento nacional de los inmigrantes arranca de la victoria monumental de haber inundado las calles de decenas de ciudades con la esperanza de millones por unirse al sueño americano. Tal vez ni ellos mismos sepan, pero en esa lucha, entre el etnocentrismo y el provincialismo y los derechos de los inmigrantes, se debate el futuro del sueño, que no es otro para mi, que el de una nación universal, donde siempre tengan cabida, el tesón, la aventura y la osadía de la especie humana.
2006-04-18 19:51
Muy interesante. Habrá que seguir la evolución de unmovimiento que parece tener tantas concomitancias con la sociedad en red: falta de jerarquías, organización más o menos expontánea, multiplicidad y “rebeldía” pacífica.
2006-04-25 07:32
dia solidario
hoy no se trabaja
hoy no hay escuelas
vivo en el país de los sueños
casi el paraíso/ jaja
donde el color blanco dice
...no odiamos a al los hispanos
solo a los color café
siempre quise parecer mas pueblo
esta mezcla de razas
(invasiones)/ me han hecho confundible
destiñeron mi piel/ no los sentimientos
pueblo es mi sangre / el amor indeleble
he vivido al lado de la injusticia
aquí / allá / todo es igual
el odio no discrimina
el no cerrar los ojos
hace entender motivos
no es sorda el alma
la voz es lucha
en el edén que vivo
se explota/ se persigue
se denigra por un papel
al que le sirve/ trabaja
y levanta la producción
hoy día solidario
aunque la razón en este cielo
es ciega/ sordomuda
de poder/ ira
veremos que pasa después
nos necesitan…
el futuro esta por suceder