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Cauces para una educación de adultos eficaz

Jesús Salamanca Alonso

La educación destinada a las personas adultas, hace tiempo que superó la vertiente exclusivamente compensatoria. Es preciso proporcionar a la ciudadanía adulta las ‘herramientas’ que permitan estructurar la información que reciben. No hay duda respecto a que existe una clara interrelación entre la información y conocimiento.

El futuro es un desafío. Hay que ser conscientes de que la sociedad de la información también acarrea peligros, por cuanto puede acrecentar las desigualdades. Aquí es donde la educación de personas adultas tiene un amplio campo de actuación para evitar ese riesgo. En este sentido viene pronunciándose desde hace tiempo Federico Mayor Zaragoza: “puede llegar un momento en el que poseamos mucha información, pero carezcamos de formación”.

Una polivalente formación de base es la mejor formación profesional para el futuro. No podemos desdeñar lo que viene denominándose como construcción social del futuro, donde la interculturali­dad, la no discriminación, la atención a la diversidad, la educación permanente y el cultivo de valores deben constituirse en los elementos clave de atención. Tal consideración nos lleva a plantear unos procedimientos concretos que han de estar presentes en la educación de personas adultas y que son básicos para abordar las estrategias de intervención en los dispares modelos existentes en las comunidades autónomas.

Ante el abandono sufrido en los últimos años, las comunidades autónomas deben potenciar los cauces que permitan la coordina­ción interinsti­tucional, así como la implantación de ofertas formativas tendentes a satisfacer las necesidades de formación de las personas adultas. Deberán fomentar y planificar esta variante del sistema educativo con las exigencias realistas que requiera cada comunidad. La planificación debe llevarse a cabo dando participación activa y efectiva a las Administraciones y entidades implicadas en programas y actividades que desarrollen el marco de la educación de las personas adultas de cada autonomía, pero sin olvidar la iniciativa social que surge como consecuencia de valores solidarios, humanitarios, participativos y, en muchos casos, globalizadores.

La ordenación de la educación de las personas adultas en cada comunidad autónoma, debe tender a que los centros específicos dispongan de la autonomía de gestión suficiente, organicen el currículo de sus enseñanzas y cuenten con los recursos humanos y materiales necesarios. En todas comunidades del Estado se ha intentado que los centros específicos de educación de personas adultas se equiparen a los centros ordinarios, con lo que se vienen aplicando los Reglamentos Orgánicos de Centros de primaria y secundaria, como herencia de las instrucciones del MEC. Ello es fruto de la comodidad de las comunidades autónomas y del desconocimiento de los departamentos competentes.

Hay que hacer efectiva la extensión del derecho que todo ciudadano tiene a la educa­ción, contribuyendo a erradicar cualquier manifestación de analfabetismo, proporcio­nar una educación básica imprescindible, así como abordar acciones conducentes a la formación integral y permanente de las personas adultas en los ámbitos sociocultural, académico y laboral. La educación de las personas adultas, inmersa en un concepto más amplio como es el de la educación permanente, debe potenciarse en todas sus variantes y modalidades, de acuerdo con la demanda social. Esa potenciación pasa, además de por todo lo referido, por dar amplia cobertura a las tecnologías de la información y de la comunicación, dentro del currículo de las enseñanzas que se imparten desde los centros específicos que atienden los diferentes ámbitos territoriales de la región.

La reversibilidad de la educación es un hecho: educando nos educamos. La educación, en clave del siglo venidero, pasa por fomentar la cultura de la paz y del diálogo, defender la democracia desde las reglas democráticas, además de promover la justicia y la igualdad de oportunidades. Por eso es fundamental no regatear esfuerzos para el logro de los principios que la UNESCO lanzó al mundo, como respetar los valores, compartir tiempo y recursos, promover un consumo responsable, erradicar la violencia en todas sus formas o reinventar la solidaridad, por ejemplo.

La educación a lo largo de toda la vida es uno de los desafíos más interesantes que deben afrontarse con optimismo. Se trata de superar el déficit existente en la educación y formación de los jóvenes afectados por el fracaso escolar y de los adultos que no tuvieron ocasión de alcanzar el grado de formación deseado, sin olvidar toda la gama de demandas que surgen ante las nuevas exigencias de la sociedad moderna. Aquel “aprender a aprender” continúa vigente, desde el momento que establece bases de futuro y es el origen de nuevos aprendizajes. Hoy tenemos claro que no hay una edad exclusiva para aprender. Siempre estamos aprendiendo; la vida es un proceso inacabado de aprendizajes nuevos, donde lo reglado no es más que la fase inicial o el principio de un largo recorrido que dura mientras dura la vida.

Jesús Salamanca Alonso | 14 de marzo de 2006

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