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En Opinión & Divulgación se publican artículos de colaboradores esporádicos y de temática variada.

La universidad española, encapsulada

Juan Larralde

En el muy capicúa año 1991 tomé una de las decisiones más equivocadas de mi vida. Entré como profesor asociado de Empresariales en una recién creada Universidad española, sita en cierta provincia cuyo nombre no diré por simple temor a la venganza académica. Y paso a decir las cosas en tercera persona.

Para quien no lo sepa, la figura de profesor asociado se reserva a profesionales de reconocido prestigio (p.ej., jueces, auditores, arquitectos…) con la vida resuelta fuera de la Universidad, a la que acuden, acude Larralde, por un módico salario (300, 600 euros/mes), una dedicación de cinco o diez horas semanales y unos contratos-basura de seis en seis meses, prorrogables hasta un máximo de 5 años, en que la plaza vuelve a convocarse mediante concurso-oposición (presentación de curriculums y poco más). La idea es que los profesores asociados aportemos a la universidad nuestros conocimientos externos, la práctica, la realidad.

Pues mal. Lo primero que encontró Larralde fue un búscate la vida. Sus colegas de la carrera docente (esto es, de los funcionarios, vitalicios por lo general) le colman de envidias, suponiéndolo rico y famoso (profesional de reconocido prestigio, etc.) y fiel espejo de lo que no son ellos mismos. El profesor asociado está en la vida, ellos están en la universidad. Juan Larralde suele quedar abandonado a su suerte, está contratado a tiempo muy parcial y lejos también de los lugares de decisión (las cafeterías de la facultad). Se encuentra pronto dando vulgares clases magistrales porque otra cosa no cabe en la universidad española. ¿Cómo es que —piensa— si yo vengo a traer la vida, la experiencia, la práctica, el mundo real, me colocan clases como a cualquiera, pero las de peor horario?

Inciso 1: Las clases de peor horario son las primeras de la mañana o las de ultimísimas horas de la tarde. Las de los lunes. Las de los viernes. Los profesores de la carrera docente (los funcionarios) no gustan de madrugar, no gustan de quedarse hasta las mil, aman intensamente los fines de semana largos, si puede ser, viernes o lunes o ambos días incluidos. Pueden hacerlo, mandan.

Inciso 2: Intente saber cómo se elaboran los horarios de clases. Enloquecerá, así que le adelantamos el trabajo. Se elaboran a conveniencia de los Decanos, de los Jefes de Departamento, de los catedráticos, de los profesores titulares, y así, de arriba abajo se desparraman las conveniencias de horario, pero, ay, no el saber, como pronto se verá.

Juan Larralde, profesor asociado (profesional de reconocido prestigio, etc.) puede aceptar ese horario impuesto, por mil y un motivos. Y se dispone animosamente a dar clase, aunque sea magistral y aunque sea con unos ingresos —basura y unos contratos— basura. Pronto verá que hay una serie de prebendas, detallitos, ventajillas. Pronto verá que, ay, no para él. Todo detalle, incluyendo felicitaciones navideñas o más prosaicamente, becas, ayudas a viajes, dotaciones para asistencia a Congresos más o menos universitarios pero en lugares siempre muy turísticos, no son para él. Un profesor funcionario puede pedir la excedencia, enfermar largamente, planificar el número de sus hijos, pero ay, no el profesor asociado: sus contratos son contratos-basura.

Inciso 3: ¿Cómo, habiendo tanto sindicato, y más en la Administración Pública (la de los funcionarios) esos sindicatos no se dedican a mejorar o suprimir los contratos-basura de los profesores asociados? Por envidia, ya lo habíamos dicho. Los profesores asociados son ricos y famosos, es eso.

Pronto Juan Larralde descubre una ventaja. Como está fuera de la universidad, —sobre todo fuera— pero también está dentro de la cápsula universitaria, conoce ambos mundos y puede comparar. Y compara.

Compara por ejemplo cómo él cobra 300 euros/mes por cinco horas de clase semanales (esto es, que trabaja en la universidad casi por amor al arte), pero que muchos profesores funcionarios cobran diez veces más por dar diez horas de clase en total. Larralde junta ambos datos y comienza a pensar que algo no cuadra en esa su universidad, que le acoge con tan miserable estipendio.

Ahora el profesor asociado se pone a pensar qué otra cosa podrían hacer, a qué se dedican en tal secreto, los profesores funcionarios, como para cobrar diez veces lo que él, con apenas unas horas de clase más, por otra parte disfrutando de mejor horario que él. Qué cosa podría explicar eso.

El profesor asociado averigua, y se encuentra que los profesores funcionarios son casi siempre cargos de algo, y cuántos cargos hay en esta universidad, piensa Larralde, mareado. Casi todos los funcionarios son o han sido jefes.

El profesor asociado sigue pensando; a fin de cuentas sus esfuerzos le ha costado adquirir el reconocido prestigio que se le supone, eso sí, adquirido fuera de la universidad.

Y Larralde observa otra cosa. No sólo los profesores funcionarios tienen más ingresos, más ventajas y mejor horario, sino que algún que otro profesor asociado que anda por ahí es tan jovencillo que es imposible haya tenido tiempo de ser profesional y menos aún, de ganarse un reconocido prestigio en cualquier rama del saber. Y así es, se entera de que tales jovencillos no tienen más prestigio que el nombramiento digital realizado por algún profesor funcionario, preferiblemente catedrático o jefe de algo.

¿O sea —se dice perplejísimo Larralde— que mi puesto de profesor asociado es un chollo?

Inciso 4: lo que no habíamos dicho al lector es que los profesores funcionarios eligen libérrimamente sus asignaturas, o es que las tienen en propiedad. Más claro: cualquier Catedrático suele no haber trabajado jamás en lo suyo, o haber dejado de modernizarse hace ya veinte años, pero es dueño de su cátedra o plaza. Y alrededores. Escogen siempre las carreras y asignaturas más prestigiosas, qué menos.

Bien, el profesor asociado ya se ha respondido, esos jovenzuelos que tienen su mismo tipo de contrato, es que son amigos o favoritos de algún catedrático; ese era su chollo, y el del catedrático o profesor titular. Su corte de aduladores o los encargados del trabajo sucio, por lo general dar clases. Larralde se da cuenta de que a los profesores funcionarios no les gusta dar clases, dan unas doce horillas a la semana. Si tanto se repiten año tras año, ¿cómo es que necesitan el doble de tiempo para prepararlas? Ah, y muy bien montado, por ejemplo juntas las clases en un par de medias mañanitas a la semana, y desaparecen el resto. O se aprietan todas las clases del curso entero en un solo cuatrimestre, y luego (o antes) gozan de las vacaciones de verano, y así ni pisan la universidad en medio año. Y qué decir de los Catedráticos, mayúscula, siempre ilocalizables excepto para portar ceremonia o yantar con políticos, cuando no en sus prósperos asuntos propios.

Y de vez en cuando se cambian los Planes de Estudio. Así : según el profesorado disponible, dado el caso se cambian los nombres de las asignaturas, tendencia complicarlo todo, y eso es un nuevo Plan de Estudio. Muy largos, costosos y complicados de hacer, siempre más caros que el anterior, siempre con peores resultados que con los Planes viejos.

Un día el profesor asociado Larralde, llegando a su nuevo campus, lleno por las mañanas y vacío por las tardes —razón por la cual no se anuncia transferir profesores y actividades a las tardes sino otra opción, más cara, construir otros edificios para las mañanas— oye la palabra investigación.

Y se dice Larralde, eso debe ser. Los catedráticos, los profesores titulares, todos los demás, ay, todos excepto yo, están muy ocupados en eso. Se dedican a la investigación, hablan mucho de ella. Eso era, eso explica todo. No me han invitado a eso, qué raro, pero sin duda la investigación lo explica todo.

Los funcionarios no dan clases (las dan sus ayudantes, o nunca) jamás están, no atienden a los alumnos en clases magistrales y apenas en tutorías, es verdad, pero investigan, era eso, pensaba Larralde. Por eso consiguen una reducción de horario, pero no de salario ni de antigüedad, para hacer tanta investigación, tanta tesis doctoral en horas de trabajo, tanto congreso, tanto programa. Si es que incluso he leído por ahí que a la Universidad se le encargan estudios (pagados aparte) para la Administración —nunca me los han encargado a mí, pero más me vale, con el trabajo que tengo en el despacho, y más me vale, que de ahí como— se consoló Larralde. Y a todo eso, ¿qué aplicación tendrán esos estudios (pagados aparte) encargados a esos profesores funcionarios, tan hiperteóricos? —Bueno, mejor no preguntaré eso, se respondió Larralde, volviendo a la palabra mágica, investigación.

Sí, la profesora ML, profesora titular, lleva doce años a jornada reducida, pero es que está haciendo una Tesis Doctoral que dejará perplejo al mundo. Hará un resumen, se lo disputarán las editoriales. La profesora ME lo mismo, lleva once años haciendo su tesis doctoral, esperada con ansia por todos. La profesora BE y su tesis doctoral, le ha costado ocho años, qué brava, la terminó hace tres, y ahora mismo circula por el vacío pasillo (a propósito, surcado casi en exclusiva por profesoras, pero esos son otros temas). Oiga, profesora titular BE, ¿cuándo le publican su tesis, que me gustaría leerla? —le pregunta cortésmente nuestro Larralde. Imposible publicar, ni siquiera un resumen, a nadie interesa, fue la respuesta de la profesora BE.

Con todo, a lo mejor por eso se ponen tan exigentes con quienes pretenden iniciar el doctorado, será para no compartir las ventajas, se dijo Larralde.

Pero, ¡si esto no encaja! —resumió Larralde a solas—. ¿Por qué tanto desatender los profesores a la docencia y tanto dedicarse a la investigación, si la investigación universitaria sólo puede ser de nivel básico y peor aún, nadie ajeno a la universidad se interesa en los frutos de tanta investigación, tanta tesis, tanto doctorado, ¿estará confundido el mundo y yo con él, o estará confundida la universidad, y las profesoras ML, ME, MB, con él? ¿Qué frutos tiene esa investigación para la sociedad, que a fin de cuentas la paga?

Y el profesor asociado termina su temporada de perplejidad. Mis queridos colegas no dan golpe y siempre piden más y más y cada vez trabajan menos. Ni golpe, está claro, veamos si alguien más trabaja aquí.

Bueno, trabajarán los alumnos, se responde el profesor asociado. Pero no serán los míos, que jamás morir de esfuerzo, pero claro, la edad… No culpemos a los alumnos, que todos hemos sido jóvenes.

Pero Larralde sí pensó en sus alumnos. Cuando les pregunta por alguna reciente noticia relacionada con su propia carrera, no la conocían siquiera y había que explicarles noticia y antecedentes. Cuando pregunta si compran libros de texto o algo, la respuesta es no, ¿libros?. Por otra parte, en las clases magistrales los alumnos copian a toda velocidad sus apuntes, sí, pero me acabo de enterar que ni los guardan al subir de curso.

Y qué exámenes me hacen. Loritos. Si es que no saben hacer ni un resumen. Si es que cuando les pido un trabajo de algo se lo copian de algún libro o de internet, como si no les hubiera pillado alguna vez. Si es que estudian solamente la semana víspera de cada examen, o menos. No, definitivamente, no trabajan los alumnos. Saben ser jóvenes, eso sí, pero no saben ser universitarios. Ya que lo pienso —se dijo Larralde— parece que muchos sobran. Si cuento a los que les tiene sin cuidado trabajar en lo que estudian …

Y Larralde ve la luz al fondo de un pasillo. ¿Quiénes trabajan en la universidad? Sí, los administrativos, que no paran de hacer papeles que casi nadie lee.

Ellos. Aunque, últimamente… será eso, será que se están contagiando. Que todo lo malo se contagia.

Si es que todo este mundo vive en una cápsula… si se lo pagaran, estarían en su derecho, pero cuántas mentiras, cuánto gasto.

La experiencia universitaria de Larralde ha sido de quince años. La propuesta de Larralde no es complicada : que cada cual se dedique a lo suyo, y tanto bien lo haga, tanto tenga de recompensa. Y si no, señálesele la puerta de salida. Obviedades:

Dado que los profesores son profesores, convendría que principalmente se dedicaran a la docencia : dar clases, atender a los alumnos en tutorías, entregarles apuntes hechos ya, hacerles grupos de trabajo, señalar objetivos, todo eso.
Dado que todo eso requiere un horario, parece razonable que se dediquen a ese horario: vacaciones totales de un mes al año, jornada completa, salario completo. Sea de 35 horas o de 40, eso es, lo que fuese habitual, general. Si quieren cargos, sea con algún simbólico plus, pero no con medro de su dedicación docente. Es que están ahí para trabajar como profesores, saben. Y los alumnos, para ser atendidos.
Dado que en una universidad generalista no puede hacer sino investigación básica, abandonar la farsa. Un docente no tiene por qué ser investigador, ni éste tener la menor cualidad docente.
Dado que la universidad es un pozo sin fondo de recursos ajenos, que comience a sustanciar lo que pregona. Racionalidad, eficiencia, eficacia, explicación del gasto. Deje de presentar turbios presupuestos de pedantes nombres.
Dado que en la universidad sobran tantos alumnos que no quieren ser universitarios, complázcaseles. Una buena oportunidad es actualmente, pues disminuyen, por el fomento de la formación profesional y por el aumento del empleo. Datos que, dicho sea de paso, desvelan a qué se ha dedicado la universidad en los últimos años: a alumnado seudouniversitario. Esto es, se desvelan tantas falsas universidades.
Dado que en la universidad sobran tantos profesores que no quieren ser profesores, satisfágaseles. Si el alumnado disminuye, es lógico que se hagan cuantos despidos y expedientes de regulación procedan.
Ah, y lo dice un profesor asociado (teóricamente, quienes deben introducir la práctica, el mundo externo, en la universidad). ¿Para qué sirve un profesor que no conozca el mundo externo? Para nada. Sobra. Si un profesor de Empresariales no está en una empresa, si un profesor de Arquitectura no ha construido ni la caseta de perro de su vecina, si un profesor de Periodismo no escribe ni las esquelas… que se apunten en el INEM, o que trabajen alguna vez en la vida.

¿Podría valer la regla del 10? Que el diez por cien del tiempo de los profesores sea para tutorías, el resto, clases. Que el diez por cien del número de profesores, sea el número límite para los cargos : si 500 profesores, 50 cargos y carguitos son más que suficientes. Que el 10 % del tiempo, sea vacaciones, el resto, trabajo. Que cada año salga de cada universidad el 10 % profesoral peor evaluado. Que… Vean el jugo que puede dar de sí ese porcentaje…

Realmente, llevo años pensando que en la universidad española sobran la mitad de los alumnos y dos tercios de sus profesores. Su inmenso gasto sin fondo (salarios y pensiones, edificios, montajes y chiringuitos diversos), consume recursos que deberían volver más directamente a la propia sociedad, sin la sangría de tanta farsa universitaria: a la enseñanza primaria, enseñanza media. A la investigación, pero llevada por investigadores.

Por cierto, evítese un coladero : las Universidades privadas; nunca serán la solución. Per se tendrán siempre escaso nivel: pues venden títulos, son pura imagen. No se pueden permitir muchos suspensos, porque un suspendido no se podrá matricular el curso siguiente, dos millones menos de cobro por cada uno. Al menos en eso, la universidad pública no puede ser muy objetada.

Y para final, una idea revolucionaria, de coste cero —o incluso, probablemente signifique una grandiosa reducción de costes. Organizado el saber, que el alumno elija su profesor, o profesores. Los profesores se habrán juntado por afinidades de saber. Y la universidad y las autoridades extraacadémicas (que son las que pagan), puesto los controles de calidad; evitado así el coladero, los alumnos elegirán los mejores profesores. Pues bien, el resto —dado que cobrarán, todos, en función de su número de alumnos— penarán su nulidad. Es que, directamente, sobran.

Entonces ya, ¿a qué cátedras vitalicias con cátedros obsoletos desde hace treinta años? ¿a qué, ya, oposiciones y monsergas? ¿a qué, inventarse cargos y carguitos universitarios? ¿a qué, vacas sagradas, plazas vitalicias en propiedad de vagos? ¿a qué, tanta clasificación entre catedráticos, titulares, adjuntos, ayudantes, auxiliares, becarios, asociados, ad honorem? ¿a qué, dar un máximo de diez o doce horitas semanales de clase y huir el resto de la semana? Bien motivados estaríamos todos, entre profesores buenos y profesores malos.

Juan Larralde es el seudónimo de un profesor asociado en una universidad española. Este artículo recoge casi quince años de su experiencia. Y algunas propuestas

Juan Larralde | 09 de febrero de 2005

Comentarios

  1. Cayetano
    2005-02-09 10:12 Hace una porrada de años (82-83 del siglo pasado) di un curso en la universidad (que conste que no tengo titulación para aspirar a puesto de profesor universitario, pero si algunos conocimientos), aunque no tuve mucho tiempo de relacionarme con el profesorado si percibí algunas cosas. Veo que no han cambiado mucho. Mi postura en este tema es y ha sido siempre clara, si alguien desea adquirir conocimientos la Universidad no es la única alternativa. Aunque, en el caso de la española, es un buen comienzo para iniciar carreras que lo ayuden a uno a vivir cómodamente como funcionario. Tambien facilita un título que complementa el curriculum y abre ciertas puertas.

    Tambien hay que ser justos, en algunas universidades se trabaja bien, hay buenos profesores aunque como en toda institución “oficial” alcancen puestos altos (con responsabilidad o poder de decisión) los mediocres. Los buenos profesores hacen su trabajo a pesar de sus “jefes” o las circunstacias.

    Etc.

    Muy interesante el artículo, pero quisiera señalar que tambien hay Conocimiento fuera del ámbito (institución) de la Universidad.
  2. Marcos
    2005-02-09 10:38 Cayetano, dos cosas: una es que parece obvio que se trata de generalizaciones: en todos los sitios hay excepciones, aunque en la Universidad española esas excepciones tienen doble mérito porque la estructura misma de las clases hace muy difícil ejercer la docencia de un modo distinto. La otra es que, creo yo, el hecho de que NO sólo en la universidad está el conocimiento es una obviedad.

    Saludos.
  3. Cayetano
    2005-02-09 11:18 Hola Marcos, tienes razón. Primera, es cierto que al profesorado (en general) le entregan un guión que ha de seguir a rajatabla. Segundo, es obvio que el Conocimiento tambien está fuera de esa película conocida como Enseñanza. Aunque lo que en teoría puede parecernos “obvio” en la práctica no lo es tanto (de hecho hay colas enormes en las ventanillas pidiendo plaza para conseguir título, no necesariamente conocimiento).

    Entendido el “Conocimiento” como la adquisición de habilidades para utilizar herramientas que se usen para resolver problemas, o inventar otras nuevas.

    Lo que señalo es que, ni la Escuela ni la Universidad, han existido siempre como hoy lo entendemos, que ambas se han “institucionalizado” y que no hay muchos ejemplos de iniciativas privadas (En España) que hayan conseguido crear “centros
    educativos” al margen del concepto “Institución Educativa”.

    ¿Son imposibles aquí Escuelas al margen del Estado? Pero debatir, o que yo diga nada o algo, es poco práctico. En mi opinión, quien desee Conocer tiene otras alternativas, tambien quien quiera compartir ese conocimiento. Si tan obvio es ¿porqué no flocecen centros independientes con profesores en desacuerdo con el modelo actual?. ¿Hay alguna Ley que lo prohiba?.

    Escucho demasiadas quejas y veo pocas iniciativas, la oferta de calidad (por tan obvia) sigue siendo escasa. Y así seguirá durante muchos años y así nos va. Pero hay alternativas para los “alumnos” : emigrar a un pais donde la oferta sea mejor.
  4. Marcos
    2005-02-09 11:29 Cayetano, dices:

    «¿Son imposibles aquí Escuelas al margen del Estado? [...] Si tan obvio es ¿porqué no flocecen centros independientes con profesores en desacuerdo con el modelo actual?. ¿Hay alguna Ley que lo prohiba?.»

    Pues por lo que yo sé sí, sí hay leyes que lo prohiben. O dichi de otro modo: para montar un centro educativo cuyo título sea homologable ha de ser aprobada la propuesta por el Estado, y no hace falta decir qué parobarán y qué no. Y si su título no es homologable, no sirve para el tipo de conocimiento del que se está hablando aquí.

    Saludos.
  5. Cayetano
    2005-02-09 11:50 Marcos,

    No quiero dar información personal, así que hablaré en claro-obscuro. Conozco de primera mano dos iniciativas, en las que los “alumnos” que participaron en ellas no tenían “homolagación” pero al saberse que habían participado o “estudiado” en ese ámbito puntuaba nota muy alta entre los “empleadores”.

    Ambas iniciativas, todo hay que decirlo, salieron adelante gracias a que los promotores (uno vivo y dos ya muertos) tuvieron los suficientes cojones (usando lenguaje militar) de resolver múltiples zancadillas “institucionales”. Con todo me pregunto que sentido tiene pasar el “control de calidad” impuesto por el Estado. ¿Garantías de que un licenciado en medicina, por ejemplo, no te vaya a matar?. Un lío :)

    Resumo, que se me acaba la “hora del bocadillo”, en mi opinión creo que hay una percepción equivocada de lo que en realidad puede ofrecer la universidad. Personalmente creo que es útil como complemento, pero por desgracia su funcionamiento “burocrático” hace perder mucho tiempo al alumnado. Más flexibilidad en los programas permitiría disponer de más tiempo para que los alumnos se acercaran a las otras realidades. Pero suponer a un alumno “apasionado por conocer” es tambien una excepción. En todo caso cuidar de que esas excepciones no se malogren en un mar de indiferencia y mediocridad.
  6. Cayetano
    2005-02-09 15:33 Es difícil encontrar documentos en la red que ayuden a entender y complementen o ilustren lo que quiero decir. Pero allá va, se imaginan a una Universidad española negando a Eduardo Chillida su entrada por carecer de título. O a Ibarrola , pues bien varios de los responsables de este “acoso” siguen como funcionarios, confío en su pronta jubilación (por cierto dorada). Si encuentro más documentos los iré poniendo aquí, pero es difícil hallar algo que merezca la pena en un mundo donde las “buenas maneras” imperan, tras “buenas maneras” se esconden los instintos más básicos del ser humano. Eso sí, en el caso que nos ocupa, en un envoltorio que algunos confunden con “dignidad académica”.

    Ibarrola, como pueden observar, no solo fue acosado por los violentos (primero por policías franquistas y después por filo-etarras) además por presuntos compañeros de profesión. Algo similar ocurrió con Oteiza al que en vida se le negó capacidad. Etc.

    Pero casos de emigración reciente de gente capaz a otras universidades gracias a “burrócratas” calentando con el culo cátedras haylos. Pero mejor “lenguaje correcto” y “estructura de pensamiento universitario” por si acaso decido un día presentarme a oposición (ni pienso ni quiero pero por si acaso).

    A propósito de funcionarios, como decía cierta reina: ¡Qué les corten la cabeza! (# )
  7. el ojo daltonico
    2005-02-09 18:56 Ciertamente, el gasto publico en universidades es enorme, y la productividad pésima. Además, la universidad está masificada. Existe una endogamia enorme, y aunque ahora quieren disfrazar con el logotipo “calidad” cualquier iniciativa que lo unico que hace es aumentar la burocracia y disminuir la eficacia, las universidades españolas están a la cola de generacíón de conocimiento y de nivel alcanzado por sus alumnos. Demasiadas “actividades” alternativas, fuera de los currículos, que la convierten más en una agencia de viajes que en un centro de transmisión y generación del conocimiento. Hacen falta más profesionales de empresa implicados en la tarea universitaria, con una visión amplia de lo que se necesita, y menos “democratización”, eufemismo utilizado por los que creen que la universidad es una fábrica de títulos, y que pretenden equiparar a los alumnos con los profesores, o que creen que un alumno en sexta convocatoria tiene que ser forzosamente aprobado, aunque solo sea por su “tesón”.

    ¿Para cuando una auditoría seria sobre el gasto universitario? ¿Conoceremos los que pagamos impuestos cómo se utilizan, quién y dónde, dentro del campus?¿Es de recibo que un estudiante permanezca en un curso repitiendo “ad infinitum”, pagándole el Estado su hibernación?
    La Universidad debe ser una entidad selectiva, que permita a toda persona que se esfuerza (y tiene valía para ello) desarrollar una carrera; el acceso debe de estar restringido a esas personas, en principio, y en final. Ya el bachillerato se define como un estudio “selectivo”, y el problema de la FP actual es que no forma adecuadamente a los jóvenes que en un momento dado quieren acceder a la universidad, está orientada a que el joven en cuestión “busque trabajo”. Sería mucho más serio establecer una FP que permita recuperar jóvenes capaces para la universidad, pero claro, siempre que sea ésta última la que se dedique a recoger “sólo” a jóvenes capaces.

    En resumen, eficacia en el gasto, que no derroche que es lo que hoy en día existe. Racionalización e igualdad de oportunidades de acceso a la Universidad para todos los jóvenes, estudien FP o Bachiller, de la procedencia social que sea.
  8. María
    2005-02-10 15:26 Yo entré como profesora asociada en un departamento donde la jerarquía académica era muy alta (3 catedráticos, media docena de titulares y más de 70 asociados). Estaba recien licenciada y al parecer me seleccionaron porque mi curriculum estaba por allí y no estaba apadrinada por ninguno de las dos facciones que se disputaban en aquel entonces la dirección del departamento.

    Acudí a la reunión para elaborar el plan docente sin saber cuantas horas iba a dar de clase, ni de que asignatura, curso o carrera. Sólo sabía que mi contrato era de seis horas semanales. Acabé dando una media de 10 horas semanales repartidas de la forma más absurda posible en el tiempo y el espacio. Hubo un trimestre en que llegué a dar 14 horas semanales en tres centros diferentes,de cuatro licenciaturas y cuatro asignaturas distintas(algunas de licenciatura diferentes a la mía y de las que carecía de toda noción).

    Se me explico que era un momento delicado, que hoy por mi y mañana por ti, que el origen de todo estaba en los cambios producidos en los planes de estudios, otros profesores estaban “investigando”.... Al principio me lo tome muy en serio, me gustaba la docencia, menos la investigación (por el tipo de investigación que se realizaba). Fuí totalmente autodidacta, nadie me ayudó, me formó como profesor o me informó minimamente sobre la normativa universitaria. Sólo me dejaron los programas de la asignaturas y me lanzaron al ruedo de las clases.

    Dedicaba muchas horas a preparar las clases y a escribir artículos, informes, estudios, muchos de ellos “coordinados”, “firmados” y “cobrados” por otro. Yo aparecía como colaboradora. Intentaba hacer la tesis, pero lograr acabar los cursos de doctorado me supuso tres años (se suspendieron un año no se exactamente por qué razón). Luego la “tesina” (trabajo de investigación de fin de curso de doctorado) más de 450 páginas, con modelo teórico, estudio empírico a partir de una encuesta de elaboración propia (lo que daba “prestigio” a la investigación). Yo misma hice el trabajo de campo,buscar la muestra, entrevistarla a pie de calle, etc…..(el tema no me gustaba nada, pero era la línea del grupo de investigación y había que seguirla). Mi director apenas la leyó cuando estuvo acabada y decidió cambiar entonces el orden de los dos capítulos teóricos…...

    Poco a poco me fui aburriendo, desilusionando, agriando, ......
    Ahora, ocho años después sigo siendo asociada, aunque a ocho horas (mira tu que bien¡¡¡¡). Ya no hago el “tonto” de los primeros años pero tengo que aguantar malas caras. Sólo espero terminar la tesis (si me dejan) para marcharme….... Al menos quiero llevarme el doctorado. Del tiempo y esfuerzo perdido en estos años prefiero olvidarme.

    Para compensar, cuando ví que todo esfuerzo era inutil decidí aprovecharme de la flexibilidad de horario para ser madre y compatibilizar mejor el trabajo con el cuidado de mis dos hijos.
  9. Joaquín
    2005-02-11 02:20 Aporto mis granitos de arena en forma de experiencia docente e investigadora en universidad pública y privada, ambas dos.

    Por no ser demasiado tajante: la universidad no forma, no investiga, no fomenta nada. No solamente está encapsulada, sino que está muy a gusto encapsulada. Es, literalmente, una rama más de la función pública donde el resultado no importa, sino sólo la gestión. Eso, que en cualquier ministerio es lo normal, en la universidad es espantoso.

    Y no digo que no se haga investigación y docencia decentes, sino que la universidad, como sistema, no lo hace. Ni lo fomenta, ni nada. De todas formas, también es cierto que existe un ‘tapón funcionarial’ generado en los 80 que tardará en irse unos 15 años. Después de eso, veremos cerrar unas cuantas universidades y supongo que se reordenará un poco el mapa. En cualquier caso, ninguna universidad española es tal, al menos ninguna de las que conozco. Las hay políticas, históricas, autonómicas, y todo lo que se quiera, pero universidades, ninguna.

    De todas formas, recuerdo una ministra de Educación (¿o era Cultura?) que recomendaba a los licenciados españoles irse del país. Y lo decía en serio. Supongo que querría financiar la investigación en, un poner, Nokia.

    Para terminar: no solamente no sirve, sino que no quiere servir. Y los porcentajes me parecen generosos: sobran el 80% de alumnos y el 90% de los profesores. Lo que tenemos ahora es la guardería de los 18 a los 25+. Ni más ni menos. Pero es lo que el país quiere, no nos engañemos.
  10. Rafael
    2005-02-11 19:34 Como simple ex estudiante de la universidad española deseo dejar constancia de que estoy totalmente deacuerdo con el autor del artículo (que además me parece admirablemente bien escrito: un tema tan aburrido que he leído con sudores propios de quien lee una novela de suspense). Los profesores universitarios que he encontrado a lo largo de mi vida se podrían catalogar, más bien, como psicópatas pedagógicos. Lo que más me fastidiaba cuando acudía a sus clases esque cobraban un pastón por no hacer nada salvo putearnos, sentarse en una silla y leer el libro que traían de casa. Y, encontrarlos en una tutoria era tan difícil como encontrar el Santo Grial o las armas de destrucción masiva de Irak. Esa regla del 10 de la que habla el autor del artículo sería genial, así como que un comite defensor de los derechos del alumno actuara sobre estos profesores lacras.
  11. Asociado
    2012-06-05 14:08

    Muy acertado el articulo, teniendo en cuenta que son generalizaciones y que buenos docentes los hay en nuestras universidades, y son muchos.
    Pero lamentablemente, como asociado que soy, no entiendo como narices puede un titular cobrar lo que cobra por lo que hace. En mi departamento nos repartimos los grupos de trabajo entre 4 profesores, 3 titulares y yo, ¡ a partes iguales!. ¿Como que a partes iguales? si ellos cobran 3 mil euros y yo 400… . !Ah¡ ignorante de mi! que ellos son el coordinador de la asignatura, el jefe de departamento y el noseque del rectorado.. y ademas investigan!
    ANDA YA!


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