En Opinión & Divulgación se publican artículos de colaboradores esporádicos y de temática variada.
por Bruce E. Levine
www.brucelevine.net.
Traducción y notas de Manuel Haj-Saleh
Muchos estadounidenses saben que su país no es una democracia sino una “corporatocracia”, en la que nos gobierna una sociedad de empresas gigantes, la élite extremadamente rica y los funcionarios de un gobierno que colabora con las corporaciones. Demasiados de nosotros hemos sido pacificados por la cultura y las instituciones creadas por la corporatocracia.
Algunos activistas insisten en que este problema de pasividad política está originado por la ignorancia de los estadounidenses debido a la propaganda de las corporaciones en los medios de comunicación, y otros afirman que la pasividad política está causada por la incapacidad de organizarse debida a la falta de dinero. Sin embargo, las encuestas muestran que en los asuntos importantes de nuestro tiempo —desde guerras sin sentido hasta los rescates de Wall Street, la evasión fiscal de las empresas o el atraco de las compañías de seguros sanitarios— la mayoría de estadounidenses no ignoran la realidad de que les están jodiendo. Y la historia americana está repleta de ejemplos organizativos —desde el Ferrocarril Subterráneo a la Gran Revuelta Populista1, la sentada de huelga en Flint, las huelgas espontáneas de hace una generación— de rebeldes con éxito que tenían poco dinero pero muchas agallas y solidaridad.
La élite se pasa la vida acumulando dinero y tienen el poder financiero para sobornar, dividir y conquistarnos al resto. La única forma de vencer al poder del dinero es con el poder del valor y la solidaridad. Cuando recuperemos nuestra solidaridad y nuestras agallas, podremos elegir —e implementar— sabiamente estrategias y tácticas consagradas que los pueblos oprimidos han usado desde siempre para derrotar a la élite. Entonces, ¿cómo recobramos nuestras agallas y solidaridad?
1. Crear los “ladrillos” culturales y psicológicos para los movimientos democráticos.
El historiador Lawrence Goodwyn ha estudiado movimientos democráticos como el de “Solidaridad” en Polonia, y ha escrito exhaustivamente acerca del movimiento populista en los Estados Unidos que tuvo lugar a finales del siglo XIX (lo que él llama “el mayor movimiento democrático de masas en la historia americana”). Goodwyn concluye que los movimientos democráticos son iniciados por personas que ni se resignan al status quo ni se dejan intimidar por el poder establecido. Para Goodwyn los ladrillos culturales y psicológicos de los movimientos democráticos son el respeto individual a uno mismo y la confianza de la colectividad en sí misma. Sin lo primero, no creemos que seamos dignos del poder o capaces de utilizarlo sabiamente. Sin la segunda, no creemos que podamos tener éxito en la lucha para quitarle el poder a nuestros gobernantes.
Así pues, es el trabajo de todos nosotros —desde padres a estudiantes, a maestros, a periodistas, al clero, a los psicólogos, a los artistas y a TODO el que le importa algo la democracia genuina— crear el respeto individual a uno mismo y la confianza de la colectividad en sí misma.
2. Enfrentarse y transformar a TODAS las instituciones que han destruido el respeto a uno mismo y la confianza de la colectividad en sí misma.
En “Arriba, Levántate” detallo doce áreas principales, institucionales y culturales, que han roto el espíritu de resistencia de la gente, y todas ellas son “campos de batalla para la democracia” en los que podemos luchar para recuperar el respeto propio y la confianza colectiva:
Como hizo notar Ralph Waldo Emerson: “Todo lo que hacemos es correcto e incorrecto a la vez. La ola del mal inunda a todas nuestras instituciones de igual forma”.
3. Ponerse cada día, en todos los aspectos, del lado de los anti-autoritarios.
Podemos recuperar nuestro propio respeto y fuerza si recuperamos nuestra integridad. Este proceso requiere una transformación personal que supere nuestro sentido de impotencia y luchar por aquello en lo que creemos. La integridad incluye actos de valor que resistan a todas las autoridades ilegítimas. Debemos reconocer eso en prácticamente cada aspecto de nuestra vida diaria, podemos estar o bien en el lado del autoritarismo y la corporatocracia, o en el lado del anti-autoritarismo y la democracia. Específicamente, podemos cuestionar la legitimidad del gobierno, de los medios, de los religiosos, de las autoridades educativas y de otras autoridades en nuestras vidas, y si decidimos que una autoridad no es legitima, podemos resistirla. Una grandísima parte de la solidaridad viene de ayudar a otros que están resistiendo a las autoridades ilegítimas en sus vidas. Walt Whitman lo tenía muy claro: “Resistir mucho, obedecer poco. En cuanto deje de ponerse en duda la obediencia, seremos totalmente esclavos”.
4. Recuperar la moral pensando más críticamente sobre nuestro pensamiento crítico.
Mientras que necesitamos el pensamiento crítico para cuestionar con efectividad y desafiar a la autoridad ilegítima —y para seleccionar sabiamente las mejores estrategias y tácticas para derrotar a la élite—, el pensamiento crítico puede revelar algunas verdades incómodas acerca de la realidad, lo que puede resultar en derrotismo. Así, los pensadores críticos han de pensar igualmente con crítica acerca de su derrotismo, y darse cuenta de que puede amputar la voluntad y destruir la motivación, perpetuando así al status quo. William James (1842-1910), el psicólogo, filósofo y activista político ocasional (miembro de la Liga Antiimperialista que, durante la Guerra Hispano-Estadounidense dijo: “¡Que Dios maldiga a los EEUU por su vil conducta en las Islas Filipinas!”) tenía un historial de pesimismo y depresiones graves, que inyectó gasolina a parte de su enorme sabiduría sobre cómo superar la inmovilización. James, un pensador crítico, tenía poco estómago para lo que llamamos ahora “pensamiento positivo”, pero también llegó a entender cómo perder la fe en una posible victoria puede garantizar la derrota. Antonio Gramsci (1891-1937), un téorico político italiano y activista del marxismo que fue encarcelado por Mussolini, llegó a las mismas conclusiones. La frase de Gramsci “el pesimismo del intelecto, el optimismo de la voluntad” ha inspirad a muchos pensadores críticos, incluyendo a Noam Chomsky, para mantener sus esfuerzos ante los desafíos difíciles.
5. Devolver el valor a la gente joven.
La corporatocracia no sólo ha diezmado el movimiento sindical obrero de los EEUU, además ha roto casi totalmente el espíritu de resistencia entre los jóvenes estadounidenses —un logro incluso más terrorífico—. Históricamente, la gente joven sin responsabilidades familiares se han sentido más libres para desafiar a la autoridad ilegítima. Pero el sistema educativo de los EEUU genera miedo, vergüenza y deudas —los asesinos del espíritu de resistencia—. “No Child Left Behind”, “Race to the Top”2 y la tiranía de los exámenes estandarizados resultan en el tipo de miedo que destroza la curiosidad, el pensamiento crítico y la capacidad de resistir constructivamente a la autoridad ilegítima. Los maestros, los padres y los estudiantes rebeldes —de diversas formas, abiertas y encubiertas— ya han dejado de aceptar la escolarización corporatocrática. También hemos de dejar de avergonzar a gente joven e inteligente que rechazan ir a la Universidad, y en lugar de eso debemos recrear una economía que respete todos los tipos de inteligencia y educación. Mientras que la corporatocracia explota los préstamos estudiantiles, tanto para rascar en el dinero fácil como para romper la resistencia de los jóvenes, el resto de nosotros tiene que rebelarse contra esos préstamos a estudiantes y la servidumbre por contrato. Y los padres y los profesionales de la salud mental tienen que dejar de modificar el comportamiento y de medicar a jóvenes que están resistiéndose a la autoridad ilegítima.
6. Concentrarse en campos de batalla democráticos en los que la élite corporativa no tiene esa gran ventaja financiera.
El énfasis de muchos activistas está en la política electoral, pero la élite tiene una enorme ventaja en este campo de batalla, donde el dinero controla el proceso electoral de los EEUU. Al concentrarnos exclusivamente en la política electoral a costa de todo lo demás: (1) entregamos el poder si sólo nos fijamos en elegir a los líderes y acabamos dependiendo de ellos; (2) admitimos la idea de la élite de que la democracia consiste exclusivamente de elecciones; (3) descuidamos el hecho de que la democracia significa tener influencia sobre todos los aspectos de nuestras vidas; y (4) olvidemos que si no tenemos poder en nuestro lugar de trabajo, en nuestra educación y en todas nuestras instituciones, jamás habrá una democracia digna de ese nombre. Como dijo Wendell Berry: “Si se puede controlar la economía del pueblo, no es necesario preocuparse de su política; su política se ha vuelto irrelevante”.
7. Curarse del “abuso corporatocrático” y del “síndrome del pueblo maltratado” para ganar fuerza.
Los activistas se frustran rutinariamente cuando las verdades acerca de las mentiras, de la victimización y de la opresión no hacen a la gente libre para actuar. Pero cuando los seres humanos comemos mierda durante mucho tiempo, gradualmente perdemos nuestra autoestima hasta el punto de que nos volvemos psicológicamente muy débiles para actuar. Muchos estadounidenses se avergüenzan de aceptar que, después de años de subyugación corporatocrática, hemos desarrollado el “síndrome del pueblo maltratado” y lo que Bob Marley llamaba “esclavitud mental”. Para emanciparnos a nosotros mismos y a otros, debemos:
8. Unir a los populistas rechazando las divisiones políticas de los medios corporativos.
Los medios de comunicación corporativos dividen habitualmente a los estadounidenses en “liberales”, “conservadores” y “moderados”3, una división útil para la corporatocracia, porque independientemente de cuál de esos grupos es el ganador en las elecciones, la corporatocracia conserva el poder. Para derrotar a la corporatocracia, es más útil dividir a la gente en términos de autoritarios frente a anti-autoritarios, elitistas frente a populistas y “corporatistas” frente a “anticorporatistas”4. Tanto los anti-autoritarios de izquierdas como los anti-autoritarios libertarios se oponen apasionadamente a las actuales guerras de EEUU en Afganistán e Iraq, al rescate de Wall Street, a la ley PATRIOT5, al Tratado de Libre Comercio en América del Norte (TLC/NAFTA), a la llamada “guerra a las drogas” y a tantas otras políticas corporatocráticas. Hay diferencias entre los anti-autoritarios pero, como Ralph Nader y Ron Paul han debatido recientemente en público, podemos formar coaliciones y alianzas en estos importantes asuntos de dinero y poder. Un ejemplo de movimiento democrático anti-autoritario (en el que estoy implicado) es el movimiento por la reforma de los tratamientos de salud mental, que incluye a anti-autoritarios de izquierdas y a libertarios. Todos compartimos la desconfianza hacia la gran industria farmacéutica y el desdén por las pseudociencias, y creemos que la gente merece estar verazmente informada acerca de las opciones de tratamiento. Respetamos a Erich Fromm, el psicoanalista socialdemócrata, así como a Thomas Szasz, el psiquiatra libertario, ambos apasionados anti-autoritarios que se han enfrentado a profesionales de la salud mental por usar el dogma para coaccionar a la gente.
9. Unir a los “anti-autoritarios comodones” y a los “anti-autoritarios afligidos”.
Este continuo “comodones-afligidos” se basa en la magnitud del dolor que uno ha sufrido durante el día. El término “anti-autoritario comodón” no es peyorativo, sino que se refiere a aquellos anti-autoritarios que tienen la suerte de tener un salario decente y quizá incluso trabajos que les realizan, o plataformas desde las cuáles se pueden oír sus voces, o apoyos de la sociedad en sus vidas. Muchos de estos anti-autoritarios comodones pueden conocer que hay millones de estadounidenses que laboran en trabajos repetitivos con el fin de mantener su seguro sanitario, o bien oscilan entre dos trabajos mal pagados para cancelar sus préstamos univesitarios, pagar el alquiler o un coche, o que puede que no sean capaces de encontrar siquiera un trabajo repetitivo y mal pagado y en su lugar observan impotentes su deshaucio o la ejecución de su hipoteca, o la bancarrota sobre sus cabezas. Sin embargo, a menos que estos anti-autoritarios comodones hayan sido alguna vez parte de esa clase afligida —y recuerden lo que se siente— puede que no sean capaces de respetar completamente el estado emocional del afligido. El afligido necesita reconocer que los seres humanos se vuelven pasivos porque están sobrepasados por el dolor (no porque sean estúpidos, ignorantes o vagos), y para poder siquiera funcionar, a menudo se desconectan o de abstraen a sí mismo de este dolor. Algunos anti-autoritarios comodones asumen que la inacción de la gente viene causada por la ignorancia. Esto no solamente suena y huele a elitismo, sino que crea resentimiento en muchos de la clase afligida a quienes les falta la energía para comprometerse en cualquier tipo de activismo. Respeto, recursos y cualquier cosa que reduzca concretamente su nivel de dolor es mucho más probable que les proporcione más energía que una regañina. Esa es la lección de muchos movimientos democráticos, incluyendo la Gran Revuelta Populista.
10. No dejar que el debate divida a los anti-autoritarios.
El debate vehemente es la base de la democracia, pero cuando ese debate se torna en antipatía mutua y divide a los anti-autoritarios, acaba como un juguete en manos de la élite. Tal división entre anti-elitistas está por encima de la magnitud de cambio por la que habría que trabajar y que debería alabarse. En un extremo tenemos a gente que piensa que “algo” es mejor que nada en absoluto. En el otro extremo tenemos a gente que rechaza cualquier cambio si es mínimo y aboga por una transformación total. Podemos unirnos mejor haciéndonos estas preguntas: ¿Incrementa el cambio el respeto propio y la confianza colectiva, así como la energía del individuo para perseguir una democracia incluso mayor? ¿O más bien parece una capitulación que reduce el respeto propio y la confianza colectiva, y nos “desenergiza”? Utilizando el criterio de respeto propio y de confianza colectiva, los que creemos en la democracia genuina podemos debatir más constructivamente si el cambio aumentará la fuerza para ganar democracia o si va a reducir la intensidad del movimiento democrático. Respetar ambos puntos de vista de este debate aporta mayor solidaridad y mejores decisiones.
En resumen, la democracia no se ganará sin agallas ni solidaridad. Las acciones verdes sin riesgos, tales como comprar de comercios independientes, comprar en comercios locales, reciclar, separar la basura orgánica, consumir menos, no ver la televisión, etcétera… pueden ciertamente ayudar a combatir un mundo que se deshumaniza. Sin embargo, las revoluciones que realmente transforman las desigualdades fundamentales del poder y nos capacitan para sentirnos como hombres y mujeres antes que como niños y esclavos requieren riesgo, agallas y solidaridad.
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Artículo traducido y reproducido con permiso del autor. Bruce E. Levine es psicólogo clínico; su último libro es Get Up, Stand Up.
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La versión original puede leerse en: http://www.alternet.org/story/151018/
Notas
1 El Ferrocarril Subterráneo (Underground Railroad) era el nombre por el que se conocía a la red informal de liberación de esclavos en los Estados del Sur de EEUU durante el siglo XIX hasta el final de la Guerra de Secesión en 1865. A través de una red de pisos francos y rutas secretas, se ayudó a escapar a muchos esclavos afroamericanos hacia los Estados del Norte y Canadá, donde la esclavitud estaba abolida. Su miembro más relevante fue Harriet Tubman (1822-1913), ella misma esclava hasta 1849, quien tomó parte en la huida de más de 70 compañeros en la década de 1850. – Respecto de la llamada Gran Revuelta Populista no he conseguido encontrar referencias concretas, aunque todo apunta a que se refiere al movimiento populista generado a finales del s. XIX desde la llamada “Alianza de los Granjeros” en el Oeste de EEUU y el Partido del Pueblo, creado a partir de ésta.
2 “No Child Left Behind” (“Que ningún niño se quede atrás”) es una ley diseñada por la administración Bush, Jr. que, entre otras cosas, hace depender la financiación de las escuelas públicas de que sus alumnos saquen buenas notas. “Race to the Top” (“Carrera a la cumbre”) es una competición diseñada por la administración Obama que oferta financiación extra a las escuelas públicas que consigan superar una serie de criterios en términos de rendimiento, para lo cuál muchos estados deberían incluso cambiar sus propias leyes sobre Educación. Ambas leyes han sido objeto de fuertes críticas, especialmente entre los defensores de clases menos favorecidas, que además en el segundo caso acusan a la competición de promover el trasvase de alumnos de la escuela pública a la concertada.
3 En EEUU se llaman “liberales” a lo que en Europa conocemos como “socialdemócratas”; es decir, el concepto de liberal es opuesto en ambos continentes. El liberalismo europeo, en su acepción más difundida actualmente, se conoce en EEUU como “libertarianism” y sus seguidores, “libertarians”.
4 A falta de una palabra equivalente en castellano, les ruego que me perdonen el neologismo.
5 USA PATRIOT Act: Uniting and Strengthening America by Providing Appropriate Tools Required to Intercept and Obstruct Terrorism Act (Unir y Fortalecer a América Aportando las Herramientas Apropiadas Requeridas para Interceptar y Obstruir al Terrorismo). Ley ómnibus de 2001 diseñada por la administración Bush Jr. y aprobada por el Congreso de EEUU, creada a raíz de los atentados de septiembre de 2001 y fuertemente polémica debido a la gran cantidad de libertades civiles que recorta. Aunque la ley ha sido enmendada en múltiples ocasiones, diez años después permanece vigente.
2012-09-05 20:05
Debe ser por su sistema de administración que está tan desarrollado, no tiene problemas como los europeos, y todo el mundo quiere vivir allá.
Podrías haber puesto varios ejemplos de países que se manejen mejor para poder compararlos.