En Opinión & Divulgación se publican artículos de colaboradores esporádicos y de temática variada.
por Isaías Lerner
Nuestro executive officer José Del Valle me pidió que dijera algunas palabras en recuerdo y tributo a la memoria de Antonio Calvo, precisamente en este acto que todos los años celebra el final del académico con la presencia y las actividades de los ex-alumnos, hoy colegas en las universidades de Estados Unidos y del extranjero, desde Europa a Sudamérica.
Antonio Calvo llegó al Programa Doctoral en Español y Portugués (Ph.D. Program in Hispanic and Luso-Brazilian Literatures and languages) del Graduate Center de la City University of New York en 1997. Venía con un diploma de la Universidad Complutense de Madrid y habiendo ya cursado algunas materias en Ann Arbor Michigan y en la Universidad de Minnesota en Minneapolis.. Sus intereses intelectuales y académicos fueron siempre interdisciplinarios y comprendían cuestiones de lingüística hispánica, pedagogía de la enseñanza de lenguas extranjeras, teoría de la traducción y temas de literatura moderna y contemporánea. De hecho, inició con nosotros dos proyectos de investigación para su tesis doctoral. El primero, más orientado hacia problemas de lingüística histórica y enseñanza del español en el siglo XVI se proponía estudiar los “_Pleasant and Delightfull Dialogues in Spanish and English, profitable to the learner and not unpleasant to any other reader_” del inglés John Minsheu, publicados en Londres en 1599. Una excelente transcripción y edición con extenso Estudio Preliminar de Jesús Antonio Gil y reproducción del texto de la princeps apareció en Madrid, en 2002 y Antonio, con buen criterio, decidió abandonar el tema.
Su segundo proyecto sobre las traducciones de Langston Hugues del teatro de Federico García Lorca se convirtió en la tesis doctoral que defendió en mayo de 2006. Es un estudio que combina de modo particularmente novedoso, el tradicional trabajo de archivo con una base teórica contemporánea y rigurosa. Antonio siguió trabajando sobre manuscritos de Langston Hugues hoy en la New York Public Library del Lincoln Center y temas paralelos. Un último trabajo suyo, que tal vez no alcanzó a ver impreso, sobre la novela de Thomas Mann Tonio Kröger titulado precisamente Tonio Kröger y Harlem apareció en el número 89, de setiembre-octubre del 2010, de la revista literaria Clarín, de Oviedo.
A partir del año 2000 enseñó en Princeton y más tarde, luego de haber obtenido su doctorado, fue nombrado Director de los cursos de lengua española en el Departamento de español.
En estas semanas de festejos y graduaciones, la trágica muerte de Antonio Calvo adquiere dimensiones inesperadas. Sería cobardía imperdonable de mi parte no recordar que la jefa del Departamento de Español y Portugués de Princeton habló en este Programa Doctoral en la semana en que Antonio recibió noticia de su suspensión como Director de los cursos de lengua española. Dado el secreto institucional que rodea el caso, solamente puedo imaginar que ha sido la firmante de la carta con la noticia de su suspensión por parte de un comité de la Universidad. No puedo concebir ironías o desparpajos más punzantes.
A este propósito, nos recordaba el lunes pasado José del Valle, que este último domingo salió en la página editorial del NYT un artículo titulado “Your so-called education” en que se enfatiza el hecho de que, y cito : “The authority of educators has diminished, and students are increasingly thought of, by themselves and their colleges, as ‘clients’ or ‘consumers’”. Y añaden más adelante los autores de este excelente artículo: “On those commendable occasions when professors and academic departments do maintain rigor, they risk declines in students enrollments.”
En el caso de Antonio, el rigor profesional que exigía de los teaching assistants, alumnos graduados de Princeton, y lectores (lecturers), dio como resultado su suspensión como Director de los cursos de lengua española, y con ella, también la suspensión del proceso de cambio de visa para poder permanecer en el país.
Conocemos las funestas consecuencias de esta deliberada arbitrariedad administrativa que la universidad se empeña en mantener oculta. Por ello, tampoco puedo imaginar riesgo mayor en Princeton que el sufrido por Antonio cuando exigía de los teaching assistants y lecturers a su cargo el cumplimiento de sus deberes profesionales.
De Antonio Calvo nos queda, a los que fuimos sus profesores y a sus compañeros en el Graduate Center, el permanente recuerdo de su cálida personalidad, de su extraordinario sentido de la responsabilidad profesional que define la docencia y de su cometido intelectual de investigador de infrecuente talento y originalidad. A estas virtudes rendimos hoy emocionado homenaje que es también afirmación de la continuidad de nuestro cometido en defensa del avance del saber en las humanidades y de la trasnmisión de estos conocimientos.