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Un país de domingos grises. Se nos fue 'El pequeño'

Por Frunobulax

Ante la mirada del niño, un periódico es sólo una aburrida colección de esquelas; un desfile de letras muertas y fotos de señores enfadados; un gris muestrario de soporíferos ideogramas que los adultos se empeñan en comprender. El ritual dominical siempre era el mismo: el padre llegaba a casa con el diario, unos churros y el pan bajo el brazo. El tintineo de las llaves en el vaciabolsillos era un reclamo pavloviano para el niño, que corría en pijama a por el suplemento infantil, para sorber el colacao mientras untaba nutritivas historietas. Mientras la madre dejaba la paella al fuego y se arreglaba para dar el paseo familiar, el padre se establecía en su trono y repasaba de arriba abajo el muestrario gris, dando puñetazos en la mesa, gritando en voz alta improperios malsonantes y releyendo pasajes en voz alta, a la nada; porque la madre seguía en la cocina y el niño estaba ensimismado en el suelo, mirando las viñetas del suplemento, en pleno viaje astral por el mundo de los tebeos.

Pequeño País
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La imagen, en mi caso, era exactamente como la relatada, o al menos así la recuerdo: como un aséptico (y sexista) anuncio de paellas dominicales, salpicado de historietas. Desde que alcanzo a recordar, mis domingos están firmemente unidos a la lectura compulsiva del Pequeño País, un puñado de tebeos, cuentos y pasatiempos para niños, servido en grapa y coleccionable. Y así fue durante casi 30 años. La separata infantil del diario El País era el apéndice de colores que, desde mediados de los años ochenta, nos descubrió a los menores docenas de universos de fantasía, personajes, mitologías, epopeyas, chistecitos y artistas, muchos de los cuales han cobrado fuerza una vez que nos hemos hecho mayores. El Pequeño País fue un entretenimiento que acompañó a buena parte de los españoles que ahora tienen entre 10 y 40 años, y su desaparición, a muchos nos deja huérfanos.

El pasado domingo, el muestrario de esquelas del domingo venía algo más flaco, y ya completamente despojado de interés para los ojos del niño. Sin colores, sin historietas, sin fantasía, sin nada que echarle al colacao. El periódico vuelve a ser tan solo un calentamiento para padres y madres, una herramienta para que se den puñetazos en la mesa y se griten insultos. Y a juzgar por los comentarios que la noticia ha provocado en determinados foros, parece que de algún modo hay quien se empeña en ver en el cierre del Pequeño País un motivo de alegría. Parece que hay algunas personas mayores, realmente muy mayores, que se empeñan en comparar los tebeos infantiles con las ideologías y las conspiraciones de la prensa; se empeñan en relacionar viñetas con esquelas, historietas con asuntos gubernamentales, universos de colorines con ministros sin sustancia. Por más que los del puño en la mesa no quieran verlo, la desaparición de El Pequeño País es un asunto trágico para la infancia española, tanto como lo fue la desaparición del resto de suplementos que quisieron subirse al carro del éxito, como Gente Menuda del diario ABC, Los comics de El Sol o el Mini Mundo. El caso del Mini Mundo fue el proyecto más cercano al espíritu del EPP, y contó con numerosas historietas exclusivas de autores españoles conocidos por todos; el resto prácticamente se nutrían sólo de franquicias y traducciones de material ajeno. Pero el deceso del decano El Pequeño País tiene visos de verdadera tragedia, puesto que fue, si no el único, al menos sí el que más apostó por la producción autóctona original, y que nos fue trayendo cada domingo, bien historias autoconclusivas, bien de forma seriada, algunas de las páginas más importantes de la historia del tebeo español contemporáneo, como veremos a continuación. Y los amantes de este medio, los verdaderos amantes del Tebeo, sentimos una profunda desolación.

Los más jóvenes del lugar o los aficionados casuales, puede que cometan el error de recordar a El Pequeño como lo que era en su última reencarnación, los últimos años previos a su coup de grâce: un rinconcito en el periódico, entre las somníferas páginas color sepia, con tres o cuatro tiras cómicas sindicadas y una columna de pasatiempos para niños. Pero la Historia, con mayúsculas, de este suplemento, se escribió a lo largo de toda la década de los 90.

Faunas
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El génesis de El Pequeño, como lo llamaban cariñosamente sus autores, debemos situarlo el domingo 10 de abril de 1988. El Pequeño País existía desde unos cuantos años antes, pero era igualmente, igual que en sus estertores, tan solo 4 páginas a color insertadas en el diario. Pocas semanas antes de la fecha mencionada, y aún bajo la tutela de Daniel Gavela (actual director general de la cadena Cuatro), los integrantes de la plantilla responsable del futuro Pequeño País tal y como sería recordado, solían reunirse en la Cafetería Kasset, en el eje de la céntrica General Moscardó con la Plaza de la Basílica, un lugar que pillaba cerca a todos los implicados, sobrio, con cortinas y manteles “y posavasos color crema y marrón oscuro”. Aquellas tardes y aquel lugar cobijaron a Antonio G. de Santiago, Alfonso Azpiri, Ignacio Moreno, Carlos Parrilla y Antonio Perera, y fueron el germen de una revista infantil sin precedentes, de 16 páginas con grapas y repleta de historietas originales. Publicada en el diario El País, lo que la garantizaba varios cientos de miles de lectores cada semana, pero coleccionable de manera independiente. Todo sería orquestado por la batuta de Ana Bermejo, futura directora (hasta nuestros días), y autora de muchos de los textos, reseñas de libros, películas, discos o tebeos que contenían sus páginas de cartas y contacto con el lector.

Goomer
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Aquel lejano domingo de 1988 salía a las calles, impulsada por una fuerte campaña del periódico, el número 332 de El Pequeño, que suponía en realidad el primero de una nueva y flamante etapa, que vendría a revolucionar las infancias de todos nosotros. En ese primer ejemplar vieron la luz por primera vez las aventuras del viajero intergaláctico Goomer, obra del chileno Ricardo Martínez, que dibujaba desde Miami los disparatados y geniales guiones de Nacho Moreno, que fueron publicadas durante lustros antes de pasar a las páginas de la competencia, el suplemento dominical del diario El Mundo, donde sigue apareciendo hasta la fecha. Fue tal el éxito de Goomer que incluso llegó a tener una película de animación (dirigida por José Luis Feito y Carlos Varela en 1999). Goomer tomaba su nombre de un entrañable caracol de cuento llamado Gumersindo, y era un humano monstruoso, a ojos de los extraterrestres de un planeta repleto de seres anamórficos, de piel verde y pastosa. Curiosamente, Ricardo y Nacho se inspiraron en la madrileña Cafetería Kasset para retratar los locales hosteleros que visitaba Goomer en aquel lejano planeta.

Nacho se encargaría también, desde el principio, de los guiones de Mot de Alfonso Azpiri, el amigable y entrañable monstruo salido del armario que visitaba al joven Leo a través de su armario y le arrastraba hacia maravillosas y mágicas aventuras de todo tipo, desde castillos misteriosos hasta oníricos mundos de fantasía, pasando por los callejones de Nueva York o los rincones de Nuncajamás. Cualquier cosa que yo pudiese decir sobre el talento y la fama de Azpiri y la calidad de sus páginas, sería repetitivo y desorbitado, porque me cuento entre sus fans ciegos. Además, por suerte la creación de Azpiri y Nacho sigue gozando de una merecida fama, con su reciente reedición en lujosos tomos cargados de material adicional por parte de Planeta, la serie de animación que realizó Canal Plus en Francia o los permanentes rumores sobre futuras adaptaciones cinematográficas (crucemos los dedos) de nuestro internacional artista, creador de Lorna, a quien se le ofreció la oportunidad de introducirse en el mundo del tebeo infantil y nos dejó algunas de sus páginas de mayor calidad. Una vez que Azpiri realizó las 6 historias largas de Mot (“novelas gráficas”, lo llaman ahora los gafotas) volvería a colaborar en el Pequeño País con otra serie absolutamente deslumbrante de fantasía mitológica, El bosque de Lump, que seguramente volverá a gozar de reediciones y los niños de épocas venideras podrán disfrutarla como lo hicimos los fieles de El Pequeño en su momento.

Kareto
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Kareto era una historieta de una sola página que bebía gustosa de la escuela Bruguera, sobre un macarrilla de barrio vacilón al que le salían mal todas sus travesuras. Su autor, Antonio Perera, abandonó al personaje después de 60 desternillantes páginas, si bien seguiría en el barco hasta mucho tiempo después, encargándose de ilustraciones para las secciones de correo e información, antes de abandonar definitivamente la nave y los lápices.

Otras de las inolvidables historietas que formaron parte de aquel seminal cuaderno fueron Buana, una creación de Asun Balzola y Felipe Hernández, que contaba las aventuras de James James (James Dos para los amigos), un explorador en el recóndito África Marrón.

Oficina de Patentes
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Por su parte, otro de los fundadores, Carlos Parrilla, se hizo cargo de la deliciosa sección Oficina de Patentes, que recuperaba con el máximo respeto el espíritu de Los inventos del TBO y ese tipo de “máquinas imposibles” y creaciones al estilo de Rube Goldberg. Inventos locos como las “Manos despejacalles”, la “Máquina anti-humo”, el “Rescata-gatitos”, el “Pelahuevos Samurai”, el “Expulsa-perros”, etc., eran una de las secciones que más gustaban al abajo firmante, creaciones disparatadas ideadas por Parrilla, quien después de dos o tres años inventando sin pausa cambió los lápices por los óleos, y actualmente se dedica en exclusiva a la pintura naval.

También estaban los entrañables Potolos de Juan Carlos Eguillor, un dibujante que ya formaba parte de la plantilla en la anterior etapa del suplemento, y que aquí nos sumergía en el universo de unos mitológicos y surrealistas cerditos alados.

Leo Verdura
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Pocos meses más tarde entraría en nómina el inolvidable Leo Verdura, el simpático león vegetariano y sus compañeros selváticos, obra del fallecido Rafael Ramos, quien también tiene un lugar en la historieta española, y aunque su obra se vio recuperada en forma de tomos en los noventa, bien que le vendría a los niños del mundo, presentes y futuros, poder volver a leerla.

Emilio Urberuaga, conocido posteriormente por ser el autor de todo el imaginario visual de Manolito Gafotas, se encargó durante mucho tiempo de la última página, que componía un Diccionarioloco, de la A a la Z (de “Anodino” a “Zinc”), repleto de disparates ilustrados. Y posteriormente comenzó la serie Héroes del cómic, ocupando las portadas del suplemento durante todo 1989 y parte de 1990, que dio a conocer a la muchachada a los grandes personajes históricos del tebeo internacional.

Marco Antonio
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Otra de las creaciones originales para EPP que lograron mayor fama y posterior reedición (y también versión animada para televisión, como pasa con los tebeos más importantes) fue Marco Antonio, el malhumorado niño con poderes telepáticos, obra del conocido Mique Beltrán.

A lo largo de la década de los noventa, por las páginas de El Pequeño fueron desfilando infinidad de artistas muy conocidos, que realizaron historietas exclusivas para esta publicación. Como la versión de la Alicia carrolliana obra de Chiqui de la Fuente; Jurasy o Mónica del ínclito y llorado Manuel Vázquez in person; la deliciosa guía de campo Faunas de Joaquín Araújo y Manuel Sosa; Tin y Ton y sus juegos desde la portada, obra de Francesc Infante; la deliciosa La biblioteca de Turpin, primera gran obra para público infantil y juvenil de MAX, uno de nuestros autores más cotizados, se publicó también seriada por primera vez en EPP; igual que la onírica Anás de Pere Joan; las aventuras adolescentes de Los Revillos de Álvaro Ortega; o Detectives audaces de José Mª Beroy, por citar sólo a los autores que después tuvieron una trayectoria más amplia, o que en algún momento de sus carreras decidieron hacer un regalo a los niños y dedicarles unas páginas de aventuras… bien pagadas, y en un medio nacional, por supuesto. Toda esta ristra de títulos y autores merecería mayor detenimiento, y algún día alguien debería hacer una retrospectiva más seria y profunda en las historietas que fueron publicadas en las páginas del semanario. Y sobre todo, todos ellos merecerían ver publicado de nuevo todo este material.

El suplemento, como estamos viendo, lejos de ser un refrito de personajes conocidos por todos, envasado y servido al peso, cuidaba mucho los contenidos que ofrecía, y se decantó por dar una oportunidad a autores propios, siempre y cuando trajeran material exclusivo. Pero en sus páginas también había cabida para personajes mundialmente conocidos, como el resto de suplementos infantiles del mundo. Así, cada semana los niños también podíamos leer las aventuras de tiras de prensa sindicadas para niños (Garfield, Lupo Alberto, Calvin y Hobbes, Zits…), personajes clásicos de Disney (al principio, historietas cortas de Mickey y Donald que recordaban los tiempos del entrañable Don Miki; con el paso del tiempo, Disney fue ocupando más y más espacio en el suplemento, hasta casi comérselo en esta reciente etapa, y pudimos ver serializadas las aventuras de Mulan, Hércules y otros “héroes Disney” que ya conocíamos del cine), las infalibles viñetas de los más famosos personajes de Bruguera (Rompetechos, Sacarino, Doña Urraca, Anacleto y un largo etcétera), y alguna que otra obra de arte de la escuela franco-belga (los inevitables Tintín y Astérix o El pequeño Spirou, seguramente el mejor superviviente de la herencia Franquin, Peyo y compañía). Incluso hubo lugar para rarezas norteamericanas como algunos tebeos de Sergio Aragonés o las tiras cómicas semanales de Los Simpson. Todo este batiburrillo de tebeos archiconocidos convivían con las aventuras de los personajes patrios de nueva hornada, que encontraban en El Pequeño País su único hábitat para desarrollarse, en una época en la que a nadie parecían (ni parecen) importarle lo más mínimo ni los tebeos, ni la infancia, ni nada de nada.

Además de las historietas o los pósters (no los olvidemos, también realizados en exclusiva y por artistas de la talla de F. Ibáñez, Mordillo o Kano, aparte de los ya citados), si EPP significó y significa tanto para toda una generación de españoles, fue porque era un suplemento vivo, que nunca paraba de ofrecer información al joven lector y respondía a sus inquietudes. Desde el principio, siempre hubo lugar para el intercambio de amistad y de cartas entre los lectores, así como diferentes secciones de texto que se desayunaban con pasión cada domingo. Reseñas de libros, películas, videojuegos y discos (donde colaboraban los citados Ana Bermejo, Nacho Moreno y Antonio G. de Santiago, de quienes volveremos hablar, o los conocidos periodistas Javier Pérez de Albéniz y Santiago Alcanda, además de los ilustradores habituales de la casa), pasatiempos, concursos y juegos de todo tipo tenían lugar entre sus páginas.

Test
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Mención aparte merece el trabajo de Antonio G. de Santiago. Si Ana Bermejo fue la directora del proyecto y quien fue tirando de él desde su nacimiento hasta su reciente y lamentable ocaso (reducido ya a su esqueleto desde hace mucho), Antonio fue durante estos largos 20 años el alma en la sombra de El Pequeño País, el chico-para-todo y quien mantuvo encendida la llama hasta el último momento. Si ya estuvo presente desde el germen de la verdadera etapa del suplemento (e incluso ya había publicado alguna historieta muchos años antes), desde que El Pequeño se independizó del Mayor, De Santiago, con una pasión que pocas veces se ha visto en el tebeo infantil, una dedicación destajista y un talento encomiable, se encargó de los pequeños detalles, los que aparentemente pasan más desapercibidos y, sin embargo, son a menudo los más importantes. Durante estos últimos 20 años, Antonio ha venido firmando las páginas de pasatiempos, el Rompecocos o el Casos y cosas (donde fue desarrollando su propia técnica y creando sus propios juegos para niños, desde el “sumigrama” al “sudoku con puntas” pasando por la “pequesopa” o la “cascada de letras”), así como haciéndose cargo de secciones abandonadas y relegadas, como la citada Oficina de patentes o las Pequepesquisas que comenzara Urberuaga en los años 90s. Sin olvidar su ¿Sabías que…? o sus Test, que eran verdaderas lecciones de historia y curiosidades sobre la ciencia y las artes, que nos entraban por los ojos a través de sus deliciosos narizones de colores y que a mí, al menos, no se me han olvidado.

El Tebeo Informático
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Además de esto, durante muchos años, y con la ayuda de Nacho Moreno, Antonio se encargó también de la sección Tebeo informático desde 1988, la primera incursión de la prensa española en el mundo de los videojuegos. Esta sección fue una auténtica pionera en el mundo de la crítica de videojuegos, y Antonio se encargó personalmente, además de las ilustraciones y la mayoría de los textos, de escarbar en las entrañas de aquellos viejos juegos para Spectrum, Amstrad y Commodore que teníamos los niños de los años ochenta, y regalarnos cada semana trucos para obtener “vidas infinitas”, localizar pantallas ocultas y todas esas cosas. Hay que haberlos vivido para darse cuenta de la magnitud que tuvieron en aquellos años aquellos prototípicos ordenadores personales, y para comprender que aquella pequeña sección de El Pequeño País multiplicara de la manera como lo hizo la tirada del diario El País, y significara tal revulsivo.

Por si esto fuera poco, Antonio también se encargaba de la traducción y/o rotulado de muchas de las series extranjeras citadas, que no era por arte de magia que pudiéramos leerlas traducidas. En un mundo justo, el trabajo de Antonio G. de Santiago sería reconocido con vítores, loas y premios, pero en éste tiene que conformarse con haber entretenido a cientos de miles de niños españoles, que durante años leyeron sus historietas y aprendieron de sus enseñanzas, pero quizá no se fijaran siquiera en la firma.

Por todas estas razones, y por muchas otras (cada cual tendrá las suyas), la desaparición de El Pequeño País es una noticia triste. Como triste es pensar que muchos de mis coetáneos jamás disfrutaron de Bananas, de ¡Piratas! o de El bosque de Lump, ni tuvieran la ocasión de aprender 6 curiosidades cada semana sobre el mundo que nos rodea en el ¿Sabías que…?, y seguramente tengan mucho menos interés, de hecho, por el mundo que les rodea. Es triste pensar que algunos padres negaran a sus hijos la oportunidad de haber crecido junto a semejantes personajes y aventuras, porque pegaban los puñetazos a la mesa mientras leían otro periódico, y quizá no dejaban que éste cruzase el umbral de su puerta, no fuera que tuviese forma de monstruo dentudo que raptase a su hijo. Quizá era eso.

En cualquier caso, la desaparición de El Pequeño País, me consta, nos deja a muchos desolados, y es posible que algunos de los autores que pasaron por sus páginas (los que he citado y muchos otros de los que me olvido, y espero que lo sepan comprender y disculpar) no sean conscientes de la importancia que tuvo en nuestros domingos. Y los responsables de la prensa española, por más que se escuden en la palabra que empieza por “C” y que no pienso mencionar, o que pataleen viendo cómo el papel está siendo sustituido por otros medios más modernos (a los que no saben, ni por asomo, ni parece interesarles cómo llegar), me temo que desconocen la impronta que el tebeo infantil deja en sus lectores, y de qué manera es importante en sus vidas. Si los niños no tienen nada qué ver en la televisión, ni nada que leer en las librerías ni los kioskos, ni nada para llevarse a la boca los domingos por la mañana, mucho se está perdiendo la generación que viene. El Pequeño País cubrió buena parte de ese hueco en muchísimos niños españoles, que seguramente no vuelva a ser llenado.

Que descanse El Pequeño en paz, en algún lugar mágico repleto de seres de ojos saltones y colorines. Los domingos son mucho más grises desde ahora.

Frunobulax | 15 de abril de 2009

Comentarios

  1. paolo2000
    2009-04-15 13:49

    La verdad es que me siento un poco culpable de haber arremetido con cierto cinismo contra el Grupo Prisa y otras bobadas por el cierre de la sección y no haberme quedado con lo que significa la perdida en todos los sentidos… RIP

  2. juliacgs
    2009-04-15 15:38

    Qué bonito homenaje a nuestro Pequeño País. No podrías tener más razón. Yo aún guardo en un cajón de la buhardilla de mis padres un puñado de estas pequeñas joyas que alegraban mis domingos y que releí una y otra vez durante mucho tiempo después.

    Es cierto que cuando se fusionó de nuevo con el periódico serio fue como su primera muerte, yo lo sentí mucho, fue como hacerme un poquito más mayor.

    Aparte de todo lo que has mencionado en tu maravillosa entrada, gracias al Pequeño País, y parece que millones de años de la era internet, yo me escribía con doce años con una niña lituana cuyo colegio había colgado un anuncio en la sección “Cajón Desastre” del Pequeño País para buscarles a sus alumnos amigos por correspondencia. Todavía sigo manteniendo el contacto con ella en una amistad intermitente nacida a raíz de El Pequeño País.

    Son esas las cosas importantes que hicieron tan especial aquel suplemento, una puerta a un mundo mágico que excitaba nuestra imaginación infantil…

  3. total 13
    2009-04-15 15:44

    Madre mia, en el rato que he pasado con el artículo en ningun momento se me han quitado los pelos de punta. Cuando me enteré de la noticia no le di mayor importancia, seguía ojeandólo cuando caía en mis manos y poco más, como cuando ojeo el EP3 para ver si hablan de algun grupo que me guste. Pero es que mientra leia me iba dando cuenta de que a mis 28 años he crecido con todos esos personajes y menudo ataque de nostalgia, es más me acuerdo de que coleccionaba todos los cuadernitos y supongo que en algún momento yo o mis padres los tirariamos a la basura… que gran error, serían sin duda un gran regalo para mi sobrinico o futuros hijos si vienen algún día (uy que mal suena eso).

    Felicidades y gracias por el artículo!

  4. Marcos
    2009-04-15 18:00

    Qué grande, Frunobulax. Yo era ya un adolescente, y leía el periódico todos los días, pero recuerdo que siempre cogía la separata y me la leía de pe a pa antes que ninguna otra cosa; y recuerdo la tentación constante que era ese “cajón de sastre”, pero nunca me atrevía a dar el paso de contestar a alguien o de poner mi propio anuncio.

    Saludos

  5. Javier Alcázar
    2009-04-15 19:20

    Estupendo artículo, Frunobulax.
    Me gustaría hablar en privado de un asunto contigo. ¿Podrías escribirme a mi correo?

  6. Narbiz
    2009-04-15 19:22

    Fruno, usted SABE.

    Mot, Goomer, Marco Antonio y Leo Verduda. Menudo poker de ases.

    Y con ese “Si los niños no tienen nada qué ver en la televisión, ni nada que leer en las librerías ni los kioskos, ni nada para llevarse a la boca los domingos por la mañana, mucho se está perdiendo la generación que viene” me ha entrado una desazón…

  7. pierrepatan
    2009-04-15 20:23

    Yo tengo una buena amiga en Barcelona (¡Hola Laia!) que aún conservo desde los tiempos en los que le contesté una carta a su anuncio de EPP.

    Hacé tiempo que echaba de menos a Turpín, a Leo Verdura (que era mi favorito porque su autor se llamaba Rafa, como mi padre), a Mot, a Lump y compañía. Ahora echaré en falta a Gus y a las espinillas de Zits.

    Gracias Fruno por dejar constancia, y tan bien documentada, de este triste noticia.

  8. inquilino
    2009-04-16 11:52

    Comparto la desolación. Aunque mi desolación había empezado mucho antes: cuando el suplemento pasó se convirtió en esas cuatro exiguas páginas de periódico llenas de tiras sindicadas. Veía aquello en lo que se había convertido y recordaba cómo en su día esperaba impaciente la llegada del domingo para correr sobre el suplemento, deborarlo y archivarlo con amor en mi colección.
    No en vano fue a través de este suplemeno como conocí a personajes como Papirus o leí mis primeros tebeos de Moebius.

  9. Markus Trapp
    2009-04-16 13:28

    Estupendo homenaje al “Pequeño País”. Lo acabo de presentar a los usarios de la Biblioteca Virtual cibera en Alemania:
    Hommage an ‘El Pequeño País: http://blog.cibera.de/?p=153

    ¡Muchas gracias!

  10. El Guardián
    2009-04-16 15:42

    Buff!! Impresionante artículo y muy muy triste. Me ha dejado muy mal cuerpo, y eso que yo, como otros que han comentado ya, había dado por muerto al Pequeño País hace ya años, cuando dejo de ser lo que siempre debió seguir siendo.

    Noté su ausencia del periódico la pasada semana, pero como ya le digo que hace tiempo que su presencia sólo me servía de duro recordatorio de lo que otrora fue, no le di más importancia.

    Leyéndole ahora he vuelto a recuperar la memoria de lo importantísimo que fue en la vida de muchísimos españoles, actualmente entre los 20 y los 30, y por supuesto que se merecería reedición (y no sólo de sus obras más populares, sino del suplemento completo). Mot en tapa dura ya ha caído y Leo Verdura caería seguro.

    Como “La bola de cristal”, todo un hito infantil para una generación. Descanse en paz.

  11. mabarroso
    2009-04-16 15:42

    No soy un buen lector de periódicos, pero los domingos la cosa cambia con los suplementos. El Pequeño País es lo primero que leía. Y hace tiempo que dejé de ser un niño. Lo voy a echar de menos.

  12. Plumbeo
    2009-04-16 16:33

    Oye, que os recomienda, y con qué adjetivos, Arcadi Espada

    Y en Menéame: aquí

  13. Marcos
    2009-04-16 18:19

    Plumbeo, me he permitido editar tu comentario para activar las urls (y que no sean tan largas) y para cambiar la de Menéame, que apuntaba también a Espada. Gracias por los avisos.

    Saludos

  14. CARLOS ZZ ZERPA
    2009-04-17 02:40

    gusuuuuuu!!!
    maravilloso

  15. Zalo
    2009-04-17 17:05

    Excelente artículo. Me ha hecho recordar grandes momentos. Gracias.

  16. Manuel Haj-Saleh
    2009-04-19 20:23

    La defensora del lector de El País habla sobre la suspensión “temporal” de El Pequeño, aquí.

  17. listo entertainment
    2009-04-20 14:58

    bravo

  18. Andrea
    2009-05-04 03:35

    Un gran homenaje! Gracias de parte de una niña que tambiñen lo leía.

  19. Trastorillo
    2009-07-21 07:18

    Vaya flashback ha sido leer tu articulo. No recordaras por casualidad un comic en el que habia dos personajes, uno que se creia ciego porque llebaba un cazo en la cabeza. Normalmente llovia basura en su mundo, pero en invierno caian neveras enteras. XD .
    era de mis favoritos de semanal pero no recuerdo ni el titulo ni en cual lo publicaban.

  20. Maria
    2009-12-19 16:55

    Me has emocionado. Muchas gracias.

  21. Guillermo
    2011-01-28 20:40

    Qué maravilla de artículo. Soy un ex-lector de aquel suplemento, fan de Leo Verdura y de Mot, y de la hoja semanal de ‘Spiderman’. Me han entrado unas ganas irrefrenables de ir a casa de mis padres con tiempo, y ver si la tremenda colección de El Pequeño todavía está guardada en alguna caja o está perdida para siempre…

    Saludos y gracias.

  22. FeSta!
    2011-05-24 22:54

    hola! gran artículo, sobre todo por el seguimiento tan detallado del recorrido de EPP.
    Me gustaría saber, si alguien recuerda, cómo se llamaba una historieta que tenía un gran gato naranja y sus amigos como protagonista (no es gardfield), era un dibujo muy limpio y sencillo, y no recuerdo el nombre ni del autor ni de la tira…. me interesa especialmente porque estoy haciendo un trabajo sobre el gato en el cómic y éste era muy bueno.
    Muchas gracias


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