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Tenía unas piernas escultóricas: dos columnas perfectas sostenidas por unos zapatos elegantísimos de tacón alto. Las cruzaba casi con una perfección geométrica, donde el equilibrio sostenía el zapato a la altura exacta: la falda en el límite justo. Unas piernas acariciadas por una luz que se amoldaba a la curvatura de los muslos, que se enredaba en el comienzo del pie, que se hundía en los tobillos. Unas piernas de piropo. Para su edad, debería andar por los sesenta, mantenía un cuerpo esbelto, las manos preciosas y precisas, el pelo negro liso y compacto. Y luego si mirada: firme y fuerte, que leía lo ilegible, que descubría secretos a la vida, que escudriñaba las más recónditas esquinas de la palabra
Pidió güisqui para beber. La anfitriona, que vivía en una isla, (desde las ventanas se veían pasar barcos mientras la tarde navegaba hacia al rio de la noche) no tenía el tipo de soda que la mujer de las piernas de plata acostumbraba a poner en la bebida. Yo me ofrecí a buscar la soda deseada. Anduve pro varias tiendas hasta que la encontré. Me lo agradeció con una amplia y generosa sonrisa que no he olvidado.
Fue una tarde inolvidable. Hablamos de poesía, de Octavio Paz, del Perú, de su hijo muerto en un accidente de avión, de España. Palabras que tejieron un rio de sonidos de boca en boca con su aliento con sentido.
Por entonces estaba escribiendo Concierto animal. La muerte no tenía lugar en su cuerpo, pero la poeta, como buena profeta, sabía que la muerte algún día la destrozaría el cerebro, congelaría su sonrisa, haría ceniza sus manos y polvo su mirada. Haría añicos su corazón de madre y de poeta y de mujer. Por su cuerpo correrían “hormigas afanosas”. Un día moriría, pero un poeta nunca muere. Sí, ahora es polvo, pero está más viva que nunca. Su poesía áspera y como escrita con rabia la ha salvado. Se han ido sus dos columnas que sostenían un hermoso edificio clásico pero su poesía, la poesía de Blanca Valera, ha comenzado a caminar hacia la inmortalidad.
Quien sabe si al llegar a casa no fue la noche en que escribió este testamento escalofriante:
me sobrevivirán aguja vaso piedra
hormigas afanosas
me sobrevivirán
donde yo deje de estar pasará la sombra del sol
y muchas palabras de boca a boca
tejerán sin mi aliento sinsentidos
veo el árbol lleno de granos rojos
que ocupará tu lugar
mi hora suspendida
en el eterno crepúsculo que exhalo
todo esto y algo más que no veremos
sobre el mar que nos veía
ola suspendida estrella mortecina
vino empozado en tu mano
gesto que el aire enfría y diluye
témpano luminoso del corazón
que ausenta palpita
y nadie sabe por qué
se ahueca el aire
con su latido
(De Concierto animal)
Alguien que la quiso y la conoció mucho, que escribió de ella mucho y con hondura y que estaba cerca de ella al morir escribió esto ayer:
«La verdad es que no imaginé que lo iba a sentir tanto pues los familiares y amigos de Blanca esperábamos su muerte prácticamente desde que yo llegué aquí en noviembre, en particular durante el último mes, que fue de agonía extendida hasta lo intolerable. Es un alivio que finalmente su corazón se detuviera (un alivio para ella y para quienes la rodeaban viéndola consumirse interminablemente, sin conexión con el mundo). Pero insisto: pese a todo eso igualmente golpea el saber que ya no verás nunca más a esa persona que admiraste y quisiste.
No hubo ceremonias de ningún tipo pues la familia quiso eludir a los periodistas. Murió ayer y la llevaron casi de inmediato al crematorio, que queda en una carretera pelada, a 20 km. de Lima. No fui porque no tuve con quién ir y porque preferí quedarme con el recuerdo de mi última visita a Blanca, hace un mes y medio, cuando todavía fijaba la vista y quizás tenía algún grado de conciencia. Yo le hablé como si me comprendiera, con la secreta esperanza de que me hubiera reconocido, pues sabía que ésa era una despedida.»
Nadie nos dice como
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente
dar la vuelta.
Nadie nos enseña a morir.
H.B.
2009-03-15 12:15
Sí. La muerte, sueño eterno, se lleva toda inquietud y es luz que apaga de una vez el devenir. Los olores, que permanecen sin duda, nos rescatan del olvido. El olor es un lenguaje redentor. De todo, menos del dinero. Porque ya dijo Erik Satie: “El dinero no tiene olor; él, que podría tenerlo todo”.
Bss.
La hundida
2009-03-15 21:34
A mí me sorprendió no haber oído hablar nunca de ella cuando la leí por primera vez y la seleccioné para como una de la agujas, pero así están las cosas en el mundo de la poesía.
2009-03-16 04:40
Hermoso homenaje Hilario, sentidas palabras y todo un honor haber conocido a alguien “de mirada firme y fuerte que leía lo ilegible, que descubría secretos a la vida…”
Seguro que ahora ya liberada, habrá decubierto los secretos de la muerte.
Beatriz
2009-03-16 10:27
Dentro del obituarismo español, existe una tendencia muy en boga que consiste en escribir la necrológica en primera persona. Es decir, en vez de glosar al difunto, se narra con profusión de detalles lo bien que el obituarista se relacionó con el que cría malvas: yo fui, yo estuve, yo hablé, yo compartí, a mí me dedicó un libro. Como ejercicio onanista no está mal, pero convendría limitarnos glosar al muerto. No al vivo.
Y de ahí en adelante, el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
2009-03-16 10:42
Bello homenaje Hilario, a esta gran poeta, tan querida y admirada. Ya en alguna entrada de tus diarios nos diste noticia de ella, de sus piernas, de su poesía….Yo conocí su obra, relativamente hace poco tiempo, 2-3 años, en la edición de sus obras completas que publicó Círculo de Lectores “Donde todo termina abre las alas” y desde entonces, se ha convertido en libro al que acudir y releer de vez en cuando, para reconciliarme con la buena poesía.
Un abrazo
2009-03-17 17:26
Precioso homenaje, Hilario.
Ahí estamos todos: eslabones insignificantes de una larga historia.
Definitivamente ya nada es igual para ella. Pero sus palabras siguen vivas.
Un abrazo.
c.
PODERES MÁGICOS
No importa la hora ni el día
se cierran los ojos
se dan tres golpes con el
pie en el suelo
se abren los ojos
y todo sigue exactamente igual.
Blanca Varela
2009-03-18 01:38
Me gusta mucho el artículo de despedida a la poeta Blanca Varela. Tan diferente a lo que se escribe actualmente. Me gusta porque habla de la belleza externa e interna de la mujer y de la poeta. Con sed de guisqui y con otro tipo de sed. H.B. debería colaborar más a menudo en este sitio. Gracias por el homenaje de esta revista a la poeta Blanca Varela. !Cómo me gustaría haberla conocido y tener ahora un libro con su firma! Un saludo,