En Opinión & Divulgación se publican artículos de colaboradores esporádicos y de temática variada.
Alfredo Iglesias Diéguez
Viene de Historia del feminismo III. La lucha por la igualdad
Los años que transcurren entre la fundación de la (1864), la primera organización obrera de carácter internacional, y la (1871), la acción revolucionaria mediante la cual el pueblo de París, entre el que se encontraban mujeres como la anarquista , se hizo con el control del poder político, son decisivos en la toma de conciencia del proletariado, que, desde ese momento, que coincide con la culminación del proceso de construcción de los modernos estados nacional-liberales, abandona la alianza de clases con la burguesía, que caracterizara todas las revoluciones liberales anteriores (1775-1870), en favor de una estrategia de confrontación abierta con la clase dominante: la burguesía.
Paralelamente, el capitalismo de los últimos años del siglo XIX se vio profundamente afectado por una nueva crisis en 1873, que provocó un proceso de concentración del capital y, consecuentemente, el surgimiento de una nueva fase capitalista: el imperialismo, que debido a las nuevas condiciones de explotación y de concentración de la producción favoreció el activismo político y sindical del proletariado; prueba de ello son las grandes manifestaciones obreras que recorrieron los EEUU y Europa a finales del siglo XIX en demanda de una reducción de la jornada laboral, del descanso semanal…, de las que permanece en nuestra memoria colectiva la manifestación del 1 de mayo de 1886, que dio lugar a la actual conmemoración del 1º de Mayo como Día Internacional da Clase Trabajadora.
Fue, precisamente en ese contexto, en el que se produjo una profunda escisión en el movimiento feminista debido a que las mujeres procedentes de la burguesía, que centraron su lucha en la obtención de derechos políticos, especialmente del derecho al voto, tomaron partido por la burguesía frente a las mujeres procedentes del proletariado, que además de derechos políticos exigían derechos sociales y económicos, dando inicio a una etapa que llevaría a las mujeres, en muy pocos años, a la vanguardia revolucionaria, como fue el caso de las obreras rusas, que en 1917 dieron comienzo a la revolución rusa.
Pan y rosas: las mujeres en lucha
No obstante, la situación todavía se había de radicalizar más. Efectivamente, el 10 de enero de 1912, un grupo de mil mujeres de Lawrence (Masachusets), en esta ocasión liderado por del sindicato Trabajadores Industriales del Mundo (IWW), que centraba su actuación entre los inmigrantes, las mujeres y la población afroamericana, deciden cerrarse en la fábrica en que trabajaban para protestar porque su salario era menor que el que recibían los hombres; un feito que dio comienzo a un nuevo ciclo huelguístico en el que las mujeres se mantuvieron firmes, igual que la patronal. Con todo, debido a que el conflicto saltó a los medios de comunicación y llegó al Congreso, sobre todo como consecuencia de la brutal represión que la policía ejerció sobre las mujeres en huelga y sobre sus hijos, la patronal tuvo que ceder: las mujeres conquistaran una jornada laboral reducida y el aumento de salarios. En el transcurso de esas manifestaciones las mujeres difundieron un lema cargado de simbolismo: pan y rosas, en el que el pan representaba la seguridad económica y las rosas la mejora de la calidad de vida, una consigna que le inspiró un poema a James Oppenheim que terminó por convertirse en una de las canciones más populares del movimiento obrero norteamericano.
En la otra orilla del Atlántico, las mujeres también se movilizaron por la mejora de sus condiciones de vida; siendo precisamente en Europa donde las mujeres comenzaron a organizarse en el seno de los partidos socialistas a los que estaban afiliadas, lo que llevó a la fundación de la Internacional Socialista de Mujeres.
La Internacional Socialista de Mujeres
El 17 de agosto de 1907, en la ciudad alemana de Stuttgart, se celebró la primera Conferencia de la Internacional Socialista de Mujeres, a la que asistieron 58 delegadas de todo el mundo y en la que se designó a para ocupar la presidencia del secretariado internacional de la nueva organización, que tenía por objetivos inmediatos conseguir una mejora de las condiciones de vida de las trabajadoras y el derecho a voto.
En 1910, animada por los éxitos de las obreras norteamericanas e inspirada en la declaración del women’s day del Partido Socialista norteamericano, Clara Zetkin propuso, en el transcurso de la segunda Conferencia de la Internacional Socialista de Mujeres celebrada en Copenhague, la celebración de un día Internacional de las Mujeres para llamar la atención sobre las condiciones laborales de la mujer y la falta de derechos políticos; como consecuencia de esa resolución, en la que no se fijara un día de celebración, millones de trabajadoras europeas salieron a la calle el 19 de marzo de 1911 en recuerdo de las jornadas revolucionarias de marzo de 1848.
Un año después, en el transcurso del congreso Internacional Socialista de Basilea, que se celebró para analizar la guerra de los Balcanes y para fijar la postura de los socialistas sobre el imperialismo y la paz, Clara Zetkin, en nombre de todas las mujeres socialistas, pronunció un hermoso discurso en defensa de la paz, en el que destacó la necesidad de que las mujeres socialistas luchasen contra la guerra que afecta principalmente a los hijos del proletariado; si Lenin fuera el protagonista del Congreso de Stuttgart, Zetkin con su discurso de la guerra contra la guerra, fue la protagonista indiscutible del Congreso de Basilea.
La Revolución Rusa (1917-1924) y la emancipación de la mujer
En octubre de 1917, después del triunfo bolchevique, las mujeres soviéticas conquistaron la libertad y la igualdad, una conquista que culmina con la aprobación del código sobre el matrimonio, la familia y el cuidado infantil de octubre de 1918, un instrumento que pone fin a siglos de poder patriarcal e instaura una nueva doctrina basada en los derechos individuales y en la igualdad de sexos; asimismo, el código de trabajo de 1918 recoge las primeras medidas de conciliación familiar y de ayuda a la maternidad. Así, la nueva legislación soviética, impulsada sobre todo por , comisaria del pueblo de Asuntos Sociales y de la Mujer en el primer gobierno soviético presidido por Lenin en 1917, establece para las mujeres soviéticas el derecho al voto y a ser candidatas, el derecho al divorcio, el acceso a la educación universal y gratuita, a un salario igual que el de los hombres, a ayudas para aliviar las cargas familiares, el derecho al aborto libre y gratuito…
Asimismo, para garantizar la emancipación de la mujer trabajadora, Alexandra Kollontai organiza en 1918 el primer Congreso de las Mujeres Obreras de Rusia, del que surge la necesidad de fundar un departamento femenino de carácter gubernamental, el Zenotdel, fundado en 1919 y presidido inicialmente por , desde donde se trabaja por la mejora de las condiciones de vida de las mujeres rusas, combatiendo el analfabetismo y educando a las mujeres sobre sus nuevos derechos en el matrimonio, en la educación, en la asistencia y en el trabajo.
También, sobre todo gracias a la asombrosa capacidad teórica de Alexandra Kollontai o, entre otras de Inessa Armand, durante este intenso período revolucionario se estableció un riquísimo debate en el que el centro de la discusión era, no tanto los derechos sociales y políticos de la mujer sino la emancipación sexual de la mujer.
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Artículo publicado originalmente en gallego en el periódico Galicia Hoxe. Traducción del autor.
2007-04-22 02:59
felicitaciones por la página y los artículos. Hay algunos que son realmente soberbios! bravo!
Quiero preguntar si el texto sobre La Historia del Feminismo, de Alfredo Iglesias como autor-traductor, se termina con las cuatro secciones publicadas, o tiene más que saldrán luego. Porque me parece que, históricamente, el tema continúa.
Muy atentamente,
Guillermo Echeverria
2007-04-22 12:43
Continuará, continuará... los vamos pulbicando poco a poco…
Saludos