El 11 de cada mes es la cita con la historia, o mejor, con sus máscaras. Tal como Jorge III observa al pequeño Napoleón en la ilustración de la cabecera, Julio Tovar —cuya única religión es el culto a Clío— , cogerá su microscopio para radiografiar el pasado, capa por capa, y diagnosticar los cambios en esos bichillos tan entrañables llamados hombres.
“La disuasión es el arte de producir en el enemigo el miedo a atacar”
Dr. Stangelove en el film de Stanley Kubrick, ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú, Estados Unidos, Columbia, 1963.
Las últimas publicaciones y retrospectivas sobre la guerra fría nos suelen ofrecer un conflicto superado, del que pocas conclusiones pueden sacarse. Se pone énfasis en los aconteceres terribles, en los escenarios de destrucción, en las intervenciones militares… pero muy poco en el verdadero ámbito de toma de decisiones.
De hecho, el imaginario colectivo, siempre caprichoso, ha creado alrededor de los políticos de esta época una mitología que bebe de las películas que se realizaron en los años 50 y 60. Es conocido, incluso, que Ronald Reagan, ya en los 80, llegó a preguntar dónde estaba la sala de guerra, que creyó real al ver ¿Teléfono Rojo? Volamos Hacia Moscú. El estudio del periodo de manera precisa derrumba en parte esta imagen, pasando de ser los ámbitos de decisión individual más importantes que cualquier decisión colectiva alrededor de una especie de mesa de billar.
La crisis de los misiles es, de hecho, difícil de estudiar sin conocer a los protagonistas y sus motivaciones. Sea por el fracaso de Cochinos, sea por intentar consolidar su posición en el Politburó, los personajes de esta crisis unen sus motivaciones personales a las políticas. Los 13, para Robert Kennedy, o 14 días que pudieron cambiar el mundo son en cierto sentido uno de los periodos más característicos del conflicto, y nos pueden dar las claves sobre este enfrentamiento.
La disuasión es el motor del decisionismo político en todo el conflicto, pero especialmente en esta crisis. Se juega con las intenciones del enemigo, no pensando tanto en la aniquilación, sino más bien en la reducción de su influencia. El miedo es la llave de esta disuasión por la cual las relaciones políticas se establecen. El miedo no tanto a las víctimas (los departamentos de seguridad realizaron conteos sobre víctimas en un posible conflicto), sino más bien a un posible conflicto dominó que desembocara en una guerra mundial. De hecho, la instalación de los misiles en Cuba, que Fidel Castro ha considerado a posteriori una imposición, parte no de la búsqueda del conflicto, sino más bien de un cálculo político destinado a contrarrestar la puntería del presidente americano.
Guerra en todos los ámbitos, tal como afirma Julio Salom en su obra pionera de 1957:
“La guerra fría se está entendiendo ya, por uno y otro lado, como un abierto desafío entre contrapuestos sistemas sociales que, bajo la fórmula de coexistencia, se despliegue por el mundo en formas ideológicas y económicas y no con medios bélicos.“
Se juega con lo que los especialistas han llamado MAD, esto es, Mutual Assured Destruction: la destrucción de los dos contendientes en una futurible guerra, lo que en un juego de lógica haría impensable una guerra total. Ese es el discurso implícito de McNamara todavía finales de los 60:
“¿Está la Unión Soviética intentando seriamente adquirir capacidad de un primer impacto contra los Estados Unidos? Aunque esta es una pregunta que no podemos responder con certeza absoluta, creemos que la respuesta es no.
En cualquier evento, la pregunta en sí misma es —en un sentido— irrelevante: los Estados Unidos mantendrán y, donde necesariamente se tenga que reforzar para ello las fuerzas de represalia para cualesquiera sean las intenciones o acciones de la Unión Soviética, la capacidad segura de combatir cara a cara contra su sociedad.”
Esto, inédito en tiempos antiguos, cobra relevancia en la guerra nuclear, siendo el arsenal balístico precisamente el elemento que puede llevar al temido holocausto nuclear. Es precisamente la desigualdad de los arsenales en este periodo (59 – 61) la que obliga a Nikita Jrushov en un juego político a realizar la operación cubana. Otros motivos también fueron el siempre conflictivo tema berlinés o el elemento previo de disuasión por parte de EEUU en Turquía.
Causas, en definitiva, que desembocaron en el periodo más tenso de relaciones entre los Estados Unidos de América y la Unión Soviética.
La cadena de acontecimientos
Se inicia así una frenética carrera entre sendas potencias por obtener la supremacía armamentística. En junio de 1961 se reúnen John Fitzgerald Kennedy y Jrushov en una entrevista que mostró claramente las diferencias entre los bloques. Más tarde, Moscú amenazará con la firma de un tratado de paz con Alemania Oriental a finales de año, con lo que pondría fin a los derechos de acceso de Occidente sobre Berlín. Kennedy reaccionó enérgicamente manifestando lo siguiente:
“Estamos allí (en Berlín) como consecuencia de nuestra victoria sobre la Alemania nazi, y nuestros derechos básicos derivados de esa victoria comprenden tanto nuestra presencia en el Berlín Occidental como el acceso a través de la Alemania Oriental (…) Así pues, nuestra presencia en Berlín Occidental y nuestro derecho de acceso al mismo no puede cesar como consecuencia de ningún acto del gobierno soviético (…) no podemos permitir y no permitiremos que los comunistas nos expulsen de Berlín.”
La respuesta soviética fue casi inmediata y el 12 de agosto el gobierno germano oriental decretó el cierre de la frontera berlinesa y mandó construir un muro de cemento para separar ambas zonas de Berlín: el símbolo fáctico del telón de acero que creó Stalin. Además, Moscú volvió a reanudar sus pruebas nucleares con una escala sin precedentes, provocando una creciente brecha en el equilibrio bélico en octubre de 1962.
Uno de los escenarios más significativos de esa confrontación fue sin duda Cuba, de cuyo régimen Washington recelaba, no sólo por su acercamiento a la Unión Soviética, sino también por su papel como fuente de inestabilidad en la zona. En enero de 1962 ante las presiones norteamericanas, Cuba es expulsada de la Organización de Estados Americanos. Las presiones económicas y diplomáticas se incrementaron hasta el punto que el gobierno de la revolución cubana temió por su supervivencia.
Castro, como consecuencia, buscará la ayuda de la URSS con su objetivo básico: la independencia nacional. He aquí el factor, la chispa, que habría de quebrar la lógica del MAD. Esto es, el imperativo de la independencia cubana por encima de cualquier consideración bélica; la introducción de una partícula inestable en un juego de lógica que desestabilizaba por completo el balance de poder.
Entre julio y agosto de 1962 los norteamericanos fueron detectando un fuerte aumento de barcos soviéticos que se dirigían a Cuba. El malestar venía, incluso, de antiguo: las decisiones de Castro respecto a la nacionalización de los intereses azucareros, que fueron casus belli ya en 1898, en Cuba llevarán a la primera brecha con EEUU.
En estas circunstancias, la administración estadounidense empieza a considerar a la revolución cubana un serio peligro, no sólo por la proximidad de un régimen potencialmente aliado con la Unión Soviética, sino, además, por el miedo a que se convirtiera en el modelo de inspiración para otros países (en abril de 1961 Fidel Castro, receloso anteriormente, había declarado su filiación comunista). Esta progresiva “sovietización” de la sociedad cubana fue llevada al cine de manera fidedigna con la elocuente Memorias del subdesarrollo (1968), brillante película primeriza de Tomás Gutiérrez Alea.
En estas circunstancias, la cuestión cubana está cada vez más presente en EEUU. Eisenhower ordenó en su mandato ya la financiación de organizaciones paramilitares que trataron de desestabilizar al régimen cubano tanto dentro como fuera de la isla, rompiéndose así todo tipo de relaciones entre ambas potencias. La nueva administración Kennedy se encuentra con un grave deterioro entre los dos países que culminará con una ruptura total en 1961.
Como consecuencia, cuando Kennedy llega a la Casa Blanca, la operación para desembarcar fuerzas anticastristas ya estaba en marcha. Ese mismo abril de 1961 los voluntarios cubanos contrarios al régimen castrista son reclutados y entrenados por la CIA. En total unos 1500 hombres formaban la brigada 2506, sin la intervención del ejército norteamericano, y en la práctica su intervención, la llamada “Invasión de Bahía Cochinos”, fue una escaramuza inútil en términos políticos. La derrota fue muy mal acogida por la opinión pública, e hizo aparecer a Kennedy como una persona indecisa intentando derribar al régimen castrista con una fuerza clandestina.
Para apaciguar los ánimos, Kennedy llegó a declarar públicamente que la progresiva instalación en la isla de misiles soviéticos tenía más bien carácter defensivo y no ofensivo, expresando, no obstante, su firme compromiso de actuar si la Unión Soviética intentaba introducir armas ofensivas en Cuba. Tal y como señala Allison Graham:
“Si bien Bahía de Cochinos fue un débil intento, la Unión Soviética tenía razones sustanciales para creer que los Estados Unidos podrían intentarlo de nuevo y mejor. Bahía de Cochinos llegó a demostrar que los Estados Unidos podían llegar a actuar.”
Estaba claro por parte de la URSS que si EEUU iniciaran una acción contra Cuba, los soviéticos debían actuar primero para disuadirla, y la decisión fue enviar misiles a Cuba como respuesta a ese peligro. Pero también existe un segundo factor ya citado: responder a los misiles balísticos de alcance intermedio Júpiter (IRBM) en Turquía. Jrushov en sus memorias lo confirma:
“…ya iba siendo hora de que Estados Unidos se enterara de qué significaba tener su propio territorio y su propia gente amenazados”
Combinaciones de factores, la decisión de llevar armas a Cuba no corresponde a una bravata del premier soviético, sino más bien a un cálculo que incluía la defensa cubana, la respuesta a los misiles turcos y evidentemente la superioridad nuclear estadounidense.
Los trece días
“No bromees con la idea de una intervención americana en Cuba”
Frase recogida por el embajador soviético de un encuentro privado con prensa de Kennedy, Rusk, Taylor y Martin, “Telegrama del Embajador Soviético a la URSS” en Cold War Internacional History Project del Woodrow Wilson International Center for Scholar , 18 de octubre de 1962.
Para 1962, los distintos departamentos de inteligencia vinculados a los EEUU recibieron informaciones vagas sobre la instalación de misiles soviéticos en Cuba. La CIA creyó ver en esto una renovación del sistema antiaéreo de Cuba, una forma más sutil de evitar una intervención norteamericana ante los dos fracasos anteriores. Se temió, especialmente luego de que McCone (Director de la CIA) lo llegara a anunciar, que estas baterías antimisiles dieran paso a baterías antinucleares.
A pesar de estas precauciones, Kennedy convocó una reunión del Consejo de Seguridad Nacional el día 23 de agosto haciendo caso a los temores de McCone. Allí se realizará un plan de acción en función de una posible instalación de misiles nucleares en Cuba. Kennedy llegó a requerir la forma de retirar los misiles nucleares Júpiter en Turquía. Se vieron también diversos planes de invasión cubana, esta vez con colaboración norteamericana directa. Septiembre verá correr la especulación sobre la presencia de misiles nucleares, tanto por interpelaciones en el Senado; pero Robert Kennedy, Fiscal General, obtuvo la seguridad del embajador Drobynin de que toda arma instalada en Cuba sería defensiva.
McNamara establecerá los distintas situaciones que llevarían a un ataque contra Cuba: acción soviética contra intereses occidentales en Berlín, evidencia de armas ofensivas en Cuba, un ataque contra Guantánamo (pequeña dádiva americana en territorio cubano desde 1903), aviones o buques fuera del espacio territorial cubano, revuelta en Cuba con petición de ayuda, proselitismo cubano respecto a la subversión en otros lugares del hemisferio occidental y sobre todo el decisionismo del Presidente de intervenir en la isla.
Dorticós dará la respuesta poco después el 8 de octubre en la Asamblea General de las Naciones Unidas:
“Si se nos ataca, nos defenderemos. Repito, tenemos los medios suficientes como para defendernos; tenemos nuestras armas inevitables, las armas que hubiésemos preferido no adquirir y que no deseamos usar”
El día 14 de octubre de 1962, un avión espía tipo U-2 de la Fuerza Aérea estadounidense sobrevuela la parte occidental de la isla de Cuba de sur a norte. Se trata de la primera misión del Comando Estratégico Aéreo, SAC, después de recibir la autorización de estos vuelos de reconocimiento de la Agencia Central de Inteligencia. El piloto de la aeronave, mayor Richard Heyser, toma fotografías que confirman las sospechas de Washington: misiles ofensivos.
Al día siguiente, el Centro de Interpretación Fotográfica Nacional en Washington analiza las fotografías e identifica, entre otros, los componentes de misiles balísticos de mediano alcance en un campo de San Cristóbal. Altos funcionarios del gobierno son informados de los descubrimientos, pero el consejero de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy, decide esperar hasta el próximo día para informar al presidente John F. Kennedy.
Cuando a las 9 de la mañana del martes 16 Bundy informa al presidente del trágico descubrimiento, empiezan los trece días más largos e intensos de todo el mandato de Kennedy. Ese mismo día, para abordar la crisis, el presidente conforma el “ExComm” o Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional. Existen dudas sobre el estado operacional de los misiles. Los 15 convocados estudiarán con carácter de urgencia las posibles medidas a adoptar; y se mantendrá el más estricto secreto, para que el fatídico descubrimiento no llegue a conocimiento de la URSS ni de la opinión pública antes de que se haya decidido cómo responder. El ExComm también analiza las posibles respuestas soviéticas. Al mismo tiempo, el premier Jrushov reitera que la actividad soviética en Cuba es de carácter defensivo y critica las bases estadounidenses en Turquía e Italia.
El 17 de octubre el embajador de EE.UU. ante la ONU, Adlai Stevenson, aboga por la vía de la negociación y propone el envío de emisarios para dialogar con Fidel Castro y Nikita Jrushov. El secretario de Defensa, Robert McNamara, es el principal adalid del bloqueo, pero sus críticos advierten que la medida no soluciona el problema y temen como respuesta un bloqueo a Berlín, Alemania.
Georgi Bolshakov, funcionario de la embajada soviética en EE.UU., envía un mensaje asegurando que las armas en Cuba son de carácter defensivo. Sin embargo, no ha sido informado por Jrushov de que, en efecto, se están instalando misiles balísticos de alcance mediano e intermedio. Al día siguiente, el canciller soviético, Andrei Gromyko, se reúne en la Casa Blanca con el presidente Kennedy para discutir la asistencia soviética a Cuba. Gromyko acusa a Washington de molestar a una pequeña nación y así justifica la ayuda de su país para contribuir a la defensa de Cuba. Kennedy decide no revelar su conocimiento de los misiles. Durante una reunión del ExComm, el consenso para el bloqueo empieza a resquebrajarse.
El 19 de octubre, en el Departamento de Estado se estudian las vías legales para imponer un bloqueo a Cuba. Los partidarios de un ataque aéreo empiezan a cambiar de parecer y los asesores del presidente Kennedy preparan un texto para anunciar el bloqueo. Estados Unidos formula estrategias diplomáticas y militares, que incluyen la elevación de los niveles de alerta y el intercambio de información con sus aliados de la OTAN. Durante una rueda de prensa, funcionarios del gobierno estadounidense dicen no tener información que sugiera la presencia de misiles en Cuba; también niegan que se estén tomando medidas de emergencia.
El día 20 se hacen los últimos ajustes al plan para un bloqueo. McNamara ordena preparar un posible ataque contra Cuba, pero Kennedy reitera que la “cuarentena” es la estrategia más adecuada. El embajador ante la ONU, Adlai Stevenson, sugiere ofrecer el desmantelamiento de misiles estadounidenses en Turquía y el retiro de la base en Guantánamo. Su propuesta es rechazada. Los servicios de inteligencia, por su parte, informan que los misiles en Cuba podrían ser lanzados a ocho horas de que se diera la orden. También se identifican, por primera vez, ojivas nucleares, pero se desconoce si están acopladas a los misiles.
Durante el día 21, El Comando Aéreo Táctico advierte que un posible ataque aéreo, a pesar de la experiencia en las misiones, sólo alcanzarían a destruir el 90%. Aunque los planes para un bloqueo están listos, Kennedy ordena preparar un ataque militar para la mañana del 22 de octubre. Las medidas contra las embarcaciones que se acerquen a la línea de cuarentena van desde disparos de advertencia a descargas para deshabilitar la embarcación.
Algunos de los principales diarios se percatan de la situación. Kennedy pide a los editores que se abstengan de publicar la noticia. El día 22 en un mensaje televisado a todo el país, Kennedy anuncia el bloqueo naval y advierte que el lanzamiento de misiles desde Cuba hacia cualquier país del hemisferio occidental sería considerado como un ataque de la Unión Soviética contra Estados Unidos y demandaría una represalia militar absoluta. La respuesta inicial del premier soviético, Nikita Jrushov, es ordenar a sus embarcaciones que sigan su viaje a Cuba. Antes, la Fuerza Aérea había ordenado vuelos permanentes de sus bombarderos B-52. Además, por primera vez en la historia, todas las aeronaves activas estaban equipadas con armas nucleares.
El 23 Jrushov envía un mensaje oficial declarando que las medidas estadounidenses constituyen una seria amenaza a la paz. Kennedy responde exhortando a la prudencia. Por su parte, Fidel Castro declara la alerta máxima y afirma que Cuba nunca se desarmará mientras EE.UU continúe con su política de agresión y hostilidad. Washington inicia vuelos bajos de reconocimiento sobre Cuba mientras que Moscú pone en alerta al Pacto de Varsovia. Una encuesta confirma que la mayoría de los estadounidenses aprueban el bloqueo, pero un número considerable opina que la medida conducirá a la Tercera Guerra Mundial.
El 24 de octubre a través del empresario estadounidense y amigo de Kennedy, William Knox, el premier soviético advierte que la URSS está preparada para hundir las naves estadounidenses que intercepten la flota soviética. La inteligencia estadounidense detecta a un submarino que escolta a dos buques soviéticos, pero otras naves parecen haber detenido su curso. Jrushov propone una cumbre con Kennedy para evitar una guerra nuclear pero insiste en que el bloqueo es un acto de agresión. Por primera vez en su historia, EE.UU. adopta la condición defensiva DEFCON 2, el máximo nivel de alerta antes de la guerra total.
A lo largo del día 25 el embajador de EE.UU. ante la ONU, Adlai Stevenson, mantiene un duro enfrentamiento con su homólogo soviético, Valerian Zorin, a quien le exige que responda a la denuncia de que la URSS desplegó misiles balísticos en Cuba. Naves estadounidenses interceptan al petrolero soviético Bucarest, pero le permiten continuar su rumbo, ya que no llevaba armamento. Se maneja la idea de una retirada de misiles estadounidenses en Turquía a cambio de los soviéticos en Cuba. El gobierno turco no acepta. Kennedy autoriza que los aviones bajo mando del Comando Aliado Supremo de Europa carguen armas nucleares.
El día 26 Kennedy considera que el bloqueo no está logrando su objetivo y analiza la posibilidad de una invasión o un intercambio. El presidente ordena planes para establecer rápidamente un nuevo gobierno en Cuba si se da una invasión. Estados Unidos pide a la embajada de Brasil en La Habana que comunique un mensaje garantizado que no invadirá Cuba. Castro, sin embargo, está convencido de lo contrario y ordena a sus posiciones antiaéreas disparar contra cualquier avión estadounidense que sobrevuele la isla.
El día 27 la CIA informa que las instalaciones de misiles de mediano alcance en San Cristóbal están en estado operacional. Durante el día, el ExComm discute la negociación en torno al intercambio de misiles turcos por cubanos. Un avión de reconocimiento U-2 es derribado sobre Cuba y su piloto muere. Kennedy ordena no tomar represalias. Estados Unidos redacta un comunicado al gobierno soviético garantizando no invadir a Cuba a cambio del desmantelamiento inmediato de las instalaciones. La cuestión de los misiles en Turquía sería considerada posteriormente. EE.UU. espera una respuesta para el día siguiente y no abandona la opción de invadir
Finalmente el día 28 en un mensaje radiofónico, Nikita Jrushov anuncia un alto a la construcción y el subsiguiente desmantelamiento de las instalaciones de misiles en Cuba, aliviando así la tensión. El presidente Kennedy ordena la interrupción de los vuelos de reconocimiento sobre la isla y permite la circulación de los buques soviéticos.
Sin embargo, Fidel Castro declara insuficientes las garantías de no agresión de Estados Unidos y pide, entre otras cosas, el levantamiento del embargo económico a Cuba. Era tarde: Goliat había dejado de proteger a David.
Tregua
El compromiso al finalizar los trece días fue poco satisfactorio para las dos partes. La URSS se resintió en buena medida de no hacer pública la promesa de EEUU de no invadir Cuba. Esto podría haber establecido una buena base para la propagandística del poder disuasor soviético.
En la lógica disuasoria que hemos explicado antes, las dos superpotencias lograron impedir un conflicto nuclear sin llegar a ver recortados sus ámbitos de decisión e influencia. A pesar de todo, el personalismo de Jrushov en la instalación de los misiles y su “cesión” sirvió en bandeja de plata su cabeza a los elementos más conservadores del Partido Comunista, cansados como estaban también de sus fracasos en la política económica interna. Leonid Brezhnev, que sería el siguiente líder en el Politburó, consideró a Jrushov un hombre débil, sin poder ni capacidad o templanza para tomar decisiones de política internacional.
El verdadero triunfador será Kennedy, sobre todo públicamente, que sacó al país de un conflicto casi seguro gracias a su doble juego entre la fuerza y la negociación. Posteriormente se ha reconocido también el talento de McNamara utilizando la lógica disuasoria nuclear, lo cual le sirvió para enmendar su desastrosa gestión inicial respecto al régimen castrista. El presidente norteamericano no disfrutaría mucho su triunfo: el 22 de noviembre de 1963 sería asesinado. A pesar del éxito, la actitud de los EEUU les haría llevar en una arrogancia del poder, según William J, Medland, del cual su más podrido fruto sería, evidentemente, el fracaso en Vietnam.
Los pactos posteriores derivados de la crisis nuclear llevaron a una distensión limitada, controlada más bien, seguida del discurso 10 de Junio de 1963 de Kennedy en el que llegaba a afirmar su deseo – poco sincero – de prohibir las armas nucleares. Diez días más tarde el célebre “Teléfono Rojo”, que tanto imaginario colectivo creó en la novela Pulp de los 60, quedaba establecido como canal común entre las dos superpotencias.
El conflicto, de nuevo, quedaba encauzado a la lógica de la disuasión, la lógica del miedo, esperando agazapado a que cualquier partícula inestable invocara en su paranoia, como hizo y auspició Castro para proteger la independencia cubana, la ruptura de esta tejida red de contrapesos.
Exactamente igual que en el guion de Stanley Kubrick y Terry Southern:
“Entonces, Dimitri, sabes como hemos hablado siempre de la posibilidad de algo vaya mal con la bomba…¡La bomba, Dimitri! ¡La bomba de hidrógeno! Bien, lo que ha pasado es…eh….uno de nuestros comandantes de base ha tenido una especie de…bien…una pequeña vocecilla en el cerebro.
Sabes, una pequeña avería, y ha ido y ha hecho una cosa estúpida. Bien, te diré la verdad de lo que hizo: ordenó a sus aviones…atacar tu país.”
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