El 11 de cada mes es la cita con la historia, o mejor, con sus máscaras. Tal como Jorge III observa al pequeño Napoleón en la ilustración de la cabecera, Julio Tovar —cuya única religión es el culto a Clío— , cogerá su microscopio para radiografiar el pasado, capa por capa, y diagnosticar los cambios en esos bichillos tan entrañables llamados hombres.
“Un buen científico se ha liberado de conceptos y mantiene su mente abierta a lo que es”
Tao Te Ching, Traducción de Stephen Mitchell, Nueva York, Harper and Row, 1988, pág. 27
El oriente próximo supone el canon común de ciencia preclásica en el sentido que establece las raíces, los conceptos, que darían pie a los avances griegos. Ahora bien, fuera del creciente fértil y específicamente en tres zonas (China, Mesoamérica e India) surgió una técnica autóctona, con un relativo retraso en relación a occidente, y que resulta fundamental para entender el progreso humano.
En este sentido, los avances chinos de inicios de nuestra era, que se establecerán en otro capítulo, como la pólvora o el papel, son basa de la técnica renacentista europea. Sin adelantar acontecimientos, este punto tratará de establecer una basa sobre estas regiones, cuyo conocimiento resulta desgraciadamente inédito en muchas monografías de la ciencia.
A lo largo del río amarillo
China ve aparecer agricultura y cerámica a lo largo del 6000 a.C., vinculada al arroz, y que derivará por la propia naturaleza a complejas obras hidráulicas. La aparición es prístina, no depende de la difusión, y crea una cultura propia, casi totalmente alejada de otros centros técnicos. Se logra una gran precisión hidráulica, y conocemos un ingeniero mecánico (Ma Jung) que para el siglo III a.C. crea un teatro de figuras a través de ingenios hidráulicos.
La técnica aplicada de metales se conoce para el segundo milenio antes de nuestra era, y aplican el hierro de manera tardía para el 600 a.C. La obra de metales está desarrollada, evolucionando del cobre rojo al bronce, esencial en el ejército. Existen artefactos de gran precisión metalúrgica, como la espada de Gou jian (datada del 771 al 403 a.C.). Está realizada con aleaciones de hierro, cobre o latón y es de gran resistencia. Los chinos descubren la ballesta en el 200 a.C., en la época de los reinos en pugna, que llegará a Europa en la Baja Edad Media.
Tienen, también, una astronomía desarrollada, con datación de eclipses para el 2173 a.C. En el 400 a.C. existe un documento, el libro de seda, que cuenta con una completa datación de los cometas. Es una astronomía mágica, en el estilo babilónico, asociada a un sistema místico-filosófico. Es, entonces, para los expertos en el campo:
“Una doctrina cosmológica totalmente desarrollada, en la cual el ying-yang y las fases como categorías del ch´i era herramientas por sus procesos y configuraciones complejas, aparecieron en el primer siglo a.C.” (VVAA, The Way and the Word…, pág. 198)
Se asocia a ciclos de creación y destrucción, con libro de los cambios, y vinculada a un completo, en épocas tardías, servicio civil. Se asocian pronto a las matemáticas, como se ve en Zhoubi Sunajing (V a.C.), que desarrolla cuentas avanzadas, y un curioso sistema epigráfico, contando con el número cero (que es establecido como un espacio en blanco). Bajo la dinastías Han se conserva el Jiuzhang Suanshu, un libro de problemas asociado a la geometría, que es de gran precisión y es paralelo a los avances helenísticos.
Poco a poco China desarrolla una gran burocracia, que asocia muy pronto a estos proto-científicos a la carrera cívica. Así:
“La población de China bajo el control del emperador se ha estimado en sesenta millones en el inicio de la era cristiana. El estado chino primigenio construyó graneros y mantenía ejércitos movilizados.” (VVAA, pág. 123)
La gran muralla, para el siglo II a.C y con objetivo de evitar las invasiones, es una muestra del desarrollo técnico de esta civilización. En este paso a nuestra era, luego del año cero, aparecerán instrumentos de gran precisión, como el astrolabio esférico, creado por Zhang Heng para el siglo I y que es coetáneo de Ptolomeo. Más importante, totalmente excepcional, es un sismógrafo primigenio, que resultaba una pequeña urna con ocho bolas que se dirigían a diversas bocas de dragón que indicaban puntos cardinales. El sismógrafo detectaba, así, la dirección del terremoto con precisión. Otro invento original, el globo, aparecerá en el siglo III a.C. con el nombre linterna volante. Este avance, en origen militar, se utilizará posteriormente en las fiestas como decoración.
Por último, en un sentido similar a la medicina egipcia, desarrollan un tipo de técnica aplicada a la cura, vinculada a la filosofía taoísta y que dura hasta nuestros días a través de técnicas homeopáticas como la acupuntura. Vinculada esta medicina a un sentido holístico del cuerpo humano:
“Los chinos tradicionales creían en la armonía de la naturaleza: la relación cercana entre el cielo (tian), tierra (di), y hombre (ren), las llamadas “tres fuerzas” (sancai). Su visión del mundo concebía una cooperación en armonía de todos los elementos del universo, surgiendo del hecho de que eran partes de una jerarquía de patrones orgánicos y cósmicos que obedecían los dictados internos de su naturaleza.” (YOKE HO, P., pág. 13)
En el paso a nuestra era, China entrará en la delantera técnica con los llamados “cuatro grandes descubrimientos”, que veremos en próximos capítulos.
India y Mesoamérica
El subcontinente indio, que lideró la revolución urbana con ciudades como Mohenjo Daro (2600 a.C.), es una zona de “colchón técnico” entre el próximo oriente y China. Con irrigación para el 3000 a.C., en el valle del Indo, desarrollan un sistema numérico, cuantificado y llegan a conocer el ángulo. Un poco más tarde, en el tercer milenio, Balakot desarrolla su propia metalurgia. Posteriormente, en la etapa védica del 1700 al 1100 a.C., aparece matemática avanzada, pitagórica, y medicina holística mística enlazada con los textos religiosos de los Vedas.
Fuera de este ángulo asiático, fundamental en los orígenes de la ciencia, el caso mesoamericano resulta interesante como exógeno y excepcional de desarrollo técnico. De desarrollo tardío, por su originalidad merece la pena citarse en este punto.
Primero, la llegada de la población en el 12.500 a.C., por el estrecho de Bering, verá un desarrollo prístino de la agricultura en la zona mesoamericana —verdadero creciente fértil americano— para el 1500 a.C. Se irán desplegando en esa zona culturas propias, como la Olmeca (del XII al VII a.C.), que establece calendario y escritura jeroglífica.
Teotihuacán para el 200 a.C. es un hito de la polis, cuyo origen son los complejos sistemas hidráulicos de irrigación asociados al maíz, con un desarrollado sistema de canales. No llegan a desarrollar el ganado ni la rueda, lo que dificulta la comunicación entre la cultura del continente. En contrapartida, desarrollarán la manufactura del hule (telar propio), domesticación masiva de la agricultura —gran interés en la botánica— y una compleja ingeniería palacial.
Los mayas, del siglo I al VII, desarrollan una escritura avanzada y especialmente un calendario de una precisión moderna. Este es un hito histórico y desarrolla una precisión matemática excepcional en el continente, con una matemática que ni siquiera los propios mayas usan para el comercio. Cuenta con decimales, presencia del cero, fracciones, 360 días… Afirma Thompson:
“Aunque de este pueblo nos han quedado tabla de multiplicación y cálculos complicados en que se emplean su cero y la notación de valores por posición, todos se refieren al calendario; no se conocen numeraciones de asuntos prosaicos como sacos de maíz, efectivo militares o recuento de almendras de cacao (la moneda principal de Mesoamérica).” (Thompson, pág. 218)
Los metales se utilizan de manera ornamental, conociendo la mayoría de aleaciones para el 4000 – 3000 a.C., aunque no llegan a conocer el hierro. El bronce aparece en 850 a.C. Fuera de Mesoamérica, al sur, la zona esencial en la minería es Perú, con desarrollo agrícola tardío y cuyas explotaciones de metales serán el origen de la orfebrería incaica.
Bibliografía
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