El 11 de cada mes es la cita con la historia, o mejor, con sus máscaras. Tal como Jorge III observa al pequeño Napoleón en la ilustración de la cabecera, Julio Tovar —cuya única religión es el culto a Clío— , cogerá su microscopio para radiografiar el pasado, capa por capa, y diagnosticar los cambios en esos bichillos tan entrañables llamados hombres.
“Si la luna es visible el primer día; habla confidente; la tierra será feliz.”
Enuma Anul Enlil, Reporte 10 del Vol. 8, recogido en HUNGER, H. , Astrological Reports to Assyrian Kings, Helsinki, Helsinki University Press, 1992
Existe un problema de etnocentrismo, de relativo desconocimiento de otras regiones con tecnología precisa, en la mayoría de monografías científicas de carácter histórico. En este sentido, se considera establecido que la praxis científica, las teorías alejadas de la religión, procede del periodo clásico griego en el siglo V. Afirma Geymonat entonces:
«La característica fecundidad de este “algo nuevo”, inventando por los griegos, y la amplitud de desarrollos a los que dio lugar nos autorizan a decir que la ciencia y la filosofía nacieron en Grecia.» (Geymonat, 1985, pág. 16)
Es cierto que se debe a Grecia, y específicamente a Aristóteles, la primera enunciación científica de los fenómenos, pero es difícil, y probablemente injusto, relativizar lo que podríamos llamar “saber mitológico” asociado a la astronomía o las matemáticas que tuvo lugar en los primeros imperios. Más aún, la industria de la tecnología, esencial para el mundo helénico como base, tuvo hitos en la historia humana en este creciente fértil, como la aparición de la rueda en el 5000 antes de nuestra era, en las primeras etapas de la civilización sumeria en Mesopotamia.
Childe definió de manera precisa la tecnología como “técnica aplicada” en su célebre libro sobre los orígenes de la civilización, pero Rudi Volti es más preciso al establecer que ésta es “…un sistema basado en la aplicación del conocimiento, manifestado en objetos físicos y formas de organización para la obtención de metas específicas.” (Olson, 2010, pág. 3). Esta definición más amplia y válida del saber científico nos obliga a retroceder en poco en el tiempo y establecer unas nociones de las industrias vinculadas al hombre prehistórico.
La técnica sin teoría
La primera técnica está relacionada con el Homo Habilis, que con sus apenas 600 centímetros cúbicos craneales pudo crear utensilios que le permitían despedazar carne. Esto forma la cultura olduvayense datada en más de un millón de años. Con la sucesión de antropoides los instrumentos evolucionan, creándose hachas bifaciales y del 100.000 a.C. al 40.000 a.C. florece la industria neolítica. En el 30.000 a.C. aparece una de las técnicas más revolucionarias, absolutamente fundamental en el devenir humano: el dominio del fuego. Por ese tiempo se da lo que es conocido para los antropólogos como la “revolución neolítica”, la cual llevará al dominio final de la agricultura, y con ella la acumulación predictiva de recursos, de trigo o maíz, clave para la aparición de la primeras ciudades y sedentarismo.
Los dos polos técnicos en este primer desarrollo serán en esta parte occidental Mesopotamia y Egipto, con caracteres muy diferenciados fuera de lo que podría verse en común tanto en sociedades agrícolas y jerarquizadas.
Mesopotamia, la tierra entre el Tigris y el Éufrates, será una sociedad belicosa, en permanente conflicto, dinámica, y cuyos avances técnicos tendrán como protagonistas la astronomía, y la guerra, mientras que Egipto será una sociedad relativamente estática, con un gran refinamiento, y cuyos avances serán específicos en medicina y geometría.
La tierra entre dos ríos
Los sumerios en Mesopotamia crearon los primeros elementos de una cultura para el 5000 a.C. cuyos hechos técnicos llegan hasta la actualidad. Establecidos en ciudades, todavía no amuralladas, y en un suelo de gran fertilidad van a establecer los fundamentos de todas las culturas del creciente fértil. Su escritura, cuneiforme en tablillas, da testimonio desde su inicio de los avances técnicos en campos como las matemáticas con su sistema sexagesimal, la astronomía y los inicios de la construcción. Afirma Moorey que fueron los propios sistemas de irrigación los que llevaron a la evolución de la tecnología:
“Las redes de sistemas de irrigación parece haber sido un estímulo de gran importancia para la innovación en tecnología relacionada. Como los elementos técnicos necesarios estaban realizados de materiales perecederos y aparecen poco en el arte, su desarrollo es siempre un tema en conjetura.” (Moorey, 1994, pág. 4)
Ciertamente, veremos el tornillo aparecer en el periodo neoasirio (1000 a.C. – 800 a.C.), y para los inicios de la época clásica griega, el siglo V a.C., ya se conocen elementos técnicos como la palanca, la cuña, el molinete y los sistemas rudimentarios de poleas. Es todavía una técnica artesanal, desvinculada a las academias, y afirma Klima:
“Los oficios artesanales se transmitían a menudo de padres a hijos. A veces, sobre todo en la época neobabilónica, los comerciantes de esclavos los llevaban a formarse en un taller para conseguir más rápidamente mayores ganancias por su trabajo.” (Klima, 1989, pág. 139)
La escritura cuneiforme, dependiente de los sumerios, tuvo casi siempre un fin técnico y comercial. Con ellos aparecen también las escuelas de escribas, todavía alejadas de cualquier interés filosófico lejano del intercambio económico. Aparecen bibliotecas para el 1100 a.C., y se cuenta que el despiadado Asurbanipal (668 a.C. – 627 a.C.) se congraciaba de conocer la lectura en tablillas encontradas en la bíblica Nínive. Aparecen diccionarios entre las distintas lenguas (sumerio-acadio, acadio–hitita…) como consecuencia del dinamismo migratorio de la zona.
El sistema de medida preferencial es la vara, y cuentan con una tradición astronómica conocida por todo el creciente fértil, y de gran precisión. Como dice Teresi:
“La astronomía mesopotámica constituye uno de los tratamientos sistemáticos científicos más tempranos del mundo físico. Los astrónomos antiguos, buscando encontrar el futuro por medio de los cielos, habían desarrollado un sistema complejo de progresiones aritméticas y de métodos de aproximación para el siglo cuarto antes de nuestra era.” (Teresi, 2002, pág. 115)
Vinculada a la magia, queda como testimonio el tratado Enuma Anul Enlil, para el 1595 a.C., y donde se establecen juicios entre científicos y místicos como éste:
“Si la luna cuando aparece lleva una corona: el arar de la tierra prosperará; el rey alcanzará el rango máximo” (Reporte 10 del vol 8, Swerdlow, 1998)
Nos han llegado a la actualidad nombres de astrónomos como Kidinnu, de época tardía (340 a.C.), que llegó a predecir con precisión las estaciones del años en tiempo de los grandes nombres griegos en este campo. Respecto al calendario, cuentan con un día dividido en 12 días dobles, solar, y verá aparecer el reloj solar. Este reloj, como es conocido, mide la hora por la sombra que se proyecta en una varilla.
Llegan a existir para el siglo noveno antes de nuestra era tratados embrionarios de especies y plantas, y unen la medicina a la religión, al Dios Enki, sin llegar a la precisión de los egipcios. Las aleaciones de metales son conocidas aunque dependen de la importación: su tierra no cuenta con gran riqueza mineralógica. El fierro, elemento clave en la guerras que dominarán el creciente fértil, aparecerá en fechas cercanas al 1100 a.C.
El don del Nilo
Egipto aparece en todas las historias del tiempo como una sociedad aislada, casi ajena a los intercambios comerciales del próximo oriente, y cuya incorporación y descubrimiento está siempre vinculada al dominio helenístico y romano. Sociedad más jerarquizada que la mesopotámica, sin ardid bélico que dinamice la ascensión social, ve subir y caer dinastías durante miles de años sin intervención extranjera conocida hasta tiempos tardíos. Sus avances, a pesar todo, recogen la herencia mesopotámica, y se une a campos más propios de sus intereses.
Primero, las tablillas son aquí sustituidas por el papiro, conocido desde el 3000 a.C., y que permite el mejor almacenamiento de la información escrita. Tienen un sistema matemático elemental (Papiro Rhind), decimal, aunque una gran geometría, debida a la parcelación agraria y los problemas de delimitarla con las inundaciones del Nilo. Conocen el ángulo, con un sistema de varas y codos, sin apenas sistematización filosófica. Tienen una orfebrería desarrollada, aunque es conocido que llegan de manera tardía al fierro.
Pero la gran fama de los egipcios se debe a su medicina, muy aguda para su tiempo, y que protagonizan sacerdotes especializados, con esa doble figura entre la religión y la ciencia. El Papiro Ebers, del 1650 a.C., es todo un tratado sistemático, no del todo acertado, de predicción y solución de las enfermedades. Llega, como se ve en este texto, a predecir el sistema circulatorio miles de años antes de Vesalio:
“El inicio del secreto del físico: el conocimiento del movimiento del corazón y el conocimiento de este mismo. Hay vasos en cada extremidad. Por eso cada físico, cada cirujano, religioso o exorcista aplica las manos en sus dedos a la cabeza, revés, manos, estómago (…) porque todas las extremidades poseen vasos, donde el corazón habla por cada uno de ellos.” (Traducción de Ebbell, 1937, pág. 115)
Tendrán, también, rudimentos alquímicos, conociéndose como en Mesopotamia la elaboración de cosméticos. Para el 1500 a.C. son capaces de trabajar el vidrio.
Bibliografía
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