Libro de notas

Edición LdN
Los poetas por LdN

Siguiendo la estela de la sección homónima de Almacén Los Poetas trata de reunir una pequeña colección de buenos poetas, aunque poco conocidos o apartados del parnaso oficial y editorial.

El continente poético

Por Alfredo Fressia
Pulbicado originalmente en la Revista Trópico, en portugués. Traducción para LdN de Germán Machado.

Es un divertimiento, claro. Elegir los diez poetas hispanoamericanos vivos que “deben” ser leídos, y que yo hiciese una especie de introducción “autoral”. Eso pedía la revista Trópico. Sólo podía ser un juego, de esos con libros e islas desiertas, y confieso que fue tentador.

La primera etapa de la tentación, ya activado el pecado, era la selección de los diez poetas. Nostalgia de los tempos en que había poetas centrales y periféricos. Había los poetas que nos representaban, que eran nuestros maîtres à penser, maestros en poetizar también. Había un canon indiscutido, ¿lo recuerdan? Neruda hacía su reinado absoluto en el continente. Hablo del tiempo en que todos esperábamos la Revolución —o alguna forma de Revolución— y también el último libro de Neruda o de Octavio Paz.

Ciertamente era emocionante encontrar un poeta —¿de Nicaragua? ¿de Venezuela?— y dar a conocer esa obra en un periódico, en una revista, mas todo era hecho en un mundo jerarquizado, pienso que jerarquizado también por grandes editoriales de Buenos Aires, de México y eventualmente de Caracas, con nuestra adhesión, porque estábamos acostumbrados a un mundo siempre “vertical”.

Después vino el desmontaje de esos relatos (hablando de “relatos”, Sartre también dejó de ser nuestro filósofo obligatorio, “central”), el mundo de la poesía se partió en estéticas varias y sin principio de autoridad plausible. Las academias, que nunca brillaron por la originalidad, adhirieron a los estudios culturales, y aquí estoy yo, en 2009, intentando elegir diez poetas (“canónicos”) entre los buenos poetas hispano-americanos esparcidos por el continente.

Debo excluir los muertos, y eso es una catástrofe. Porque hay muertos que para mí están poéticamente vivísimos (y viceversa, claro). ¿Qué haré, si no puedo incluir a la argentina Olga Orozco, al peruano Jorge Eduardo Eielson, o a mi vieja y querida Josefina Plá, la española-paraguaya a quien dediqué varios ensayos? Para mí, repito, ellos están vivísimos.

Hay poetas que encuentro importantes en mis lecturas, pero son excesivamente jóvenes para incluirlos sin más. La biografía —y su tamaño…— no será garantía de nada, de acuerdo, pero una vida larga (con una obra muchas veces ídem) me tranquilizan a la hora de diseñar un canon, aunque sólo sea a los efectos de este juego.

¿Dirán que mi selección incluirá edades demasiado avanzadas? Puede ser, pero junto con las jerarquías también desaparecieron de este mundo aquellos meteoritos, aquellos jóvenes que aparecían ex nihilo y creaban obras poéticas rimbaldianas, y trazaban un-antes-y-un-después. Tengo 60 años, por eso permítanme la amargura: he visto demasiados autores-esperanzas que naufragaron, después de algunos poemas, con y sin elegancia.

Y también, la muestra (me olvidé de decir: “esta selección no pretende ser una muestra”, aunque siempre lo es, ya sabemos, liliputiense ésta) debería cubrir todo el continente y, los tiempos y las cualidades poéticas obligan, debía incluir poetas mujeres, por lo menos así lo entiendo yo.

Presento entonces mi lista, que no cubre todo el continente, ni podría hacerlo, y que sólo incluye tres mujeres:

Ida Vitale (Montevideo, Uruguay, 1924)
Blanca Varela (Lima, Perú, 1926)
Carlos Germán Belli (Lima, Perú, 1927)
Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929)
Juan Gelman (Buenos Aires, Argentina, 1930)
José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939)
Jotamario Arbeláez (Cali, Colombia, 1940)
Juan Manuel Roca (Medellín, Colombia, 1946)
Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950)
Damaris Calderón (Habana, Cuba, 1967)

Como se ve, fui ecléctico. Predominan vidas provectas. Pero incluí a la joven Damaris —porque es buena, anticipo. Percibo que dejé medio vacío el campo a la altura de América Central (pero mis poetas amados de esas zonas —el salvadoreño Roque Dalton, por ejemplo— ya murieron, y al nicaragüense Ernesto Cardenal no lo incluyo).

¿Puse dos colombianos y dos peruanos? Sí, y es que Colombia y Perú son países centrales en la poesía; aunque no sé por qué. Lo mismo sucede con los siempre “extraños” uruguayos (“los raros”). Es difícil dejarlos de lado, porque siempre tienen más de un extraño (“un raro”) para llamar nuestra atención. También incluí dos mexicanos, pero de eso sé el porqué.

Percibo ahora, una vez hecha la selección, que, con excepción de Blanca Varela, conozco a todos personalmente. Aunque aclaro: amistad, así, amistad, no tengo con ninguno de ellos. Estuve con algunos una sola vez —un encuentro en un centro cultural en México con Lizalde, una cena con Gelman y otros amigos en un restaurante también de la Ciudad de México, conversaciones con Belli en Montevideo, con ocasión de un encuentro de poetas, con Pacheco en Ciudad Juárez, con Arbeláez en Fortaleza, en 2008, en la Feira del Libro. A Damaris, la conocí en Montevideo y la volví a ver de paso, hace poco en Chile. A Ida Vitale la conozco mejor, somos compatriotas, pero juro que sólo tuve en cuenta la obra de estos poetas, y no a las personas.

Otra cosa. Quien busque por Altavista o Google, encontrará decenas de millares de entradas para cada uno de estos poetas. Hay fichas bio-bibliográficas excelentes, y también brillantes ensayos sobre ellos. En algunos casos, el lector encontrará también ensayos míos sobre algunos de ellos (y mis ensayos no estarán entre los más brillantes).

Esta exuberancia de materiales era una ventaja y un problema para mi modesta “muestra”. El problema, o el peligro, digamos, era repetir fichas y hasta ideas que otros formularon mejor. Intenté resolver ese impasse explicando en cada caso solamente el motivo por el cual escogí al poeta en cuestión, sin repetir ni parafrasear a nadie (casi que ni a mí mismo).

En fin, ¿son estos los poetas que yo llevaría a una isla desierta? Ni siempre ni todos. Pero todos se incluyen con una estética, fragmentaria tal vez. Y lo que nos resta: la nostalgia de un todo perdido, autores dispersos en busca de un canon. Viaje el lector por el laberinto.


1. IDA VITALE

Ida Vitale nació en Montevideo en 1924. Fue profesora de literatura y, en 1973, año del golpe de estado uruguayo, tuvo que dejar el país. Se refugió en México, junto con su marido, el también poeta, y originalísimo, Enrique Fierro (que no está en la presente selección por mera falta de espacio). Después, ambos se establecieron en Austin (EUA), donde Fierro dio lecciones durante mucho tiempo en la Universidad de Texas.

Por edad, Vitale pertenece a lo que los uruguayos llamamos “generación del 45”, junto con Mario Benedetti, Idea Vilariño, Amanda Berenguer. Esa información no debe significar nada para un lector brasilero. Traduzco: Vitale pertenece a una generación que pretendió fundar una república letrada con un pie en el viejo positivismo uruguayo y otro en la certeza de una revolución libertadora. Una generación que hizo de la lucidez histórica un valor estético (incluyendo en esto una vasta literatura comprometida políticamente). Una generación que no vaciló delante de los parricidios, que se apartó de muchas vanguardias (la lucidez y la sobriedad no podían simpatizar con los pos-surrealistas, por ejemplo), que hizo mucho bien y mucho mal a la literatura nacional. Una de las cosas que hizo bien fue dar a conocer buenos poetas, Vitale entre ellos.

Publicando desde 1949, Vitale hizo de la poesía un modo de conocimiento, de comprensión del mundo. Por eso pocos temas le son ajenos, por eso ella va experimentando, en formas diferentes, en versos libres, en metros fijos o en la misma prosa poética.

El lector interesado, y es probable que si llegó a esta altura el lector esté efectivamente interesado, puede encontrar varios ensayos míos sobre la obra de Vitale en “Banda Hispânica”:http://www.jornaldepoesia.jor.br/bhportal.html del “Jornal de Poesía”. Pero quiero decir una cosa que pocas veces se dice: tal vez el secreto de esa adhesión que la poesía de Vitale pide y suscita al mismo tiempo, esté en la belleza de su idioma. En ese viaje por la lengua en procura del mundo (y su ética implícita, por ejemplo, de naturaleza ecológica) lo que más seduce es, creo yo, la indagación de la lengua.

Vitale no imagina que sólo los “modernistas” (hispano-americanos) pudiesen hacer esa indagación, no se resigna a un idioma empadronado, logra resonancias del mejor pre-barroco español —pienso en el idioma de los neo-platónicos del “Siglo de Oro”— que convive en la obra de esta poeta con los bellísimos textos en prosa o con la dura denuncia de la barbarie histórica de los días que corren. No pienso que los poemas que siguen logren dar una imagen completa de la obra de la autora. Son sólo un comienzo, porque todo es un comienzo cuando se habla de Vitale.

PATRIMONIO

Sólo tendremos lo que hayamos dado.
¿Y qué con lo ofrecido y no aceptado,
qué con aquello que el desdén reduce
a vana voz, sin más,
ardiente ántrax que crece,
desatendido, adentro?

La villanía del tiempo,
el hábito sinuoso
del tolerar paciente,
difiere frágiles derechos,
ofrece minas, socavones, grutas:
oscuridad apenas para apartar
          vagos errores-

El clamor, letra a letra,
del discurso agorero
no disipa ninguna duda;
hace mucho que sabes:
          ninguna duda te protege.

PENITENCIA

¿Mirar atrás será pasar
a ser de sal precaria estatua,
un perecer petrificado
preso en sí mismo, parte
del roto encanto de un paisaje
cuya música no logro más oír?

¿Debo matar lo que miré,
el mito que minuciosa
pliego y despliego,
grava para mi paso solo?
¿Ciega borrar lugares,
playas, vientos, el tiempo?

Sobre todas las cosas,
anular horas que se han vuelto inútiles
como lluvia que cae
sobre el mar implacable,
como mis propios pasos
si no son penitencia.

AGRADECIMIENTO

Agradezco a mi patria sus errores,
los cometidos, los que se ven venir,
ciegos, activos a su blanco de luto.
Agradezco el vendaval contrario,
el semiolvido, la espinosa frontera de argucias,
la falaz negación de gesto oculto.
Sí, gracias, muchas gracias
por haberme llevado a caminar
para que la cicuta haga su efecto
y ya no duela cuando muerde
el metafísico animal de la ausencia 1

1 Peter Sloterdijk



2. BLANCA VARELA

Blanca Varela nació en Lima en 1926. Estudió letras en la Universidad de San Marcos, de Lima, donde conoció a otros creadores y artistas: Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Francisco Bendezú y aquel que sería su marido, el pintor Fernando de Szyszlo.

A partir de 1949, vivió algunos años en París, donde entró en contacto con Octavio Paz y con los intelectuales franceses de entonces, Sartre y Simone de Beauvoir entre ellos. La traducción y el periodismo fueron su modo de ganarse la vida durante un período en Florencia y en Washington (de 1957 a 1960). De vuelta al Perú, fue secretaria del centro local del Pen Club y representó hasta 1997 a la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica.

Me gusta esto que dice Octavio Paz de la poesía de Varela: “Blanca Varela es una poeta que no se complace con su canto. Con el instinto del verdadero poeta, sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el amor, el tiempo y la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia”.

Era todo lo yo que quería decir, sólo que ya está bellamente dicho. Agregaría que, si fuese un juego, yo diría (osaría decir) que el centro de la poesía de Varela está en la “patita de cangrejo” del poema “Monsieur Monod No Sabe Cantar”. Es en ese grano de sal existencialista (y de ahí el interés de las informaciones sobre sus amistades en París) que se puede comenzar a sentir el sabor de esta poesía.

Por lo demás, concuerdo con esa parte de silencio que Paz atribuye a Varela. Podría atribuirla a toda la buena poesía. Las estéticas locuaces no son imposibles, existen, pero son de construcción difícil y de digestión muy lenta. Saber callar es tan importante cuanto saber decir. Varela sabe ambas cosas. Y ella jamás es autobiográfica ni hace confidencias, efectivamente, lo cual es una prueba de sabiduría poética.

“Polvo seré mas polvo enamorado”, decía el soneto de Quevedo. Y Varela transformaría el verso clásico en: “porque ácido ribonucleico somos/ pero ácido ribonucleico enamorado siempre”. Por hablar de amor, conocí la poesía de Varela en una antología —años ha— y fue un deslumbramiento. Recuerdo que traía los tres poemas que incluí aquí: “Canto Villano”, “Curriculum Vitae” y “Monsieur Monod…”. Y me sentí transformado. Sepa el lector de antemano que no se lee a Varela impunemente.

CANTO VILLANO

y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato

observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla

hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío

rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas

tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente

emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato

este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo

es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne

mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea

no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos

CURRICULUM VITAE

digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.

MONSIEUR MONOD NO SABE CANTAR

querido mío
te recuerdo como la mejor canción
esa apoteosis de gallos y estrellas que ya no eres
que ya no soy que ya no seremos
y sin embargo muy bien sabemos ambos
que hablo por la boca pintada del silencio
con agonía de mosca
al final del verano
y por todas las puertas mal cerradas
conjurando o llamando ese viento alevoso de la memoria
ese disco rayado antes de usarse
teñido según el humor del tiempo
y sus viejas enfermedades
o de rojo
o de negro
como un rey en desgracia frente al espejo
el día de la víspera
y mañana y pasado y siempre

noche que te precipitas
(así debe decir la canción)
cargada de presagios
perra insaciable (un peu fort)
madre espléndida (plus doux)
paridora y descalza siempre
para no ser oída por el necio que en ti cree
para mejor aplastar el corazón
del desvelado
que se atreve a oír el arrastrado paso
de la vida
a la muerte
un cuesco de zancudo un torrente de plumas
una tempestad en un vaso de vino
un tango
el orden altera el producto
error del maquinista
podrida técnica seguir viviendo tu historia
al revés como en el cine
un sueño grueso
y misterioso que se adelgaza
the end is the beginning
una lucecita vacilante como la esperanza
color clara de huevo
con olor a pescado y mala leche
oscura boca de lobo que te lleva
de Cluny al Parque Salazar
tapiz rodante tan veloz y tan negro
que ya no sabes
si eres o te haces el vivo
o el muerto
y sí una flor de hierro
como un último bocado torcido y sucio y lento
para mejor devorarte

querido mío
adoro todo lo que no es mío
tú por ejemplo
con tu piel de asno sobre el alma
y esas alas de cera que te regalé
y que jamás te atreviste a usar
no sabes cómo me arrepiento de mis virtudes
ya no sé qué hacer con mi colección de ganzúas
y mentiras
con mi indecencia de niño que debe terminar este cuento
ahora ya es tarde
porque el recuerdo como las canciones
la peor la que quieras la única
no resiste otra página en blanco
y no tiene sentido que yo esté aquí
destruyendo
lo que no existe

querido mío
a pesar de eso
todo sigue igual
el cosquilleo filosófico después de la ducha
el café frío el cigarrillo amargo el Cieno Verde
en el Montecarlo
sigue apta para todos la vida perdurable
intacta la estupidez de las nubes
intacta la obscenidad de los geranios
intacta la vergüenza del ajo
los gorrioncitos cagándose divinamente en pleno cielo
de abril
Mandrake criando conejos en algún círculo
del infierno
y siempre la patita de cangrejo atrapada
en la trampa del ser
o del no ser
o de no quiero esto sino lo otro
tú sabes
esas cosas que nos suceden
y que deben olvidarse para que existan
verbigracia la mano con alas
y sin mano
la historia del canguro —aquella de la bolsa o la vida—
o la del capitán encerrado en la botella
para siempre vacía
y el vientre vacío pero con alas
y sin vientre
tú sabes
la pasión la obsesión
la poesía la prosa
el sexo el éxito
o viceversa
el vacío congénito
el huevecillo moteado
entre millones y millones de huevecillos moteados
tú y yo
you and me
toi et moi
tea for two en la inmensidad del silencio
en el mar intemporal
en el horizonte de la historia
porque ácido ribonucleico somos
pero ácido ribonucleico enamorado siempre.



3. CARLOS GERMÁN BELLI

Carlos Germán Belli nació en Lima (Perú), en 1927. Pertenece así a la misma generación de Blanca Varela, a pesar de ser ellos autores de obras muy diferentes. Belli fue durante muchos años un simple amanuense del Parlamento peruano, hecho que el propio poeta tematizaría en su escritura.

Por cierto, un lector brasilero, que conoce la vida y la obra de Carlos Drummond de Andrade, no quedaría sorprendido con esos pequeños funcionarios públicos que son grandes poetas. Después, sí, Belli será profesor de literatura hispano-americana en la Universidad de San Marcos, de Lima, obtendrá dos veces la beca Guggenheim y distintos premios.

Aún así, la biografía del hombre Belli nada dice del poeta Belli, o ella casi que desaparece frente al poeta, y este hecho debe querer expresar algo: ¿Que la poesía moderna excluye las vidas excepcionales, extraordinarias? Sí, ya sabemos eso. ¿Que la poesía tout court, de cualquier época, es a fin de cuentas una aventura interior, vicaria? También lo sabíamos.

Yo mencionaría antes el hecho de que Belli haya escrito una obra que vino a ser icónica para los neo-barrocos a partir de los años 80. Porque nuestro poeta, principalmente en su primera etapa, desconcertó a la crítica de la década de los ’50 con textos en los que la lengua era una cinta de Moebius, aquella que no tiene adentro ni afuera, una permanente exacerbación del significante, hecho “orgía perpetua”, lujo y fiesta verbal, y donde el significado se opaca, ya por el exceso de imágenes surrealistas, ya por el puro barroquismo.

Naturalmente, ese camino acostumbra acabar en impasses creativos, de modo que la obra de Belli, después de esa primera etapa, tiende a una mayor transparencia. Aún así, debe leerse esta poesía sin ingenuidades. Aquí todos los registros de la lengua se superponen: el lenguaje burocrático o los neologismos técnicos y científicos, el habla popular y cultísima, los metros clásicos (en un uso “moderno”), la elegía por las promesas nunca pagadas por el “progreso”.

Sobre la obra de Belli, el escritor Mario Vargas Llosa señaló: “Su poesía es difícil, melodramática, de un narcisismo negro, impregnada de extraño humor, cáustica y cultísima. Está hecha de inconcebibles aleaciones: la métrica del Siglo de Oro y la jerga callejera de Lima, la sinrazón y el lujo del surrealismo y la sordidez de la vida de la clase media de una sociedad del tercer mundo, la nostalgia y el sueño de un existencia pletórica que se hace trizas al estrellarse diariamente con el desmentido de la experiencia y que, tercamente, se rehace por obra del deseo y de la imaginación para despedazarse otra vez, al primer choque con el fatídico principio de realidad”.

Un detalle final. Un principio reiterado en poética (discutible, como todos los consejos de la poética) dice que el uso de metros fijos lleva a la expresión de ideas recibidas, son una forma usada por siglos para un material ya dicho durante siglos. Si alguien quiere subvertir ese tal principio, no dude, use la obra de Carlos Germán Belli. Le garantizo resultados.

NUESTRO AMOR

Nuestro amor no está en nuestros respectivos
y castos genitales, nuestro amor
tampoco en nuestra boca ni en las manos:
todo nuestro amor guárdase con pálpito
bajo la sangre pura de los ojos.
Mi amor, tu amor esperan que la muerte
Se robe los huesos, el diente y la uña,
esperan que en el valle solamente
tus ojos y mis ojos queden juntos,
mirándose ya fuera de sus órbitas,
más bien como dos astros, como uno.

OH HADA CIBERNÉTICA

Oh Hada Cibernética
Cuándo harás que los huesos de mis manos
se muevan alegremente
para escribir al fin lo que yo desee
a la hora que me venga en gana
y los encajes de mis órganos secretos
tengan facciones sosegadas
en las últimas horas del día
mientras la sangre circule como un bálsamo a lo largo de mi cuerpo.

SEGREGACIÓN Nº 1

(a modo de un pintor primitivo culto)
Yo, mamá, mis dos hermanos
y muchos peruanitos
abrimos un hueco hondo, hondo,
donde nos guarecemos,
porque arriba todo tiene dueño,
todo está cerrado con llave,
sellado firmemente,
porque arriba todo tiene reserva:
la sombra del árbol, las flores,
los frutos, el techo, las ruedas,
el agua, los lápices,
y optamos por hundirnos
en el fondo de la tierra,
más abajo que nunca,
lejos, muy lejos de los dueños,
entre las patas de os animalitos,
porque arriba
hay algunos que manejan todo,
que escriben, que cantan, que bailan,
que hablan hermosamente
y nosotros rojos de vergüenza
tan sólo deseamos desaparecer
en pedacitos.



4. EDUARDO LIZALDE

Eduardo Lizalde nació en Ciudad de México, en 1929. Ha sido director de la Biblioteca de México José Vasconcelos (esa especie monumental de Biblioteca Nacional) desde 1994, y continúa en esa función. Para conseguir que el lector vaya penetrando en la poesía de Lizalde, yo diría que, para el caso de este autor, dirigir una biblioteca no puede ser una mera casualidad.

Lizalde es un poeta culto, dialoga con otros escritores y artistas (principalmente en “Caza Mayor”, de 1979, pero no sólo) y con los filósofos, sobre todo aquellos que eran obligatorios en la formación de un marxista (como él fue): Hegel, Marx, y los otros, incluyendo los que ya no entran en la visión marxista: “Kant, Hume, Spinoza, Schelling y los románticos alemanes, así como diversos pensadores (…) como Heidegger y Wittgenstein” (esa recopilación de menciones filosóficas en la poesía de Lizalde es de Evodio Escalante, en “Poesía y Filosofía en Eduardo Lizalde”, “La Otra”, revista de poesía, No. 1, México, octubre-diciembre 2008).

A pesar de ese diálogo con filósofos y poetas, se dice a veces que la poesía de Lizalde es brillantemente superficial (¿será que dicen así, o dicen que es brillante porque es superficial?). Curioso. ¿Sería “superficial” ese tigre obsesivo que atraviesa toda su obra? ¿Superficial el tigre “que desgarra por dentro al que lo mira”? ¿Superficial un verso que diga: “Algo sangra, el tigre está cerca”?

Es curioso, sí, ese adjetivo, “superficial”, unido al “brillo”, y eso en un poeta tan pesimista como Lizalde. Porque seamos claros: para él no hay salvación, y el desastre nos acecha siempre, como el tigre de sus libros. De Hegel, Lizalde parece haber tomado el negativismo, o tal vez lo aprendió en su pasaje por el mundo, donde el bien es la excepción.

Es curioso también que la obra de Lizalde haya demorado en imponerse en el canon latinoamericano. En la práctica, sólo comenzó a ser apreciada cuando él introdujo el tema del tigre, desde “El Tigre en la Casa”, de 1970 (y el poeta garantiza en las entrevistas que ese tigre suyo no vino de Blake ni de Borges, sino vía “Salgari, Kipling, Sorayan”). Reconozco que yo también demoré en conocerlo. Entré en su obra a través de una antología bilingüe, español-francés, que Marco Antonio Campos prologó y que salió publicada en Québec en 1998 (“La Caza del Tigre/ La Chasse au Tigre”).

¿Qué fue lo que primeramente, así de entrada, me deslumbró en ella? Creo que esa primera cosa fue la inteligencia. Yo no sabía que la inteligencia por sí sola podía ser suficiente para crear el cuerpo de un poema. Después no dejé de descubrir caminos nuevos en esa obra, y ya no salí más. Deseo al lector una buena entrada.

DOS VIÑETAS DE UN CÁNDIDO

1. Bajo el cielo tenebroso
el rehilete se abre en el jardín.
La fiesta del gorrión que danza, canta
—se vuelve flor su trino,
fruto su aleteo—,
se baña bajo el líquido haz de chispas.
Pura felicidad en el pequeño prado,
el agua limpia —hubiera dicho el santo—,
es la sonrisa de Dios.

2. Buenos días, mundo.
Me alegra verte afuera al despertar.
Celebro que no hayas
—la ocasión la pintan calva—
aprovechado el manto de la noche maldita
para irte por siempre al inframundo.
También me reconforta
que aún te habiten pájaros cantores,
meistersinger del bosque en el jardín;
que el sol severo nos escalde aún
y nos torture el rudo ozono
—como todos los días—.

Soñé que te habías ido,
conmigo hacia el infierno
y que se habían quedado aquí
sin mundo todas las demás criaturas:
piedras, grajos, insectos o personas.
Te veo tan grande y bello,
que me río de los siniestros solipsistas
de antaño.
No has de esfumarte cuando yo me extinga.
Canto tu salud de hierro,
tu verde corazón y tu estructura
de granito.
Buenos días, querido, hermoso mundo.

EL SEXO EN SIETE LECCIONES

1. Gozo y tortura
que el Tártaro y el Cielo
—uña de carne— desempeñan.

Al sexo y su desorden milagroso,
a su perfecto matrimonio;
de beso y abrelatas, sucumbimos.

A la gloria del sexo,
a su desenfrenado latrocinio,
su avaricia impecable,
alto, cedemos.

2. Y por estar a flote,
por ser la superficie de la espuma en la piel,
por ser lo más visible y general,
por ser el más común lugar del paraíso visitado,
el sexo, lo evidente,
lo que a todos iguala,
lo esencial —sabia era Eva,
ingenuo Segismundo—,
por ser el sexo algo tan real,
lo único real acaso,
sólo se existe y vive a su merced.

No es reducible el sexo a números ni a ciencia,
no es cosa comprensible,
no es natural ni humano
y la divinidad lo desconoce.

Lo real no está sujeto a inquisición.

3. El tiempo escaso por costumbre
y, por la costumbre, frágil,
no basta para el amor
y es demasiado para el sexo.

Pero si en sexo se midiera el tiempo
si el sexo —el gozo, mejor dicho— fuera
una unidad de tiempo,
sería la más pequeña
que el reloj pudiera imaginar,
la apenas registrable,
el átomo del tiempo.

4. Ni el denodado goce de los cuerpos,
ni el carnívoro roce de las bocas,
ni las fieras sensuales de los dedos,
ni las mejillas ardorosas,
ni el sudor refrescante de los pechos
—su rima encantadora—,
ni el tacto delicioso de los muslos,
ni la plata del pubis,
ni las caudas azules y viriles,
son suficientes para el sexo.

La plena saciedad misma, no basta.
Lacios los cuerpos tras el goce, exhaustos,
bebidos uno a otro hasta las plantas,
sueñan, despiertos, con el sexo.
Sólo han probado, sólo empiezan a hervir.
La saciedad más absoluta
es siempre, apenas, el principio.

5. El cuerpo es siempre virgen para el sexo.
El cuerpo siempre, Paul, recomenzando.
Y el cuerpo eterno, el fiero eterno cuerpo
muere antes que el sexo.

6. Y nada de que el sexo
sólo con amor es sexo.
El sexo es siempre amor,
nunca el amor es sexo.
El amor no es amor,
el sexo es el amor.
No hay sexo sin amor
pero hay amor sin sexo, y no lo es.
Todo amor sin sexo es corruptible.
Sólo una advertencia:
es ya desgracia conocida
que el sexo y el amor no sean posibles
sino con personas,
con almas y con cuerpos de cuatro dimensiones,
con seres existentes,
y nunca con fantasmas o sombras pasajeras,
mucho menos con plantas o gallinas.

7 (y última). El sexo es una cosa
que se embellece cuando se la mira.
Y la prostitución es su magnífico revés,
su negación perfecta,
su ausencia depresiva.
El sexo es este Dios moldeado
por su más portentosa y vil creatura.

BELLÍSIMA

_Y si uno de esos ángeles
me estrechara de pronto sobre su corazón,
yo sucumbiría ahogado por su existencia
más poderosa.
(Rilke, de nuevo)_

Óigame usted, bellísima,
no soporto su amor.
Míreme, observe de qué modo
su amor daña y destruye.
Si fuera usted un poco menos bella,
si tuviera un defecto en algún sitio,
un dedo mutilado y evidente,
alguna cosa ríspida en la voz,
una pequeña cicatriz junto a esos labios
de fruta en movimiento,
una peca en el alma,
una mala pincelada imperceptible
en la sonrisa…
yo podría tolerarla.

Pero su cruel belleza es implacable,
bellísima;
no hay una fronda de reposo
para su hiriente luz
de estrella en permanente fuga
y desespera comprender
que aun la mutilación la haría más bella,
como a ciertas estatuas.



5. JUAN GELMAN

Juan Gelman nació en Buenos Aires, en 1930. De su biografía, yo sólo aconsejaría al lector no olvidar nunca que Gelman se exilió en México, perseguido por la dictadura argentina, y que, como sabidamente el exilio tiene comienzo pero no tiene fin, él decidió quedarse para siempre en México. No retornar a Buenos Aires ya es un acto político, y la política es un dato inevitable de la vida (de todas las vidas) y de la poesía de Gelman.

Cuando Argentina volvió a la vida democrática, comenzó para Gelman otra batalla, a saber, descubrir el paradero de los cuerpos de su hijo y de su nuera asesinados, y, principalmente, el destino de su nieta, que había sido entregada a la familia de un militar uruguayo y vivía en Montevideo sin conocer su verdadera identidad. Él mismo fue hijo de inmigrantes rusos en Buenos Aires, con una biografía partida entre su país natal y México. Pasó años en búsqueda de su nieta uruguaya.

Todo esto debe tener algo qué ver con esa obra poética que es, ella también, una búsqueda, que procura lenguas nuevas (acordarse de los poemas en lengua sefardí), que encuentra en los heterónimos un modo de expresión para hablar del mundo. (Acaba de salir en México el libro “Los Otros”, Alforja, 2008, reunión de heterónimos del poeta: Yehuda Halevi, Eliezer Bem Jonon, Ezequiel, Isaac Luria, Abu Nuwas, Salomón Ibn Gabirol, Joseph Tsarfati, Giuseppe Gallo, Sammuel Hanagid, José Galván, Sydney West, entre otros).

Yo diría que el poeta de “Gotán” (1962), de los 29 poemas en sefardí (con su correspondiente versión española de “Dibaxu”, de los sonetos “implotados” de “Incompletamente”) recupera otros poetas, tan variados como Catulo o ciertos trovadores, o los místicos españoles, buscando siempre la diversidad poética, y que obstinadamente las circunstancias trágicas de su país (del continente), su militancia política, primero en el Partido Comunista (1945-1964), después en los Montoneros (hasta 1979), el exilio (a partir de 1975, voluntario desde 1988, en México), la desaparición de su hijo Marcelo (asesinado en el campo de concentración de Automotores Orletti, en 1976) y de su nuera María Claudia Iruretagoyena, la búsqueda de esa nieta secuestrada, Macarena, ya en Uruguay, todo eso contribuyó para que, demasiadas veces, se tomase su obra como “meramente” comprometida o de testimonio.

Se trata de atributos que en principio nada tienen de peyorativo, mas que resultan precarios en la poesía de Gelman, una obra siempre interrogada por su propia condición poética, por su “ser poesía”, por la palabra y su salto de la “realidad” hasta el arte.

Ese movimiento entre la obra artística y las circunstancias sociales y biográficas, que también resultan colectivas, entre la urgencia de un continente violentado a partir de la propia colonización y la poesía que se crea, es un seña recurrente de la escritura latinoamericana, una “marca” dinámica de la cual Gelman conoce los márgenes sutiles: “Cuando un poeta se posa sobre el mundo lo desplaza./ Cuando el pájaro muere, ¿qué pasa?/ A lo mejor le falló el corazón por instalar su levedad en el suelo./ O tenía la memoria cargada con cada vuelo que voló” (“Joseph Brodsky”, de “Valer la Pena”).

No es ciertamente una experiencia única o meramente personal. Gelman publica su primer libro, “Violín y Otras Cuestiones”, con prólogo de Raúl González Tuñón, en 1956, cuando el poeta integraba el grupo El Pan Duro, al cual se sumaría, por ejemplo, una poeta como Juana Bignozzi (Buenos Aires, 1937), también futura exiliada y cuya obra se inscribe en un proyecto estético semejante, que incluye la reconstrucción del mundo por la palabra.

Es ciertamente esa dinámica perpetua de mundo y palabra, memoria y poesía, lo que explica el tamaño, y la enormidad de la obra de Gelman, la locuacidad —en un poeta de lenguaje preciso, que no teme el minimalismo— que lo torna uno de los poetas latinoamericanos que más ha publicado.

Es como si Gelman, mucho más allá del fracaso o no de una militancia o de un proyecto de transformar el mundo, tuviese que cubrirlo de palabras. O como si el silencio, que es en principio la insustituible parte en blanco donde la poesía se explica y gana un significado nuevo, resultase intolerable en esta obra que se vuelve de manera vocacional para el infinito. Gelman no duda a la hora de distorsionar la lengua, de cambiar los géneros (“la mundo”), como también podría hacer un inmigrante de Europa oriental en Buenos Aires. También es un medio para aproximarse a la ternura, ciertamente.

ARTE POÉTICA

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del, alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

(“Velorio del Solo’‘)

ORACIÓN DE UN DESOCUPADO

Padre,
     desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
                        bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
                  este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
por que no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
            bájate, qué han hecho
de tu criatura, Padre?
            un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?

XXIX
(de “Dibaxu”, 1994; en sefardí e castellano en el libro)

no stan muridus lus páxarus
di nuestrus bezus/
stan muridus lus bezus/
lus páxarus volan nil verdi sulvidar/

no están muertos los pájaros
de nuestros besos/
están muertos los besos/
los pájaros vuelan en el verde olvidar/



6. JOSÉ EMILIO PACHECO

José Emilio Pacheco nació en Ciudad de México, en 1939. Pienso que la mejor definición que se puede dar de él, considerando su actividad, es llamarlo un auténtico “hombre de letras”. Porque, efectivamente, Pacheco puede ser narrador, ensayista agudo, conferencista, profesor de letras, en fin, ha ejercido en todos los sectores de este arte —que consiste en hacer de la literatura una representación— y como poeta que, antes de todo, él lo es, haciendo una representación regida por un programa estético.

Desde su primer libro de poesía, “Los Elementos de la Noche” (1963), Pacheco ha creado una obra vasta y variada. Tanto que, si es verdad que los poetas locuaces crean varias poéticas, y no una, se puede decir que nuestro poeta contiene en él varios poetas. Tengo delante de mí el No. 38 (del otoño 2006) de “Alforja – Revista de Poesía” (la bella publicación mexicana que cambió su nombre a partir de octubre de 2008, pasando a llamarse “La Otra”).

Este No. 38 está dedicado a Pacheco, lleno de artículos sobre el poeta. Trae varios poemas inéditos (eran inéditos en 2006, y yo quise transcribir tres de ellos aquí). Lo primero que uno ve es la foto del autor, en la tapa, con su gato, muy elegante (elegantes ambos, poeta y gato). Uno de esos artículos, firmado por Ali Calderón, hace una recopilación de los tópicos de Pacheco y descubre los siguientes: poemas históricos, de la fugacidad, poemas metapoéticos, poemas epistolares, epigramas, de reflexión estética y poemas nostálgicos. Es posible que el crítico haya mezclado criterios diferentes para descubrir tópicos temáticos, pero el listado nos da una idea de esta poética generosa.

Si los temas son variadísimos, predomina siempre un tono elegíaco por la catástrofe humana, tanto la individual —la condenación a muerte— como la colectiva, y frecuentemente Pacheco vuelve al tema ecológico, por ejemplo, considerando la Ciudad de México como espacio de un apocalipsis, o la sucesión de desastres históricos que componen la historia humana.

El principio que rige toda su obra es un principio ético. En versos libres o en formas clásicas (predominantemente endecasílabos o heptasílabos), la primera persona de la poesía de Pacheco es Pacheco. Otro crítico lo dice mejor: “En suma, el sujeto lírico de la poesía de José Emilio Pacheco es un varón honesto y bueno con capacidad crítica. Es muy pudoroso”. Nada más preciso. Y nada más precisó nuestro autor para crear esta obra poética original, irónica, angustiada y humanista.

EVENING NEWS

Si para otros es un misterio insondable
la existencia de ser y estar como dos verbos distintos,
yo, en la ex Ciudad de México, hoy D. F.,
me estrello ante palabras imposibles:
evening, soir o sera, por ejemplo.
En el verano en llamas del Trastévere
me pareció asombroso ver el Sol
sobre Roma a las nueve de la noche.
Otro tanto, a las seis,
cuando cae sobre México su gran hora violeta,
París estaba lleno de mediodía
(y entonces me sentí más extranjero).
Al llegar el invierno me abrumó
Londres flotando bajo las tinieblas
—y en mi reloj verbal eran apenas
las cuatro de la tarde.
Aquí, desolación sin estaciones,
el Sur pobre de América del Norte,
jamás hay evening, no existe soir,
no conocemos la sera.
Dura pocos segundos la transición
que convierte la tarde en noche oscura.

TIERRA INCÓGNITA

Dice dadá, se hace pipí, suelta pupú,
teme al guaguá y odia al miau
y sin cesar hay que cambiarle pañales.
Tomo el babero,
le limpio una vez más su boquita.
Espejos de qué enigma sus pobres ojos.
Cuánto dolor del mundo en el inocente
que por fortuna no se da cuenta de nada
—o eso creemos, al vernos
igual que él, de repente, un día.
Nadie está a salvo.
Y nuestro niño en su camino a la inversa
nació en la tumba para llegar a la cuna,
volvió a la semilla,
perdió sin pausa su inteligencia implacable
y su ferocidad para burlarse de todo y todos.
Nuestro bebé ultrasenecto
remontó el río feroz de la vida a contracorriente.
Su victoria es ser de nuevo un recién nacido.
Pero esta vez ha llegado al mundo
en una tierra incógnita que llamamos Alzheimer.

LA ARCADIA

Los poetas neoclásicos,
tan ilegibles hoy como nosotros
lo seremos mañana,
llamaron a su círculo La Arcadia,
se dieron nombres de pastores
—Varilio, Tulio, Calcas, Licio—,
ocultaron el nombre de sus amadas
bajo el velo de Cloris, Filis, Delia;
escribieron
églogas rococó en almíbar rancio
y no en seda y mármol como los verdaderos antiguos;
quisieron darle al deseo sexual
una ilusión falaz de clasicismo,
porque lo que anhelaban en verdad
era fornicar libres al aire libre
con ninfas y con dríadas
como en la Edad de Oro.



7. JOTAMARIO ARBELÁEZ

Jotamario Arbeláez (Cali, Colombia, 1940) es un bello poeta irónico y mordaz. Fue co-fundador del Nadaísmo —junto con Gonzalo Arango (1931-1976)—, una de esas vanguardias que trajeron un aire limpio y nuevo en la lírica hispano-americana de la segunda mitad del siglo XX. En las muchas entradas de internet que aparecen consultando por el nombre del poeta (o también del Nadaísmo), repare el lector en que el primer libro de Arbeláez es de 1966, “El Profeta en Su Casa”.

Será justo imaginar que, en aquellos años 60, los nadaístas bebieron en las aguas del movimiento hippie, de la generación beat, de los surrealistas siempre presentes. Y no es que ellos no quisiesen “Nada”. Sin duda, llegaron dispuestos a no dejar a los “ídolos con cabezas”, y la negación fue uno de los principios a partir del cual crearon una estética contestataria. Pero renovaron las letras del continente, y no constituyeron en absoluto una escuela aislada.

Los años 60 son la época de aquellas revistas literarias de nombres graciosos, hoy míticas, y que crearon un espacio abierto a todos los experimentalismos: “El Corno Emplumado”, en México, “Los Huevos del Plata”, en Montevideo, “El Techo de la Ballena”, en Caracas… El poema definitivamente icónico de Arbeláez es “Los Inadaptados No Te Olvidamos, Marilyn”, “una verdadera opera-prima de las letras hispano-americanas”, decía Sergio Mondragón, el antiguo director de “El Corno Emplumado”, junto con Margaret Randall.

Y agrega: “Obra de escasa media centena de versos y versículos apasionados en los cuales se mezclan el amor, el dolor, la indignación y la denuncia, que se encuentran emparentados por eso mismo con el poema emblemático de la nueva lírica hispano-americana que fue ‘El Cántaro Roto’, de Octavio Paz, y con ‘Kaddish’, canto fúnebre de Allen Ginsberg por su madre, un poema que por filiación iconográfica y simbólica puede inscribirse en la actualidad atemporal del pop-art” (en “Paños Menores, O la Ropa Limpia se Asolea en los Tendederos a la Vista de Todos”, prefacio de “Paños Menores”, de Jotamario Arbeláez, Alforja, México, 2006).

NADAÍSTA PARA SIEMPRE

Ahora que mi padre se fue de parranda a la otra cara del
aire, y que mi madre y mis hermanas viven de su retrato y
orgullosas esperan que yo también vaya tomando el tono sepia
de los viejos daguerrotipos,
ahora que tengo bolsillos de sobra para manducar por todos los
hambrientos del mundo y no proveniente de herencias ni de
contrabando de coca mas he perdido el apetito,
ahora que nada me falta sino la desesperación tan querida y
aquella soledad que poblaba mis páginas de criaturas de carne y humo,
ahora que calzo y visto de las vitrinas que me tientan, que bailo y
bebo de las manos y de los pies de las danzarinas incorpórea
incorporadas a mi vida en calidad de serpentinas,
serpentinas de paraíso que no de fiesta ni aquelarre,
ahora que han descendido las gradas de palacios y vaticanos todos
los césares y todos los píos, que han entrado en liquidación
intocables y tradiciones y
que lo único que resta de venerable es el pobre santo de
plomo que hundido en la verdura hasta las narices pone
los huevos de la revolución apoyado en la cruz de su metralleta
bajo tranquilo del avión sin soltarme del pasamanos,
me aventuro por las calles rabiosas de multitud y me hago
perseguir por las miradas ojiverdes de la ley del más fuerte,
hago gimnasia en las esquinas, esquivo los embates del toro,
me hago el loco a término fijo.

POEMA DE INVIERNO

Llovió toda mi infancia.
Las mujeres altas de la familia
aleteaban entre los alambres
descolgando la ropa. Y achicando
hacia el patio
el agua que oleaba a los cuartos.
Aparábamos las goteras del techo
colocando platones y bacinillas
que vaciábamos al sifón cuando desbordaban.
Andábamos descalzos remangados los pantalones,
los zapatos de todos amparados en la repisa.
Madre volaba con un plástico hacia la sala
para cubrir la enciclopedia.
Atravesaba los tejados la luz de los rayos.
A la sombra del palo de agua
colocaba mi abuela un cabo de vela
y sus rezos no dejaban que se apagara.
Se iba la luz toda la noche.
Tuve la dicha de un impermeable de hule
que me cosió mi padre
para poder ir a la escuela
sin mojar los cuadernos.
Acababa zapatos
con sólo ponérmelos.
Un día salió el sol.
Ya mi padre había muerto

LOS INADAPTADOS NO TE OLVIDAMOS, MARILYN

Ahora que los gusanos han echado sobre tu cuerpo la primera palada del olvido

ahora que vives debajo de Los Ángeles sin necesidad de psiquiatras

ahora que el hueso altivo de tus caderas es puro polvo en una caja y puro polvo son tus algas diseminadas por el suelo de raso de tu tumba

ahora que la totalidad de tu cuerpo cabe en la más pequeña de tus polveras

ahora que las uñas de tus pies yacen a tus pies disgregadas como planetas muertos y los tacones de platino de tus zapatillas de gala se doblan entre canastas champaña bajo el eso terrible de la ausencia de tu talón de Aquiles

ahora que en tu ropero las polillas han hecho lo propio con tus trajes olorosos a fiesta en Beverly Hills a Chanel número 5 a los cinco dedos de una mano

ahora que el millonario excéntrico que alquiló la mansión que habitabas en Brentwood
ha dejado de buscar tus axilas en los rincones de la sala y organizar con sus invitados un
safari de rinocerontes en el Perú

ahora que el psiquiatra que te atendía se ha declarado en quiebra y para pagar sus impuestos está escribiendo tus “memorias” y además porque a sus tres esposas les hace falta los doce mil dólares mensuales que le pagabas de honorarios

ahora que las pastillas soporíferas que tomaste se agotan rápidamente en las farmacias como canciones de cuna definitivas

ahora que hasta en las cintas viejas de celuloide se están cerrando tus ojos cansados de soportar tanta pestaña tanta vigilia tanta viga

ahora que ya nadie sabe quién era Norma Jane Baker porque las Baker, Norma Jean abundan en los directorios telefónicos

ahora que los 188.000 millones de psicópatas ya no te ven en sus sueños en inglés con leyendas en castellano como una bruja de salem volando sobre un bate de béisbol

ahora que la obra dramática de tu ex-marido sobre tu vida ha quedado en tablas ante los críticos de Broadway

y ha dejado de alumbrarte para siempre el sol de los fotógrafos

oh gata llena de misterio sobre el mercedes benz del olvido

en este pequeño país latinoamericano que se llama Colombia

vivimos varios poetas inadaptados que no queremos olvidarte

(Tú Marilyn fuiste más importante para nosotros que la doctrina Monroe)

y que nos acordamos de ti cuando sale la luna sobre los “jaguares”

cuando bajamos deslizándonos por las pasarelas del jet

cuando leemos en la prensa que Dalí ha hecho de tus senos una escultura de gavetas

cuando pasa por nuestro lado veloz como una sirena una ambulancia blanca de dos pisos

y nuestras mujeres gritan en lo más alto de los ascensores.

A veces como ahora te elevamos una oración por qué no te elevamos en una oración

en un réquiem en un antirréquiem en un responso

qué sabemos nosotros de estos nombres

sólo que cada hombre ora a lo que más ama

sobre todo si lo que más ama está muerto

y es entonces cuando queremos acostarnos bocabajo en el cementerio de Westwood

para sentir el cosquilleo en nuestros poros púbicos de las lanzas de hierba que crecen desde tus ingles norteamericanas

ahora que estás muerta y reposas enquistada sin muchas esperanzas en la resurrección de los cuerpos

en ese pequeño lugar que es como el ombliguito de América

luego de haber vivido entre reflectores y niebla

entre almacenistas y magnates

entre dramaturgos y policías

entre los espejos y el espejismo

del amor.



8. JUAN MANUEL ROCA

Juan Manuel Roca nació en Medellín, Colombia, en 1946. Hijo de un periodista y poeta, y principalmente sobrino de un poeta importante, Luis Vidales, Roca creció en diálogo con la poesía. Agréguese que su familia tuvo algo de nómada, lo que hizo que él pasase la infancia en París y la adolescencia en México. Son experiencias que dan al poeta ese sentimiento de inestabilidad frente al mundo, pero también de curiosidad, la instigación que lleva a la necesidad de aprender y comprender.

Roca, por otro lado, se ha desempeñado como periodista cultural (director del “Magazín Dominical”, del jornal “El Espectador” de su país). Todas estas informaciones no son menores a la hora de penetrar en su poesía. El lector se deparará con un poeta que desde su primer libro, “Memoria del Agua”, de 1973, exhibe una captación surrealista, un conocimiento afinado del lado irracional que transforma la poesía en una forma de conocimiento:

LA POESIA

Algo así como entrar
En la zona de peligro
Con una vieja Colt inservible,
Algo así como abrir un paraguas
Para protegerse
En medio de espesos abaleos,
La poesía,
Riesgosa y vagamunda,
Territorio libre del sueño,
Cultiva las flores prohibidas.

Con los años, y junto a una creciente dilución del hermetismo, y de los automatismos, se desarrolla el lado “periodístico” del poeta, la vigilancia de la inteligencia, el compromiso con el mundo, la respuesta inaplazable frente a las formas de la barbarie. De la combinación de esas actitudes, y de cierta delicadeza en la visión del mundo es que surge, creo yo, la originalidad de Roca. Juzgue el lector. Por mi lado confieso que aquello que me cautiva en la poesía de Roca es cierto lenguaje límpido, algo de su pós-modernismo (en el sentido hispano-americano, claro), que lo individualiza en su generación. A partir de los años 70, una poesía así consuma la proeza de superar el lenguaje trivial. Eso sólo es lujo.

DIARIO DE LA NOCHE

A la hora en que el sueño se desliza
Como un ladrón por senderos de fieltro
Los poetas beben aguas rumorosas
Mientras hablan de la oscuridad,
De la oscura edad que nos circunda.
A la hora en que el tren tizna la luna
Y el ángel del burdel se abandona a su suerte,
La orquesta toca un aire lastimero.
Una yegua del color de los espejos
Se hunde en la noche agitando su cola de cometa.
¿Qué invisible jinete la galopa?

POEMA INVADIDO POR ROMANOS

Los romanos eran maliciosos.
Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.
Les interesaba el futuro,
Las huellas más que las pisadas.
Los romanos, Casandra, eran mañosos.
No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.
Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.
El tiempo es romano.

UNA CARTA RUMBO A GALES

Me pregunta usted dulce señora
Qué veo en estos días a este lado del mar.
Me habitan las calles de este país
Para usted desconocido,
Estas calles donde pasear es hacer un
Largo viaje por la llaga,
Donde ir a limpiar luz
Es llenarse los ojos de vendas y murmullos.

Me pregunta
Qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
La luz de un frenocomio
Que llega serena a entibiar
Las más profundas heridas
Nacidas de un poblado de días incoloros.

¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque sabe usted , dulce señora,
Es este país una confusión de calles y heridas.
La entero a usted:
Aquí hay palmeras cantoras
Pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
Y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
Que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
Hasta Java y Burdeos,
Hasta el Nepal y su pueblito de Gales,

Donde supongo que bebía sombras su querido Dylan Thomas.

Las mujeres de este país son capaces
De coserle un botón al viento,
De vestirlo de organista.

Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo,
No sospecha usted lo que es un país
Como un viejo animal conservado
En los más variados alcoholes,
No sospecha usted lo que es vivir
Entre lunas de ayer, muertos y despojos.

9. RAÚL ZURITA

Raúl Zurita nació en Santiago (Chile), en 1950. Esto es: era un joven, y ya era poeta, cuando se produjo el golpe de Pinochet, en setiembre de 1973. Además, a los 23 años, ya era ingeniero civil, tenía tres hijos y se divorciaba de la primera mujer. El régimen lo persigue, él responde con actos de “resistencia poética” (que incluyen quemar su rostro y querer cegarse, arrojando ácido en sus propios ojos).

Desde la infancia él habla italiano, la lengua de su madre, y la influencia de Dante reaparece hasta en los títulos de sus primeros libros (“Purgatorio”, 1979, y “Anteparaíso”, 1982). Es famoso el episodio de los poemas que Zurita escribió usando el humo del cielo de Nueva York, y el verso “ni pena ni miedo”, grabado en el suelo del desierto de Atacama, en el norte de Chile, y sólo legible desde el cielo.

Esa necesidad de espacio, la vocación de enormidad, no es mera grandilocuencia, como se podría sospechar. Invito al lector a comenzar por imaginar un territorio como el chileno, con los Andes, y aquel desierto siempre transfigurado. Hecho esto, léase a Zurita como si fuese una fuerza de la naturaleza de ese territorio, como si la poesía de él no fuese destinada a agigantar todo, a pasar del dolor a la santidad. Encuentro revelador el hecho de que la tapa de su primer libro traiga la cicatriz de la cara quemada del poeta, como bordes geológicos de los Andes.

Incluí algunos poemas suyos en esta “muestra”, y lo hice para “mostrar” esta poesía, sabiendo muy bien que esos poemas “se muestran” aquí precariamente, sólo de muy lejos. Fue, claro, a falta de mejor opción. Porque, en verdad, la poesía de Zurita procede más por acumulación, por retomadas, como las montañas, que reaparecen, parecen iguales y son siempre otras.

EL DESIERTO DE ATACAMA IV

I. El Desierto de Atacama son puros pastizales

II. Miren a esas ovejas correr sobre los pastizales del desierto

III. Miren a sus mismos sueños balar allá sobre esas pampas infinitas

IV. Y si no se escucha a las ovejas balar en el Desierto de Atacama nosotros somos entonces los pastizales de Chile para que en todo el espacio en todo el mundo en toda la patria se escuche ahora el balar de nuestras propias almas sobre esos desolados desiertos miserables

EL DESIERTO DE ATACAMA V

Di tú del silbar de Atacama
el viento borra como nieve
el color de esa llanura
I. El Desierto de Atacama sobrevoló infinidades de desiertos para estar allí

II. Como el viento siéntanlo silbando pasar entre el follaje de los árboles

III. Mirénlo transparentarse allá lejos y sólo acompañado por el viento

IV. Pero cuidado: porque si al final el Desierto de Atacama no estuviese donde debiera estar el mundo entero comenzaría a silbar entre el follaje de los árboles y nosotros nos veríamos entonces en el mismísimo nunca transparentes silbantes en el viento tragándonos el color de esta pampa.

PASTORAL DE CHILE

III
Allá va la que fue mi amor, qué más podría decirle
si ya ni mis gemidos conmueven
a la que ayer arrastraba su espalda por las piedras
Pero hasta las cenizas recuerdan cuando no era
nadie y aún están los muros contra los que llorando
aplastaba su cara mientras al verla
la gente se decía “Vámonos por otro lado”
y hacían un recodo sólo para no pasar cerca de ella
pero yo reparé en ti
sólo yo me compadecí de esos harapos
y te limpié las llagas y te tapé, contigo hice agua
de las piedras para que nos laváramos
y el mismo cielo fue una fiesta cuando te regalé
los vestidos más lindos para que la gente te respetara
Ahora caminas por las calles como si nada de esto
hubiera en verdad sucedido
ofreciéndote al primero que pase
Pero yo no me olvido
de cuando hacían un recodo para no verte
y aún tiemblo de ira ante quienes riendo te decían
“Ponte de espalda” y tu espalda se hacía un camino
por donde pasaba la gente
Pero porque tampoco me olvido del color del pasto
cuando me querías ni de azul
del cielo acompañando tu vestido nuevo
perdonaré tus devaneos
Apartaré de ti mi rabia y rencor
y si te encuentro nuevamente, en ti me iré amando
incluso a tus malditos cabrones
Cuando vuelvas a quererme
y arrepentida los recuerdos se te hayan hecho ácido
deshaciendo las cadenas de tu cuello
y corras emocionada a abrazarme
y Chile se ilumine y los pastos relumbren

IV
Son espejismos las ciudades
no corren los trenes, nadie camina por las calles
y todo está en silencio
como si hubiera huelga general
Pero porque todo está hecho para tu olvido
y yo mismo dudo si soy muerto o viviente
tal vez ni mis brazos puedan cruzarse sobre mi pecho
acostumbrado como estaban al contorno de tu cuerpo
Pero aunque no sobrevivirán muchas cosas
y es cierto que mis ojos no serán mis ojos
ni mi carne será mi carne
y que Chile entero te está olvidando
Que se me derritan los ojos en el rostro
si yo me olvido de ti
Que se crucen los milenios y los ríos se hagan azufre
y mis lágrimas ácido quemándome la cara
si me obligan a olvidarte
Porque aún hay miles de mujeres en quien poder
alegrarse y basta un golpe de manos
para que vuelvan a poblarse las calles
no reverdecerán los pastos
ni sonarán los teléfonos ni correrán los trenes si
no te alzas tú la renacida entre los muertos
Hoy se han secado los últimos valles
y quizá ya no haya nadie
con quien poder hablar sobre la tierra
Pero aunque eso suceda
y Chile entero no sea más que una tumba
¡Despiértate tú, desmayada, y dime que me quieres!



10. DAMARIS CALDERÓN

Damaris Calderón nació en La Habana (Cuba), en 1967. Se formó en letras en la Universidad de La Habana. Reside en Santiago (Chile), donde hizo primero un pos-grado y después quedó como profesora universitaria. Detalle: Damaris es “cubanísima”, retorna sistemáticamente a Cuba, por lo menos anualmente.

Pertenece sin duda a esa pequeña legión de poetas cubanos que andan por el mundo (Cuba y Uruguay son los dos países que tienen esa peculiaridad de poseer una “pequeña legión” de poetas situados más allá de las fronteras). No es un dato menor para una poeta como Damaris esa vivencia de un exilio que es y que no es, un exilio a término, un transitar por el mundo, un ir y volver con relativa libertad.

Con libertad, Damaris transita por la poesía de amor lésbico. Libertad y aceptación de una tradición sáfica, sin los exilios en el lenguaje (y hélas, no sólo en el lenguaje) que ese amor habría acarreado para poetas de una generación anterior. También de esa libertad conquistada parte la comprensión de un escritor como el cubano-americano Calvert Casey (1924-1969), que acabó por suicidarse en Roma, en lucha con los estereotipos sexuales y existenciales.

Es sólo un ejemplo, y lo menciono apenas porque la autora dedica a él un bello poema, mas insisto en que surge de esta poeta una visión del mundo, digamos: visto desde lo alto, que tal vez no podría existir en aquellos artistas que no traspasaron fronteras —nacionales, comportamentales, escriturales.

Finalmente, si elegí a Damaris para representar una cierta poesía joven del continente es porque me declaro seducido por el idioma de la autora, preciso, prístino y económico en la mayoría de las veces, capaz de beber en la literatura y en la vida. Concluyo con estos cinco versos, que van de aperitivo:

Y te fuiste con otra,
naturalmente,
y me dejaste henchida
de rencor
de literatura.

DOS GIRASOLES SOBRE EL ASFALTO

En el terminal de ferrocarriles
sentada con mi madre
dos girasoles sobre el asfalto.
Su mano borra todo sucio paisaje.
Nunca he comido sino de esa mano
nunca
sino de ese fruto macerado.
Me enseñabas un sendero
para que no me extraviara.
Y siempre regreso, pequeño afluente,
buscando un poco de sosiego
como se le da al enfermo
una cucharada de sopa
Y la cuchara hace frías,
metálicas promesas
hasta que la cabeza se queda
recostada contra el velador.
Una oruga cantándole a un gusano
la canción de la morfina
la cabeza roída por dentro,
el tallo esplendente conectado al tubo de oxígeno.
El mar, como un patrullero
pisándome los talones.
Thalassa thalassa
he intentado vivir siete veces.

EL BANQUETE

La mujer inclinada hacia delante
(La fruta a medio morder, sobre la mesa)
Tú: la cabeza ida
pensando en símbolos.
Lo peor no es que las cosas sean finitas,
lo peor es que las cosas sean.
Lo peor es saber
que tu cuerpo, tu pelo, aquella boca
serán definitivamente del olvido y el polvo
mucho más
de lo que alguna vez fueron míos.
Este es el fuego.
Crece con arañazos
ramas
carne sudada
y piernas piernas piernas
que se abren.
Es crudamente tibio.
En esta habitación mínima pieza
puedo por fin tumbarme sobre ti:
una mujer brutalmente desnuda,
no un pájaro ni una gacela.

LA HABANA, TINTE MEDITERRÁNEO AL FONDO

Comprábamos el goce
en una habitación
alquilada.
Colocábamos una frazada
que se quemó
—¿te acuerdas?—
sobre la lámpara sucia.
Demasiado mezquinas
las paredes
apenas soportaban
nuestros cuerpos jóvenes.
Tus piernas se encendían
como neón como astros.
Yo me inclinaba
lamía tu resplandor
esa pequeña
llama votiva.

Alfredo Fressia | 24 de enero de 2009

Comentarios

  1. Alber
    2009-01-24 13:27

    Cualquier antología que incluya a Gelman, me pone a la defensiva. Porque Gelman es una mierda de poeta. Podría decirlo de una manera más suave, pero no me sale. Lo jodido es que hay otros cuantos en esta antología (demasiados, me temo) que tampoco escriben alta poesía. Escriben versillos, chorraditas insustanciales, mariconadillas que a uno se le ocurren. Nada que ver, en todo caso, con la poesía de verdad.

    Las declaraciones de intenciones molan mucho. Como la de Roca:

    La poesía,
    Riesgosa y vagamunda,
    Territorio libre del sueño,
    Cultiva las flores prohibidas.

    Genial, me apunto a eso. Estoy de acuerdo. Pero, ¿después qué? Después, nada. Ni poesía riesgosa ni nada que se le parezca, cuanto menos de lejos. Al contrario: poesía adocenada, poesía tibia, poesía de andar por casa.

    Hay otros poetas en lengua española escribiendo otras cosas. Pero, desde luego, su contexto cultural es tan diferente del que maneja el antólogo, que probablemente si se topara con ellos, no los reconocería.

    Ah, y una nota final. Considero especialmente estúpido afirmaciones como esta: “Hay poetas que encuentro importantes en mis lecturas, pero son excesivamente jóvenes para incluirlos sin más”. Pues mira tú que bien.

    A ver, la buena poesía, es buena poesía. Punto final. La escriba una muchachilla de quince años o un señor de noventa. Hablamos de seleccionar buena poesía. ¡Pues selecciónese, carajo! Así, a pelo, sin mayores condicionantes. Porque si nos ponemos a admitir colateralidades, la cagamos. Por eso está Gelman en todas las antologías. Porque a pesar de que su poesía es pueril, su colateralidad impresiona. A algunos, al menos.

  2. Marcos
    2009-01-24 13:48

    A ver, sólo una cosa: lo de no antologar a poetas jóvenes creo que lo justifica el autor, y se entiende, aunque pueda no compartirse: se le pide una antología de unas determinadas características, y de “nombres”, no de poemas: por eso renuncia a los jóvenes, porque no están “consagrados” y la poesía que hoy le gusta de ellos puede tornarse en nada en pocos años.

    Saludos

  3. Alber
    2009-01-24 14:37

    Sigue pareciéndome una decisión estúpida. Y los sesenta años del antólogo deberían ser suficientes para darse cuenta de ello: la buena poesía es buena poesía, insisto. La haya escrito alguien joven o alguien viejo. Algunos de los autores que más me gustan tienen una bibliografía cortísima y fue escrita en su juventud (Pizarnik, por ejemplo). ¿Es eso un problema? ¿Los convierte en menos interesantes? No, estoy harto de este tipo de criterios para-literarios que no aportan nada. Todos los cupos son, en esencia, estúpidos: no me interesa la poesía de viejos, ni la poesía de mujeres, ni la poesía de negros. Me interesa la buena poesía. Punto. Y si el antólogo no tiene la suficiente intuición y la suficiente malicia para descubrirla allá donde se encuentre, que no se meta en camisas de once varas.

    ¿Que la poesía de los autores jóvenes puede tornarse en nada con el paso del tiempo? Ya, y la de los viejos. Y la de los consagrados. Y la de los operarios del gremio textil mediterráneo. Todo puede tornarse nada con el paso del tiempo. Es más, en rigor, todo se tornará nada con el paso del tiempo (¡uy, me ha salido un verso de Gelman, perdón!).

  4. María José
    2009-01-24 14:50

    Coincido con Alber en el fondo. En realidad el propio autor da una pista al principio, han desaparecido los cánones (Neruda, Paz) no porque al lector ya no le sirvan, sino porque lo que intenta presentar como canon no se sostiene. Siempre me produce una sensación muy extraña este tipo de cosas, cuando he empezado a leer el artículo lo he hecho con mucho interés, porque el que lo escribe tiene más conocimiento del tema que yo. Luego pienso, cómo puedo no entender qué ve en esos autores alguien que lee mucha poesía, cómo pueden parecerme tan mediocres los poemas que ha puesto. Y no es que me resulten extraños o no los entiendan, es que me parecen más de lo mismo.

    Creo que uno de los objetivos de una antología debería ser despertar el interés del que lee pare seguir leyendo al autor. Sólo el poema “Segregación Nº1” de Germán Belli me ha suscitado curiosidad por el autor, aunque no los dos primeros.

    De todos a la única que había leído y sí me parece interesante es Blanca Varela, aunque creo que tiene poemas mejores que los que ha escogido. De Gelman, pienso como Alber, y también lo he puesto en alguna parte. Aunque no deja de ser curioso que leído cerca de otros, destaca algo.

    No sé qué pensáis, pero ¿esto es poesía de nivel?:

    “El sexo es siempre amor,
    nunca el amor es sexo.
    El amor no es amor,
    el sexo es el amor.
    No hay sexo sin amor
    pero hay amor sin sexo, y no lo es.”

    Pero es que por otra parte, no coincido tampoco con el canon de los que no ha podido poner porque están muertos, yo creo que ahí sí hay mucha potencia: Pizarnik, Juarróz, Mercedes Carranza o Luis Hernández están muy lejos de los que el propone, como el nombradísimo Roque Dalton, que he leído sus obra dos veces (soy muy aplicada) y no he conseguido ver poesía de nivel ahí. Creo que como dice Alber, se confunde mucha veces la vida del autor o su personalidad que puede ser muy interesante con la obra.

    Hay que decir también en su honor que no ha seleccionado a muchos de peores, que suelen aparecer por este tipo de antologías.

  5. Alber
    2009-01-24 23:10

    Siempre me produce una sensación muy extraña este tipo de cosas, cuando he empezado a leer el artículo lo he hecho con mucho interés, porque el que lo escribe tiene más conocimiento del tema que yo. Luego pienso, cómo puedo no entender qué ve en esos autores alguien que lee mucha poesía, cómo pueden parecerme tan mediocres los poemas que ha puesto.

    Yo te respondo: porque quien habla tiene una visión de la poesía pacata, cansina, mediocre, timorata, retraída y profundamente anodina de lo que es y lo que significa escribir poemas. Quien habla no es capaz de reconocer la alta poesía, la gran poesía, esa que cuando la lees sientes que te vuela la tapa de los sesos. No es capaz de reconocerla ni aunque se la pongan delante de las narices. Quien habla escucha cosas como

    “Oh Hada Cibernética
    Cuándo harás que los huesos de mis manos
    se muevan alegremente
    para escribir al fin lo que yo desee”

    y se extasía. Así que apaga y vámonos. Oh, Hada Cibernética.

    Hay que decirlo claro porque ya es hora. Basta de idioteces autocomplacientes y basta de mediocridades. La poesía es otra cosa muy distinta. Y el continente poético existe, pero se parece al aquí antologado como un servidor a Leonardo DiCaprio.

  6. germán
    2009-01-25 12:44

    Alber: creo que tu crítica incurre en una confusión: la propuesta de Fressia, tal como lo explicita en el primer párrafo, no deja de ser una “brincadeira” (un juego). ¿Por qué? Porque no hay posibilidades “serias” (vale decir: literarias) de construir un canon. Me extendí sobre el punto en una columna que se publicó en LdN hace años. Están los textos en el archivo. No abundo ahora. Sólo digo que en materia de poesía no hay canon porque prácticamente no hay un centro del campo literario que discrimine claramente, como si lo había hace un siglo. Sí hay mecanismos de canonización que siguen funcionando, pero débiles. De ahí, entendí yo, la virtud de este artículo de Fressia. Explicita las reglas de juego, y da a conocer sus preferencias y algunos poetas que, a su entender, “deben” ser considerados, si el lector tiene la paciencia y las ganas de hacerlo.

    Entonces, la brincadeira era elegir diez poetas vivos, no diez poemas. Claro que tú me dirás que si se elige al poeta, entonces, este debe tener sus buenos poemas. Sí, de acuerdo. Ahí podemos entrar a discrepar, poeta por poeta, poema por poema, si son buenos o no. Con qué criterios hacemos la calificación es otro asunto. Ya lo veremos.

    Elegir un poeta es considerar una obra y una trayectoria: ¿la tiene un joven? Difícil. No niego que un joven pueda fulminar el Parnaso con un libro de poemas. Vale. En el pasado funcionó: de Rimbaud a la Pizarnik. Pero hoy día no funciona. ¿Por qué? Porque ya no hay Parnaso (eso que decía de un “centro”). Y porque el facilismo ha ganado a la posibilidad de que un joven sepa contra qué paredes está tirando. No niego que un joven puede expresarse poéticamente con una fuerza sin par. Pero de ahí a que, hoy día, canalice esa fuerza expresiva por los caminos de una obra, de una voz, de un estilo hay un trecho. La juventud ya no es lo que era: tal vez por eso se dice que una mujer como Damaris es joven con sus más de cuarenta a cuestas.

    Además, creo que te confundes cuando tratas el tema de las colateralidades y los criterios para-literarios. Al menos te confundes al remarcar tu enojo con ellos en este caso. El artículo de Fressia señala todas las colateralidades en el caso de los autores que selecciona. Luego indica porque él entiende que ellas son tales en relación con la obra, y trata de recuperar la obra al margen de ellas. Podemos discrepar con sus criterios, o con la efectividad de los mismos a la hora de separar la paja del trigo (la poesía de la pose y de la posición) pero justamente, reconozcamos que trata de saltar ese asunto en cada caso.

    Gelman era un buen poeta cuando escribió Gotán (1962) y Fábulas (1971). Después se repite bastante. Pero en 2007 da a conocer “Mundar” y vuelve a mostrarse como un buen poeta. ¿Qué puede querer decir aquí “un buen poeta”?: fuerza expresiva, eufonía, ritmo, exploración y articulación del lenguaje, polisemia, una voz propia, apertura de mundos (en un sentido ontológico: mundo interior, mundo social, mundo natural, mundo trascendental)… Tomo un poema al azar:

    ESPASMOS

    quien escucha la noche / los
    espasmos que hierven y
    saquean las terrazas / jacintos
    que se detienen
    en calles donde había nombres / casas
    de no dormir / las obras
    como pasión de vida
    que iba a la muerte / en ese perro
    caben las pieles de la historia
    no escritas todavía / o sólo
    en rostros que se fueron
    con el deseo bajo el brazo /

    (Gelman, Mundar, p.80)

    Decir que “la buena poesía es buena poesía” no pasa de una tautología. Puedes abreviar: la buena poesía es. Y punto. Pero no avanzamos así. ¿Cómo avanzar? Una respuesta (yo creo que bastante buena) es, justamente, la del paso del tiempo. Si hoy día podemos leer un poema escrito hace muchos años y simpatizar con él, vale decir, encontrarle esas cosas que enumeré para el caso del “buen poeta”, entonces tenemos allí buena poesía. Superar la actualidad es un buen criterio crítico. Dirás que no nos ayuda para discernir si hay buena poesía en la actualidad, o para saber cómo encontrarla. ¿No nos ayuda? En parte sí, pues comparar (¿es otra cosa la crítica?) lo que se escribe hoy con esos poemas que aguantaron el desgaste del tiempo es una forma de distinguir paja de trigo, o mejor dicho, la aguja en el pajar.

    Dices al pasar (y fíjate que evité al responderte entrar en consideración de todos los calificativos, a mi gusto un tanto excedidos) que “hay otros poetas en lengua española escribiendo otras cosas”. Me encantaría que nos hicieras una lista de tus 10 preferidos, no sólo por seguir la brincadeira, sino para tener una idea más aproximada del tipo de poesía que te ha volado la sesera. Criterio que, por cierto, me resulta un tanto arbitrario, algo así como aquella frasecita: “pues a mí me gusta”. Y si te digo que me gustaría conocer esa lista tuya de los 10, es porque creo que la lectura de los otros, si es atenta, y está entrenada, nos orienta la propia, más allá de que al leer discrepemos.
    Saludos.

  7. Marcos
    2009-01-25 13:01

    Soy un perezoso y un cobarde. Llevo dándole vueltas desde ayer a una respuesta a Alber y María José, pero nada. Ahora leo el texto de Germán y veo que coincido en su mayor parte, y que esa sería la respuesta que yo, más o menos, quería dar.

    La columna a la que se refiere Germán creo que es esta.

    Yo, obviamente, no coincido con la selección, o con parte de ella, y no en el sentido de que yo propondría otros (mi conocimiento de la poesía latinoamericana es escaso), sino simplemente en el que varios de los poemas aquí seleccionados no me gustan o no me “llegan”. Pero me interesa muchísimo la selección por dos cosas: porque realmente me gusta la introducción, en la desnudez de sus argumentos, coincida o no con ellos; y porque me da a conocer poetas que desconocía (y que ahora decidiré si exploro más o no), algún poema valioso y una visión distinta a la mía de la poesía.

    Yo hay algo en lo que soy profundamente escéptico: la posibilidad de establecer que es buena poesía y qué no. Creo que estoy mucho más cerca del gusto poético de Alber o de María José que del de Fressia, pero renuncio totalmente a establecer ese canon. Incluso veo imposible lo que dice Germán de valorar como bueno lo que con el paso de los años nos sigue transmitiendo fuerza (etc) porque eso se reduce a una impresión individual: lo que a mí me puede transmitir fuerza a ti no, y ya.

    Por lo demás, me encantaría, Alber, esa selección que te propone Germán, así que si te apetece y no quisieras publicarla en otros espacios, LdN te espera.

    Saludos

  8. germán
    2009-01-25 13:30

    Una observación, Marcos: en lo que respecta al criterio del paso del tiempo no estoy de acuerdo contigo cuando dices que se reduce a una impresión individual. Que un libro (o la obra de un poeta) llegue años después de haber sido escrita a nuestras manos es algo que trasciende lo individual. Es un proceso social el que lleva el libro a nuestras manos. Uno podría determinar ese proceso, partícula por partícula. Al hacerlo, iremos encontrando paso a paso (y mano a mano, y lectura a lectura, y recomendación a recomendación) todo el recorrido del libro. Luego, sí, es a uno que le corresponde juzgar si la fuerza poética está presente en esa obra o no. Pero incluso al hacer esto, no estamos solos. Vienen a nuestra ayuda otros libros (que hicieron un recorrido bastante similar) y otra personas que nos dieron, recomendaron, orientaron, influyeron, etc. Tú mismo escribiste en un texto del cuervo algo en esa dirección. La tesis sería: escribimos lo que leemos. Si funciona en ese caso, el de la escritura, también lo hace en el de la lectura. ¿Cuándo realmente juzgamos de forma individual y nos dejamos llevar por nuestras propias impresiones autónomas y auténticas? Bien, esto sí que es lo difícil, y no siempre lo logramos, así como no siempre logramos hacernos una voz poética propia, aunque lo intentamos. Saludos.

  9. Marcos
    2009-01-25 13:41

    Umm… no estoy seguro de que hablemos de lo mismo. Yo me refiero, en última instancia, al canon: el tiempo es uno de los mejores recursos que tenemos para valorar las obras y establecer un canon (social, no individual), pero sabiendo siempre que no pasa de un acuerdo coyuntural: es sabida la historia editorial de El Quijote, ignorado y exaltado un siglo sí y otro no; ahora lo aceptamos como obra maestra, pero no hay nada que nos asegure que dentro de dos siglos pase lo mismo. Cuando yo leo un poema con 50 años de antigüedad y me gusta puede suceder perfectamente que a ti no, con lo que el tiempo no ha pasado de igual modo sobre el poema para ambos. Por lo tanto, insisto en que ese es un criterio que nos sirve individualmente, para nuestro canon individual, igual que sirve socialmente, sabiendo que este acuerdo es, como dije, coyuntural.

    Saludos

  10. María José
    2009-01-25 14:31

    Conste que yo valoro la selección y que, por interés personal, me encantó la idea. Lo único que me descoloca es ver que me han parecido muy “normaitos” para la poesía de medio continente que ha dado tanto bueno escritor anteriormente. Estoy convencida de que tiene que haberlos muy buenos. Yo he quedado sorprendida por Luis Hernández, del que no había oído hablar en mi vida y eso que murió hace años. Pero lo que se ha impuesto como canon (porque sí hay un canon, el mismo Gelmán, Angel González… y tantos y tanto, son más de lo mismo) es mediocre y de ahí que los que no lo siguen estén totalmente marginados, de ahí que los buenos lectores no los lean ni opinen.

    Siempre ha habido pocos lectores de poesía, recuerdo que era la única de mi clase a la que le gustaba. Luego había un tipo de lector que leía cosas tipo “El profeta”, ese más numeroso. Pero éramos mundos separados, nunca consideré que lo que leían era poesía. Pues curiosamente son el tipo de gente a la que le gusta el nuevo canon. Y no soy la única que opina así, conozco a unos pocos buenos lectores de varias generaciones, con gustos muy diferentes y, sin embargo, coincidimos. A algunos le gusta más o menos un tipo, le llega más o menos, pero reconocemos cuando “hay algo”.

    Germán, yo he leído casi todo lo que he podido de Gelmán para poner un poema suyo en “una aguja en un pajar” y no he podido. Ese poema que has puesto sigue siendo flojo, es de las poemas que dan un poco al pego porque algo de oficio tiene, pero no tiene mucho fondo y no aguanta muchas nuevas lecturas. Y no es que no me guste, tengo un registro muy amplio, es que no es buena poesía. Yo no voy a renunciar a poder decir eso, lo he defendido públicamente porque creo que hay algo objetivo, aunque no objetivable.

    Marcos, dices: “Yo hay algo en lo que soy profundamente escéptico: la posibilidad de establecer que es buena poesía y qué no”. Ya sé que me paso un poco, pero no te creo. Es más creo que la actitud que habéis adoptado es uno de los grandes problema que tienen los buenos poetas para que puedan difundirse. Ya lo he expuesto en mi texto de Duchamp, eres un poco cobarde pero no por no contestarnos a Alber y a mí, sino porque no te atreves a decir que el emperador va desnudo, aunque te equivoques.

    German, claro que hay poemas que levantan la tapa de los sesos. Yo estoy muy orgullosa de nuestra minicoleccion de poesía y no hace falta que el resto del establishment poético no se entere, cualquier de esos libros le dan cien mil vueltas a los que ganan el premio de la crítica o el nacional de poesía (muy malos, no que no me gusten, muy malos). Por ejemplo “Leve historia del mundo” y en especial el poema de él que puse en mi sección lo ha levantado la tapa de los sesos a mucha gente, a grandes lectores de poesía, pero ahí sigue y no creo que logre abrirse paso en este río revuelto. Marcos, ¿por qué tengo que seguirles el juego?

  11. María José
    2009-01-25 14:43

    Y respecto a lo último, el Quijote será más o menos valorado en unas u otras épocas, pero “El código Da Vinci” como literatura nunca y ahí está la trampa.

  12. Marcos
    2009-01-25 14:57

    Mi cobardía está muy asociada a mi pereza y mi inseguridad: cuando leo no ya el “Oh Hada Cibernética”, pero sí el “Di tú del silbar de Atacama”, y me dice poco o nada, pienso que quizás tuviera que leerlo más atentamente, porque alguna vez me ha pasado que insistiendo llego, pero no insisto, así que pienso que lo más honrado es no emitir juicio público.

    En cuanto a lo objetivo de la buena poesía… yo lo creo para mí, pero me siento incapaz de dar esas claves objetivables a las que tú misma renuncias, y temo que sin ellas no podemos pasar de algo muy parecido a la fe.

    Saludos

  13. germán
    2009-01-25 15:21

    María José: No digo que no haya poemas que logren ese estado de éxtasis para el cual Alber propone la metáfora de policial negro. Tampoco confundo a Khalil Gibran con Antonio Porchia, y estoy tan orgulloso como tú de la colección que va montando LdN. Tampoco soy tan iluso como para creer que por detrás de muchas “promociones de poetas” no hay intereses creados (muy mezquinos y de bajo vuelo la mayoría: fósforos apagados) y que todo lo rige la calidad literaria. Creo estar de acuerdo contigo en casi todo (con excepciones puntuales, por ejemplo, Gelman).
    Pero lo cierto es que los lectores vamos mirando y escuchando aquí y allá para elegir nuestras lecturas. Lo hacemos así porque entre otras cosas, tampoco tenemos todo el tiempo del mundo, y cada vez más se publican bajo el sello de poesía cosas que no lo son, definitivamente, no lo son.
    Saludos.

  14. María José
    2009-01-25 22:19

    Marcos, no hace falta dar datos objetivos, al que le gusta el vino no hace falta que le den pruebas objetivas cuando le ponen una buena botella delante. Y esto es la lucha que siempre ha tenido lugar en la historia de la humanidad. En la ciencia, por suerte, no se ha renunciado a ello, todavía no le ha dado a los buenos investigadores por decir: “no sé si tengo la verdad o no, igual estoy haciendo lo mismo que se hicieron con las ideas de Giordano Bruno o Galileo”. Y en ciencia tampoco es tan fácil como parece desde fuera que se abran paso las nuevas teorías, pero si no se lucha por ellas, morirán. No sé por qué en arte se está renunciando a ello. Y claro que hay cosas que cuesta más al principio entrar y que hay que darle un poco de tiempo, a mí me pasó con Carver y ahora me parece un genio. Pero desde el principio ves algo, no todo, pero algo.

    Germán, parece que estamos bastante de acuerdo y precisamente porque no podemos leerlo todo me da rabia cuando alguien que debería darme un poco de luz no lo hace.

  15. rolando gabrielli
    2009-01-26 04:31

    Vivos o muertos, los poetas se buscan, como agujas en un pajar para hacer una buena, aproximada, real antologìa.La mayorìa arbitarrias, cojas, mancas, ciegas, rabiosas y hasta eunucas.
    Donde hay antologìa, por lo general no existente poesìa.
    La de Alfonso Calderòn, acadèmico de la lengua de Chile y escritor, me parece una de las màs balanceadas, serias, inteligentes, lùcidas, de las realizadas en Chile. Siempre alguien queda por fuera, sin duda.êsta de què partiò, hacia donde va , què vio el antologador.??? Poetas vivos, poetas muertos, poetas si, poetas no, como la cueca alrga de Parra?? Por que no està Rojas, Hanh y varios màs??????

  16. Alber
    2009-01-26 14:46

    Dice Germán:

    Alber: creo que tu crítica incurre en una confusión: la propuesta de Fressia, tal como lo explicita en el primer párrafo, no deja de ser una “brincadeira” (un juego).

    Mira, esto es como el tipo que llega a casa y se encuentra a su mujer desnuda en la cama con otro hombre. Y la mujer le dice: “Cariño, esto no es lo que parece”.

    Pues esto es lo que parece, aunque finjamos que no. Como dice el antólogo en el mismo primer párrafo, lo que se le pide es que elija “los diez poetas hispanoamericanos vivos que deben ser leídos”. Y eso hace. Y eso es lo que yo critico.

    Y la selección da lástima. Por decirlo finamente y sin resentimiento. Lástima, porque incluso siendo indulgentes, es mala, mala y mala.

    Si lo que sigue lo leo como si fuera una parodia de la buena poesía, hasta me reiría. Pero lo jodido de todo esto, es que vais en serio. Eso es lo jodido.

    —-

    Dice dadá, se hace pipí, suelta pupú,
    teme al guaguá y odia al miau
    y sin cesar hay que cambiarle pañales.

    —-

    Los romanos eran maliciosos.
    Llenaron Europa de ruinas
    Confabulados con el tiempo.
    Les interesaba el futuro,
    Las huellas más que las pisadas.
    Los romanos, Casandra, eran mañosos.

    —-

    Porque aún hay miles de mujeres en quien poder
    alegrarse y basta un golpe de manos
    para que vuelvan a poblarse las calles
    no reverdecerán los pastos
    ni sonarán los teléfonos ni correrán los trenes si
    no te alzas tú la renacida entre los muertos

  17. rolando gabrielli
    2009-01-27 21:04

    La poesìa es el lenguaje cargado de intenteciones, lo dijo el viejo Ezra y podò La Tierra baldìa, “el màs perefecto poema en inglès del siglo XX”. la poesìa se las ingenia siempre para adrse a conocer. Veamos a Leopoldo Panero, desde un manicomio sigue siendo el mejor poeta de España. No es tu sexo lo que en tu sexo busco/sino ensuciar tu alma. desflorar/con todo el barro de la vida/lo que aùn no ha vivido.
    A veces en las antologìas se es màs epilèptico, que eclèctico son las razones discrecionales de los zares y sus zarinas escogidas. En todo comercio ahay putitas, finas y de medio pelo. La poesìa pudo sobrevivir a sodoma y gomorra, yno hubo necesidad de subir una pareja de poetas al Arca de Noè. despuès del poema, el diluvio, Luis XiV, el sol es la poesìa, brilla, brilla..
    Las teorìa son interesantes,a veces, como las poses en ujna cama, pero lo que queda es el Poema…pronto aparecerà el Poema Cosas sueltas….

  18. rolando gabrielli
    2009-01-28 03:36

    Y què dijo Vargas Llosa de la poesìa de Oscar Hahn?es magnífica y verdaderamente original y es lo más personal que he leído en poesía de …Pero es una opiniòn y en verdad la poesìa de Hahn es clàsica en su innovaciòn….Lo que hay que hacer es leer con amplitud, avaricia, y sobre todo en diversidad, pluralidad…Y no dejarse llevar por cantos de sirena que ni siquiera creen en Ulises.
    Hay antologìas que terminan siendo mascotas de la historia…

  19. rolando gabrielli
    2009-01-28 06:55

    ¿Misterio
    del pájaro,
    son sus alas
    o el vuelo
    que deja
    en el cielo?
    Rolando Gabrielli©2006

    La poesía seguirá teniendo críticos, que la definen, explican, y detractores, que la pulverizan. Apasionados y apáticos lectores, son inevitables. Y, sobre todo, poetas. El mercado ya no puede arrinconarla más. Pero la poesía es un bumerang y está más impregnada, presente, en las cosas, de lo que uno se imagina. Esto tiene o no tiene poesía, es una frase cajonera que mide sin querer el corazón, sentimiento, los deseos de las personas. Muchas cosas se trancan entre las personas porque no tienen poesía. No es la rima, sino es cómo uno se aproxima. El poema no es moneda corriente, pero cuando atendemos al interior de sus palabras, es difícil desentendernos del rumor que provoca su atmósfera. Para leer poesía, yo diría, hay que amar la vida. No ser conformista. Detrás de un poema, siempre existe la otra cara, es posible verla. Y cada lector verá un rostro distinto en esas palabras. Dentro del poema, suele estar el poeta y podemos seguir excavando, bajando al pozo de sus palabras. La idea es tocar fondo. Nadar, nadar, respirar, salir a la superficie, sumergirse. La poesía es un ejercicio permanente, como el aire, así, con naturalidad. Todo lo demás es prosa. Casi, casi, como la vida real.
    La Musa me interpela con la sabiduría de quien sabe lo que dice, porque primero lo siente y lee como suyo. Pero no todo llega de igual manera al lector. Tomo nota y sé de qué está hablando, por qué y a quién. Las Musas tienen el derecho que los dioses le otorgaron de inspirar y hacer sentir, aunque algunos las desconozcan y recurran al lápiz y al papel, o al ordenador, con sus diccionarios y libros de inspiración.
    Panero, Panero
    No olviden a Panero,
    el loco que sueña
    por toda España
    y nosotros,
    que muere como un santo
    perfumado por las palabras,
    que dice y tal vez calla
    en el reino de la nada,
    en un manicomio
    detrás de una ventana,
    allí maquilla el espanto,
    la rosa que aletea
    sus mudas horas.
    Rolando Gabrielli©2006

  20. Sergio
    2009-10-04 08:02

    ¿Y alguién leyó a Néstor Perlongher?
    lo recomiendo mucho
    les dejo un poema :

    CADÁVERES

    a Flores

    Bajo las matas
    En los pajonales
    Sobre los puentes
    En los canales
    Hay Cadáveres

    En la trilla de un tren que nunca se detiene
    En la estela de un barco que naufraga
    En una olilla, que se desvanece
    En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
    Hay Cadáveres

    En las redes de los pescadores
    En el tropiezo de los cangrejales
    En la del pelo que se toma
    Con un prendedorcito descolgado
    Hay Cadáveres

    En lo preciso de esta ausencia
    En lo que raya esa palabra
    En su divina presencia
    Comandante, en su raya
    Hay Cadáveres

    En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
    En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
    En el garrapiñiero que se empana
    En la pana, en la paja, ahí
    Hay Cadáveres

    Precisamente ahí, y en esa richa
    de la que deshilacha, y
    en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
    en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
    en la que no se dice que se sepa…
    Hay Cadáveres

    Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al espejuelo, en la
    correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
    arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin
    embargo, en esa c… que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con Todo
    Sobretodo
    Hay Cadáveres

    En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la
    menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el
    despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un
    saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
    pasadas como mejas muertas de las que
    Hay Cadáveres

    Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano:
    en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
    en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa porque su novio ha
    ……………………….!
    Hay Cadáveres

    En ese golpe bajo, en la bajez
    de esa mofleta, en el disfraz
    ambiguo de ese buitre, la zeta de
    esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
    Hay Cadáveres

    Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las campesinas
    agasajan sus fiolos, en los
    fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a escondidas, con la bombacha llena; en la
    humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de los de
    Hay Cadáveres

    Parece remanido: en la manea
    de esos gauchos, en el pelaje de
    esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
    de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
    Hay Cadáveres

    Ay, en el quejido de esa corista que vendía “estrellas federales”
    Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
    Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con
    una botella de whisky “Russo” llena de vidrio en los breteles, en ésos,
    tan delgados,
    Hay Cadáveres

    En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere
    En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
    las uñas salitrosas, en las mismas
    cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
    …indeciso…, que
    clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y
    en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza
    que se derrumba, oui
    Hay Cadáveres

    Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa
    ¡bonita profesora!
    Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo
    de ese incienso;
    Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
    atravesado por un aro, enagua, en
    Ya
    Hay Cadáveres

    En eso que empuja
    lo que se atraganta,
    En eso que traga
    lo que emputarra,
    En eso que amputa
    lo que empala,
    En eso que ¡puta!
    Hay Cadáveres

    Ya no se puede sostener: el mango
    de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
    el rosario
    de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
    la corriente
    que sujeta a los juncos el pichido – tin, tin… – del son-
    ajero, en el gargajo que se esputa…
    Hay Cadáveres

    En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
    glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
    porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
    que se estampa como sobre en un pijo,
    en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de la hormiga,
    Hay Cadáveres

    En la conchita de las pendejas
    En el pitín de un gladiador sureño, sueño
    En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
    brechas, en el sudario del cliente
    que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
    en el polvo
    Hay Cadáveres

    En el desierto de los consultorios
    En la polvareda de los divanes “inconcientes”
    En lo incesante de ese trámite, de ese “proceso” en hospitales
    donde el muerto circula, en los pasillos
    donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
    en los huecos
    de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos
    se travisten de ‘‘hombre drapeado”,
    laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
    un paladar, en tornos
    Hay Cadáveres

    En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
    esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
    bies que ciñe – algo demás – esos corpiños, en el azul Iunado del cabe-
    llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
    reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños…
    Hay Cadáveres

    En esas circunstancias, cuando la madre se
    lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
    hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
    va “creciente”, o
    Hay Cadáveres

    Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza
    que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
    los haras, eh, harás de cuenta de que no
    Hay Cadáveres

    Cuando el caballo pisa
    los embonchados pólderes,
    empenachado se hunde
    en los forrajes;
    cuando la golondrina, tera tera,
    vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
    como una sierpe “leche de cobra” se
    disipa,
    los miradores llegan todos a la siguiente
    conclusión:
    Hay Cadáveres

    Cuando los extranjeros, como crápulas, (“se les ha volado la
    papisa, y la manotean a dos cuerpos”), cómplices,
    arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
    y ella es devaluada!
    Hay Cadáveres

    Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
    ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
    ‘‘palo borracho”, la estirpe real de una azalea que ha florecido
    roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
    la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
    contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
    Hay Cadáveres

    Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su-
    ceso de su pica, más
    atornilla esa clava, cuando “mecha”
    en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
    chueca, cuando la va dándola vuelta
    para que rase todos.. . los lunares, o
    Sitios,
    Hay Cadáveres

    Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin…
    acribilla, acrisola, ángeles miriados’ de peces espadas, mirtas
    acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del
    dedo de un puntapié en las várices, torreja
    de ubre, percal crispado, romo clít …
    Hay Cadáveres

    En el país donde se yuga el molinero
    En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado,
    y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
    En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon,
    la huelen desde lejos, desde antaño
    Hay Cadáveres

    En la provincia donde no se dice la verdad
    En los locales donde no se cuenta una mentira
    –Esto no sale de acá–
    En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
    azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y
    Esmeraldas,
    Hay Cadáveres

    Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
    los caciques le hacen un enema,
    le abren el c… para sacarle el chico,
    el marido se queda con la nena,
    pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada de un camarín donde…
    Hay Cadáveres

    Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella
    era una oveja hecha rabona, donde la perra
    lo cagó, donde la puerca
    dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos
    almizclados, lo sedujo,
    Hay Cadáveres

    Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
    un bombachón de muñequera como en
    un cáliz borboteante – los retazos
    de argolla flotaban en la “Solución Humectante” (método agua por agua),
    ella se lo tenía que contar
    Hay Cadáveres

    El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
    La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
    La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
    La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados
    Hay Cadáveres

    La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
    La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una “calada”
    El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
    Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de una Kombi,
    Hay Cadáveres

    La despeinada, cuyo rodete se ha raído
    por culpa de tanto “rayito de sol”, tanto “clarito”;
    La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
    La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi;
    La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse
    para no ver lo que veía:
    Hay Cadáveres

    La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un buen punto;
    la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
    discreto que no mostrara nada
    – y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase –;
    la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada… lila…
    La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
    Hay Cadáveres

    La que hace años que no ve una pija
    La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña)
    Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta donde los
    vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
    tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una profesora…)
    Hay Cadáveres

    Era ver contra toda evidencia
    Era callar contra todo silencio
    Era manifestarse contra todo acto
    Contra toda lambida era chupar
    Hay Cadáveres

    Era: “No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan cuenta”
    O: “No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a pecho”
    Acaso: “No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta”
    Aún: “Hoy asaltaron a una vaca”
    “Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
    …y listo”
    Hay Cadáveres

    Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
    Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
    Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como
    una corbata se avizora, pinche de plata, así
    Hay Cadáveres

    En el campo
    En el campo
    En la casa
    En la caza
    Ahí
    Hay Cadáveres

    En el decaer de esta escritura
    En el borroneo de esas inscripciones
    En el difuminar de estas leyendas
    En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga,
    En ese puño elástico,
    Hay Cadáveres

    Decir “en” no es una maravilla?
    Una pretensión de centramiento?
    Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
    muere al amanecer, y descompuesto de
    El Túnel
    Hay Cadáveres

    Un área donde principales fosas?
    Un loro donde aristas enjauladas?
    Un pabellón de lolas pajareras?
    Una pepa, trincada, en el cubismo
    de superficie frívola…?

    Hay Cadáveres

    Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo
    curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los
    carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso,
    te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a
    dedetener, Fernando? Imaginá…
    Hay Cadáveres

    Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
    de esta reiteración estamos.
    Las damiselas italianas
    pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
    Las ‘‘modelos” –del partido polaco–
    no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza!
    Cholas baratas y envidiosas – cuya catinga no compite – en Quilmes!
    Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!
    Barracas!
    Hay Cadáveres

    Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es colimba!
    Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
    Y la que paya, si callase!
    La que bordona, arpona!
    Ni a la vitrolera, que es botona!
    Ni al lustrabotas, cachafaz!
    Ni a la que hace el género “volante”!
    NI
    Hay Cadáveres

    Féretros alegóricos!
    Sótanos metafóricos!
    Pocillos metonímicos!
    Ex-plícito !
    Hay Cadáveres

    Ejercicios
    Campañas
    Consorcios
    Condominios
    Contractus
    Hay Cadáveres

    Yermos o Luengos
    Pozzis o Westerleys
    Rouges o Sombras
    Tablas o Pliegues
    Hay Cadáveres

    – Todo esto no viene así nomás
    – Por qué no?
    – No me digas que los vas a contar
    – No te parece?
    – Cuándo te recibiste?
    – Militaba?
    – Hay Cadáveres?

    Saliste Sola
    Con el Fresquito de la Noche
    Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
    No Llevaste un Saquito
    Y
    Hay Cadáveres

    Se entiende?
    Estaba claro?
    No era un poco demás para la época?
    Las uñas azuladas?
    Hay Cadáveres

    Yo soy aquél que ayer nomás…
    Ella es la que…
    Veíase el arpa…
    En alfombrada sala…
    Villegas o
    Hay Cadáveres

    ……………………………………….
    ……………………………………….
    ……………………………………….
    ……………………………………….

    No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
    Respuesta: No hay cadáveres.


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