Siguiendo la estela de la sección homónima de Almacén Los Poetas trata de reunir una pequeña colección de buenos poetas, aunque poco conocidos o apartados del parnaso oficial y editorial.
Germán Machado Lens (Montevideo, Uruguay, 1966) cursó su educación básica bajo un régimen de terrorismo de estado, opresión y silenciamiento. De algún modo, ello se filtra en su poesía, y en su trato con la poesía.
A partir de 1985 escribe poesía de forma discontinua, pero sin interrupción.
En 2004 se aventura con el armado de un nuevo libro, Hendiduras que, por distintos motivos no llegó a la imprenta. Desde entonces, viene trabajando en otro libro, Ligaduras, que tampoco ha prosperado en su camino de hacerse público.
En los últimos años, homeopáticamente, ha ido publicando poemas sueltos en distintas revistas, periódicos e internet. Durante 2005 se aventuró con una columna sobre poesía latinoamericana en Libro de Notas. En este año obtiene el primer premio en el IV Concurso de Poesía de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, con el título Siluetas (publicado en la Revista Malabia.
Tras una arte poética previa del autor, presentamos una muestra de poemas extraídos de sus libros, y otros que ha escrito más recientemente.
Hendiduras: una jugada poética
Recientemente, alguien me pidió que le explicara el título de mi libro, Hendiduras, y en particular, el poema que lleva ese mismo título. Podría haber argüido que un poeta no tiene porque explicar sus poemas y salir del paso. Pero teniendo en cuenta que no suelo presentarme como poeta, preferí intentar explicar ese poema que, así lo veo ahora, puede considerarse una arte poética, vale decir, una suerte de declaración de los fundamentos a partir de los cuales he ido construyendo una línea (sinuosa) de textos poéticos.
Una hendidura es un incisión en una superficie o en un cuerpo sólido. Un corte que no llega a separar ni dividir aquello sobre lo cual se efectúa. En ese poema, si nos atenemos a lo denotado, el lenguaje aparece como un cuerpo arraigado, un sedimento, algo que une y está unido. ¿Qué es ese algo? En una primera instancia podríamos responder que es el mundo todo, el ser (en un sentido metafísico), el espacio y el tiempo, sincronía y diacronía de lo real. Pero también podríamos pensar en el mundo social, el conjunto de las relaciones sociales. E incluso más, podríamos pensar en el mundo interior del individuo, su psique, su conflictividad. En cualquiera de las tres dimensiones, el lenguaje aparece como la argamasa, el sedimento, la base de la unicidad.
Ahora bien, sobre ese cuerpo, o a partir de ese cuerpo lingüístico, quien escribe el poema intenta una jugada que consiste en decir una palabra valiosa: decir algo que valga (que tenga algún valor). ¿Y cuál es el modo de hacerlo? Trazando un corte. Penetrando y separando lo que normalmente aparece como sólidamente unido. Los resultados quedan a la vista. En el propio poema apenas se pudo penetrar la superficie. El escritor, o tal vez el poema mismo, mira (y muestra) las palabras, y al mirarlas reconoce su impotencia: “no hay caso”, nos dice, lacónicamente decepcionado.
Quien se arriesgó a decir algo valioso, quien temerariamente arriesgó su jugada, apenas pudo penetrar los secretos (¿profundidades, misterios, esencias?) del ser, de la sociedad, de su mismidad. El resultado fue una hendidura fugaz, una grafía superficial, apenas una débil incisión. En este punto, el poema (y quien lo escribe), vuelve sobre sí mismo y reflexiona sobre su juego. Reflexiona sobre el carácter del juego y las reglas que lo rigen. Y ese acto de aceptar su impotencia y reflexionar sobre los obstáculos que ha encontrado en su primer intento es de por sí una nueva jugada, otra jugada.
El poema (y quien lo escribe y quizás, ahora, quien lo lee) vuelve a movilizar la palabra, vuelve a hender la oscuridad del mundo, la opacidad de las relaciones sociales, la cerrazón de su propia interioridad. Y no se da por derrotado, entre otras razones, porque no puede saber en qué consistiría su derrota. Así continúa este juego, poesía que procede, de hendidura en hendidura.
Hendiduras
I
cuerpo arraigado / lenguaje
hendido sedimento
jugada
una palabra
que valga
II
no hay caso / en este juego
las reglas nunca son claras
se miran las palabras
—superficiales—
las hendiduras fugaces
otra jugada
¿y cómo poder saber
si no ha sido derrotada?
Odiseo
nacemos solos
morimos de uno en uno
qué silencio de cometas en el cielo dormido
se deshace un ovillo
en ecos de viejos gritos
se va como ha venido
desprovisto
el mástil, el velamen, la osadía
como un nudo en el cabo
atado al infinito
elige un número
del cero al uno
el canto
el olvido
Nunca y siempre
por el bastón del ciego desciende
una fila de hormigas
caligrafía escolar
escritura en clave
dice:
en la palabra
nunca
cabe una promesa
una verdad
una ilusión
el ciego se hunde en el gran hormiguero de la sabiduría
aferrado a su bastón y a su recuerdo
el ciego era un niño que observaba
cuando veía
y cuando veía
por el bastón del ciego
descendía una fila de hormigas
caligrafía ingenua
extraña escritura
dice:
en la palabra
siempre
cabe la mentira
Ipse eclosión
escribo
la revelación y el síntoma
la desproporción en el aura
el lamento de los postigones empujados por el viento
el leve viento sureño
la invisible figura del leve viento sureño
la mística frívola
verbigracia
escribo
sobre el eclipse de la poesía
a partir del código que se sueña
en el límite codificable
escribo
en el silencio hay también una metáfora
que consigna el fracaso / la caída
en el precipicio del lenguaje
Epigrama baldío
si abrimos las palabras como una hendidura en la tierra
y abajo hay como ruinas de una ciudad deshabitada
y arriba hay un zumbido de motores letales
si no decimos nada
De “Hendiduras” (2000 – 2004)
ya no habrá más
barquitos a pedal, el agua impúdica
verdosa, indeclinable
conjetura
ya no habrá ardid ni astucia
no habrá fuga
el tiempo es una estaca en tierra firme
y un musgo aposentando en los ladrillos
el muro que promete la desidia
había una vez
un cuento interrumpido
La cabalgata radiante
y el despojo de cadáveres
La niebla bailando al costado del fémur,
la tibia al este, helado, y el norte estremecido
con sombras alargando la talla
de los restos mortales
Soledad del cadáver entre escombros
Intercambio: café, tabaco griego, arenque
y bacalao de los mares noruegos
por devaluados marcos
y una pobre medalla de metal esmaltado
Soledad del cadáver en la ventisca
Empacando los víveres para enviar a casa
y escribiendo en el diario inocentes entradas
sobre grandes espacios purgados
para un futuro de fulgores raciales:
liturgias de la sangre y páginas orladas
Soledad del cadáver en la nieve enlodada
Intercambio: baratijas con lustre,
naderías fugaces
por miel, tocino, queso
y el vientre desollado
Pasados muchos años el entusiasta entiende
que aquello fue un aleve asesinato en masa
Soledad del cadáver. Séquito del mercado.
Un acróstico para Baalbek
Bombardean el bosque de los Cedros de Dios.
Alguien debería saberlo.
ϖ ϖ ϖ
La estatuilla de Baal está a salvo.
Hace añales la extrajeron de Ugarit, ciudad portuaria, Siria,
Y ahora está en el Louvre—- Sí, allí,
Donde hace poco filmaron El código Da Vinci.
ϖ ϖ ϖ
Alguien debería posar sus ojos sobre estas reliquias:
Los templos de Júpiter, Mercurio, Venus
Bajo fuego. Esta furia que arruina las ruinas del santuario fenicio.
ϖ ϖ ϖ
Baal, divinidad principal del panteón de los fenicios.
Baal, que significa amo o señor—- Me asombra esta estatuilla,
Tan garba, tan delgada, orejas separadas, sombrero
Como de Arlequín. No se condice con el rango
Del soberano sol.—- Hubiera esperado algo más fashion, como
La estatuilla de un divo.
ϖ ϖ ϖ
Están bombardeando el poblado de Baal,
Kilómetros de sangre esparcida sobre sus viñas.
ϖ ϖ ϖ
Los árabes son así, discretos, humildes. Fíjate, esta divinidad
Influyó sobre caldeos, babilonios, sidonios e israelitas;
Aunque los hebreos aclararon a tiempo que era un falso dios.
Fíjate, hasta Anibal le debe su nombre a este personaje…
Hanibaal, el jefe cartaginés, no lo confundas
Con el personaje de Anthony Hopkins en
El silencio de los inocentes.
ϖ ϖ ϖ
Bombardean el bosque de los Cedros de Dios.
Alguien debería saberlo
Alguien debería posar sus ojos sobre estas reliquias:
Los templos de Júpiter, Mercurio, Venus
Bajo fuego. Esta furia que arruina las ruinas del santuario fenicio.
Están bombardeando el poblado de Baal,
Kilómetros de sangre esparcida sobre sus viñas.
[Este poema se origina a raíz de la lectura de este artículo de Susana Reinoso]