Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
No es raro que de MTV surjan dos series de TV que abordan el mundo adolescente desde una tipología meramente americana: la del instituto dividido entre los populares y los frikis. Digo que no es raro porque su factoría de ficción televisiva se podría definir como “en rodaje” o “en marcha blanca” que es como decían en Chile que se nominaba a esos negocios que acaban de empezar y que tienen todo el derecho del mundo a equivocarse. MTV ha empezado en esto de la ficción televisiva —en otras ficciones, como la que corresponde al relato de la música pop, ya lleva tres décadas con grandes logros en el arte de “el borrado” o la ocultación— con The hard times of R.J. Berger y Awkward. Ambas series están protagonizadas por adolescentes con problemas, adolescentes que están a punto de convertirse en adultos o, digamos, adolescentes que están a poco de tener que hacerse cargo de sus desiciones. Esta manera de generar motores narrativos y ejecutar una ficción en un contexto globalizado habla no sólo de una instancia cultural que permite que sus testimonios sean perfectamente traducibles en diversas latitudes —de alguna manera Física o Química, por citar otra serie de insti, quiere y debe ser americana antes que española— sino que también se adentra en el crecimiento emocional de sus personajes, los construye en función de unas circunstancias concretas (la escolarización obligatoria, la pubertad, la popularidad, el flirteo con sustancias alteradoras de la conciencia, etc), pero sobre todo los caricaturiza y dispone en torno a una ceremonia concreta: la del sexo.
Lo que me llama la atención de este tipo de géneros híbridos, aquí y ahora, es que a pesar de no contar con nada parecido mínimamente a una novedad, despierten, al mismo tiempo, interés en una cadena que ya ha demostrado una solvencia sin par a la hora de generar y movilizar testimonios culturales relevantes por sí mismos y en un tipo que por primera vez, luego de un largo recorrido en el mundillo, se pone a relatar algo en completa soledad, con viñetas y en varias páginas (128, para más señas).
El volumen de Patrick McEown está lleno de personajes jóvenes, asiduos al sexo y a la ingesta de alcohol y drogas, jóvenes de bien. O, más bien, como han de ser los jóvenes: libérrimos. El caso es que tal como las nuevas series de ficción de la factoría MTV, en Hair Shirt la narración recae en un personaje protagonista que a partir de monólogos estructurados como flujos de conciencia establecen relaciones entre lo que acaba de suceder y su justificación en el pasado, establece posiciones, tomas de partido, y dibuja un panorama donde la confusión, a veces producto de la ingesta de alcohol, otras por mera inoperancia social, acaba por encarnar miedos profundos que invitan a socavar el pasado, a ponerlo en solfa en conjunto a fin de ordenar el presente. Un presente mutante y de difícil aprensión que determina una serie de pesadillas donde todos los elementos se conjugan como si se tratara de una peli de terror, donde la realidad se trastoca para elaborar una concepción de lo cotidiano que tiene al caos y al miedo como único aglutinante.
El trazo nervioso de McEwon permite, además, generar una serie de escenas que abogan por una comprensión de lo gráfico como parte constitutiva de lo narrativo, páginas de una planificación sumamente efectiva hablan, también, de una voluntad de persuadir al lector, hablan de una necesidad de representar las anécdotas que forman al relato de maneras diferentes y cada vez menos llanas, incluso con forzados intentos de innovar que, a pesar de su evidencia, resultan sumamente efectivos. McEown logra en Hair Shirt darle al relato general una hondura que en el caso de las últimas ficciones de MTV es pura desafección. La seriedad y el interés de McEown por ampliar las aristas de los personajes habla, sobre todo, de como un medio puede permitírselo todo mientras el otro sólo es capaz de insinuar ciertas directrices. Hair Shirt, un volumen estupendo en todos los aspectos, viene a ser otra carta a apostar al momento de generar una consigna: el cómic sigue pleno de libertades. No así como la narrativa de los medios masivos y globalizados, aún cuando comparten más de una seña de identidad. Meditemos sobre ello.