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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Me admiro de varias cosas.

Al final de cuentas, para saber si algo ha calado en la sociedad uno ha de prestarle atención al lenguaje. Ha de ver si eso que ha sucedido, sea lo que sea, se ha perpetuado en el lenguaje cotidiano y de la calle. Es importante, entonces, pensar las palabras en sus variedades y variaciones semánticas, en cuántas veces aparecen en un contexto determinado y los cómos y porqués de esa aparición o desaparición. Una de las palabras estrella en estos días es libertad. Bien. Es posible escucharla en la tevé y la radio, leerla en la prensa y en interné, en tuiter y feisbuk, además de en las pancartas que acompañan las acampadas de un grupo de hombres y mujeres que han dicho basta, que están diciendo basta. De alguna manera, las consignas de estos días —que es, en definitiva, a lo que pretendía referirme— se sostienen en la libertad de decirlo todo o casi todo con pocas palabras. Hacer una declaración de intenciones y constatar el cabreo propio con el mundo. A veces imagino que, dentro unos años, alguien hace chistes con lo de los acampados y nadie piensa que hay ofensa en ello. Me ha venido uno: “Cómo, ¿qué hoy no hay postre? Pues me voy a acampar a Plaza Catalunya”. A veces, los días buenos, imagino chistes buenos. Pero no es ahora el momento o el lugar de hablar del futuro, aunque sí de tebeos.

No sé si soy yo, que ante ciertas palabras siento pudor o, al menos, respeto, pero tengo la impresión de que el palabro libertad en estos días se ha usado de tantas maneras y desde tantos flancos que uno ya no se sabe muy bien qué o a quién representa. Si uno lee al staff opinador de La Vanguardia, por decir algo, uno puede llegar a pensar que la libertad tiene que ver con la posibilidad de festejar un triunfo deportivo o, incluso, criticar a alguien por usar el inglés y no con la posibilidad de recuperar el espacio público. Por eso, porque me he perdido, vuelvo a El invierno del dibujante. Por eso, intento encontrar entre su anécdota y entre sus páginas, la idea de la libertad que en su primera lectura me fascinó antes que recurrir, por enésima vez, a Doña María Moliner. Lo que yo entiendo por libertad, señora, está más cerca de la aventura que emprendieron Cifré, Peñarroya, Escobar, Conti y Giner, que de la confusión que los medios erogan, de manera violenta, aleatoria y caprichosa a los viandantes. Un poco porque el cómic que ha parido Paco Roca también trata de la amistad, otro poco porque no hay libertad que se mantenga con un hijo de la gran puta cerca y, ya para finalizar con la enumeración, porque, para bien o para mal, pensar como meros individuos, sin pararnos a pensar en un conjunto, lleva, indefectiblemente, a la soledad acompañada de Vázquez y González, personajes antagónicos que en la última y estupenda obra de Paco Roca comparten un destino común.

De todas maneras, El invierno del dibujante es un cómic que no sólo habla con libertad de un hecho puntual en el mundo del cómic hispano, la revista Tío Vivo, su fundación y su cierre, sino que, además, pretende y desarrolla una serie de anécdotas y relaciones que sustentan una interpretación de un ámbito de libertad que permite fijar la atención acerca de qué es y cómo se entiende la libertad creativa en el medio y de cómo las contingencias históricas y personales cifran esa libertad. Estos cinco pioneros, entienden la libertad como una manera de acompañar la historia, como un ejercicio que implica retos pero que también permite desarrollar su labor de manera distinta, nueva, ante una industria que los entiende como esclavos u obreros o, simplemente, porque la clave no sólo va a estar en la crítica soterrada que le tuerce la mano a la censura y que pretende azuzar la crítica en el lector. Me explico: en El invierno del dibujante se habla, también, de entender a los jóvenes o a los nuevos. Habla de comprender que uno ha de parecerse más a su tiempo que a sus padres, por mucho que este gesto, simple en el papel pero dificílisimo de administrar, tienda a recurrir a la diversión como único baremo posible.

Lo último de Paco Roca también goza de grandes hallazgos formales, entre ellos la ambientación, por decir alguna tontería, pero de eso, si se tercia, hablaremos en otra ocasión. Hoy, con la que está cayendo, basta con pensar la libertad en los tebeos como la posibilidad de desinfantilizar y desencorsetar el medio para que pueda acompañar a la historia en condiciones. Eso, ahora mismo, se me antoja importante. Aunque, para mí, desinfantilizar tiene que ver con no caer en la trampa de la afectación como desencorsetar tiene que ver con no caer en el ejercicio de estilo como única vía para hacerse de un nombre o convertirse en autor. Veremos.

Carlos Acevedo | 07 de junio de 2011

Comentarios

  1. Mario
    2011-06-08 15:47

    OLÉ


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