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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

El hombre contemporáneo tiene una perentoria necesidad de difuminarse.

Un rasgo distintivo de la Cultura de Masas es la manera en que engalana el devenir de sus héroes. Cifra una mecánica de la que se sirve para perpetuar y transformar una constante de la herencia egipto-católica. Funda una mitología que se basa en el anuncio de la vuelta de los muertos ilustres que han de presentarse ante nosotros y pedirnos explicaciones acerca de todo. La Cultura de Masas construye un Salón de la Fama que, a la manera de los salones de belleza para la tercera edad, se erige como antesala del culto que se les rendirá a los muertos. Refiere una serie de directrices acerca de cómo serán representados cuando falten. En resumen: les limpia, fija y da esplendor.

Bien.

Entonces, si la eternidad del héroe de la cultura de masas descansa en las páginas de la prensa rosa o amarilla que lo convirtieron en tal… ¿Cuál sería la función de las nuevas narrativa que ha acuñado el 2.0 y que trastocan el détournement situacionista para construir piezas de refulgente e inesperada comicidad?

(MashUp, le llaman los enterados)

Lamentablemente, lo de arriba no es pregunta retórica y, esto es sabido, la Cultura de Masas tiene una velocidad 4 veces mayor a cualquier deriva académica. Por eso hemos de responder desde la caricatura, que es más fácil y rápido. Y, de hecho, encierra una tipología del funcionamiento de la cultura. Digamos, entonces, que la caricatura es una hipérbole: exagera los razgos del héroe consciente de que en ellos se encierran las constantes del paisaje en el cual el héroe se ha formado.
(La caricatura es el método deconstructivo más viejo y efectivo).
Vale.

Hace no mucho, el crítico Jordi Costa cifró desde las páginas del periódico catalán Avui una lista de piezas que demuestran que els miratges de la fama i els pous de la seva finitud conformen, ara mateix, un dels temes centrals de la comèdia. Pero también, y sobre todo, subrayó el interés de las piezas que sobre éste tema desarrollara Joaquín Reyes y la chanante muchachada que le acompaña tanto en Testimonios como en Celebrities, ambos espacios donde la caricatura del famoso habla con la misma voz (y acento manchego). De esa experiencia, de esa dinámica que hace del famoso un mero esperpento, surge Ellos mismos, volumen recién publicado por Reservoir Books que gasta tapas duras y responde al ánimo compilador y moderno que caracteriza a la editorial.

(También contiene un flip-book de Reyes bailando can-can con el Sr. Gorila, todo un compañero de aventuras de Reyes).

El volumen compila la totalidad de las tiras de prensa con el famoseo como principal motivo que Reyes realizó para el suplemento Exit de El Periódico así como para El País. En ellas, Reyes recurre a la imagen inmediata, a la descontextualización subrayada y al cambio de perspectiva inesperado. Anula los mecanismos corrientes del viñetismo y, en principio, podría adscribirse a lo que el dibujante Dario Adanti, de quién hablaremos en breve, llama Post-Humor, un estado de gracia del humor que se sostiene, precisamente, en que ha asumido su propio fracaso.

Si bien algunas de las viñetas de Reyes pueden no causar gracia a según que lectores, cabe aclarar que todos los elementos en ellas convocados pueden causar risa. Los chistes de Reyes están construidos de modo tal que auguran lo jocoso. Reyes aboga dislocar la tradición humorística y sus mecanismos, ofreciéndose a él mismo, como autor representado, como materia para lo cómico.

(Incluso, es más, genera paradojas irresolubles en un final fantástico y grotesco).

Desde el cuestionamiento directo de su propia labor, llegando incluso a dudar (en el papel) acerca de la efectividad de algunos elementos utilizados para abordar a un personaje famoso x, hasta su aparición como elemento descontextualizador, la labor de Reyes desactiva a los personajes que retrata al enmarcarlos en el ridículo, al caricaturizarlos y volverlos una parodia que, aunque a ratos parezca tosca. Los deslegitima y, con ello, le da un par de pedradas al Salón de la Fama por el que se recordará nuestro tiempo.

Y eso, hoy a primera hora, es de suma importancia.

Carlos Acevedo | 22 de febrero de 2011

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