Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
¿Qué se puede decir (a éstas alturas) acerca de lo que ha hecho, de lo que hace y de lo probablemente podría hacer Miguel Ángel Martín? Digo, algo que sea novedoso aunque sea en apariencia… alguna clave inexplorada sobre su trabajo. ¿Existe tal cosa? Es más: ¿existe una manera de abordar la obra de un autor antintelectual como Martín?
Personalmente, ni idea. Aunque si sé, o si recuerdo, que Rubén Lardín decía, en su prólogo a El Día del niño: La infancia como territorio para el miedo (Valdemar, 2003), que negar el interés por la violencia es como negar la fantasía erótica y que negar el miedo es como negar la risa. Lo decía como quién anota en la cabeza del lector que se vaticina un escándalo, poniendo las cartas sobre la mesa y acusando la naturaleza subversiva del volumen que editó para el festival de Sitges y que acabo de mencionar. En ese prólogo también dice que las las obras destructivas son necesarias, porque es necesario que el sujeto, el lector o espectador, se reconstruya para sí. Aunque Lardín acota todo esto a la infancia y al control perentorio que embarga las obras para niños, yo te lo consigno, lector, porque es de sumo interés para mi labor que es, ahora mismo, la de no saber qué contarte y que no sepas ya.
El caso es que acabo de recordar lo que decía Lardín (re)leyendo el prólogo que Eloy Fernández Porta ha escrito para Total Over Fuck, el volumen de Miguel Ángel Martín que acaba de editar Reino de Cordelia y que es una antología de material tan peligroso que en su portada advierte que la venta está prohibida a menores de 18 años. Lo dice bajo un lema en mayúsculas y negrita. Extreme!, reza el volumen, en una tipografía mayor a la usada para el nombre del autor. De ésta advertencia se adueña Porta al abrir su prólogo, imagina un interlocutor adolescente y de sexualidad polimorfa. Un lector que se ha pasado la advertencia por el forro de los cojones y que, tras una serie de chanchullos, se ha hecho con el volumen. Un lector adolescente que está dispuesto a leerlo todo y del todo, encerrado en su habitación y empezando por la primera página. Ese adolescente imaginario que, mientras lee el precioso volumen que nos convoca, se está convirtiendo, según Porta, en uno de los nuestros.One of Us! One of Us! resuena en mi cabeza.
Me refiero, como ya has podido adivinar, avispado lector, al canto aquel de la peli aquella que cifró contingencias que, aún hoy, a casi ochenta años de su estreno, siguen resultando útiles para definir un ámbito diferencial donde sólo queda avanzar hacia el entendimiento. Un ámbito que se vislumbra una vez abolidas ciertas ideas que no viene a cuento enumerar pero que recientemente hemos visto enarbolar gracias a otra peli (la serbia, lector, la serbia).
Ideas de los bien pensantes, de los máximos chambelanes del criterio inapelable, de aquellos que obligan a que exista la advertencia y que, por otro lado (o mirando el vaso medio lleno), obligan al adolescente de sexualidad polimorfa, a ese lector ideal que dibuja Porta en su prólogo, a urdir los planes que le lleven al volumen de las historias mas jarcor de Miguel Ángel Martín. Un autor al que siempre se ha de volver por esto de aceitar algunos mecanismos mentales y así permitir que todo pueda y deba ser interpelado, sometido a re-estructuración o revisión.
Y ahí, quizá, la vertiente inexplorada: esa donde Miguel Ángel Martín aboga por interpelar todas las convenciones. Esa donde, a través de serie de prácticas sexuales cuya tipología deviene en egoísmo extremo (a la ultraviolencia se llega por puro vicio) y que dibuja una contemporaneidad intemporal, que a la que da forma el refugio. Ese lugar donde las cosas se suceden sin tiempo, más atentas a sí mismas que al exterior. La ausencia de humanidad de los personajes de Martín, su talante desafectado ante lo escabroso de sus prácticas, que lo mismo incluyen pedofilia, coprofilia, necrofilia y mutilaciones que masturbaciones con objetos de tupper-sex al uso, no es más que la reverberancia de un paisaje que se dibuja como aséptico en apariencia. Un paisaje que, en la oscuridad de las máscaras de látex y los espacios cerrados, esconde el vicio y la catarsis del hombre anómalo y contemporáneo. Ese islote todo terreno donde permanecer escondidas, disfrutando de cada uno de lo suyo mientras otro, la víctima, deja ya de ser y, en algún caso, de respirar. Ese lugar, que en términos de uso, es idéntico al del adolescente al que le habla Porta y que ha decidido que la obra Martín le haga pedazos la vida. Ese adolescente que, al cerrar el volumen, estará listo y dispuesto a reconstruirla para sí.
One of us! One of us! escucho otra vez, aunque ahora con el adolescente de sexualidad polimorfa en el coro, replicando con la cubertería contra la mesa. Cantando con alegría, etc. Nota: Ante tanto vampiro enamorado, tanta obra de género traspuesto y tanto libro descatalogado, sólo un volumen como éste puede conseguir esto, lector. Deberías estar emocionado.
Espero que haya entendido lo que he querido consignarle, lector mayor de dieciocho años: hágase con Total Over Fuck y déjelo por ahí, cerca de ese querido y remoto muchacho que pulula por su hogar.
Y no se preocupe, lector, que los nuestros, como puede ver, somos muy agradecidos.