Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
Ese es el terreno donde se ubican las historias de Berrio que recoge este volumen, 20 historias que se inscriben bajo una lógica que permite pensar este lomo, esta recopilación, como una obra cerrada. Si lo pensamos así, resulta que estamos hablando de una obra dueña con un par de objetivos claros y cumplidos, de una obra plausible de entender como unitaria porque mantiene su eje prácticamente inamovible. Un eje o lógica que, al abandonar la sintáxis de la simultaneidad que proponen el medio, se resuelve bajo una tipología narrativa cuya potencia sólo radica en sostener una mecánica que apela a la sugestión.
Pero no todo iba a ser tan fácil, o al menos eso parece contarnos el grafismo, que peca de una predecible obviedad formal y que, en más de una ocasión, sólo logra acompañar la anécdota, subrayando lo que propone el texto.
Así, con el grafismo reducido a hilo conductor, se agotan pronto las sorpresas y el entusiasmo. No digo que debería haberlas, las sorpresas gráficas, porque alguna hay (aunque vaga y de ejecución discutible); lo que digo es que me llama la atención que la independencia entre lo dibujado y lo escrito sea de tal envergadura que obligue a pensar el uso del formato/soporte como una mera excusa para agotar la anécdota.
Nota: Cada vez que la simultaneidad propia del medio pasa a ser sólo utilitaria, esclava de la formalidad que todo formato/soporte trae con él en forma de apriorismos, Dios mata a un gatito. En serio.
En cualquier caso, tampoco hay nada de qué preocuparse. Dentro de nada es una obra que se puede leer del tirón como un conjunto de engarces fuertes, como una obra que se formula más cerca de lo que no está escrito y que por ello invita a inmiscuirse en sus mecanismos para tratar de descrifrar donde está el énfasis que perfila a los personajes y a su acontecer. Y esto, aunque no lleve al lector a ningún sitio, permite encarar el uso del tiempo como compensación a sus planteamientos estéticos, porque el uso del tiempo como recurso multiple (tiempo de lectura, tiempo de la historia, etc) es determinante para que la estructura y la mecánica de éstas historias, que en realidad es una, resulte atractiva.
Berrio, desde ésta perspectiva, resulta interesante porque se lee con interés, porque se le lee capaz de resolver sus historias amalgamando diferentes protocolos de lectura sin recurrir a la filigrana formal o al destello estilístico. Además de dejarnos la gran pregunta que contiene este volumen: ¿Será Berrio capaz de encarar una historia larga con la sutileza y el buen hacer de “Puzzle”, la historia que señala el meridiano del volumen? Personalmente, espero que sí. Aunque esto no importe demasiado.
Lo importante es que estaremos atentos a lo próximo de Berrio, vaya que sí.
2010-12-29 23:33
Empieza bien la cosa ‘como un explorador de la simpleza aparente de lo cotidiano’…una frase que podría haber dicho el mismísimo Antonio Gala.