El primer volumen de Arroz Pasado (Reservoir Books, 2010) de Juanjo Sáez se abre con pesimismo y se cierra con una tragedia que ya apuntaba maneras hacia la mitad del volumen. Un volumen, por cierto, especialmente voluminoso. Como siempre, su sintaxis es grata aunque, incluso en esos términos, los meramente narrativos, prefigura la tragedia cuando se formula como pre-texto y convoca instancias que poco tienen que ver con la temática y más tienen que ver con el estilo. Aish, el estilo… es coger un volumen de Sáez y empezar a preguntarme: “Si, como dijo Susan Sontag, el estilo es un medio para insistir sobre algo… ¿Sobre qué quiere insistir Juanjo Sáez? ¿Se ríe de nosotros, incapaces de saber sobre qué está insistiendo? ¿Se ríe de mi? ¿Por qué habría de insistir sobre algo? ¿Qué es ese algo?”. En cualquier caso, es mejor que pasemos a otra cosa. Otra cosa: este relato está protagonizado por Xavi, un subnormal de la calaña de algunos que vi, hace poco, en un vídeo de una marca de bambas; un moderno en el sentido más peyorativo del término. Y encima trasnochado, harto de la resaca de la fiesta que no fue ni que será para él, porque el tío éste es de los de darle de comer aparte; como bien sabe y subraya Sáez, quién no se corta un pelo al someter al escarnio a éste animalito de Dios, en los doce capítulos que construyen su última obra. Una obra que primero fue audiovisual y luego tocho de setecientas y pico páginas, casi ochocientas. Aunque, en realidad, fue al revés.

Pero aquí hemos venido a hablar del tocho. Hablemos de la lectura del tocho. Aish, el tocho. Cuando lo he acabado he pensado “esto del escarnio es lo suyo, porque esta tipología de subnormal profundo merece que la obra que retrata los trasuntos de su triste vida se formule de ésta manera”. Y no es que esto lo haya meditado, no, esto es así, o fue así, y así te lo consigno, avispado lector.

Vengo, entonces, de leer una vida que se aventura como apocalíptica porque en ella sólo existen los malos tiempos, los peores. Porque en el estilo de Sáez cabe también esa revisión de lo cotidiano como un evento temible, como un terreno sumamente incómodo para espectadores y lectores. Y subrayo ésta escisión porque la serie de animación que emitiera TV3 en su web, de alguna manera, era más simpática. Con una cadencia menos sincopada que su versión en papel y una formulación que no nos dejaba hurgar hasta el fondo en la herida del prota subnormal. Sospecho que por cosas de formatos y porque la resolución del tiempo siempre varia entre soportes. El caso es que, como lectores, encontramos con un volumen que profundiza esa instancia, en hurgar en la herida, resultando sumamente atractivo porque también traza una mirada sobre el mundo que, aunque presumible, en Sáez era desconocida. De alguna manera, el hecho de que Arroz Pasado sea una historia contada en clave de slapstick dramático, que es un genero que me acabo de inventar y que se cimenta en el in crescendo de una serie de putadas, nos habla también de una serie de estructuras no exploradas antes por Sáez.

El hecho de que ciertos capítulos tengan una narración más coral y que la trama se diluya en la capacidad de relacionarse con el mundo es, también, un factor de novedad que llama al disfrute aún cuando falla en su totalidad. Porque, como lector, e incluso si te has saltado los antecedentes, acabas por entender mejor lo que se propone Sáez al pensar el volumen como compendio antes que como obra terminada. Cosa que, en ningún caso, afecta el escarnio (merecidísimo y altamente disfrutable) con el que Sáez construye la vida del subnormal de Xavi; un moderno en el sentido más peyorativo del término, etc.