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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

El esperpento del siglo XXI

Decía Walter Benjamin que lo suyo es acercarse a una obra con la ternura con que un caníbal se guisa un lactante. Y de esto parto. Lo del lactante tiene sentido en términos de que las tres obras primerizas que más me han llamado la atención este año se funden en un referente: Paco Alcázar, quién acaba de editar el álbum Daño Gratuito para la inmejorable Diábolo Ediciones. Este volumen incluye las historias que Alcázar desarrollara entre 1993 y el 2000. Bien.

Ahora, llega el momento de que os comente por qué creo que este volumen me resulta importantísimo. Y para que no quepa duda me he valido de las opiniones de Miguel Noguera, Joan Cornellà y David Sánchez, a la sazón responsables de Hervir un oso, Abulio y Tú me has matado, tres de los títulos más estimulantes editados el presente año, han mencionado al hombre de Cádiz como un referente, como un comodín que significa algo más que aquello de se puede aplicar a cualquier suerte favorable. A partir de esto, se ha de entender a Alcázar como el nombre propio que permite una lectura feliz y fresca, incorrecta y absolutamente esquinada.

Cosa que, avispado lector, puede parecer una tontería pero que a día de hoy se dibuja como fundamental y necesaria. A ese respecto, también, cabe pensar la influencia común: lo de estos tres nuevos autores no es mera coincidencia y lo suyo es analizarla. Volvemos otra vez al tema del lactante: las obras primerizas son permeables a lo que supone su época y a las vigencias que formulan sus constantes. Vistas en perspectiva, las obras primerizas dibujan una realidad y una serie de criterios estilísticos cuya fortaleza descansa en la inexistencia de un manifiesto que las una. Además de que aún no se ha sometido 100% a sus carencias: un autor suele resignarse a lo que sabe hacer; elimina lo que nunca hará bien para que los demás lo entiendan como logros cuando en realidad es el sedimento aprovechable, el producto de perfectos fracasos.

Pero estábamos hablando de Paco Alcázar y, sobre él y su influencia. Cornellà va aún más lejos: “A mi entender, lo que hace Don Paco Alcázar es lo que a mi me gustaría hacer“ y David Sánchez amplía esto con un ligero matiz temporal: “Dentro de unos años habrá una generación de dibujantes con influencias Alcazarianas“. Esto no sólo nos habla de una querencia particular, sino de un proyecto estético con Claves de Continuidad Conceptual de altísimo nivel que, según sus influenciados, ya está siendo preservado. Incluso, en palabras de Sánchez, a casi 20 años de sus primeras publicaciones: “Creo que Paco ha sabido llegar a un público más amplio manteniendo un nivel muy alto, a los que conocíamos a Paco Alcázar antes de “El Jueves” nos encanta “Silvio Jos锓. Pues sí, y también nos gusta cuando colabora con Cinemanía o Rockdelux, a pesar que lo suyo allí tenga un mecanismo referencial o, en palabras de Cornellà, gocen de un mecanismo blanco.

Llegados a este punto, cabe aclarar que el humor negro es más viejo que el hilo ídem y que en torno al mismo se desarrolla toda una tradición de autores que, independientmente del formato y/o soporte, contemplaban como eje de su obra el retratar y criticar la realidad que les circundaba. Por eso no es nada curioso que Sánchez sostenga que el humor blanco le suene al perro mistetas; mientras que Noguera acota: “No sé si puede darse un humor que no nazca (o no termine) en lo horrible o en algo desagradable. Estoy pensando en un ejemplo… no sé. Una viñeta de Mafalda, eso se consideraría humor blanco ¿no? o un chiste del TBO, o las tiras de Garfield… Bueno, es otro tipo de humor, vibra de otra manera, está hecho de otras cosas, es una risa distinta. Pero sigue siendo humor ¿no? también te hace sonreír.

Todo esto, vaya, nos obliga a replantearnos quién es el caníbal cuando hablamos de los jóvenes autores y sus precursores, cuando intentamos referirnos a una suerte de tradición y a unas capacidades determinadas de una obra que, incluso inconsciente de esa tradición, es capaz de revitalizarla. A este respecto, y volviendo a Alcázar, Noguera (otra vez) nos ilumina: “La tensión entre el humor negro y el desenfado o la aparente levedad con la que están contadas sus historias es muy agradable. Además de que son historias narradas con cierta humildad por parte de Paco, es todo muy sencillo y a la vez muy retorcido. Es un conjunto muy adictivo“.

Aquí podríamos hacer un inciso, y subrayar que toda adicción responde a una afición desmedida a un objeto X debida a lo que sea, que puede ser así por infinidad de motivos. Pero lo cierto es que, en el caso de Alcázar, recae en los mecanismos narrativos y retóricos con los que formula su labor. Encontrar en Daño Gratuito los temas de la publicación desprejuiciada, hoy relegada aún más al extrarradio que supone lo politicamente incorrecto, dibuja una posibilidad de enunciar el malditismo contemporáneo que han construído los media y de los que Alcázar abusa de manera lúdico festiva, además de permanecer fresco, esquinadísimo y español. Atención a lo que dice Cornellà: “Es especialmente reseñable el hecho de que recree un mundo reconocible, de que un personaje pueda llamarse Jeremías y no gaste un nombre necesariamente inglés. Bueno, eso ya lo han hecho grandes del underground español como Martí o Mediavilla, pero sus textos no eran tan afilados. La no-acción de los muñecos de Alcázar están suplidas con creces por unos diálogos que destilan cinismo, humor sesgado y patetismo. Es más, no se puede encontrar un artefacto cultural español actual con este tipo de textos que no sea una de sus historietas“. La posibilidad de dedicar la burla y el escarnio atomizando el mal rollo, la mala hostia y, quizás, la mala leche. Aunque sobre esto último, Noguera apunta que “la gracia de las historietas de Paco está precisamente en que no transmiten mala leche, son un reírse de la miseria del mundo, pero a mí me parece una risa sin odio. Creo que, en cierto modo, la expresión ‘mala leche’ se ha fraguado ya en bando enemigo, porque contiene una especie de crítica hacia lo que designa. Yo no suelo pensar que un humorista tenga mala leche porque sea ‘políticamente incorrecto’. En el fondo la mala leche no se tiene contra los subnormales o contra los minusválidos en sí mismos, sino contra la categoría de lo ‘políticamente correcto’“.

Como cada vez que intentamos articular algo en torno al humor, llegamos al peliagudo tema de lo políticamente correcto. Esto es así porque existe una caterva de bien pensantes que consideran que todo aquello que se salga de su norma merece ser ocultado, porque son incapaces de realizar que hay una alteridad, que existe un otro. Porque, como dice Noguera: “Hay formas de ver el mundo, o en todo caso, momentos o fases del sentir de uno, en los que las cosas más horribles resultan graciosas. Hay gente que tiene esa sensibilidad para el “humor negro” más desarrollada que otra, eso es verdad. Pero aunque uno tenga la capacidad de distanciarse de lo horrible y hacer humor con ello, no significa que al mismo tiempo no pueda sentir el golpe de lo horrible como tal y, en vez de reírse, llorar y dolerse con ello“.

Pero el caso, y lo absolutamente iluminador, es que, como se puede apreciar entre la transición de Escarba Escarba a Moho y de ahí a Porque te gusta se produce una cristalización del sistema humorístico que juega más al despiste, que se afina y, en consecuencia, se perfila sin dejar de alcanzar los mismos niveles de risa y mala baba que al principio, entablando así una especie de pacto tácito con el lector que es, precisamente, lo que apunta Sánchez: “Aparte de que gráficamente me entusiasma, lo que realmente me gusta es el giro de tuerca de sus historias, que te llevan a un sitio insospechado, y dejan la sensación de que hay algo más que no ha querido contarte“.

Ese algo más, esa parte importante de la obra que abandona el formato para reposar en la cabeza del lector, es lo que Dario Adanti define como post-humor, que es una respuesta al medio que el propio Adanti define como la perfecta síntesis narrativa. En ese sentido, el de la síntesis perfecta, cabe pensar a Paco Alcázar y a eso ayuda este nuevo volumen, que explora el desarrollo de las Claves de Continuidad Conceptual que, sin perder un ápice de su capacidad de increpar al lector en su intimidad, violentando el cerebelo como sólo sabría hacer un caníbal. Porque ante los primeros trabajos de Alcázar, nuestro cerebro es siempre el de un lactante; rebosante de bondad.

Como hemos podido comprobar, un volumen imprescindible. Sí.

Carlos Acevedo | 19 de octubre de 2010

Comentarios

  1. Alvy Singer
    2010-10-19 12:14

    A leer todos! Gracias!

  2. Ricardo
    2010-11-03 20:28

    La palabra post-humor me suena a muerte: pos-tumor o póstumor (que diría el gran Chiquito). He visto vídeo de Adanti y si bien es cierto que ha surgido un nuevo tipo de humor, en fin, la etiqueta me sobra. Igualmente, tampoco sé qué entra realmente en esa etiqueta porque para mí Paco Alcázar no sé si está en ella. Para mí son más trabajos como los de Brieva o Millán y Noguera, como Muchachada Nui, los que para mí serían ese humor sin humor. Los personajes de Alcázar son buenísimos por el lenguaje que utiliza, los personajes, el diseño grotesco, pero siempre está ese remate al final de chiste, ¿no? En fin, no sé, aunque la charla de Adanti está muy bien, creo que rehuyo la idea del post-humor porque no la entiendo ni entiendo qué contiene. Es demasiado vago, demasiado general. Me toca un poco las narices como me toca las narices el término “novela gráfica”.

  3. Irene
    2010-11-03 21:27

    Genial crítica descriptiva de un libro totalmente imprescindible.
    Sublime. Gracias.


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