De todos los medios, formatos y soportes que ha parido el hombre en un par de milenios, el que mejor sostiene el humor es el tebeo y esto es lo que viene a demostrar Fotogramas:2000 años de cine. Para ello Jordi Costa y Dario Adanti se han posicionado en la misma trinchera táctica que terminaron de cavar con la edición de Mis problemas con Amenábar. De hecho, Fotogramas: 2000 años de Cine, al igual que el título anterior, se podría definir como un ensayo divulgativo de viñetas estridentes; formato con el que este dúo recoge la realidad para adulterarla dramáticamente con una buena dosis de despiporre y un sentido de la maravilla que pa qué. Una fiesta que al final, como todas las fiestas, cobra un carácter trágico que se compone de viajes en el tiempo, aliens tuneados, directores de cine, dictadores y un genio del talante de Louis de Founes para celebrar, en la cabeza del lector, en su sistema cognitivo, una Fiesta Apocalíptica. Y por eso, como toda Fiesta Apocalíptica que se precie, la lectura de esta obra es un batalla contra la autoconservación gracias a los retruécanos que convoca aunque, ésta vez, para Mostrenco y Che-Qué-Loco la clave esté en otro sitio. En desbaratar el despropósito más costoso de todos: el Cine.

Ocurre, y ahí recae gran parte de mis vítores hacia esta obra, que el dúo conformado por Costa y Adanti ha sabido sortear y vitaminizar su obligación: todo encargo se compone en base a una obligación, cumplirlo, y, por más extraño que suene, este tebeo se lo debemos a Fotogramas y a su propia fiesta. Yo, y sin más dilación, lo festejo y lo agradezco, porque entiendo la existencia de los 2000 años de Cine de Costa y Adanti como una invitación a catar un licor exótico, como una situación perfecta para inocularnos con el principio de placer necesario para consumir cualquier obra. En este caso, con una aventura épica tan fantástica y absurda como puede ser la destrucción del Cine. Sobre todo cuando todas las instancias que vertebran la existencia del encargo parecen llamar a la creación de un cantar de gesta para un formato que nos ha traído más disgustos que alegrías. Y, muy por el contrario, Costa y Adanti, Mostrenco y Che-Qué-Loco, parecen elevar su existencia a condena que conviene extirpar.

Así, con ese pie forzado que hermana un error de dicción con el pasarse de listo con la tecnología, se vertebra una historia a base de slapstick y de mala baba. Una historia donde el motor de la narración está en el perfecto ecuador entre la impertinencia y el enajenamiento, entre la gamberrada y el insulto entendido como una de las bellas artes; todos elementos que postulan a esta estupenda historia para erigirse como El Tebeo Del Año… Ah, no, hostia, que carece de gravedad y de duelos, de enfermedades o deficiencias, de… Nada, que no carece de nada, oiga, por más que los lumbreras de esto de la narrativa gráfica lo hayan obviado, por más que el mercadillo tebeil exija humanismos a mansalva, Fotogramas: 2000 años de Cine es una fiesta y como tal hay que abordarla, porque, aparte de los Mortadelos de rigor, es el único tebeo español en lo que va del año que tiene más de un chiste por página al tiempo que recoge una paradoja temporal y narrativa prácticamente irresoluble para recordarnos que el error siempre tendrá lugar pero que nada ha de impedir el disfrute, que es el espíritu principal de cualquier Fiesta con mayúsculas.