Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
En Un día (Dolmen, 2008) Nacho Casanova traza el devenir cotidiano de una pareja de yonkis que habitan en un escenario concreto y existente que no es otro que el que se produce cruzando las Ramblas hacia la Plaza George Orwell y alrededores. Si miras el tebeo por encima, y si lo defines como lo acabo de hacer, te da la idea de un relato costumbrista de esos donde todo lo cotidiano tiene particular vigencia sólo en cuanto a su condición. Aunque, eso sí, si pretendes descrifrar lo que en realidad lo conforma te topas con un relato casi naturalista donde el cuidado por el detalle revelador se escaquea del factor moralizante que encierra la formulación del naturalismo literario y se dedica, simplemente, a enseñar lo que sucede al bajar a la calle. Y ahí el gran logro de Casanova, y por ende del tebeo: el relato se desarrolla sin un dejo de distancia irónica, sin el cinismo que puebla esta tipología/subcategoria del tebeo contemporáneo.
Ahora quedémonos con esto último: El tebeo contemporáneo. Si pensamos en el tebeo contemporáneo, debemos pensar en su madurez como formato. Esa cualidad que, según muchos teóricos, ha dado lugar a algo más que a un ánimo folletinesco, que ha abordado el lenguaje de las viñetas desde una perspectiva que conlleva nuevos contenidos al tiempo que apuesta por el largo aliento. Vale, visto así el tebeo se ha renovado. Pero ese mismo ánimo renovador ha supuesto un factor que suele pasar desapercibido: ha determinado su uso y le ha encerrado a una lógica que responde mejor a un público con unas nociones de identificación claras y concisas. Vamos, que no trasciende más allá de una reproducción bastante fiel del panorama costumbrista desde la distancia irónica. Esa conciencia del autor, también presente, aunque de manera diferente, en la obra de Nacho Casanova, nos obliga a pensar el relato costumbrista en el tebeo bajo un paradigma distinto al que podemos aplicar a un protocolo de lectura orientado hacia la literatura. Que, ya puestos, es algo que deberíamos hacer siempre. Pero a lo que iba: Barcelona Low Cost gana puntos, bastantes, en cuanto a trazar el devenir vital del inmigrante argentino de última hora, pero pierde un par al no abordar en detalle el resto de las relaciones, lo cual, teniendo en cuenta el por qué llega a nuestras manos, porque ha ganado un premio, no deja de ser esperanzador. Es decir, Barcelona Low Cost funciona como una demostración de talentos que lijados prometen obras excepcionales. Tan excepcionales como Un Día de Nacho Casanova, una obra que destila un proyecto estético que aborda el relato de lo cotidiano desde un tempo que se acerca a lo presencial, la visión de una primera persona, más que a lo meramente anécdotico, que es el terreno de Barcelona Low Cost. Un terreno que, y esto ya lo dicho, se pronostica fértil.