Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
El Art Brut, término acuñado por Jean Dubuffet apenas superado el ecuador del siglo XX, tiene que ver con los males internos (cosas de ánima o conciencia) y la dificultad de asumir nociones estéticas y morales, aunque visto el percal suelen ser la misma cosa, ecuménicas. Dicho de otra manera: se realiza en la dificultad del hombre medio para hacer uso y abuso de su imaginación para aplicarla a la labor creativa y le cuelga el sambenito de artista a gentes con los sentidos puestos en otra parte. Una distinta a la habitual, que goza de una suerte de pureza intrínseca que se manifiesta en lo diferente y que, por lo que dicen los sabios, suele estar dentro de estos sujetos y nunca fuera del todo.
Sabemos de sobra que el ideal moderno tiene que ver con la individualidad y al aplicarlo a las artes plásticas el concepto de originalidad es el que toma el testigo. De ahí un peso que subraya lo particular, un relieve que sostiene la diferencia y, más allá de cualquier percepción ambigua del fenómeno creativo, una lógica como respuesta a cierta necesidad de distinción propia de los postindustrial. Que se le aplauda con verdaderas ganas a los los hombres que viven el mundo de una manera, muchas veces, radicalmente distinta a la mayoría de los usuarios de la historia, habla de esa percepción al tiempo que mantiene el interés bajo estos dos únicos conceptos: individualidad y la originalidad. Todo lo creativo se sostiene, entonces, en la noción de diferencia, en lo que no somos suele recaer el interés que obliga a esta noción del arte a gozar de un museo y de multitud de experiencias en torno a las cuales la figura del enfermo mental cobra particular importancia porque, precisamente, suelen ser excluidos por su condición de lo individual. Podríamos aventurar que, de hecho, las drogas para tratar las diferentes patologias hablan de la recuperación de una individualidad líquida, esa que nos es común a todos: la del ente que se reconoce con el otro y no celebra la diferencia. El problema, en estos casos, es que la clave está en el subrayado. A partir de ahí, de ese tratamiento, hablamos de una función médica que obliga no ya al reconocimiento de el otro sino, de ser capaces de relacionarse con el paisaje cotidiano y a ver como se logra cada día sin subirse a un campanario con una escopeta o algo. De eso nos habla el volumen que han desarrollado América Sánchez y Albert Planas para la Fundacio CPB de Salut Mental y que lleva por nombre Comics.