El término Novela Gráfica se usa con una soltura que da miedo al momento de enmarcar obras que llevan lomo y no grapas. Aunque, claro, ayuda el hecho de que varias grapas también logran un tomo. Pero bueno, el caso es que las obras de largo aliento ahora se llaman así y no hay manera de quitar esto de la formulación industrial del tebeismo. Una pena. Dicho esto, es bueno empezar diciendo que el mexicano Tony Sandoval tiene talento, mucho. Es un dibujante con unas buenas maneras, unas construcciones de estupendos matices, que resulta increíble pensar que sea prácticamente desconocido. Al menos aplicando la ilustración y sus elementos a la narrativa propia de las viñetas, porque como escritor, como guionista, cojea. Y no cojea por mero manejo del lenguaje, si no como estructuración de un discurso. Nocturno goza, por un lado, de un estupendo grafismo y una estética embriagadora, que llama poderosamente la atención, pero adolesce en cuanto a su temática y al modo en el cual la desarrolla, ya que olvida el pudor al momento de construir una historia que, abstrayéndonos de su medio, es resumible y traducible al abstruso desarrollo de una novela romántica al uso. De hecho, hacia el final roza el límite de lo tolerable al recordarnos que hubo alguna vez algo como Ghost y que esa idea del amor cortés es la misma chorrada por más elementos fantásticos que nos pongan en medio. Lo curioso es que el dibujo, la maquetación, la disposición del mismo al tiempo de narrar es espléndido, maravilloso, recuerda al Blutch de La Voluptuosidad pero con una profunda e insalvable falla y una falta abominable: el texto es ilegible y empalagoso. Y no saben cuánto lo siento, no se hacen ni media idea.

Es curioso que la capacidad subversiva del humor necesite una justificación que resuma y ponga en palestra si las intenciones tienen interés y que es un tema que merece ser tratado con seriedad y buen hacer. Digo que es curioso, básicamente, porque lo asumo como tal por mera existencia, porque no creo que cuando se hace explícito el gag exista necesidad alguna de monsergas. Lo que se viene a decir un formato noble, vamos. Pero lo cierto es que las polémicas acerca del humor gráfico, tanto en el caso del periódico danés Jyllands Posten con las caricaturas de Mahoma como la triste desición de secuestrar el semanario El Jueves por bromear con la idea de trabajo que sostiene los borbónes, no han tenido ni la repercusión que merecían en cuanto al debate generado, ya que no hubo cojones para llevar el diálogo hasta las últimas consecuencias. Desde aquí, entonces, prodigamos la buena nueva que evoca el ensayo Manuel J. Romero, no ya por características formales, que lo veo flojo, sino por la mera disposición de un tema ante una perspectiva jurídica. Vamos, cosa de universidad, pero el caso es que ¿Dónde están los límites del Humor Gráfico? mola, porque presenta una posición documentadísima y mejor desarrollada a punta de corta pega, lo que viene siendo un estupendo parte de hecho aunque, lamentablemente, con una de las claves de nuestra cultura: el balance lo hace el lector, ya sabemos, para molestar lo menos posible. Y los que hablan son, precisamente, los que jamás dejan de hacerlo: los chistolaris, esa gente de bien.

En nada, si es que no está ya disponible, sale a la calle el volumen compilatorio de las cartas que Robert Crumb le enviara a sus colegas entre 1958 y 1977. Lleva por nombre Tus ganas de vivir me horrorizan y está muy bien, es un aporte y, más allá de cualquier privacidad flanqueada, el volúmen permite develar el motor de funcionamiento de Crumb; un estupendo autor que ha tenido más éxito que la coca-cola y que a cada paso que da remueve el panorama comiquero. Porque ya se ha posicionado más allá del bien y del mal y porque no hay manera de que pare quieto y se jubile. Pero aquí hablamos de que este personaje incomparable articula sus manias, reflexiona acerca de su éxito y, por ejemplo, asume la influencia de Kurtzman y la Mad, lo cual, ya puestos, explica muchas cosas que, apenas tenga tiempo, les contaré. Un libro buenísimo, vamos. Aunque, todo sea dicho, puede tener fragmenos sumamente aburridos para el auditor de música que no crea que lo antiguo es mejor. ¡Es que no se dejan de lado ninguna de las obsesiones! Pero bueno, horabuena por este rejunteque aquí edita Dolmen luego de once años (!!) de su edición original y con prólogo de Pepo Pérez.