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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

El poder de decisión es por sí mismo un don que recae en unos y en otros no

Uno de los problemas claves al hablar del pastiche como técnica y espacio de representación, es su cercanía a la parodia, a ese género que desdibuja los límites de un hecho o figuración reconocible. Desde hace la tira, ambas resoluciones proceden tanto del respeto hacia el hecho o figuración o la directa transgresión del mismo ayudada y solventada gracias a la distancia irónica. Así, tanto el pastiche como la parodia son resoluciones en clave actual e irónica de elementos reconocibles por todos, dotando a la efectividad de la obra de un cariz que depende de la relación directa con las nociones que permitan calibrar un baremo para definir si una obra es capaz de sostener el chiste y de aumentarlo o ií, simplemente, se trata de una revisión sin chicha. Lapinot y las zanahorias de la Patagonia de Lewis Trondheim es una rara avis dentro de estas categorías, no ya por el mero hecho de sostener el chiste y volverlo imprevisible a golpe de disgresión si no porque con su formulación y las excusas de su autor respecto a la misma dan pie a preguntas sobre la docilidad del lenguaje propio del tebeo.

Es este un volumen mastodóntico que empieza con Trondheim reconociéndose como pupilo de Carl Barks y Fred Gottferson a fin de justificar una trama de animales antropomórficos que funciona como carrera de fondo. Hablamos de un programa de trabajo que pasa por rellenar 500 páginas divididas por tres columnas de cuatro cuadros y alehop. La falta de cálculo y la profunda abstracción que priman en la obra de Trondheim, especialmente al momento de tratar los arquetipos que representan los personajes que aparecen y desaparecen de la obra, además de la mutación del carácter del propio Lapinot, dan luces acerca de las carencias estructurales de una narrativa al tiempo que sirve como antecedente perfecto para entender el sindiós narrativo que es La Mazmorra y, de alguna manera, a la idea de construcción y realización de una anécdota profundamente entretenida, que es a lo que vamos. Porque, más allá de las excusas de Trondheim, si algo hay en esta primera obra de largo aliento es la noción de formato popular. Del funcionamiento de un sistema de publicación: la serialización que sólo entendía de accidentes y de salir del paso entreteniendo.

Luego está el comentario acerca de que con este volumen Trondheim aprendió a dibujar. Y ahí si que lo tenemos mal, porque el genio y el ingenio en cuanto a la narración a cuadritos poco y nada tiene que ver con la capacidad como pintamonas de un autor. Esto es algo que ya deberíamos tener asumido. Y cuando digo deberíamos, me refiero, básicamente a la noción de “bien dibujado” o “mal dibujado”. Un poco por que a mi lo del dibujo puede resultarme limitado y profundamente inexpresivo pero de ahí a malo… pues va a ser que no. Vamos, que a mi me interesa que cuadre y que componga una narrativa, no me interesan las proporciones pero sí el tempo y la diagramación; los modos con los que se nos narra, que es lo que Trondheim logra con creces. No es necesario recalcar que el dibujo va desarollando una serie de matices a medida que se avanza en el volúmen porque no es más que anecdótico; porque las virtudes extremadas del lenguaje del tebeo, su perfecta construcción y equilibrio, es lo que genera obras maestras: el modo en que se disponen los elementos es la clave, no la utilización perfecta de uno de ellos. No me jodáis.

Este volumen no merece, por cierto, excusa argumental alguna, porque no es más que una gesta absurda de un hombre que sobrevivió a los límites que se propuso para, mira tú por donde, renovar el mundo del cómic europeo con cuatro parámetros claros y capacidad para improvisar. Ahí queda eso.

Carlos Acevedo | 26 de enero de 2010

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