Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
En el estupendo, por divertido e iluminador, rejunte de hechos paralelos al auge del tebeo en la ciudad Condal que lleva por nombre Memorias del underground Barcelonés (Ediciones Glénat, 2005), y que ha firmado un hombre que responde al apodo de Onliyú, me encuentro con el siguiente diálogo que tiene lugar a mediados de los ochenta:
“¿Pero usted no se da cuenta de que Carpanta buscando su pollo asado era contar de verdad lo que estaba pensando y no lo que contaba el No-Do? ¿Qué los gemelos Zape se estaban cagando cada semana en la familia que reza unida y permanece unida?” “Ay, hijo, yo sólo pintaba monigotes”El verdadero protagonista de este diálogo (que se produjo en un Saló del Cómic) es don José Escobar Saliente (Barcelona, 1908 – 1994), dibujante y guionista que se ganaba los cuartos trabajando para la editorial Bruguera. El hombre que afirma solo pintar monigotes es, entonces, uno de esos artistas que ayudó a configurar el mapa de una realidad que no resultaba nada amable y que, incluso en la labor que se ejecutó en la colección de elegantes fascículos que llevaba por nombre Maestros del Humor, tuvo que responder a problemáticas propias de un régimen autoritario como es la moderación en cuanto a contenidos.
Es complejo hablar de la factoría Bruguera sin pensar en este punto de inflexión, donde la cultura popular trasciende su función de mera entretención para posicionarse en el alma de la picaresca, sobretodo cuando tenemos a Manuel Vázquez y a su obra como baluartes irreductibles de esa continua supervivencia que sostenían una serie de autores que supieron dar con las claves de su época. Actitud que, a día de hoy, cobra un carácter cercano a la épica al comparar lo que nos cuentan de ese paisaje y el que podemos ver en primera persona. La relación, entonces, que se establece entre el costumbrismo y su plasmación en viñetas tiene una tradición; por ende, siguiendo los dictados de Eugenio D’Ors, no es plagio. Además de ser, lisa y llanamente, extraordinaria para poner en evidencia el acontecer de la contemporaneidad gracias a la capacidad de la que gozan las narraciones en viñetas para sintetizar y contener lo que pasa en la calle. La importancia histórica del humor gráfico y de la sátira nos habla de esa capacidad.
Dentro de ese aspecto de la narrativa gráfica, es curioso dar cuenta de que si hay una cosa en la que estamos de acuerdo todos los que tenemos a bien dejar de lado la humildad y hablaros a vosotros, entretenidos lectores, sobre tebeos es sobre la figura de Mauro Entrialgo. ”Sabe diseccionar muy bien su entorno”, ”Estupendo observador” y bla ble bli. Sobre lo bien que logra articular el todo se suele oír/leer menos. Lo que, en ningún caso, quiere decir que no se diga/escriba. Sobre sus capacidades gráficas, se tiende a decir que sus dibujines se reconocen a vuelo de pájaro. Entonces, supongo que todos los que parecemos gilipollas leyendo las mismas tonterías en los tropecientos blogs y medios digitales (cuyos responsables, por cierto, suelen serlo también en medios impresos), sabemos que Mauro Entrialgo es un humorista gráfico sumamente talentoso, que tiene un estilo inconfundible y que, vaya, sabe de la picaresca. Dentro de esa lógica (la de la picaresca, no la de los que leemos tebeos y necesitamos escribir sobre ellos) El Demonio Rojo es una formulación de las manías y obsesiones que Rafa se plantea, con el sexo como principal eje. Como tema principal sobre el cual elabora los matices y cánones que respecto al follar se plantea el hombre contemporáneo.
Y para hablar del recorrido editorial de El Demonio Rojo, os dejo con su autor:
A estas alturas, hastiado lector, habrás notado que todo esto tiene que ver, sí, con la reciente salida de imprenta del volumen que lleva por nombre Siga Usted Todo Tieso y que, en manos de La Cúpula, se ha convertido en un compendio, sumamente elegante en su edición, de las reflexiones de ese campeón de Catch que lleva por nombre Demonio Rojo y qué, básicamente, viene a respondernos la pregunta que nos plantea la respuesta de Don José Escobar: ”Ay, hijo, yo sólo pintaba monigotes”. Huelga decir que dicha respuesta no peca de falta modestia, no. A menores distracciones, mayor atención por lo que sucede a tu alrededor. Porque, como bien dice Mauro, el ilustrar es fijarse con particular interés en lo que te rodea. En ese sentido la obra de Entrialgo, y por ende el universo que se compone alrededor de El Demonio Rojo, no sólo responde de forma impecable a su época sino que, además, demuestra que la capacidad demiúrgica del hombre de Vitoria responde, en rigor, a concentrar su atención en una época que se caracteriza por la cantidad de entidades disuasivas en torno a la cotidianeidad y su percepción.
Mientras los caminos que toma la creación cultural simpatizan más y mejor con las obras que en la sensiblería encuentran su rumbo, el universo de El Demonio Rojo se aleja de lo sentimental para darnos las claves que, como sucediera antaño con la escuela Bruguera, entienden como realidad aquello que pasa en la calle o, más precisamente, en los bares. Las aventuras y desventuras de Rafa y su clan (Jorge, Higueras, Átomo, Tyrex, Drugos, Blanca, Sonia, Andrés, Silvia, Manuel, etc) forman parte, precisamente, de esa órbita del costumbrismo que, en las manos equivocadas, se nos trata de enunciar como épica cuando en realidad tiene más que ver con el poder follar y, a su modo, con la diversión. Las teorías de Rafa son, entonces, la solución perfecta para el teorema que representa la convivencia en un piso compartido por tíos y lo que implican las constantes ganas de meter el rabo en caliente.
Con una mirada que gana enteros en cuanto a la diversidad de puntos de vista que la conforman, aunque a ratos pueda pecar de extremadamente cínica, el universo de El Demonio Rojo evoca el alejamiento de la épica. Por una vez, lo más importante es la aventura en sí misma y no las querencias que gatillan la aventura. Entrialgo ha formado un universo narrativo extraordinario donde lo que importa es reformulación de los vicios de una época porque, en realidad, Rafa explora el sexo con un guión formulado a priori; y porque, más allá de los intrincados juegos retóricos que destripan el costumbrismo de fin de siglo y principios del siguiente, las Ganas de Follar son el único motor válido. Siga Usted todo tieso es, de alguna manera, la única manera posible de lograrlo más allá de ser la finalización de un proceso que provoca en el lector algo más que un momento ameno y un somero disfrute porque arranca carcajadas; porque, hoy a primera hora, ya no basta con pintar monigotes.