Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
Dentro del universo del tebeo ––y cuando hablo de universo me refiero, también, a distintas épocas y corrientes y bla ble bli–– existe (por manifiesta) una estrecha relación con los géneros nobles que trasciende el tiempo a través de la incorporación de los mismos a los soportes de la cultura popular. Dicho de otra manera: la cultura popular tiende a hablar de lo mismo con los mismos mecanismos desde el principio de los tiempos. Hay que joderse. El caso es que, si preferimos ser realistas antes que tiquismiquis deudores de la academia, podemos dar cuenta de que hoy a primera hora una generación concreta de autores españoles ha decidido hacer patente dicha relación incluyendo partes de un discurso que era tangible en las novelas de “a duro” al interior de su obra y no sólo en cuanto al relato, sino que también en cuanto a la maquetación y demáses elementos que conforman una estética que pasa por imprenta. Dentro de esto, el caso más flagrante, y por ende el más interesante, es el de Jordi Pastor pero, ejem, hemos venido aquí a hablar de El Experimento, ese portentoso tebeo de Juaco Vizuete que Glénat ha tenido a bien editar por consejo del experto polemista Hernán Migoya.
En El Experimento, Juaco Vizuete explora la Ciencia Ficción desde una perspectiva que llama al caos, construyendo un relato que se realiza a partir de la confusión que las partes del relato componen. Es decir: en todas y cada una de las partes, Vizuete explora diferentes aristas para explicar el suceso de lucha interespacial que nos retrata. Casi nada. El problema al abordar El Experimento es, precisamente, definir que es interespacial o a que se refiere el término; ya que, en estricto rigor, la obra no parece abordar otra interespacialidad que la que evoca la experiencia de los personajes que hilan las partes del relato para convertirlo en un todo; aunque, eso sí, sin nunca aclarar si dicha experiencia se ha dado en la vigilia o en el sueño o, vaya, si es parte importante del relato o si es una anécdota a partir de la que se forma la psicología de cada uno de los personajes. En fin, un lío. Pero, al mismo tiempo, una experiencia sumamente gratificante para el lector ávido de historias que signifiquen comprometer su sistema cognitivo. Una verdadera maravilla.
Batman RIPVaya por delante que mi amor por la obra Grant Morrison es desmedido. Vaya por delante, también, que tiendo a releer con cariño algunas de las cosas del hombre murciélago a pesar de que me resulta, de un tiempo a esta parte, un personaje que lo único que puede darnos es el gusto por la parodia y ya. Nada más.
El problema, de este Batman Rip es que es la figura arquetípica de Batman expresada como un tono, el modo en el que se formula la historia, con el cual no siento ni la menor de las empatías. No sé, tampoco, si es que Grant Morrison estaba de resaca, que puede ser, ni tampoco tengo muy claro si los dibujines de Daniel son tan horribles como yo los suelo ver o qué. La cosa es que esto, acompañado de la ridícula edición que Planeta sigue haciendo de sus tebeos, ponerle tapa dura a lo que se mueva, oiga, da lugar a un tebeo al que no recomiendo acercarse siquiera por la fe en el calvo escocés que todo hombre de bien debe depositar. Lo único bueno de este magno error de Morrison es que demuestra que es humano, lo que, ya puestos, no tengo muy claro qué señala.
Plutón BRB NERO: La Venganza de Mari PiliEs muy raro ––por no decir imposible– –que una adaptación de una obra funcione mucho mejor que la obra original. O no. En realidad en el caso que nos convoca, se ha producido lo obvio. Lo obvio: si todo lo que se traslada del papel a las pantallas sufre cambios que traicionan la esencia del relato, la situación inversa puede, sin lugar a dudas, superar relato original en cuanto a su esencia. Sin problemas ni monsergas. Si Plutón BRB Nero era una sitcom fallida, lo obvio era que nos muriéramos de risa con el tebeo. Y es lo que ha pasado.
Este arco argumental de Plutón BRB Nero, que lleva por nombre La Venganza de Mari Pili y que ha sido desarrollado al margen de la serie creada por Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaecheverria, se resuelve de una manera muchísimo más efectiva que lo planteado en la serie que emite RTVE en la actualidad. Y me atrevo a aventurar el por qué. Alehop: El magnífico tebeo creado por Carlos Vermut se alza victorioso ante la obra que adapta porque trasciende las bases creadas para la sitcom y las traslada a una problemática que, digamos, podría contener una suerte de militancia entre sus márgenes formales. La historia, independiente de los elementos impuestos, es la obra que el autor quiere narrar. El caso es qué, cuando las cosas se hacen bien, como es el caso que nos convoca, los resortes de cada personaje son sintetizados hasta lograr que su esencia sea manifiesta ante la propia aparición y no gracias sus actos. Y esto es lo que Vermut sabe, ya que a partir de un estudio y una síntesis envidiable, logra contar su historia con los elementos inventados para la serie; dotando a estos elementos de una fuerza de la que carecen en su versión original. Una operación maravillosa. Sobre todo porque el tebeo no va de naves especiales… va sobre niños prodigio y resulta, en la práctica, una revisión fantacientífica de un relato conspiratorio al uso con unos personajes que ya nos caian gordos por haberlos visto en la tele.
Con todo, las preguntas que el volumen plantea al tema de los niños prodigio no es, ni más ni menos, que las que deja una vez terminado el relato. Y si con esto no logro que se hagan con él, es que no están por la labor.
The Boys 4: Nos damos el piroSi hay una moda que dura, una, dentro del mundo de los tebeos, es la de deconstruir a los superhéroes y llevarlos a un plano que roza el tabloidismo y que se tiende a desarrollar en un plano moral. Obligar a una serie de tíos arquetípicos que tienden a llevar los calzoncillos por encima de los pantalones es, de alguna manera, el “Zeitgeist” de una generación de autores que ven a Alan Moore, o al menos a las bases que ha sentado su obra al momento de explicar el fenómeno superheroíco, como sumo pontificie. Una moda qué, por cierto, ya lleva la tira de años pero que parece indicar que es un no parar. Estamos, ejem, como locos. En fin, que el caso de la cosa es que Norma ha tenido a bien sacar adelante una nueva entrega de la polémica serie The Boys del guionista Garth Ennis y del dibujante Darrick Robertson hombres de los que nunca me cansaré de hablar. Lo sumamente curioso en el caso de The Boys, y de ahí, también, la necesidad de hablar de la serie cada vez que un retapado pisa las tiendas especializadas, es que no sólo usa a los superhéroes como alegoría del sujeto contemporáneo sino que, además, logra desarrollar un complejo entramado de referencias que da lugar a un disfrute indescriptible para el lector versado en lecturas peligrosas. Si usté, señora, creía que Warren Ellis era el no-va-más de la incorrección política se equivoca por un motivo sumamente peregrino: The Boys es, al plantearla como obra total, una de las mayores muestras de los quehaceres y el funcionamiento de la mitología que gasta el hombre contemporáneo. Si cuando usté lee contemporáneo piensa en post-moderno, está en lo cierto. Volveremos sobre ello.
IncógnitoEl problema empieza porque se tiende adjetivar la labor de Brubaker como la de un maestro del género negro. Y yo, cada vez que leo tamaña insensatez pienso que eso está por verse, tampoco exageremos. Lo cierto es que el género negro se tiende a caracterizar por su inmovilidad y lo de Brubaker tiende a ir un poco más allá aunque, snif, el pobre hombre se suela quedar más acá y suele perder los papeles por el medio.
Incógnito, en ese sentido, es otra prueba de que a cada nuevo elemento que Brubaker intenta incorporar a su modo de entender “lo negro”, en este caso una sub-trama superheroíca y drogata, se termina dando de bruces con los elementos que propone. Una pena. El problema, digo yo, es que lo bonito de casarse, con el género, que sea reside en que no es necesario innovar para tener una relación acorde, tranquila y estimulante. Todo esto implica, entonces, que no es necesario incorporar elementos externos al menos que se haga con suprema habilidad, porque, precisamente, corres el riesgo de desactivar la bomba, apagar el la mecha de la dinamita, mojar la pólvora o, hablando en plata, el disfrute del género.