Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
Surfing on the Third Wave
Miguel Ángel Martín
Prólogo: Jesús Palacios
280 páginas en cuatricomia.
Rey Lear Editores
Con la idea de El Autor ya superada, es bueno empezar a glosar acerca de los autores. Es decir, lo que toca ahora mismo es empezar a hablar de autores a los que hay que seguir con cuidado a fin de descifrarlos. Obviamente, no bajo la clave del periodismo rosa o del positivismo, que es más o menos la misma cosa, sino, en rigor, bajo las nociones que se tejen en los resortes de su obra. La obra, y esto es pertinente aclarlo, es el conjunto de cada una de las entregas/partes que ha tenido a bien realizar un autor independiente de la génesis de cada una de estas partes. Es sumamente complejo, en un medio como en el que nos convoca, poder dar buena cuenta de esto. La tradición indica que un autor de tebeos se forja en base a los encargos de una editorial o una agencia o, en casos muy excepcionales, en la marginalidad de la autoedición. La marginalidad, es, de alguna manera, la última instancia que está en las manos del autor que busca evitar, desde los comienzos de su carrera, transar su voz y posición —su estética— respecto al mercado. Lo cierto, de todas maneras, es que la marginalidad impide juzgar desde la misma óptica la obra de un autor que forma parte de un mercado y la de un autor que opta por su libertad. La capacidad de evocar una estética única incluso en un ambiente hostil es un plus que tiene que ver con la capacidad y el dominio de los códigos del formato. La diferencia entre un autor y un Autor está, para quien les junta estas letras, en el modo en el que un artista completa lo que el enunciado de un encargo deja en blanco. El Autor, ese con mayúsculas, es capaz de demostrar sus valores y logros ante cualquier formato que se le ponga por delante porque conoce al revés y al derecho la estructura del lenguaje que compone, su estética, y, como si esto fuera poco, logra dar cuenta de su contemporaneidad. Un Autor es, entonces, aquel que goza de la capacidad para ejecutar su discurso con sus maneras en espacios delimitadísimos..
Miguel Ángel Martín corresponde, bajo esta tipologia, a categoría de Autor con mayúsculas. Y esto, sobretodo, porque ha sido capaz de plasmar las problemáticas que, desde la caída del muro, aquejan a la Aldea Global hasta llevarlas a un punto de no retorno. Martín ha estado tan atento a su época que ya hace un par de décadas viene acusando, por ejemplo, el exagerado uso doméstico de la tecnología, internet como adicción y medio omnipresente, además de sucedáneo de la cotidianeidad; el porno como lenguaje más estimulante/lubricante que el sexo mismo o el desarrollo de drogas químicas o transgénicas a fin de transformar la vida en una práctica constante de deportes extremos. Todos estos referentes, así como la ultraviolencia como divertimento o la televisión jugando un rol de Supermarket Tabloid audiovisual, son algunos de los baremos que Martín conjuga en función de su relato. Todo esto dentro de un proceso, el narrativo, en el que desestima la corrección política al tiempo que enarbola la libertad de pensamiento como único horizonte válido. Martín es un Autor que no se permite la moraleja a pesar de que los problemas/temáticas que trata y retrata parecen pedirlo a gritos, un aspecto que, de tan raro, hoy a primera le convierte en un Autor necesario.
Un Autor necesario que, con un estilo personal y atractivo, contesta la premisa de Slavoj Zizek respecto al mundo contemporáneo mediante el conocimiento y la reformulación de los géneros populares. Mientras el filósofo esloveno sostiene que para la producción cultural, y por ende para nuestro arquetipos, “es más fácil imaginar el final de toda vida sobre la faz de la tierra que imaginar un cambio mucho mas modesto en el capitalismo moderno”, asumiendo que la idea de utopía puede tener un cariz cercano a la idea de prosperidad; Martín decide exagerar las condiciones y premisas del capitalismo moderno, usando a la Ciencia Ficción como lógica irreductible. El futuro inmediato como ese lugar donde todo se ha pervertido/permitido.
No es nada gratuita la mención de la Ciencia Ficción, ya que el momento de mayor exploración/explotación de las posibilidades del género es el inmediatamente posterior a la estructuración del mundo en dos bloques. La aparición de la novela 1984 de George Orwell, editada en 1949, condujo dicha exploración/explotación hacia la personificación de los poderes del estado moderno, dando pie a que la representación de la realidad histórica, sobretodo durante la segunda mitad del Siglo XX, se llevara a cabo mediante la sátira y la irónia . Si Brave New World de Aldous Huxley, editada en 1932, fue el resultado de la observación de la crisis humanista durante el período entreguerras, la obra de Orwell se compone en base a las claves características del caos que supuso el fin de la segunda guerra mundial. Dicho de otra manera: el momento de mayor exploración/explotación en la ciencia ficción tiene que ver, de forma directa y sin monsergas, con lo post-industrial.
Pero… ¿Qué es lo post-industrial? Según Mike Ibáñez, el más interesante agitador cultural de la península, la era post-industrial es la época “Ultraviolenta, Supertecnificada e Hipersexual” en la que vivimos y que tiene como antecedentes históricos inmediatos a Auschwitz y a Hiroshima. El Campo de concentración y la bomba atómica como las bases de lo que hoy a primera hora se exacerba. Auschwitz como “la aplicación al ser humano de criterios reservados a la fabricación, la producción, reduciéndolo a materia prima sometida a una explotación aberrante” e Hiroshima como el clímax total de la tecnología ya que demuestran “la posibilidad de acabar en un momento dado con el planeta”. De ahí los cinco rasgos que de nuestra época ilustra la Sociedad del Espectáculo de Guy Debord: “la incesante renovación tecnológica, la fusión económico-estatal, el secreto generalizado, la falsedad sin réplica y un perpetuo presente” que dan lugar, en palabras de Ibáñez, a “El Mundo como Unidad de Destino en lo Espectacular: la masa regida tiránicamente por las inexorables leyes del capitalismo corporativo”.
Tenemos, entonces, a la Ciencia Ficción como la formulación de un futuro que es, en realidad, la resolución de el hoy a primera hora en clave irónica y/o satírica; mientras lo post-industrial se presenta como el modus videndi de nuestra actualidad a partir de la exageración de lo que, en la modernidad, se consideraba de provecho. De la suma de ambos conceptos, una maravilla del mundo del cómic: Surfing on The Third Wave de Miguel Angel Martín como la puesta al día, en agradables tonos pastel, de lo que sucede en nuestro entorno. En estas páginas, editadas por entregas en la revista El Víbora y que hoy disponible en una preciosa edición de Rey Lear Editores, Miguel Ángel Martín realiza una disección de nuestra época que se compone tanto de la especulación como de la observación sistemática de las filias y parafilias más extremas que uno pueda echarse a la cara. Y lo ha hecho tan bien, que incluso a día de hoy, pasados ya diez años del inicio de su publicación original, Surfing on The Third Wave sigue resultando sumamente actual. De hecho, lo que ilustra tiene noción de cuenta regresiva. Las situaciones y motivos que ilustra el volumen recopilatorio en su totalidad resultan, sin lugar a dudas, plausibles en un plazo de, digamos, cuatro telediarios. La actualidad que fué capaz de observar Miguel Ángel Martín y la distopía que resulta de su plasmación en forma de narrativa gráfica no es sólo la obra de un Autor sino que, además, como si fuera poco, resulta una versión cargada de significantes de lo que nos rodea. El universo que la televisión denuncia pasada la medianoche es, en la obra de Martín, propia de la media tarde. Surfing on the Third Wave es una estupenda prueba de ello y de que Miguel Ángel Martín es un Autor con mayúsculas. Parafraseando a Bertolt Brecht, uno de esos imprescindibles.
2009-11-24 17:28
Muy interesante. Una pregunta: ¿El Autor se refiere a los tebeos (dónde son más habituales los encargos) o también a otros medios?
Otra cosa que me ha gustao mucho es como sortea usted el escollo de Orwell y Huxley. El escollo es el del resentimiento porque, al parecer, son un problema jerárquico (en oposición a otros autores no tan reconocidos) habitual para los lectores de ciencia ficción (o eso parece). Que ese es otro debate, pero siempre agradezco otras perspectivas.
Hay un prólogo estupendo de Thomas Pynchon a una nueva edición de 1984. Se llama The Road to 1984. Lo pueden leer aquí.: http://www.scribd.com/doc/100899/Pynchons-Intro-to-Orwells-1984
Viene a decir el escritor, en términos parecidos a los de Ibáñez que no se trata de una alegoría stalinista y ya, sino del inicio de una era, con el lavado de cerebro como una de sus principales técnicas rectoras. Habla del principio de una era, de ese entretiempo que vería esas aportaciones.
Mi enhorabuena habitual.
2009-11-24 21:07
Buenas, joven Singer.
Sepa que me refiero sólo al autor de tebeos que se conjuga como guionista y dibujante, que cumple ambos roles. El resto, lo entiendo de otra manera.
Lo del escollo no lo entiendo, la verdad, precisamente porque no entiendo las jerarquias del fandom. No entiendo respecto a qué las conjugan.
Y sí, lo que dice Pynchon de Orwell es aplicable, con sus matices y sus cambios de nombres propios, a Miguel Angel Martin.