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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Ese recurso, muy solicitado por la tradición romántica alemana, es el hospicio

Lo que menos debería verse afectado por la compra de Marvel Entertainment por parte de Disney es a los tebeos y, vaya, esto es de cajón. A estas alturas, resulta de perogrullo diagnosticar que la jugada de una major siempre tiene que ver sólo con resucitar gracias a los activos que genera la empresa que viene fagocitada y ya. No hay nada más que eso, nada. En serio, absolutamente nada. Confundir los flujos de activos de la Marvel o los valores de la compañía en la bolsa con la capacidad de creación de Mark Millar es, en realidad, una cuestión netamente fisiológica. El odio, según algunos místicos new-age, se ubica en el bajo vientre y las respuestas escandalizadas ante un entramado de transnacionales son producto de la inconsciencia. Como responden los jóvenes que en Italia han votado a Silvio Berlusconi, los alegatos contra la compra de Marvel por el gigante del buen rollismo se sintetizan en un “Me lo ha pedido el cuerpo”. En el caso de Disney, una empresa desesperada por re-conquistar el mercado de los púberes masculinos, la móvida está más que justificada como también se justifican los temores de esta facilmente caricaturizable fracción de la población. Es cosa de mirar la tele: Big Bang Theory, Chuck o las pelis de Judd Appatow. Pero antes de seguir, una aclaración.

Aclaración: subrayamos que desde aquí no tratamos de cargarnos la variopinta y a ratos fabulosa oleada de Mash-Ups que han hecho de los valores de ambas factorías una comunión en pos de la risa, para nada. Lo cierto es que no vemos mayor posibilidades de cambio porque, en definitiva, la construcción de caracteres identificables o de modelación tiene que ver con ambas factorías. Lo que, ya puestos, nos debería llamar al pánico, sobretodo cuando el fundador del grupo comprador aceptaba haber amado más a un ratón con guantes y pantaloncicos que a cualquier ser vivo. Y alehop.

Dejando de lado los lugares comunes, cabe destacar que la compra tiene que ver, sobretodo, con el trato de los personajes de Marvel en cuanto a plataformas ajenas al cómic como el cine, el merchandising y los parques de atracciones, una cosa que, ya puestos, termina de conceder la importancia de los cómics en cuanto al uso de sus arquetipos y virtudes en función de una sociedad de consumo. Una tipología que, más allá de sus contadas excepciones, pocas veces ha dado con las claves necesarias para posicionarse como productos.

Un ejemplo claro es el del cine: Si entre dos productos del nivel de alcance de Superman (Richard Donner, 1978) y Batman (Tim Burton, 1989) pasaron once años, ¿qué es lo que tienen estos tiempos nuestros para que caigan adaptaciones de tebeo cada dos por tres? Por un lado, y esto está claro, tenemos a los crecientes avances en el ámbito técnico que permiten reproducir con cierto nivel de veracidad los universos fantásticos de titanes de la talla de Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko y, por otro, a la necesidad de seguir el camino que señalara George Lucas, ese donde los dineros se esconden en figuritas de plástico y/o maquetas. Ante esto, se nos suele escapar un detalle que tiene que ver con el público, con la dirección que han tomado los estudios de mercado al enterarnos de que los mayores quieren ver pelis para niños y no dejar de leer los tebeos que han leído de niños. Dicho de otra manera, que una peli, la reciente Up (Pete Docter, 2009), sea una peli dirigida a un público con una edad avanzada —los resortes narrativos que sólo pueden ser entendidos a partir de cierta edad hablan por sí mismos— no deja de sintetizar este proceso de obsesión con el pasado, de matrimonio con la nostalgia.

En efecto, que la plaza que pretende ocupar Disney con la compra de Marvel no parece, ni más ni menos, que una noción de mercado que descansa en la posibilidad de hacerse con la plusvalía de una cuota de mercado que tiene adeptos fijos y seguros. Un maremagnum de individuos que es capaz de empeñar a su madre por una figura de edición limitada. Y ya me dirán ustedes que esto ya existía gracias a la combustión espontánea, por mera coexistencia con el medio, pero yo les diré que vale, que ya te vas a fiar tú de una persona que, ejem, quería un mundo feliz para todos y de sus más feroces aprendices. Si ya desconfiábamos de un mundo repleto de hadas, animalicos que hablan y princesas monógamas, vamos a confiarnos de un universo con superhéroes. Esa tipología de personaje que suele llevar los calzoncillos arriba de los pantalones.

Carlos Acevedo | 08 de septiembre de 2009

Comentarios

  1. Alvy Singer
    2009-09-10 17:07

    Exactamente. Disney sabe que tiene capturado a la niñez prepúber con los Hannah Montana, HSM et al, pero no ha conquistado el territorio de la nostalgia que tiene el lector de tebeos que va al cine a ‘reconciliarse con la adolescencia’ (glups) cuando no directamente con la experiencia sentimental para sustituirlo.


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