Mi amor incontestable por la obra de Warren Ellis me lleva a obligarles, más que sugerirles, que se hagan con Black Summer, tebeo seriado de proximísima aparición en el mercado español. Editado por Avatar Press entre mayo de 2007 y julio de 2008 a razón de un número cada seis semanas o asín, Black Summer va de un grupo de post-humanos que gracias a la tecnología desarrollan y sostienen superpoderes de los de toda la vida: poder volar, tener súper-fuerza, correr súper rápido y contar con un arrojo que lo mismo les permite rescatar a señoras que cargarse ejércitos enteros. Ahora ¿Cuál es el punto que hace que leerse esta obra sea obligatorio? La respuestas, ejem, pueden ser dos. Uno: Porque ha sido guionizada por Warren Ellis y Dos, porque la exploración acerca del límite de la mitología superheroica es aquí explícito y alentador. Dicho de otra manera ¿Qué medidas toma un superhéroe para impedir que el gobierno y sus personeros sigan robando o generando caos? Pues sí, exactamente eso.

El Horror de Colliers County es un tebeo firmado por autores de esos que no cuesta encasillarlos en cuanto a estilo ni, tampoco, dentro de una tradición determinada. Deudor del Comix americano como el resto de su generación, el autor Rich Tomasso encarna los roles de guionista y dibujante para dar vuelos a una historia de terror propia de la serie B inocentona, aquellas películas hechas para televisión donde todo el terror descansaba en el angulo o la óptica desde la cual se mirara la realidad. Aunque, claro, esto no tuviera que ver con un recurso estético sino con la falta de dineros que permitieran diseñar monstruos. Uno de sus grandes logros, que no son pocos, pasan por ser capaz de contagiar esa misma sensación de anomalía a lo largo de todo el relato, jugueteando con el tempo narrativo de una manera limpia y sin demasiadas monsergas. El Horror de Colliers County es, entonces, una suma de lecciones bien aprendidas y una estupenda y apasionante lectura.

En más de una ocasión me he dedicado, con mucho gusto, a hablar de lo mucho que me interesa el mundo de los fanzines y la autoedición. Podría decirse, vaya, que soy un entusiasta del tema y que sin lugar a dudas me parece uno de los soportes más honestos y un medio que da para mucho ya que todo en él son libertades. El problema, vaya, es que a veces la libertad se toma como manga ancha y forma productos irregulares. La Cultura del Duodeno, lamentablemente, no es un producto redondo aunque sí bastante redundante y poco prolijo. Y no, con prolijidad no me refiero al hecho de que dos de cada tres dibujantes tengan como mayor influencia a David Shrigley sino que, más bien, a la posibilidad de dar con las claves de un producto para que brille en más de un ámbito, para que trascienda esa forma o manera de ver el fanzine que sólo se sostiene ante la falta de criterio o la idea de estar currando para un ámbito, otra gente que hace fanzines, que no es lo suficientemente exigente en cuanto a la factura o las maneras de la narración en viñetas o de las dinámicas y mecánicas del humor. Pero es sólo el primer número, tampoco hay que asustarse.

Funcionario del Humor
Monteys
100 Páginas a Color
El Jueves

Por esas cosas de la vida y de los veranos, El Jueves decidió editar cuatro volúmenes veraniegos que acompañarían a sus habitual edición de los miércoles. El primero de ellos, firmado por Monteys, me ha parecido excelso porque más allá de ser una labor de archivo, corresponde a una especie de revisión de la trayectoria del autor, lo que coloca el volúmen mucho más allá de cualquier simple y llana compilación de las viñetas, como ha sido el caso de Genaro o Cuarto de Bup y que, supongo, será el caso de Sexorama este miércoles, dándole el volumen un curro de edición que lo posiciona por todo lo alto en cuanto a necesidades. No sólo porque el curro de Monteys es buenísimo, que lo es, sino porque, además, se justifica el lomo. Se vuelve, inclusive, necesario.