Libro de notas

Edición LdN
Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Lo cierto es que resulta muy difícil colocarla en ninguna tradición independiente de sus propios y cuantiosos méritos (I)

Hay una particularidad que los autores que me interesan tienen en común, una. Los autores que me gustan/interesan, esos que a cada publicación o estreno me tienen ahí expectante, son capaces de transmitir ideas complejísimas de una manera que goza de varios niveles de lectura. En efecto, los autores que me gustan son capaces de contar cosas sumamente difíciles de una manera que a primera vista se denota simple. Es decir, son igualmente capaces de entretener a adolescentes videojueguistas como, también, de involucrar a gente de mucho saber y con una cantidad, una lista, de referencias que podría pelear cantidad de nombres con una guía telefónica. Y esto, claro, currándose una narración protagonizada por gente que suele llevar los calzoncillos por encima de los pantalones. Los autores que me gustan, me voy dando cuenta ahora mismo, suelen tener por costumbre meterse en problemas. Los autores que me gustan y me interesan suelen, vaya, ser valientes.

Esto, tan propio de lo que han tenido a bien llamar postmodernidad, no es tan sólo una manera de efectuar un trasvase de ideas sino de responder de otra manera a una condición propia de las literaturas populares. Me explico: Toda la historia de la literatura está contaminada, para bien o para mal, de la cultura popular que le circundaba a cada obra concreta. La importancia o el interés de un contexto tiene que ver precisamente con ello, incluso de manera evidentemente involuntaria. Un Mundo Feliz y 1984 son, desde donde las mires, obras absolutamente conscientes de su época y de la geografía que ocupaban. La extensión de dicha geografía es otro tema, pero funciona porque no refiere límites en cuanto a fronteras sino que expone límites en cuanto a ideas. Gracias a esto, hoy a primera hora prácticamente toda literatura es universal. Ya saben, mundialización, globalización y bla ble blí. Su valía, entonces, se ubica justamente en la posibilidad de que el régimen de anécdotas que compone la historia o las leyendas no sea coto exclusivo de un momento concreto sino que permita renovar los elementos de una cultura popular ya articulada como tal, como cultura, y validada como conjunto de fenómenos concretos de una época concreta. La función del creador o artista que produce testimonios en soportes populares (las novelas de género, los tebeos, las series de televisión o el cine) es la de darle realce al uso que se pueda hacer de caracteres o conceptos o criterios complejos dentro de una obra que, vaya, suele no necesitar de una validación meramente académica. En eso se basa la producción popular, porque la cultura popular no necesita de monsergas para ser valiente. La cultura popular es valiente, suele ser valiente, porque no es una manifestación que cuente con el almacenamiento y posterior validación como puntal de su existencia; porque a la única cosa que respeta es a la posibilidad de seguir siendo una máquina de hacer dinero. La cultura popular, entonces, no necesita ser carne de bibliotecas y sesudos estudios para proclamarse como válida. Repito: Los tebeos, la televisión y el cine sin pretensiones son, como las novelitas de bolsillo, de usar y tirar ya que su concepción depende siempre de lo que pasa hoy a primera hora. La única condición sine qua non que necesita la cultura popular, los artefactos que la conforman, para existir es la de ser capaces de generar expectación, porque su única necesidad de existir es la describir y participar en la codificación del presente, ya que necesitan hablar en presente para vender hoy mismo. Los autores de tebeos que me gustan son conscientes de ello y por ello, cada vez que se meten con un arquetipo reinventado mil veces suelen abordar el mito tratando de asimilar determinados conceptos que están en el aire y que provienen de áreas que funcionan con un sistema de jerarquías completamente diferente.

Tanto Mark Millar como Alan Moore y Grant Morrison forman parte de estos autores, estos valientes autores, que no temen ejecutar un trasvase que se puede interpretar como inverso y todos, sí, logran dar con lo que se tiene a bien llamar obras maestras a pesar de que sus personajes, el eje impuesto por el tebeo de superhéroes, lleven los calzoncillos sobre los pantalones. Todos los autores que acabo de mencionar son capaces de jugar con parámetros propios de otras manifestaciones artísticas para concebir obras de usar y tirar al tiempo que intentan, sí, componer fábulas que se presupongan anticuadas en un futuro nada lejano por el simple hecho de reciclar la imagen asumida del presente que nos dan los informativos. Retomar una y otra vez el origen, el auge y la caída de Superman no es entonces sólo una manía de una editora cobarde sino que es, más bien, reubicar los conceptos que parieron un género que mueve millones.

Volveremos sobre ello.

Carlos Acevedo | 16 de junio de 2009

Comentarios

  1. Alvy Singer
    2009-06-17 03:48

    Está seguro (o mejor dicho Cree que) de que la Liga de Moore forma parte de esos parametros? Lo que me lleva a…Cervantes (Creo).

    Muy buena columna HT.


Librería LdN


LdN en Twiter

Publicidad

Publicidad

Libro de Notas no se responsabiliza de las opiniones vertidas por sus colaboradores.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Desarrollado con TextPattern | Suscripción XML: RSS - Atom | ISSN: 1699-8766
Diseño: Óscar Villán || Programación: Juanjo Navarro
Otros proyectos de LdN: Pequeño LdN || Artes poéticas || Retórica || Librería
Aviso legal